Hunter

Hunter


Capítulo 23

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Capítulo 23

ISOBEL

El bar se avivó tan pronto como abrió la puerta.

—¡Sorpresa! —retumbó el grito en todas partes a la vez y un cañón de confeti estalló justo en la cara. Y en la boca abierta.

Isobel tosió y se quitó el confeti de la cara.

—Por Dios, Reece —regañó Jeremiah, golpeando a su gemelo en la parte posterior de la cabeza—. Dale a la chica un segundo para que recupere el aliento, ¿quieres?

—¡Oh no! —Mel se echó a reír, acercándose y ayudando a Isobel a quitarse el confeti de la camisa y del cabello.

Tan pronto como se sacó la mayor parte del confeti de la boca, un mesero con una bandeja de copas de champán le entregó una y otro se acercó con una gran rebanada de tarta de manzana. Con masa quebrada.

Isobel tomó la tarta y el champán e inmediatamente buscó a Nicholas. Siempre era fácil de detectar entre la multitud ya que era una era más alto que todos los demás por una cabeza. Estaba de pie hacia el final de la barra cerca de Liam, quien estaba metido en su teléfono. Levantó el plato de tarta hacia Nicholas y articuló «gracias».

Él asintió, luego miró hacia otro lado, pareciendo avergonzado por el reconocimiento. Ese hombre. Mel tenía razón. La persona que se casara con él sería muy afortunada. Dejó el champán a un lado y le dio un mordisco a la tarta: el mesero le había traído un tenedor. Se le derritió en la boca; estaba tan deliciosa.

La gente se agolpaba para desearle feliz cumpleaños. No solo los muchachos de la granja, sino todos; cualquier persona del pueblo con quienes ella había tenido el más mínimo contacto a través de la clínica veterinaria. Estaba agradecida de que Mel se quedara a su lado y la ayudara a recibir a todas las personas. También estaba agradecida por la tarta. Cada vez que no podía recordar el nombre de alguien, simplemente comía. Excepto que pronto se le acabó la tarta.

Pero entonces Liam fue al rescate. Vino y la agarró del brazo justo cuando uno de los granjeros mayores comenzó a hablar de que le preocupaba que cambiar a un alimento más barato pudiera causarles hinchazón a las vacas.

—Lo siento, tengo que robarme a la cumpleañera —dijo Liam, luego la agarró y la jaló detrás de él.

Isobel le hizo un gesto con la mano al granjero descontento. Luego, una vez que estuvieron fuera de vista, le susurró a Liam.

—Gracias por salvarme.

—¿Qué? —Liam la llevó a la esquina trasera del bar donde Mack ya estaba esperando.

—¿Le mostraste? —preguntó Mack.

—¿Mostrarme qué? —Isobel miró de un lado a otro desde la expresión sombría de Mack a la cautelosa de Liam—. ¿Qué está pasando?

Liam tocó algo en su teléfono antes de ofrecérselo.

—¿Sabes que eres un caso de persona desaparecida?

Isobel agarró el teléfono que tenía un video de uno de los programas matutinos de una televisora privada listo para reproducirse. Y allí estaba Catrina sentada en el sofá frente a la famosa anfitriona. A Isobel se le abrieron los ojos como platos y sintió que se le revolvió el estómago.

—Te llaman «La heredera desaparecida» —dijo Mack, acercándose y tocando el botón de reproducir.

La cámara se enfocó a la anfitriona.

—El público está fascinado por este caso. ¿Es cierto que su marido le dejó a su hijastra quinientos millones de dólares en el testamento?

La toma cambió hacia Catrina. Se había peinado y maquillado con un profesional, pero parecía haber algunas líneas más en la frente de las que Isobel recordaba. ¿Qué, se había olvidado de sus inyecciones de bótox?

—Sí, el padre de Isobel la amaba mucho. Ambos lo hacemos. Hoy es su cumpleaños. —Catrina se secó el ojo con un pañuelo. Isobel sintió ganas de romper salgo. ¿Catrina, llorando por ella? Sí, claro, y los cerdos vuelan—. Solo quiero saber que está bien. Que está segura y obtiene la ayuda que necesita para poder recibir su herencia y vivir la vida que su padre y yo siempre quisimos para ella.

Isobel apretó los puños con tanta fuerza alrededor del teléfono que tuvo miedo de romperlo.

—Cuando dices «la ayuda que necesita», ¿qué quieres decir con eso exactamente? —La anfitriona inclinó la cabeza y miró a Catrina con una expresión compasiva.

Catrina tragó y resolló dramáticamente. Isobel se mofó.

—¿No crees que estás exagerando un poco, querida?

En su periferia, Isobel vio que Mack y Liam se miraban, pero los ignoró cuando Catrina comenzó a responder.

