Ideas

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Cuarta parte. De Aquino a Jefferson: El ataque a la autoridad, la idea de lo secular y el nacimiento del individualismo moderno » Capítulo 21. La mente «india»: Las ideas en el nuevo mundo

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Para los europeos las estrellas del cielo nocturno constituían la base de la astrología, pero en América el horizonte era más importante.[2029] Ésta era una idea muy difundida y por todo el continente las tribus construyeron templos orientados a determinados puntos del horizonte que coincidían con importantes acontecimientos celestiales. «En la pared de piedra interior de Casa Rinconada, una gran kiva circular en el cañón del Chaco, en el noroeste de Nuevo México, hay veintiocho nichos, separados a igual distancia unos de otros. Bajo éstos, hay otros seis nichos algo más grandes repartidos a distancias irregulares. En la época del solsticio de verano, cuatro o cinco ocasiones alrededor de esa fecha, la luz proveniente de una ventana ubicada en la parte más alta del lado noreste de la kiva alumbra uno de esos seis nichos».[2030] Sin embargo, los indios utilizaron las estrellas para idear su calendario, un proceso que los llevó a concebir un sistema para contar propio.

Aunque originalmente ésta fue una idea maya, fueron los aztecas los que la perfeccionaron.[2031] Los cálculos relacionados con el calendario fueron el principal (de hecho, el único) uso de las matemáticas entre los mayas, si bien los conocimientos matemáticos del imperio inca parecen haber quedado registrados en el quipu.[2032] Éste era un sistema para almacenar información consistente en una serie de cuerdas con nudos. Las cuerdas, algunas de las cuales tenían hebras dependientes, eran de diferentes colores y tanto los colores como los nudos estaban dispuestos en secuencias. El «lenguaje» o código del quipu nunca ha podido descifrarse, pero la hipótesis de que era una especie de registro religioso se apoya en dos fragmentos de tela de la época que se conservan. El tejido de ambos es muy intrincado: uno de ellos tiene diez filas de treinta y seis círculos y la disposición en diagonal de los círculos en grupos llega a 365. En el otro fragmento los rectángulos llegan a veintiocho. Estos fragmentos seguramente tienen algún tipo de relación con el calendario.[2033]

Algunos investigadores piensan hoy que la complejidad de los tejidos en Mesoamérica «podría representar un complejo sistema de conocimientos como la metalurgia en Europa». Tras una guerra, con frecuencia se exigía el pago de telas como tributo, y en las batallas se utilizaban hondas de algodón.[2034] Se domesticaron la llama y la alpaca, que fueron empleadas como bestias de carga y fuentes de lana. Es posible que los tejidos hayan sido incluso más importantes que la cerámica como recipientes para almacenamiento. «Las prendas más finas se hacían con hilos que tenían un diámetro de —¹₁₂₅ de una pulgada, y se han identificado unas ciento veinticinco tonalidades y tintes en los textiles incas. Los incas conocían todas las principales técnicas de tejido que existían en Europa en 1492 —el tapiz, el brocado, la gasa— y además tenían un método adicional, conocido como urdimbre entrelazada».[2035]

Aunque hacia 1492 no eran muchos los animales domesticados en el Nuevo Mundo, el número de plantas que sí lo habían sido era enorme, entre ellas muchas desconocidas para los europeos de la época y que desde entonces se han vuelto muy populares: el maíz, la patata, el boniato, el cacao, la calabaza, el cacahuete, el aguacate, el tomate, la piña, el tabaco y el ají. De hecho, en los Andes había tres mil variedades diferentes de patata.[2036] Las civilizaciones del Nuevo Mundo conocían las propiedades medicinales de las plantas. Por ejemplo, se sabía que la aspalia servía como antibiótico, y se ha descubierto que el litospermo americano, que las mujeres paiute utilizaban como anticonceptivo, inhibe la producción de gonadotropinas en ratones. Y hoy se sabe que el tlepatli, que la medicina azteca utilizaba como diurético y en el tratamiento de la gangrena, contiene plumbagina, un agente antimicrobiano efectivo contra el estafilococo.[2037] Con todo, los indígenas americanos no tenían un concepto de química como tal. Para ellos, el poder medicinal de las plantas era una cuestión de carácter espiritual.

