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Notas

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[2158] Thomas Kuhn, The Copernican Revolution: Planetary Astronomy and the Development of Western Thought, Harvard University Press, Cambridge (Massachusetts), 1957/1976, p. 156. [Hay traducción castellana: La revolución copernicana: la astronomía planetaria en el desarrollo del pensamiento occidental, Ariel, Barcelona, 1996]. <<

[2159] Nicolás Copérnico, «Breve exposición de sus hipótesis acerca de los movimientos celestes» (Commentariolus), en Alberto Elena, ed., Opúsculos sobre el movimiento de la Tierra, Alianza, Madrid, 1983. Kuhn, Copernican Revolution, p. 157. <<

[2160] Ibid., p. 159. <<

[2161] Aunque su introducción fue suprimida por un temeroso editor. Moynahan, Faith, p. 435. <<

[2162] Kuhn, Copernican Revolution, p. 160. <<

[2163] Ibid., p. 166. <<

[2164] Ibid., p. 168. <<

[2165] Moynahan, Faith, sobre la actitud de Galileo respecto de la Biblia: «no es un manual científico». <<

[2166] Leonardo fue el primero en dibujar un mosquete en Occidente. Kuhn, Copernican Revolution, p. 174. <<

[2167] Ibid., p. 183. <<

[2168] Boyer, A History of Mathematics, pp. 326-327. <<

[2169] Michael White, Isaac Newton: The Last Sorcerer, p. 11. <<

[2170] Kuhn, Copernican Revolution, p. 189. <<

[2171] Boyer, A History of Mathematics, p. 393. Sobre Wordsworth, véase: Boorstin, Seekers, p. 296. <<

[2172] Boyer, A History of Mathematics, p. 391. <<

[2173] Kuhn, Copernican Revolution, p. 192. <<

[2174] Boyer, A History of Mathematics, p. 333. <<

[2175] Ibid., p. 317; y Boorstin, Seekers, p. 161. <<

[2176] Boyer, A History of Mathematics, pp. 310-312. <<

[2177] El principio de los logaritmos puede ejemplificarse en la siguiente operación: 100 (102) x 1000 (103) = 100.000 (105). Es mucho más fácil y rápido sumar 2 y 3 para obtener 5 que realizar todo el cálculo. <<

[2178] Ibid., p. 314. <<

[2179] White, Isaac Newton, p. 205. <<

[2180] Boyer, A History of Mathematics, p. 398. <<

[2181] J. D. Bernal, Extension of Man, p. 207. <<

[2182] Ibid., p. 208. Sobre las diferentes posiciones ante las Sagradas Escrituras de Galileo y Newton, véase Moynahan, Faith, p. 439. A diferencia de Galileo, Newton no se sentía «limitado». <<

[2183] Bernal, Extension of Man, p. 209. <<

[2184] Schmuel Shanbursky, ed., Physical Thought from the Presocratics to the Quantum Physicists, Hutchinson, Londres, 1974, pp. 310-313. <<

[2185] Bernal, Extension of Man, p. 212. <<

[2186] Shanbursky, ed., Physical Thought, pp. 269 y 302. Sobre la división del cálculo entre diferenciación e integración, véase: G. MacDonald Ross, Leibniz, Cambridge University Press, Cambridge (Inglaterra), 1984, p. 31. <<

[2187] Bernal, Extension of Man, p. 217. <<

[2188] Para una excelente versión (editada) de los trabajos de Newton sobre «óptica», véase: Shanbursky, ed., Physical Thought, p. 172 y 248; véase también: R. E. Peierls, The Laws of Nature, Allen & Unwin, Londres, 1955, pp. 24 y 43. <<

[2189] Había otra razón (muy diferente y más bien prosaica) que explicaba el interés por los prismas. Dado que las técnicas para cortar el cristal estaban mejorando constantemente, había un auge de las arañas, uno de cuyos atractivos era el brillo de diferentes colores que producían. Alan Macfarlane afirma que la revolución científica habría sido muy diferente de no ser por el desarrollo de los cristales, sin los cuales quince de los principales experimentos realizados en la época no habrían tenido lugar. Times Higher Educational Supplement, Londres (21 de junio de 2002), p. 19. <<

[2190] Bernal, Extension of Man, p. 221. <<

[2191] Shanbursky, ed., Physical Thought, p. 312. <<

[2192] Wightman, Growth of Scientific Ideas, p. 135. El siguiente paso adelante fue el descubrimiento de que la luz también viajaba en ondas. Christiaan Huygens, quien hizo este particular hallazgo, contó en sus observaciones con un «cristal mágico» denominado espato de Islandia. Ponga un cristal de espato de Islandia sobre las hojas de un libro abierto, deslícelo sobre el papel y descubrirá que la impresión parece doble. Pero además, a medida que usted mueve el cristal las dos imágenes se mueven juntas. Huygens fue el primero que comprendió que el fenómeno podía explicarse si se asumía que la luz era una onda. Bernal, Extension of Man, pp. 225-227. <<