—Isobel es una… una chica apasionada. A veces, turbada. —Catrina juntó las cejas—. Pero me temo que ella a veces solo… —Se le escaparon lágrimas de los ojos—. Bueno, a veces puede volverse inestable. Incluso violenta. Hacia ella misma y los demás.

Catrina se detuvo y se echó a llorar.

La anfitriona extendió el brazo y puso una mano sobre el brazo de Catrina.

—Yo también soy madre. Y también lo son muchas de nuestras televidentes. —La pantalla volvió a una toma de solo la anfitriona, mirando directamente a la cámara—. Una vez más, Isobel Snow ha estado desaparecida desde el 22 de abril, vista por última vez conduciendo un Toyota Corolla plateado en dirección oeste por la I-80.

Una imagen de Isobel apareció en la pantalla.

Isobel hizo una mueca. Por Dios. No era una foto fea. Deben de haberla sacado de su teléfono, pero era una que Vanessa le tomó mientras le sonreía a Jason cuando estaban en Cornell. ¿Habían estado durmiendo juntos incluso desde aquel entonces o solo había comenzado después de que ella se fuera?

Habían cortado a Jason de la foto, pero Isobel no pudo evitar preguntarse si Catrina la eligió porque esperaba hacer reaccionar a Isobel.

—¿Tienes algunas palabras en caso de que Isobel o alguien que pueda saber su paradero esté viendo esto? —La anfitriona le preguntó a Catrina, quien apenas parecía haberse recuperado de su llorantina reciente.

La cámara volvió a enfocarla.

—Por favor, por favor, mi osita Izzy. Es hora de volver a casa. Te perdonaremos todo. Solo ven a casa y recibe lo que te corresponde. —Luego, un número apareció en la parte inferior de la pantalla.

Isobel le regresó el teléfono a Liam de golpe y se dio la vuelta, apenas logrando detener su grito de furia. «Osita Izzy» era el apodo que su madre, su verdadera madre, le había dado. Siempre la hacía estallar cuando lo escuchaba después de la muerte de su madre. Y Catrina lo sabía. La perra lo sabía y estaba tratando de incitarla.

Además, ¿qué era toda esa mierda acerca de que su papá le dejó el dinero?

—¿Iz? —preguntó Liam con cautela.

—Es una puta mentira. —Se volvió hacia él—. Mi papá no me dejó una mierda. —Ni siquiera podía mirarla al final—. Catrina lo tenía comiendo de su mano. —Isobel estaba temblando, estaba tan enojada—. Lo primero que habría hecho era asegurarse de que cambiaran el testamento para que ella fuera la única beneficiaria. —Hizo una pausa y continuó—: No sé a qué va con esa mierda. —Agitó la mano hacia el teléfono que aún tenía sin guardar—. Tal vez algún tipo de truco para que me entregue. Como si fuera lo suficientemente estúpida como para volver solo por el dinero.

—¿Para que te entregues? —preguntó Mack al mismo tiempo que Liam dijo:

—Lo que sea que esté pasando, solo dinos. Te podemos ayudar. Podemos…

—¿Cuándo salió eso? —Isobel los interrumpió a ambos.

—Esta mañana —respondió Liam.

Les dio la espalda y extendió una mano detrás de ella.

—Denme un segundo —explicó, sabiendo que la estaban siguiendo—. Solo necesito un segundo para pensar.

Su primer impulso era huir.

Subir al auto y comenzar a conducir. Sabían que había pasado por la I-80. Esa carretera interestatal conducía casi de manera directa a través de todo el país hasta Wyoming. Podría ir al sur. Teñirse el cabello a rubio. Ponérselo corto. Irse a México.

«¿Y si no estás huyendo de lo malo, sino que en realidad estás huyendo hacia algo bueno?»

Si ella huía ahora, no estaría huyendo hacia nada bueno. Todo lo bueno estaba aquí. Lo bueno era Hunter. Y Mel, Liam, Mack, Nicholas, los gemelos, Xavier, los niños. Eran los animales con los que trabajaba todos los días. Era este pequeño lugar en el mapa que la había recibido.

Ella dejó de caminar.

No huiría más.

Todo el tiempo había estado buscando lo que ya había encontrado aquí. Un lugar donde pertenecer. Familia que la amaba incondicionalmente. Gente que la hizo crecer en lugar de derribarla.

Cuando Hunter regresara esta noche, le contaría todo. Independientemente de las repercusiones que tuviera que enfrentar por sus errores pasados, las enfrentarían juntos.

¿Y si fuera demasiado para él? Le dolió el corazón al pensarlo. Pero era mejor saber que no podía manejar todo su pasado antes de que ella invirtiera aún más de su corazón en él. Era más fuerte ahora. Con cada día que pasaba, se sentía más confiada. Haría todo lo posible para enfrentar lo que la vida le arrojara.