En el Nuevo Mundo no había «arte», no en el sentido de «arte por el arte», y ninguna de las lenguas indígenas tiene una palabra para designarlo (de hecho, tampoco tenían una palabra para «religión»).[2038] La razón para ello era que, por ejemplo, cada objeto tallado, cada canción o danza tenía un propósito muy práctico y no podía concebírselos sin esa finalidad. En ocasiones las esculturas aztecas tenían inscripciones en el lado que nunca estaba a la vista, pero ello no importaba porque éstas tenían un significado simbólico que era mucho más importante que su apariencia. En otras palabras, no había estética como tal, sólo función, y era ésta la que otorgaba significado a las cosas.[2039] Por este motivo, apenas había música instrumental en el continente, ya que normalmente la música, el canto y la danza iban juntos en el ritual. Por tanto, la profesionalización de las artes sólo surgió en las civilizaciones más avanzadas de Mesoamérica. Y únicamente en ellas se observa una distinción entre artes elevadas y artes populares similar a la que había en Europa.[2040] Una consecuencia de esto es que sólo en estas civilizaciones los artistas gozaron de gran prestigio, mientras que en todos los demás pueblos se pensaba que todas las personas tenían facultades artísticas en algún grado. En el imperio inca ciertos trabajadores especializados, como los plateros o los tapiceros, eran servidores hereditarios del gobierno y como tales estaban exentos de impuestos.[2041] Y para hacer las cosas aún más complicadas, la astrología (o la magia) desempeñaba aquí un papel. Los aztecas, por ejemplo, creían que quienes nacían bajo el signo de xochitl, «la flor», estaban destinados a convertirse en artesanos o artistas del espectáculo.[2042] Además, la función del artista se solapaba con la creación de mitos. Una interesante diferencia de los mitos del Nuevo Mundo es que, en lugar de imaginar que Dios había creado un mundo perfecto y que la tarea de estudiosos, teólogos y artistas era entenderlo, los indígenas creían que el mundo era imperfecto y que el trabajo del artista era mejorar el mundo.[2043] Los incas creían que los primeros hombres habían sido gigantes que Viracocha, el Señor, había hecho a partir de la piedra y a los que luego, insatisfecho con su obra, había vuelto a convertir en piedra, éstas eran las gigantescas estatuas que los incas veneraban. Después de esto, Viracocha había creado una segunda raza de hombres, del mismo tamaño que él («a su propia imagen»).[2044] A los escultores mayas no se les permitía tener relaciones sexuales mientras trabajaban en sus tallas, pero además las rociaban con su propia sangre porque se creía que ello las hacia santas: al igual que el hombre del Renacimiento, estos artistas eran divinos. Los instrumentos musicales también eran sagrados para los mayas; los talladores rezaban mientras los hacían y luego los frotaban con alcohol para que estuvieran «contentos y afinados y produjeran un sonido excelente».[2045] Los artistas no firmaban sus obras, aun en aquellas civilizaciones en que había artistas profesionales, y los artistas nunca se volvieron famosos como en Europa. La única excepción a esto era la poesía, ya que a los poetas que pertenecían a la nobleza se les recordaba mucho después de que hubieran muerto. Ahora bien, aunque a Nezahualcóyolt se lo recordaba como «el rey poeta», debía su fama tanto a su condición de monarca como a su destreza como poeta.[2046]

Los sistemas de escritura que existían en el Nuevo Mundo estaban en decadencia hacia 1492 y es probable que para entonces muchas de las inscripciones del período clásico (100 d. C.-900 d. C.) resultaran imposibles de entender.[2047] La escritura azteca y mixteca era en buena medida pictográfica y los escribas no sólo tenían que dominar el arte de tallar los caracteres, sino también aprender de memoria los comentarios orales que acompañaban a los textos (la transmisión oral fue siempre dominante). Los códices que se conservan relatan el pasado mítico de la tribu y debieron de haber constituido el elemento central de un ritual en el que los escribas añadían sus comentarios (y éstos, evidentemente, se han perdido). Los aztecas, además, eran uno de los pocos pueblos precolombinos que de forma consciente coleccionaban obras de arte extranjeras y antiguas, en particular objetos olmecas. Esto confirma que los aztecas sentían un particular interés por el pasado y es posible que pensaran que la civilización olmeca era la «cultura madre» de Mesoamérica.[2048]