[2193] James Gleick, Isaac Newton, p. 15. <<

[2194] Bernal, Extension of Man, pp. 235-236. <<

[2195] William A. Locy, The Growth of Biology, G. Bell, Londres, 1925, pp. 153-154. <<

[2196] Carl Zimmer, The Soul Made Flesh: The Discovery of the Brain and How It Changed the World, Heinemann, 2004, p. 19. <<

[2197] Locy, Growth of Biology, p. 155. <<

[2198] Durante la baja Edad Media, la Iglesia continúo siendo hostil a la disección de cuerpos humanos, pero esta oposición no era siempre lo que parecía. Por ejemplo, en la bula De sepultis, publicada por el papa Bonifacio en 1300, se prohibía la disección de cadáveres con propósitos científicos, pero el principal propósito del texto era poner fin al desmembramiento de los cadáveres de los cruzados, una práctica que hacía más fácil devolverlos a casa, pero que aumentaba el riesgo de enfermedades. Locy, Growth of Biology, pp. 156-157. Sobre los dibujos de Vesalio, véase: Charles Singer, A History of Biology, Abelard Schuman, Londres y Nueva York, 1959, p. 103. <<

[2199] Ibid., pp. 82 y ss. <<

[2200] Locy, Growth of Biology, p. 160. <<

[2201] Zimmer, Soul Made Flesh, p. 20. <<

[2202] Locy, Growth of Biology, p. 168. <<

[2203] Ibid., pp. 169 y ss. Sobre la decadencia del galenismo, véase también: William S. Beck, Modern Science and the Nature of Life, Macmillan, Londres, 1958, p. 61. <<

[2204] Locy, Growth of Biology, p. 174. Sobre como todo esto modificó las ideas sobre el alma, véase también: Zimmer, Soul Made Flesh, p. 21. <<

[2205] Locy, Growth of Biology, pp. 175-176. <<

[2206] Arthur Roch, ed., The Origins and Growth of Biology, Penguin, Londres, 1964, pp. 178 y 185; y Zimmer, Soul Made Flesh, p. 66. <<

[2207] Locy, Growth of Biology, p. 184. Roch, ed., Origins and Growth of Biology, p. 175, tiene un extracto sobre los motivos de Harvey para publicar su libro. <<

[2208] También se refiere dos veces a una lente de aumento. <<

[2209] Locy, Growth of Biology, p. 187. <<

[2210] Ibid., p. 188; y Zimmer, Soul Made Flesh, p. 69. <<

[2211] Aunque véase: Zimmer, Soul Made Flesh, p. 69, para algunos errores de Harvey. <<

[2212] Locy, Growth of Biology, p. 196. <<

[2213] Ibid., p. 197. <<

[2214] Roch, ed., Origins and Growth of Biology, pp. 100-101. <<

[2215] Locy, Growth of Biology, p. 201. <<

[2216] Ernst Mayr, The Growth of Biological Thought, The Belknap Press of Harvard University Press, Cambridge (Massachusetts), 1982, p. 138. Locy, Growth of Biology, p. 208. <<

[2217] Locy, Growth of Biology, p. 208. <<

[2218] Ibid., p. 211. <<

[2219] Mayr, Growth of Biological Thought, p. 321. <<

[2220] Locy, Growth of Biology, p. 213. <<

[2221] Roch, ed., Origins and Growth of Biology, pp. 80 y ss. <<

[2222] Locy, Growth of Biology, p. 216. <<

[2223] Ibid., p. 217. <<

[2224] Posteriormente observó el mismo fenómeno en la membrana de las patas de las ranas y en las colas de peces y anguilas jóvenes. <<

[2225] Mayr, Growth of Biological Thought, p. 138. Marcello Malpighi en Italia y Nehemiah Grew en Inglaterra dirigieron sus microscopios no a los animales sino a las plantas. El interés por la vida vegetal había sido estimulado por las especies exóticas del Nuevo Mundo (y de África) traídas a su regreso por los exploradores. Ibid., pp. 100-101. Ambos científicos publicaron libros sobre la anatomía de las plantas magníficamente ilustrados y, por una extraordinaria coincidencia, el mismo día en que el libro de Grew salió de la imprenta, se depositó el manuscrito de Malpighi en la Royal Society de Londres. Ibid., p. 387. En el libro de este último, Anatome plantarum, las células que conforman las distintas estructuras reciben el nombre de utriculi. Malpighi observó distintos tipos de células dentro de las plantas (aquellas que transportaban aire, savia, etc.) y lo mismo puede decirse en términos generales de La anatomía de las plantas de Grew. Ibid., p. 385. Sin embargo, aunque éste observó las células, a las que se refería como «vejigas», tampoco las estudió en profundidad (más tarde otros denominarían a las células «burbujas»). Ninguno de los dos, por tanto, se dio cuenta de que las células eran las unidades fundamentales de la vida, de las que todos los organismo complejos están formados. La idea necesitaría dos siglos más para desarrollarse. <<