¿Y mientras tanto?

Tomó un respiro hondo y purificador. Mientras tanto, iba a disfrutar muchísimo de su fiesta.

Se volvió hacia Mack y Liam con una sonrisa brillante.

—¿Qué tal esto? Les prometo que les contaré todo mañana. Esta noche, ¿podemos relajarnos y pasar un buen rato? ¿Pueden hacer eso por mí?

Mack y Liam intercambiaron una mirada. Mack fue el primero en hablar, dando un paso adelante y ofreciéndole un abrazo rápido.

—Lo que tú quieras, hermosa. Solo háznoslo saber.

Ella se echó hacia atrás, riendo mientras los miraba a los dos.

—Vaya. —Miró por encima de su hombro—. ¿Acaso se congeló el infierno y no me di cuenta?

—¿Qué? —Liam frunció el ceño como si estuviera cuestionando su estabilidad mental.

—Ustedes dos. —Hizo un gesto entre ambos, riendo—. Pensé que solo se llevarían bien cuando el infierno se congelara.

—Ja, ja —se mofó Mack, completamente serio, con los brazos musculosos cruzados sobre el pecho.

Liam rio y señaló a Mack.

—¿Qué, llevarme bien con este bastardo tatuado? ¿Estás loca?

—¿Qué están haciendo aquí en la esquina acaparando a la cumpleañera? —Reece se acercó y tomó la mano de Isobel, luego se inclinó y se la llevó a los labios—. ¿Me concede este baile, oh, bella doncella?

Isobel se llevó una mano al pecho.

—Sería un honor para mí, milord.

—Luego me toca a mí —gritó Liam mientras Reece la atraía hacia el área en el medio del bar donde la gente se había reunido y comenzaba a bailar al ritmo de la música, country, naturalmente. Pero como Liam había dicho más temprano, «a dónde vayas…».

Pasó la siguiente media hora riendo, bailando y compartiendo con los demás. Realmente podría acostumbrarse a esta cosa de enfrentar los problemas. ¿Por qué pasó gran parte de su vida tan preocupada todo el tiempo?

Tomó un descanso de bailar mientras las notas vibrantes de la guitarra de acero se desvanecían. Estaba disfrutando de la música country. Definitivamente era una noche de primera veces.

Se abanicó con la mano mientras se dirigía hacia la barra donde Jeremiah y Nicholas estaban sentados juntos. Se dejó caer en un taburete vacío junto a ellos.

—¡Qué calor ahí! ¿No tienen calor? Dios, estoy que ardo.

—Bueno, yo podría haberte dicho eso, amor —dijo Liam, acercándose y entregándole a Isobel una tarro grande de cerveza. Lo tomó agradecida y lo presionó contra su mejilla caliente. Luego tomó un trago profundo. Pero solo sintió más sed y calor después. Dejó el tarro sobre la mesa, derramando cerveza por los lados. Sin embargo, apenas se dio cuenta, estaba muy ocupada abanicándose de nuevo.

Miró alrededor del bar abarrotado.

—¿Dónde está Hunter? Dijo que se volvería pronto.

—No va a volver.

—¿Qué? —Isobel se dio la vuelta. La voz provenía de detrás de ella, estaba segura, pero cuando miró, no había nadie allí.

—¿Isobel? —preguntó Nicholas—. ¿Estás bien?

—¿Ah? —Isobel se dio la vuelta y miró a Nicholas y a los demás que la observaban. Se secó el sudor de la frente, pero luego parpadeó. Su mano se sentía rara. Hinchada. Demasiado grande para su brazo, como si tuviera una garra de langosta gigante en lugar de una mano. ¿Qué…?

Ella sacudió la mano frente a su cara y negó con la cabeza.

Vale. Estaba normal. No estaba hinchada.

—Ay, ¿la pobre Isobel finalmente se está volviendo loca? ¿Rompiéndose como una galleta?

—¿Quien dijo eso? —Isobel giró tan rápido que sintió que la cabeza se le movía más rápido que el resto del cuerpo.

—Oye —dijo Nicholas, extendiendo la mano y estabilizándola—. Cariño, ¿con quién estás hablando?

—Primero empiezas escuchando voces, ¿sabías?

Isobel se apartó de Nicholas, mirando a su alrededor, tratando de descubrir quién estaba hablando.

—¿Escuchas eso? —les preguntó a los chicos que la miraban como… como si estuviera loca.

—Loca. Igual que yo, mi niña.

Isobel se dio la vuelta y luego gritó.

Porque allí, colgando con una soga en el cuello, estaba su madre, con los dedos apenas tocando la parte superior de la barra.

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