¿Qué pensaron los propios indígenas de la invasión? Algunas naciones indias tenían libros sagrados. El más conocido de éstos es el Popol Vuh, un texto quiché que se ha considerado equivalente al Antiguo Testamento o los Vedas sánscritos. Igualmente interesante, y aunque menos famoso, más pertinente para nuestra pregunta, son los Anales de los cakchiqueles. Al igual que los quichés, los cakchiqueles tenían un sistema de doble monarquía compuesto por un rey y un virrey provenientes de los dos linajes reales y conocidos como Ahpo Zotzil y Ahpo Xahil. Tras la conquista española, los supervivientes de la familia Xahil pusieron por escrito la historia de los cakchiqueles y luego la ampliaron, en forma de diario, en el siglo XVII. Sorprendentemente, se trata de un testimonio muy equilibrado y a la vez que describe el holocausto, alaba a los españoles que intentaron ayudar a los indios. Entre los acontecimientos que narra se encuentra la aparición de un brote de peste en 1604 (momento en el que el narrador muere y otro se encarga de continuar la historia), un intercambio de embajadores y distintas genealogías. Los mayas escribieron documentos similares, conocidos como los Libros del Chilam Balam, escritos en maya empleando el alfabeto latino. Estos libros eran deliberadamente oscuros, y están repletos de juegos de palabras y acertijos, para evitar que los forasteros los entendieran, y siguieron ampliándose hasta el siglo XIX (cada ciudad maya tenía su propia copia y podía así introducir adiciones locales). Los Libros del Chilam Balam interpretan la invasión como una batalla de calendarios o cronologías. Los españoles habían traído consigo su propia versión del tiempo (bastante burda a ojos de los mayas) e intentaron imponerla a los pueblos indígenas. Por tanto, para los mayas la conquista fue una batalla ideológica entre dos sistemas religiosos rivales, una lucha sobre el tiempo.[2049]

También es importante repasar brevemente aquello de lo que los indígenas precolombinos carecían. La principal ausencia es, sin duda, la de la rueda, que es también la más sorprendente si consideramos el hecho de que en todo el continente se jugaban juegos de pelota con significado religioso. También brillaban por su ausencia los animales de tiro, como mencionamos al comienzo de este capítulo, aunque se domesticó la llama. Los indios americanos tampoco tenían grandes veleros, algo que quizá esté relacionado con los enormes océanos que rodeaban el continente. Pero esto, sumado a la ausencia de ruedas, hizo que los indígenas estuvieran más localizados y viajaran menos que los europeos. Otras ideas e inventos de los que carecían las sociedades precolombinas eran la acuñación de moneda, el monoteísmo ético, el experimento y, en general, la escritura. No había hornos para cerámica (y por tanto, tampoco cerámica vidriada) ni instrumentos de cuerda. Varias de estas carencias —animales de tiro, grandes embarcaciones, escritura, moneda acuñada— debieron de haber incidido en el limitado desarrollo económico del continente, en particular en el comercio y la acumulación de excedentes. Como hemos visto antes, cuando se producían excedentes éstos eran con frecuencia desperdiciados en complicados rituales para los muertos y esta diferencia de desarrollo económico, la falta de monoteísmo ético y la ausencia de experimentación son quizá las principales divergencias entre el Viejo Mundo y el Nuevo.

En el ámbito de las ideas, el descubrimiento de América quizá haya incidido en la Contrarreforma católica, ya que privó a la Iglesia de algunos de sus más fervientes y talentosos evangelistas. Por su parte, la Iglesia romana poco tenía que decir sobre América (el Concilio de Trento ignora en gran medida lo que ocurría en el continente) y, como sostiene John Elliott, un efecto de esto fue que la autoridad de la corona española se vio realzada «tanto entre sus propios súbditos como en sus relaciones con la Iglesia». Más de un historiador, desde los autores de la época hasta los investigadores de nuestros días, ha especulado sobre la posibilidad de que «la empresa de Indias» haya cautivado la atención de la población más radical, con lo que habría contribuido a que aumentara el autoritarismo y conservadurismo entre quienes se quedaron.