[2226] Mayr, Growth of Biological Thought, pp. 100 y 658-659. <<

[2227] Tarnas, Passion of the Western Mind, p. 272. <<

[2228] Ibid., p. 273; véase también: Boorstin, Seekers, pp. 155 y 158. <<

[2229] Tarnas, Passion of the Western Mind, p. 274. <<

[2230] Robert Merton, Science, Technology and Society in Seventeenth-Century England, Brujas, 1938, cap. 15. [Hay traducción castellana: Ciencia, tecnología y sociedad en la Inglaterra del siglo XVII, Alianza, Madrid, 1984]. <<

[2231] Boyer, A History of Mathematics, p. 336. <<

[2232] Ibid., p. 337; y Boorstin, Seekers, pp. 166-167. <<

[2233] En la actualidad la expresión geometría cartesiana es sinónimo de geometría analítica. <<

[2234] Tarnas, Passion of the Western Mind, p. 277. Boorstin, Seekers, p. 164. Popkin, Third Force in Seventeenth-Century Thought, pp. 237-238. <<

[2235] Tarnas, Passion of the Western Mind, pp. 280-281. <<

[2236] Bronowski y Mazlish, Western Intellectual Tradition, pp. 183-184. <<

[2237] Bernal, Science in History, p. 462. Sobre su primer encuentro, véase Zimmer, Soul Made Flesh, pp. 183 y ss., quien comenta que en un primer momento existió una lista de cuarenta miembros potenciales. <<

[2238] Bronowski y Mazlish, Western Intellectual Tradition, p. 182. Zimmer, Soul Made Flesh, p. 95, señala que hubo un grupo oxoniense anterior: el Grupo de Filosofía Experimental de Oxford. <<

[2239] Zimmer, Soul Made Flesh, p. 184. <<

[2240] Bronowski y Mazlish, Western Intellectual Tradition, p. 185. Véase también: Zimmer, Soul Made Flesh, pp. 96 y 100. <<

[2241] Lisa Jardine, Ingenious Pursuits: Building the Scientific Revolution, Doubleday, Nueva York, 1999; véase también: Zimmer, Soul Made Flesh, pp. 185-186. Lisa Jardine, The Curious Life of Robert Hooke: The Man who Measured London, HarperCollins, Londres, 2003. <<

[2242] Mordechai Feingold, The Mathematicians’ Apprenticeship: Science, Universities and Society in England: 1560-1640, Cambridge University Press, Cambridge (Inglaterra), 1984, pp. 6, 122 y 215. <<

[2243] Ibid., p. 215. <<

[2244] Peter Burke, A Social History of Knowledge: From Gutenberg to Diderot, Polity Press, Cambridge (Inglaterra), 2000, p. 45. [Hay traducción castellana: Historia social del conocimiento: de Gutenberg a Diderot, Paidós, Barcelona, 2002]. <<

[2245] Ibid., p. 103. <<

[2246] Ibid., p. 135. <<

[2247] Osler, ed., Rethinking the Scientific Revolution, p. 43. <<

[2248] Ibid., p. 44. <<

[2249] Ibid., p. 45. <<

[2250] Ibid., p. 49. El apunte de Carl Zimmer sobre el Grupo de Filosofía Experimental de Oxford (véase supra nota 88) subraya este aspecto. <<

[2251] Osler, ed., Rethinking the Scientific Revolution, p. 50. <<

[2252] Schulze, States, Nations and Nationalism, p. 17. <<

[2253] John Bowle, Western Political Thought, Cape, Londres, 1947/1954, p. 288. <<

[2254] Schulze, States, Nations and Nationalism, p. 28. <<

[2255] Bronowski y Mazlish, Western Intellectual Tradition, p. 28. <<

[2256] Allan H. Gilbert, The Prince and Other Works, University of Chicago Press, Chicago, 1941, p. 29. <<

[2257] Bronowski y Mazlish, Western Intellectual Tradition, p. 31. <<

[2258] En particular, por ejemplo, pensaba que la religión (esto es, el cristianismo) entorpecía el desarrollo de un estado fuerte pues predicaba la sumisión. Al mismo tiempo, era de la opinión de que en cualquier caso cierta forma de religión era deseable, ya que ésta constituía una especie de «cemento» que mantenía a la gente unida. Esto también era una novedad, ya que era la primera vez que alguien concebía (abiertamente) la religión como una fuerza de cohesión antes que espiritual. Bronowski y Mazlish, Western Intellectual Tradition, p. 34; Boorstin, Seekers, p. 178. <<

[2259] Schulze, States, Nations and Nationalism, p. 30. <<

[2260] Ibid., p. 31. <<

[2261] N. Maquiavelo, The Prince, traducción de Peter Whitshome (1560), reimpresión de 1905, cap. 18, p. 323. <<

