Hunter

Hunter


Capítulo 4

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Capítulo 4

ISOBEL

Le dolía todo el cuerpo cuando salió de la cama a la mañana siguiente. Sí, al final lograron llegar a la cama de Hunter; justo antes del amanecer, durante el round número cuatro. No sabía que un hombre podía tener tanta vitalidad. Pero, a decir verdad, nunca antes había conocido a Hunter Dawkins.

Sonrió, aferrando la manta de repuesto que se había envuelto alrededor del cuerpo contra su pecho. A pesar de solo pasar una noche con él, definitivamente se aseguró de que fuera una experiencia increíble.

Pero ya había terminado.

Se le desapareció la sonrisa del rostro mientras observaba a Hunter durmiendo pacíficamente; la luz de la mañana se reflejaba en su hermoso rostro y en su espalda descubierta. Tenía la sábana hasta la parte baja de la espalda, pero la tentadora curvatura de su trasero era visible justo en la parte superior del pliegue de la tela.

Se mordió el labio. Ya había dormido un par de horas. Tal vez podrían hacer tiempo para un último…

No. Cortó el pensamiento de raíz.

Ya era de día. El reloj ya había pasado mucho más de la medianoche. Era hora de volver al mundo real.

Por ningún motivo arruinaría la perfección de la noche anterior con una mañana incómoda llena de mentiras y falsas promesas de que se llamarían entre sí, o peor aún, que él ni siquiera le pidiera el número. No, solo se iría silenciosamente antes de que se despertara.

Con esfuerzo, apartó los ojos del hermoso espécimen en la cama y se volvió hacia las escaleras. Hizo una mueca ante el fuerte crujido del segundo escalón cuando comenzó a bajar. Girándose para ver si el ruido había despertado a Hunter, vio que, aparte de sacudirse un poco, no se movió.

Dejó salir un suspiro profundo y luego probó cada paso antes de pisar con fuerza. Le pareció que fue una eternidad, pero finalmente llegó al pie de las escaleras. Recogió su ropa de donde había quedado descartada la noche anterior y se vistió en tiempo récord.

Luego agarró la cartera y salió del lugar, mordiéndose el labio mientras cerraba cautelosamente la puerta detrás de ella.

Corrió hacia el auto y se alejó de la casa de Hunter dándole solo un vistazo melancólico a través del retrovisor. La cabaña parecía sacada de un cuento de hadas: una cabaña en el bosque con árboles que daban sombra.

Sacudió la cabeza como si pudiera despejarla del hechizo de sexo y feromonas en el que se había perdido durante las últimas catorce horas.

El camino de gravilla de Hunter era más largo de lo que recordaba. Atravesaba el bosque casi como un caminillo. Isobel ojeó su ropa arrugada y luego se detuvo el tiempo suficiente para ponerse un vestido sin mangas que había arrojado en la bolsa al último minuto. Las primeras impresiones podían serlo todo. El vestido daba a entender que era amigable y cordial.

Siguió manejando tan pronto como pudo, mirando por encima del hombro cada pocos segundos. Pero la camioneta de Hunter nunca apareció y después de otro minuto, finalmente salió a la carretera pavimentada del condado. Con un toque a la pantalla, aparecieron las direcciones que ya había ingresado en su GPS hacia el refugio para caballos de Mel.

Estaba a media hora de distancia y empezó a buscar estaciones de radio para distraerse de los pensamientos sobre Hunter mientras conducía. Desafortunadamente, la única estación que no era solo estática era una estación de pop country moderno que no podía soportar. Después de unos minutos, se rindió y apagó la radio por completo.

Y en el silencio que siguió, no pudo evitar que su mente regresara al hombre que había dejado en la cama.

¿Qué pensaría cuando se despertara y descubriera que se había ido? ¿Se alegraría de que se hubiera marchado sin problemas? ¿O la noche anterior terminó significando algo más que una aventura de una noche después de todo…?

Apretó las manos alrededor del volante y sacudió la cabeza. No. No era una chica tonta.

Pero por más que lo intentara, no podía sacar al hombre seductor de cuerpo hermoso y ojos intensos de su cabeza. Basta decir que fueron unos treinta minutos bastante largos.

Cuando finalmente vio el letrero del refugio para caballos de Mel, se sintió más que aliviada. No podía creer que, después de toda la mierda que le había pasado, fuera el pensar en un hombre lo que la tenía tan distraída.

Quizás era más fácil concentrarse en Hunter que en sus problemas reales. O eso, suspiró, o Hunter era solo un hombre por el cual valía la pena distraerse.

Pasó la verja y entró a un camino de gravilla que conducía a la granja. Al acercarse más, vio un gran edificio de tres pisos en la distancia.