Los descubrimientos realizados en América tuvieron sin duda un impacto económico, lo que a su vez condujo a una revolución en la esfera intelectual. Entre 1521 y 1544, por ejemplo, las minas situadas en los territorios de los Austrias produjeron cuatro veces la plata producida por toda América, pero entre 1545 y finales de la década de 1550 las cifras se invirtieron, y ello tuvo como consecuencia un cambio decisivo en el poder económico, cuyo centro se desplazó de Alemania y los Países Bajos a la península Ibérica.[2050] John Elliott afirma que para la segunda mitad del siglo XVI es legítimo hablar de una «economía atlántica».[2051] En términos políticos esto supuso el ascenso de España, pero también el de Europa en general, contra su enemigo tradicional, el islam. (Fue sólo entonces cuando el mundo musulmán empezó a mostrar alguna curiosidad por las razones históricas que habían convertido a España en una potencia).[2052]

El auge de España, y las razones que lo explicaban, despertó la atención de todo el mundo, y es posible afirmar que fue por estas fechas cuando empezó a entenderse la enorme importancia que ser una potencia naval tendría en el futuro, que el poderío español podía ponerse en jaque interrumpiendo el flujo de oro y plata hacia Europa y que, en un mundo dividido por la religión entre católicos y protestantes, el Nuevo Mundo era el siguiente campo de batalla, En cierto sentido, fue entonces cuando nació la política mundial.[2053]

La batalla por América exacerbó el creciente nacionalismo del siglo XVI y surgieron «leyendas negras», en especial relativas a los españoles y las atrocidades que cometieron en América (según un cálculo, habrían masacrado a veinte millones de indígenas).[2054] En cualquier caso, lo cierto es que cada vez más españoles empezaron a dudar del valor de las Indias y surgió en la Península un sentimiento contrario al oro llegado del otro lado del Atlántico que cuestionaba las consecuencias morales de esta repentina riqueza y sostenía que la verdadera riqueza era producto del comercio, la agricultura y la industria y el patrimonio utilizado con provecho.[2055]

Sin embargo, la pelea por América condujo con el tiempo a la aparición de un rudimentario derecho internacional. El continente en sí era demasiado grande como para que un único país pudiera controlarlo todo, y el que España se negara a reconocer la autoridad papal y a abrir el Nuevo Mundo tuvo un tremendo efecto sobre las actitudes ante la autoridad en general. Muchas personas, como hemos visto, pensaban que los indios eran completamente capaces de gobernarse a sí mismos y que debían respetarse su libertad y autonomía. A mediados del siglo XVI, Alfonso de Castro sostuvo que los océanos no podían ser reserva exclusiva de ninguna nación, idea que retomó el jurista y estadista holandés Hugo Grocio al proponer una estructura teórica para la práctica de las relaciones internacionales. El Nuevo Mundo se convirtió así en parte de la estructura de estados que estaban surgiendo entonces en Europa y de las relaciones entre ellos. Es justo decir que la conquista de América aceleró y, acaso, cristalizó la conciencia de los vínculos entre geografía, recursos, población y comercio y de su importancia para dominar a nivel internacional.

En su famoso ensayo «El tesoro americano y el auge del capitalismo», Earl J. Hamilton analizó los distintos aspectos que podrían explicar este fenómeno (el surgimiento de los estados nacionales, la guerra, la difusión del protestantismo) y concluyó que el descubrimiento de América, y en particular de la plata americana, fue la principal fuerza que impulso la formación del capital europeo. «Ningún otro período de la historia ha sido testigo de un incremento tan grande en la producción de metales preciosos como el que tuvo lugar tras la conquista de México y Perú».[2056] De hecho, éste fue un último elemento en el ascenso de Europa, al permitir que se consolidaran los cambios a los que nos hemos referido en el capítulo 15. El argumento fue ampliado y desarrollado por el historiador tejano Walter Prescott Webb, que sostuvo, en The Great Frontier (1953), que el descubrimiento de América «alteró de forma decisiva la razón entre tres factores, la población, el capital y la tierra, lo que creó unas condiciones óptimas para el crecimiento económico».[2057] Según este autor, hacia 1500 la densidad de la población en Europa era aproximadamente de unos diez habitantes por kilómetro cuadrado. El descubrimiento de América supuso unos cincuenta millones de kilómetros cuadrados adicionales que no serían poblados hasta 1900. Por tanto, Webb concluye que el período comprendido entre 1500 y 1900 fue único en la historia del mundo, «el período en el que la gran frontera americana transformó y configuró la civilización occidental». En un momento en el que las ciudades volvían a ser el centro de la vida europea, la apertura de la frontera proporcionó una dinámica opuesta.[2058]