[2262] Boorstin, Seekers, p. 178. <<

[2263] Bronowski y Mazlish, Western Intellectual Tradition, p. 36. <<

[2264] Ibid., p. 32. <<

[2265] Bowle, Western Political Thought, pp. 270-272. <<

[2266] Junto al carácter nacional del protestantismo, destaca el hecho de que creó las bases espirituales y psicológicas para una soberanía política fundada en el pueblo. La insistencia de Calvino en la preeminencia de la conciencia individual, que incluso permitía el tiranicidio de gobernantes católicos por razones confesionales, se convirtió en la precursora del derecho de rebelión característico de épocas posteriores. Tomados en su conjunto, estos elementos conducirían llegado el momento a la teoría democrática del estado. Para los primeros protestantes, el propósito del estado era proteger a las congregaciones dentro de él, no preocuparse por el desarrollo espiritual del pueblo. «Las mejores cosas de la vida no son en ningún sentido competencia del estado». Bowle, Western Political Thought, pp. 280-281. <<

[2267] Ibid., pp. 281-282. <<

[2268] Jonathan Wright, The Jesuits: Mission, Myths and Historians, HarperCollins, Londres, 2004, pp. 148-149. <<

[2269] Bowle, Western Political Thought, p. 285. <<

[2270] Ibid. <<

[2271] Reinhard Bendix, Kings or People, pp. 370 y ss; véase también: John Dunn, ed., Democracy: The Unfinished Journey, 508 BC to AD 1993, Oxford University Press, Oxford, 1992, en especial pp. 71 y ss. [Hay traducción castellana: Democracia: el viaje inacabado (508 a. C.-1993 d. C.), Tusquets, Barcelona, 1995. <<

[2272] Schulze, States, Nations and Nationalism, p. 49. <<

[2273] Moynahan, Faith, p. 455, dice que los años 1562-1598 estuvieron marcados por las peores masacres y asesinatos y fueron testigos de ocho guerras. <<

[2274] Schulze, States, Nations and Nationalism, p. 50. <<

[2275] Bowle, Western Political Thought, p. 290. Muchos hugonotes (franceses) emigraron a América después de que Luis XIV abandonara la política de tolerancia en 1685. Véase: Moynahan, Faith, p. 576. <<

[2276] Y en cualquier caso, Bodin no era un fanático. De hecho, su pensamiento se adelantó a la mentalidad negociadora del cardenal Richelieu, que llevaría a la práctica las ideas de Bodin en una escala ambiciosa. <<

[2277] Bowle, Western Political Thought, p. 291. <<

[2278] Schulze, States, Nations and Nationalism, p. 53. <<

[2279] Ibid., pp. 56-57. <<

[2280] Polonia y Holanda fueron casos excepcionales. Schulze, States, Nations and Nationalism, p. 57. <<

[2281] Bowle, Western Political Thought, p. 293. <<

[2282] Ibid., p. 317. <<

[2283] Bronowski y Mazlish, Western Intellectual Tradition, p. 198. <<

[2284] Bowle, Western Political Thought, p. 318. Véase también: Moynahan, Faith, p. 492. <<

[2285] Una de sus características más distintivas es que contó con una de las páginas de título más vívidas de cualquier libro impreso. La mitad superior muestra un paisaje en el que aparece un pueblo muy ordenado en medio de un campo abierto. Dominando esta escena, sin embargo, aparece la figura, de cintura para arriba, de un gigante, un titán coronado cuyos brazos se extienden de forma protectora y que sostiene una gran espada en una mano y un báculo en la otra.

Más llamativo resulta el hecho de que el cuerpo de la figura está conformado por un enjambre de pequeñas personas que dan la espalda al lector y miran fijamente el rostro del gigante. Se trata de una de las imágenes más sobrecogedoras y cargadas de sentido de toda la historia. <<

[2286] Ernst Cassirer, The Philosophy of the Enlightenment, Princeton University Press, Princeton (Nueva Jersey), 1951, p. 254. [Hay traducción castellana del original alemán: La filosofía de la Ilustración, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1993]. <<

[2287] Roger Smith, The Fontana History of the Human Sciences, Fontana Press, Londres, 1997, pp. 105 y ss. [La traducción castellana del pasaje es de Carlos Mellizo: Hobbes, Leviatán, Altaya, Barcelona, 1994, vol. 1, p. 172]. <<

[2288] Bronowski y Mazlish, Western Intellectual Tradition, p. 205. <<

[2289] Bowle, Western Political Thought, p. 321. Hobbes, Leviatán, ed. cit., pp. 105, 107 y 108. <<