Era hora de seguir adelante. Había varios vehículos estacionados en una pequeña área de estacionamiento a la izquierda del edificio principal. Había unos cuantos camiones de varios tamaños y un todoterreno sucio. El pequeño Toyota de Isobel se veía aún más diminuto ante los demás autos al estacionarse junto a un enorme Dodge 4x4. No era para nada intimidante, qué va.

Respiró hondo y luego salió del auto.

No iba a pensar más en el pasado.

No iba a pensar más en Hunter ni en la noche anterior.

Era hora de comenzar de verdad este nuevo capítulo de su vida.

Enderezó la espalda y caminó hacia el porche delantero. El exterior del gran edificio y el porche envolvente eran de color blanco brillante, como si los hubieran pintado recientemente. Había varias mecedoras junto con un columpio en el porche, con vistas a las suaves colinas que rodeaban la propiedad. Era tan idílico y diferente a la casa adosada en la que había crecido en Manhattan, que casi se sentía como un planeta diferente. Pero lo había logrado. Realmente estaba aquí.

Contempló los alrededores, tratando de asimilar todo mientras tocaba el timbre.

Entonces la puerta principal se abrió de golpe y apareció un hombre alto, moreno y guapo de unos veinte años. Vestía una camisa y pantalones de lino y tenía el pelo rubio oscuro estilizado con rastas que se había recogido con un moño.

Se congeló. Eh. Tal vez era un cliché, pero el tipo parecía que pertenecía más a una comuna hippie que a una granja de caballos.

«Y estás parada aquí mirándolo fijamente, Isobel». No era para nada incómodo.

—Hola —espetó, a punto de extender la mano para presentarse.

—No queremos nada de lo que estés vendiendo. —El chico hippie se cruzó de brazos, que eran grandes y musculosos, con una mirada arisca en el rostro.

—Oh. No, yo… —Se le enredó la lengua. Mierda. Ya había causado una mala impresión y solo había estado treinta segundos allí—. Yo no… Vine para…

—Deja de ser un imbécil, Reece —gritó una voz masculina con acento irlandés. Luego, un segundo hombre le dio una palmada al primero en la espalda y lo retiró de la puerta.

Pero no antes de que el chico hippie (¿que el otro dijo que se llamaba Reece?), sonriera y le guiñara el ojo a Isobel.

Dios, ¿solo estaba bromeando? Casi le había dado un infarto por causar una mala primera impresión.

—¿Qué podemos hacer por la encantadora señorita? —preguntó el hombre con acento, tan guapo como Reece, aunque su pelo era oscuro y tenía la piel pálida en lugar de bronceada. Extendió la mano y le sonrió a Isobel, lo que hizo que le apareciera un hoyuelo—. Soy Liam. Ignora a mi amigo imbécil. Como solo estamos rodeados de caballos y otros tipos, a excepción de Mel, nos volvemos un poco salvajes.

—Estaba jugando con ella —dijo Reece, quitando a su amigo del camino y retomando su posición en la puerta. Le dirigió a Isobel una sonrisa brillante y deslumbrante—. La gente de aquí necesita relajarse.

Liam abrió más la puerta para que ella pudiera verlos a ambos.

—Ya verás cómo te relajo. —Le atrapó la cabeza a Reece en una llave.

—¡El timbre! ¡El timbre! —chilló una vocecilla de niño. Excepto que el niño debía estar pequeño y aún no podía pronunciar la «r» bien, porque sonó más bien como—: ¡El timbe! ¡El timbe!

Entonces apareció un niñito que corrió a toda velocidad hacia las piernas de Reece, preguntando:

—¿Quién en la puedta, Eece?

Liam soltó a Reece y el niño casi rebotó de las piernas del último por el impulso. Se inclinó justo a tiempo para atrapar al niño y alzarlos por los aires, lo que hizo que chillara de alegría y moviera los pies. Isobel no sabía mucho sobre niños pequeños, pero supuso que tendría entre dos y tres años.

Reece se acomodó al niño en la cadera y era la cosa más linda que Isobel había visto. Sintió que el corazón se le apretó en el pecho.

—Ah, demonios, la perdí antes de siquiera tener una oportunidad. —Liam sacudió la cabeza—. Todas se derriten cuando lo ven con el bebé.

—¡Vueta! —exigió el niño, agarrando puños de la camisa de lino de Reece—. ¡Gídame, gídame!

Reece puso los ojos en blanco como si fuera una tarea mundana y las demandas del niño lo fastidiaran por completo; similar a la cara que puso cuando recibió a Isobel con tanta rudeza en la puerta. Pero entonces levantó las cejas y gritó:

—¡Boo! —Justo antes de girar a la izquierda, luego a la derecha, dando vueltas con el pequeño que ahora reía contento.