En la Edad Media, se había alcanzado cierto equilibrio entre la acuñación de monedas en la cristiandad y en el mundo musulmán, la primera gracias a la plata y el segundo, al oro. Sin embargo, el descubrimiento de América alteró totalmente este equilibrio: se calcula que entre 1500 y 1650 se enviaron a Europa unas ciento sesenta toneladas de oro y unas catorce mil quinientas de plata. Esto produjo una revolución en los precios que empezó en España y se propagó luego por el continente, lo que impulsó la acumulación de capital entre quienes participaban en la nueva empresa, pero quintuplicó los precios en el siglo XVI y provocó malestar y cambios sociales. Aquí también quizá tenga sentido plantear el problema de los «moralmente perniciosos efectos de esa riqueza».[2059] El Inca Garcilaso de la Vega fue sólo uno de aquellos que no estaban convencidos de las bondades del flujo de metales preciosos. A comienzos del siglo XVII escribió que «los que miran con otros ojos que los comunes las riquezas que el Perú ha enviado al mundo viejo y derramándolas por todo él, dicen que antes le han dañado que aprovechado; porque dicen que las riquezas comúnmente antes son causa de vicios que de virtudes, porque sus poseedores los inclinan a la soberbia, a la ambición, a la gula y lujuria… De manera que concluyen con decir que las riquezas del Nuevo Mundo, si bien se miran, no han aumentado las cosas necesarias para la vida humana (que son el comer y el vestir; y por ende provechosas), sino encareciéndolas y amujerando los hombres en las fuerzas del entendimiento, y en las del cuerpo, y en sus trajes y hábito y costumbres; y que con lo que antes tenían vivían más contentos y eran temidos de todo el mundo».[2060] Earl J. Hamilton se muestra en total desacuerdo y sostiene que el capitalismo se consolidó mediante la diferencia entre el aumento de los precios y el aumento de los salarios. Éste es un debate que está lejos de haber terminado, la cuestión es compleja y la mayoría de las teorías tienen vacíos; sin embargo, muy pocos dudan de que la apertura de América fue una gran oportunidad para la acumulación de grandes fortunas y que las desigualdades sociales se agudizaron tremendamente en este período.

Un último factor fue la población. El terrible descenso de la población india, en parte consecuencia de la crueldad de los españoles, en parte provocado por las enfermedades importadas por éstos, afectó severamente la disponibilidad de mano de obra; y se calcula que unos doscientos mil españoles emigraron a América durante el siglo XVI. Es probable que éstos tuvieran una inteligencia, una energía y unas capacidades superiores a la media, por lo que la emigración pudo haber tenido un efecto nocivo sobre la calidad genética de la población que se quedó en la Península (aunque, una vez más, es probable también que una buena proporción de estos emigrantes haya enviado grandes sumas de dinero a sus hogares).

El impacto del descubrimiento de América sobre Europa y el resto del mundo todavía no ha sido valorado de forma completa y quizá nunca lo sea, ya que fue demasiado profundo, trascendental y, como anotó Montaigne, «desordenado». Con todo, no pasaría mucho tiempo antes de que las sensatas palabras del Inca Garcilaso se hicieran realidad: «No hay más que un mundo, y aunque llamamos Mundo Viejo y Mundo Nuevo, es por haberse descubierto éste nuevamente para nosotros, y no porque sean dos, sino todo uno».[2061]

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