[2290] Hobbes, Leviatán, ed. cit., pp. 108 y 144. <<

[2291] Hobbes, Leviatán, ed. cit., pp. 157-158. <<

[2292] Bronowski y Mazlish, Western Intellectual Tradition, p. 206. <<

[2293] Ibid., p. 207. <<

[2294] Bowle, Western Political Thought, p. 331. <<

[2295] Ibid., p. 361. <<

[2296] Boorstin, Seekers, p. 180. <<

[2297] Bowle, Western Political Thought, p. 363. <<

[2298] Ibid., p. 364. <<

[2299] Schulze, States, Nations and Nationalism, pp. 70-71. <<

[2300] Bowle, Western Political Thought, p. 365. <<

[2301] Véase: Boorstin, Seekers, p. 186, quien afirma que las obras son «arduas» y que es sorprendente que hayan resultado tan estimulantes. <<

[2302] Bronowski y Mazlish, Western Intellectual Tradition, p. 210. <<

[2303] Bowle, Western Political Thought, p. 378. <<

[2304] Ibid., pp. 379-381. <<

[2305] El Tractatus fue publicado originalmente de forma anónima y, por poco tiempo, estuvo prohibido. La comunidad judía de Ámsterdam expulsó a Spinoza. [La traducción castellana del pasaje es de Atilano Domínguez: Spinoza, Tratado teológico-político, Alianza, Madrid, 1986, pp. 410-411]. <<

[2306] Bowle, Western Political Thought, p. 381. Véase: Richard H. Popkin, «Spinoza and Bible scholarship», en Don Garrett, ed., The Cambridge Companion to Spinoza, Cambridge University Press, Cambridge (Inglaterra), 1996, pp. 383 y ss., que recoge los comentrarios más concisos de Spinoza sobre las Escrituras. Spinoza, Tratado teológico-político, ed. cit., p. 333. <<

[2307] R. J. Delahunty, Spinoza, Routledge & Kegan Paul, Londres y Boston, 1984, pp. 211-212. Spinoza, Tratado teológico-político, ed. cit., p. 339. <<

[2308] Bowle, Western Political Thought, p. 383. <<

[2309] Delahunty, Spinoza, p. 7. Spinoza, Tratado teológico-político, ed. cit., p. 334. <<

[2310] Bowle, Western Political Thought, p. 386. <<

[2311] Ibid., p. 387. <<

[2312] Jonathan I. Israel, Radical Enlightenment: Philosophy and the Making of Modernity, 1650-1750, Oxford University Press, Oxford, 2001, p. 591. <<

[2313] Giuseppe Mazzitta, The New Map of the World: The Poetic Philosophy of Giambattista Vico, Princeton University, Princeton (Nueva Jersey), 1999, pp. 100-101. <<

[2314] Bowle, Western Political Thought, p. 389. <<

[2315] Joseph Mali, The Rehabilitation of Myth: Vico’s «New Science», Cambridge University Press, Cambridge (Inglaterra), 1992, p. 48. <<

[2316] Ibid., pp. 99 y ss, sobre la función de la providencia y la curiosidad. <<

[2317] Bowle, Western Political Thought, p. 393. <<

[2318] Véase: Boorstin, Seekers, p. 233, para la forma en que algunas de estas ideas hallaron eco en Oswald Spengler. <<

[2319] Bowle, Western Political Thought, p. 395. <<

[2320] T. C. W. Blanning, The Culture of Power and the Power of Culture: Old Regime Europe, 1660-1789, Oxford University Press, Oxford, 2002, p. 2. <<

[2321] Ibid., p. 137. <<

[2322] Ibid., p. 208. <<

[2323] Ibid., p. 151. <<

[2324] Ibid., pp. 156-159. <<

[2325] Israel, Radical Enlightenment, p. 150. <<

[2326] Ibid., p. 151. <<

[2327] Blanning, Culture of Power, p. 169. <<

[2328] Era, como anota Thomas Kuhn en su monografía sobre la revolución copernicana, «el primer texto de astronomía europeo capaz de competir con el Almagesto en profundidad y completitud». Kuhn, Copernican Revolution, p. 185. <<

[2329] Ibid., p. 186. <<

[2330] Armstrong, A History of God, p. 330. <<

[2331] Popkin, Third Force in Seventeenth-Century Thought, pp. 102-103. Véase también: Moynahan, Faith, p. 354. <<

[2332] Moynahan, Faith, p. 357. <<

[2333] Ibid., p. 359. <<

[2334] Ibid., p. 360. <<

[2335] Simon Fish, A Supplicacyion for the Beggars Rosa, citado en Menno Simons, The Complete Writings, University of Arizona Press, Scotsdale, 1956, pp. 140-141. <<

[2336] Armstrong, A History of God, p. 330. <<

[2337] Un hecho interesante es que, muchos años antes de Copérnico, Anaxágoras, un jonio discípulo de Anaxímenes de Mileto, sostuviera algunas de las concepciones que éste luego defendería. Anaxágoras, por ejemplo, afirmaba que el sol no estaba «animado» como creían los atenienses y que no era un dios sino «una masa incandescente varias veces más grande que el Peloponeso». También insistía en que la luna era un cuerpo sólido con características geográficas iguales a las de la tierra (planicies, montañas, valles) y asimismo consideraba que la tierra era redonda. J. M. Robertson, A History of Freethought, vol. 1, Dawsons of Pall Mall, Londres, 1969, p. 166. <<