—¡Vueta! —lloriqueó el niño cuando Reece se detuvo.

—¿Qué? —dijo Reece, otra vez con el rostro sobrio. Se inclinó y miró al niño a los ojos—. ¿Acaso crees que soy tu patio de juegos personal o qué?

—¡Sí! —exclamó el niño extasiado.

Reece se encogió de hombros.

—Me parece bien.

Luego hizo girar al niño aún más rápido.

—Iré a buscar a Mel y le diré que tiene visitas —interrumpió Liam, sacudiendo la cabeza mientras Reece giraba aún más rápido con el chico—. No digas que no te lo advertí cuando termines con el desayuno encima.

Reece lo ignoró. O quizás no. Se mareó demasiado, o al menos lo fingió, y se desplomó en el suelo mientras que el niño aterrizó sobre su pecho. Luego fingió hacerse el muerto mientras el niño le tocaba la cara y le gritaba que se despertara. Obviamente era un juego que habían jugado antes.

Reece fingió despertarse un poco, pero luego dejó caer la cabeza y comenzó a roncar ruidosamente, provocando una nueva ronda de risas del niño. Isobel no pudo evitar sonreír ante sus payasadas.

—Brenton Samuel Kent, ¿qué le estás haciendo al pobre Reece ahora?

—¡Mami! —El niño dejó a Reece en el suelo y corrió hacia la mujer embarazada que se acercaba a la amplia entrada. Se arrojó a sus piernas con tanta energía como lo hizo con Reece.

—Cuidado —le advirtió, apoyándose sobre la pared para mantener el equilibrio a pesar del bollo de energía que acababa de caerle encima. Era una mujer hermosa que no parecía tener más de treinta años, cuando mucho, con el pelo largo y castaño. Le sonrió algo aturdida a su pequeño. «Brenton», se repitió Isobel para sí misma, tratando de recordar todos los nombres. «Brenton, Liam y Reece». Brenton estaba ocupado tirando de los vaqueros de su madre.

—Ven, mami, tenemos que despetad a Eece.

Para mayor drama, Reece se quedó completamente quieto, extendido en el suelo sin moverse.

La mujer se retiró la mano de su hijo de los vaqueros.

—Te dejaré hacer los honores, cariño. Necesito hablar con esta linda dama.

Brent miró a Isobel como si apenas se estuviera dando cuenta de que había alguien más en la habitación. Y luego corrió para esconderse detrás de las piernas de su madre, repentinamente tímido.

Solo entonces fue que Reece se puso de pie.

—Oye, es hora de almorzar. ¿Por qué no vamos a buscar a tu hermano y preparamos algunos sándwiches de mantequilla de maní y mermelada?

—¿Puede ser medmelada de uva? —El pequeño asomó la cabeza por detrás de las piernas de su madre.

—Claro que sí. —Reece se agachó y cargó a Brent. Luego se dirigieron a la gran sala lateral a la que se abría la entrada.

—Hola. —Isobel se adelantó con un salto para presentarse a la mujer embarazada. Liam dijo que iría a buscar a Mel. ¿Era ella? ¿Esta era la misma Mel del Refugio y casa de rescate para caballos de Mel?—. Soy Isobel Snow. Mucho gusto.

Le sonrió cálidamente a Isobel.

—Hola. Melanie Kent. Puedes decirme Mel, todo el mundo lo hace. ¿Como podemos servirte? —Descansaba la otra mano sobre su gran panza.

Ahora que estaba parada frente a ella, los nervios se apoderaron de Isobel.

—Tengo a mi caballo bajo los cuidados de Rick, de los Establos Northingham en Nuevo Hampshire.

Los veranos en los que Isobel montaba a Botones y entrenaba con Rick habían sido uno de los pocos momentos emocionantes de su adolescencia. Inclusive, el verano después de su último año de secundaria, lo pasó con Rick y su familia trabajando en los establos bajo una pasantía no oficial.

Fue entonces cuando todo comenzó a mejorar por vez primera. Ya había sido aceptada en Cornell, pero fue durante el verano en Northingham que decidió enfocar sus estudios en biología con mención en ciencias veterinarias para poder obtener un doctorado en medicina veterinaria. Nada la ayudaba tanto a distraerse y olvidarse de sus problemas como trabajar con animales, especialmente caballos.

Mel asintió ante el nombre de Rick, obviamente lo conocía; Rick se lo había mencionado.

—Pues, Rick me dijo que todos los veranos buscan asistentes para el refugio. Dijo que siempre hacen falta. —Isobel sonrió y alzó las manos, sintiéndose más que un poco incómoda—. Así que aquí estoy.