[2338] De hecho, parece ser que en la Atenas de Pericles hubo una especie de librepensamiento y que los aristócratas de la época se adelantaron a Voltaire al sostener que «la gente común» necesitaba la religión para «controlarse», pero que ellos mismos no requerían de una restricción semejante. <<

[2339] Thrower, Alternative Tradition, pp. 173 y 225-226. <<

[2340] Robertson, A History of Freethought, p. 181. <<

[2341] Thrower, Alternative Tradition, pp. 204 y ss. y 223. <<

[2342] Ibid., pp. 63-65. <<

[2343] Ibid., p. 84. <<

[2344] Ibid., p. 122. <<

[2345] Robertson, A History of Freethought, pp. 395-396. <<

[2346] Seznec, Survival of the Pagan Gods, p. 25. <<

[2347] Ibid., p. 32. <<

[2348] Ibid., p. 70. <<

[2349] Ibid., p. 161. <<

[2350] Robertson, A History of Freethought, pp. 319-323. <<

[2351] Lucien Febvre, The Problems of Unbelief in the Sixtenth Century, Harvard University Press, Cambridge (Massachusetts), 1982, p. 457. [Hay traducción castellana del original francés: El problema de la incredulidad en el siglo XVI, Torrejón de Ardoz, Akal, 1993]. <<

[2352] Jim Herrick, Against the Faith, Glover Blair, Londres, 1985, p. 29. <<

[2353] Barnes, An Intellectual and Cultural History, p. 712. <<

[2354] Aunque terrible para muchas personas, esto era al mismo tiempo liberador, pues como sostiene Harry Elmer Barnes, libró al hombre de «la neurosis medieval del infierno». <<

[2355] Barnes, An Intellectual and Cultural History, p. 714. <<

[2356] John Redwood, Reason, Ridicule and Religion, 1660-1750, Thames & Hudson, Londres, 1976, p. 150. <<

[2357] Febvre, Problems of Unbelief, p. 340. <<

[2358] Ibid., p. 349. <<

[2359] Barnes, An Intellectual and Cultural History, p. 715. Como demuestra Febvre, las lenguas vernáculas como el francés carecían tanto del vocabulario como de la sintaxis para el escepticismo. Palabras como «absoluto», «relativo», «abstracto», «concreto», «oculto», «sensible» o «intuición» todavía no se usaban. Todos estos términos fueron acuñados en el siglo XVIII. Como anota el historiador francés, «el siglo XVI era un siglo que quería creer». Febvre, Problems of Unbelief, p. 355. <<

[2360] Redwood, Reason, Ridicule and Religion, p. 30. <<

[2361] Febvre, Problems of Unbelief, p. 332. <<

[2362] Kuhn cita un extenso poema cosmológico publicado con mucho éxito en 1578 y que describía a los copernicanos de la siguiente forma:

Así son, creo yo, esos escritores que piensan, que no son el cielo, o los astros, los que bailan alrededor de la Tierra. Sino la Tierra la que da cada día natural una vuelta de verdad perfecta; y que nos parecemos a aquellos que por buscar fortuna se lanzan a flotar en el azul Neptuno, los cuales, digo yo, sienten, cuando dejan el puerto, que el barco permanece inmóvil y que es la orilla la que retrocede. <<

[2363] Kuhn, Copernican Revolution, p. 190. A pesar de sus opiniones, incluso este libro de Bodin fue colocado en el Índice. <<

[2364] Ibid., p. 191. Philip Melanchthon, el principal lugarteniente de Lutero, fue aún más lejos y citó pasajes de la Biblia con los cuales la teoría copernicana entraba en conflicto, en especial Eclesiastés 1,4-5, en el que se dice que «la tierra para siempre permanece» y que «sale el sol y el sol se pone; corre hacia su lugar y allí vuelve a salir». <<

[2365] Ibid., p. 191. Véase también: Israel, Radical Enlightenment, pp. 27 y ss., para otra exposición detallada y diferente del heliocentrismo y su recepción. Peter Harrison, The Bible, Protestantism, and the Rise of Natural Science, Cambridge University Press, Cambridge (Inglaterra), 2001. <<

[2366] Kuhn, Copernican Revolution, p. 193. [La traducción del pasaje es de Domènec Bergadà: Thomas S. Kuhn, La revolución copernicana, Barcelona, Orbis, 1984, vol. 2, pp. 255-256]. <<

[2367] Keith Thomas, Religion and the Decline of Magic, Penguin, Londres, 1971, p. 4. <<

[2368] Kuhn, Copernican Revolution, p. 197. <<

[2369] Ibid., p. 244. <<

[2370] Tycho Brahe desarrolló una explicación alternativa a la de Copérnico que mantenía a la tierra en el centro del universo y a la luna y el sol en sus antiguas órbitas ptolemaicas. Pero incluso el llamado sistema «ticónico» requería que la órbita del sol se cruzara con la de Venus y la de Marte, lo que implicaba que la idea tradicional de que los planetas y las estrellas giraban en gigantescas esferas de cristal no podía seguir sosteniéndose. <<

[2371] Thomas, Religion and the Decline of Magic, p. 416. <<

[2372] Luego vinieron las manchas solares (también observadas gracias al telescopio), que entraban en conflicto tanto con la idea de perfección del mundo superior, como con la idea de la inmutabilidad de los cielos, ya que las manchas aparecían y desaparecían. Peor aun, el movimiento de las manchas solares sugería que el sol giraba sobre su eje de la misma forma en que Copérnico aseguraba que giraba la tierra. Kuhn, Copernican Revolution, p. 222. <<

[2373] Con todo, por supuesto, hubo gente que lo intentó. Algunos de los adversarios de Galileo incluso se negaron a ver a través del telescopio aduciendo que si Dios hubiera querido que el hombre contemplara los cielos de esa forma, le habría otorgado ojos telescópicos. <<

[2374] Y en las universidades los sistemas astronómicos ptolemaico, copernicano y ticónico (véase supra, nota 43) se enseñaban uno al lado del otro. De hecho, los sistemas ptolemaico y ticónico no se abandonaron hasta el siglo XVIII. <<

[2375] Kuhn, Copernican Revolution, p. 198. <<

[2376] Popkin, Third Force in Seventeenth-Century Thought. Barnes, An Intellectual and Cultural History, p. 784. En un principio, la gente no veía ningún conflicto entre la religión y la razón. Redwood, Reason, Ridicule and Religion, pp. 214-215. <<

[2377] Véase: Israel, Radical Enlightenment, cap. 12, «Miracles denied», pp. 218-229, para una exposición más completa de este tema; y Thomas, Religion and the Decline of Magic, pp. 59-60. <<

[2378] Barnes, An Intellectual and Cultural History, p. 785. <<

[2379] Herrick, Against the Faith, p. 38. <<

[2380] Cuanto más piensa uno en ella, más difícil resulta hacer esta distinción. <<

[2381] Redwood, Reason, Ridicule and Religion, p. 140. El concepto mismo de revelación recibió un duro golpe a finales del siglo XVII a medida que el mundo de las brujas, los aparecidos, las curaciones mágicas y los encantamientos cedía cada vez más el paso al mundo atomístico y determinista que sugerían los nuevos descubrimientos científicos. <<

[2382] Barnes, An Intellectual and Cultural History, p. 788. <<

[2383] Redwood, Reason, Ridicule and Religion, p. 179. <<

[2384] Israel, Radical Enlightenment, p. 519. Israel dedica toda una sección a Collins, pp. 614-619. <<

[2385] Barnes, An Intellectual and Cultural History, p. 791. <<

[2386] Herrick, Against the Faith, p. 58. <<

[2387] A. C. Giffert, Protestant Thought Before Kant, Scribners, Nueva York, 1915, pp. 208 y ss. <<

[2388] Smith, Fontana History of the Human Sciences, p. 282. <<

[2389] Israel, Radical Enlightenment, p. 266. <<

[2390] No todos los deístas eran negativos en sus opiniones. Una forma del deísmo aceptaba el cristianismo verdadero de Jesús, pero rechazaba el cristianismo desarrollado por la Iglesia. <<

[2391] Barnes, An Intellectual and Cultural History, p. 794. <<

[2392] Preserved Smith, A History of Modern Culture, vol. 2, The Enlightment, 1886-1776, Routledge, Londres, 1930, vol. 2, p. 522. <<

[2393] Véase en particular las secciones dedicadas al escepticismo en Stephen Buckle, Hume’s Enlightenment Tract, Clarendon Press of Oxford University Press, Oxford, 2001, por ejemplo, pp. 111-118, 167-168 y 270-280. <<

[2394] Ibid., pp. 289-294. <<

[2395] Herrick, Against the Faith, p. 105. <<

[2396] Barnes, An Intellectual and Cultural History, p. 805. <<

[2397] Herrick, Against the Faith, p. 33. Hay quienes dudan de que Bayle fuera en verdad escéptico y lo consideran en cambio un «fideísta»; según este punto de vista, Bayle habría sido un creyente que pensaba que su deber cristiano era manifestar sus dudas para así motivar a otros a permanecer firmes en su fe. Roy Porter, The Enlightenment, Palgrave, Londres, 2001, p. 15. También hubo muchos escépticos franceses agrupados alrededor de Denis Diderot (1713-1784) y su Encyclopédie. Personalidades como D’Alembert y Helvétius sostuvieron, al igual que Hume, que para bien o para mal aquello que la gente aprende en su infancia es lo que ésta tiende a conservar a lo largo de toda su vida. <<