Pero Mel ya no estaba sonriendo. Se le había ensombrecido el rostro y, de hecho, se le contrajeron las facciones con remordimiento.

—Oh, no, lo siento mucho. Ojalá hubieras llamado antes. No viniste hasta aquí solo por eso, ¿verdad? ¿Desde la costa este?

Isobel sintió que se le volcaba el estómago.

—Eh…

Rick lo había hecho sonar como algo seguro. Y sí, había pasado algún tiempo. Tal vez un año. ¿O dos? Pero dijo que siempre necesitaban ayuda. Isobel soñaba con pasar el verano allí, sin pensar en un millón de años que realmente lo haría.

Hasta que de repente necesitó un lugar fuera del radar para desaparecer y que nadie en el mundo supiera dónde buscarla.

—Por lo general, sí es cierto que no tenemos suficiente ayuda. —Mel lucía afligida—. Pero este verano tenemos más caballos que nunca ya que mi esposo acogió y está entrenando a varios caballos salvajes. Y con este bebé en camino… —Se llevó una mano al vientre—. Así que publicamos anuncios para las vacantes y por primera vez tenemos suficientes manos que nos ayuden, disculpa. —Extendió la mano y la colocó sobre el antebrazo de Isobel.

—Oh, no te preocupes —respondió Isobel, tratando de hablar por encima del dolor que sentía en la garganta—. Es mi culpa por no haber llamado.

Ahora que lo pensaba, toda la fe que había depositado en el hecho de que este lugar la estaría esperando era completamente ridícula; no pagaban mucho, pero daban alojamiento y comida. Y había sido un puerto seguro para ella. Un lugar donde esconderse. Para dejar de huir y encontrarse a sí misma, si es que tenía algo más que encontrar que no fuera la chica quebrada que era.

¿Y ahora?

No tenía nada.

Su padre estaba muerto. No tenía nada más que su auto y la poca ropa que había agarrado. No se atrevió a usar las tarjetas de crédito o débito después de salir de Nueva York. Había retirado el máximo permitido de trescientos dólares de un cajero automático en la farmacia donde había buscado su medicamento y ya había gastado más de cien en gasolina y los artículos de aseo personal que había olvidado llevarse de casa. Tendría que seguir huyendo, excepto que ahora no tenía idea de a dónde. No podía seguir durmiendo en su auto para siempre.

«Cálmate, Isobel. Piensa».

Podía ir a una biblioteca pública y buscar en sitios de trabajo en línea, luego buscar en Craigslist para encontrar compañeros de cuarto… pero primero necesitaría recibir ingresos para dar un depósito para un apartamento. Entonces ¿qué haría? ¿Dormir en el auto por dos meses mientras esperaba que todo se le diera? Por Dios, no. Tenía que haber una forma de que esto funcionara. Simplemente tenía que haberla.

—Tal vez tienes toda la ayuda que necesitas en los establos, pero está es una granja de rescate, ¿verdad? —preguntó. «Por favor, que no oiga la desesperación en mi voz». El pánico hizo que la sangre subiera a sus oídos—. Estoy en mi tercer año de la carrera de doctora en medicina veterinaria de Cornell en Nueva York; es la mejor escuela veterinaria del país, y de hecho me especializo en la rehabilitación de caballos heridos. Podría…

Los ojos de Mel se llenaron de luz.

—¿Carrera de veterinaria? —interrumpió la avalancha de palabras de Isobel—. Por Dios, eso es perfecto.

—¿Lo es? —Isobel tenía el corazón en la garganta.

—No tenemos trabajo aquí, pero conozco a alguien que está buscando ayuda. Justo se estaba quejando de que estaba demasiado ocupado para manejar las cosas solo. Y estaremos encantados de proporcionarte alojamiento y comida por el verano si te funciona. Lo hemos hecho antes con sus pasantes.

Isobel sentía que el corazón se le iba a salir a pesar de que se dijo a sí misma que no debía ser estúpida y recobrar las esperanzas.

—¿Quién? ¿Qué quieres decir?

La puerta principal todavía estaba abierta y Mel sonrió, mirando a la distancia detrás de Isobel. Hizo un gesto hacia la puerta.

—Mira, ahí está ahora. Es el destino. Nuestro veterinario local está buscando un pasante. El que había programado para el verano no pudo venir. Apuesto a que estará encantado de recibir a alguien de Cornell. Vamos, planifiquémoslo todo ahora.

Isobel se giró para ver a dónde apuntaba Mel y sintió cómo la alegría, que apenas acababa de recuperar con la esperanza de que todo se solucionara, volvía a desvanecerse.

Porque el hombre que salió de la polvorienta camioneta que se había estacionado junto a su pequeño Toyota era nada menos que Hunter Dawkins.

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