[2398] Herrick, Against the Faith, p. 29; Barnes, An Intellectual and Cultural History, p. 813; y Redwood, Reason, Ridicule and Religion, p. 32. <<

[2399] El mismo Newton, que era un arriano (esto es, no creía en la divinidad de Cristo), pensaba que Dios era «inmanente» al espacio y el tiempo, que existía en todas partes y que la materia sola había sido creada. Esto era en realidad un retorno a la vieja doctrina platónica de la emanación. <<

[2400] Redwood, Reason, Ridicule and Religion, p. 35. <<

[2401] Israel, Radical Enlightenment, pp. 41 y 60. <<

[2402] Redwood, Reason, Ridicule and Religion, p. 35. <<

[2403] Ibid., p. 181. <<

[2404] Ibid., p. 187. <<

[2405] Richard H. Popkin, The History of Scepticism from Erasmus to Spinoza, University of California Press, Berkeley y Londres, 1979, pp. 215-216. Véase también del mismo autor su versión revisada y ampliada de este volumen: The History of Scepticism from Savonarola to Bayle, Oxford University Press, Oxford, 2003. Redwood, Reason, Ridicule and Religion, p. 34. <<

[2406] Barnes, An Intellectual and Cultural History, p. 816. <<

[2407] En El libro de J (1990), David Rosenberg y Harold Bloom sostienen que el autor de J podría ser una mujer de la casa real que habría vivido en la corte del rey Salomón (si bien recientes investigaciones llevadas a cabo por estudiosos israelíes cuestionan la existencia misma de Salomón, véase capítulo 7, p. 244). <<

[2408] Israel, Radical Enlightenment, p. 605. <<

[2409] En los departamentos de geología de algunas universidades todavía se «celebra» el 23 de octubre como el aniversario de la creación de la tierra. <<

[2410] Mayr, Growth of Biological Thought, p. 315. <<

[2411] Rosenberg y Bloom, Book of J. <<

[2412] Israel, Radical Enlightenment, p. 142. <<

[2413] Redwood, Reason, Ridicule and Religion, p. 131. <<

[2414] Mayr, Growth of Biological Thought, p. 316. <<

[2415] Boyle de hecho afirmó que creía en una «moral natural». Herrick, Against the Faith, p. 39. <<

[2416] Barnes, An Intellectual and Cultural History, p. 821. <<

[2417] Bronowski y Mazlish, Western Intellectual Tradition, pp. 247 y ss. <<

[2418] Sobre la huida de Voltaire a Londres y sus efectos, véase: Boorstin, Seekers, p. 193. Véase: Geoffrey Hawthorn, Enlightenment and Despair: A History of Social Theory, Cambridge University Press, Cambridge (Inglaterra), 1976, p. 11, para la educación de Voltaire y cómo ésta animó su independencia intelectual; y pp. 10-11, para la influencia del pensamiento inglés (Locke y Newton) sobre la Ilustración francesa. <<

[2419] Bronowski y Mazlish, Western Intellectual Tradition, p. 249. [La traducción del pasaje es de Fernando Savater: Voltaire, Cartas filosóficas, Altaya, Madrid, 1993, p. 67]. <<

[2420] Ibid. <<

[2421] Ibid., p. 250. <<

[2422] Ibid., p. 251. <<

[2423] Raymond Naves, Voltaire et l’Encyclopédie, Les Editions des Presses modernes, París, 1938. <<

[2424] P. N. Furbank, Diderot, Secker & Warburg, Londres, 1992, p. 73. [Hay traducción castellana: Diderot, Salamandra, Barcelona, 1994]. <<

[2425] Ibid., p. 84. Véase también: Boorstin, Seekers, p. 196. <<

[2426] Furbank, Diderot, p. 87. <<

[2427] Después de muchos problemas. Véase: Ibid., p. 53. <<

[2428] Norman Hampson, Enlightenment, p. 53. <<

[2429] Ibid., pp.

53-54. <<

[2430] Alfred Ewert, The French Language, Faber & Faber, Londres, 1964, pp. 1-2. <<

[2431] Ibid., pp. 8-9. <<

[2432] M. K. Pope, From Latin to Modern French, Manchester University Press, Manchester, 1952, p. 49. <<

[2433] Ibid., pp. 51 y 58. <<

[2434] Joachim du Bellay, The Defence and Illustration of the French Language, traducción de Gladys M. Turquet, Dent, Londres, 1939, pp. 26 y ss. y 80 y ss. <<

[2435] Ewert, French Language, p. 19. En Inglaterra se hablaba francés en la corte, en el Parlamento y en los tribunales, desde el siglo XII hasta finales del siglo XIII, si bien continuó siendo lengua de la corte hasta el siglo XV y no fue desplazado por el inglés en los pleitos y textos jurídicos hasta el siglo XVIII. <<

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