Hunter

Hunter


Capítulo 5

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Capítulo 5

HUNTER

Ya se había ido cuando Hunter despertó.

Por primera vez en un año, lo primero que sintió cuando abrió los ojos no fue el aplastante peso de la pérdida. De hecho, sonreía cuando se dio vuelta en la cama y buscó a Isobel.

Pero ella se había ido.

Igual que Janine.

No era justo, trató de decirse a sí mismo mientras se sentaba y sacaba las piernas por un lado de la cama, frotándose la cara bruscamente.

Isobel no le había prometido nada. Apenas se conocían.

Excepto que… la noche anterior, cuando estuvo tan profundamente dentro de ella, cuando gritó su nombre como si fuera el único dios de su mundo…

Pero detuvo todo pensamiento cuando miró el reloj y vio que ya eran las diez. Lo esperaban en la granja de los Kent para una ronda de vacunas y ya estaba retrasado. Nunca se retrasaba.

De hecho, no podía creer que no se dio cuenta cuando Isobel despertó y se fue. Por lo general, tenía el sueño ligero. Esa mujer le había lanzado un hechizo, estaba completamente seguro de ello. Desde el momento en que entró al bar, balanceando esas deliciosas caderas.

¿Y la posibilidad de volver a verla en el hogar de los Kent? Pues, sí, no podía decir que eso no era parte de lo que lo hizo bañarse con tanta velocidad como un rayo y salir pitando a la granja de los Kent tan rápido como le era humanamente posible.

Ahora estaba allí. Y ella también. Se le aceleró el corazón tan pronto como detuvo la camioneta junto a su pequeño Toyota.

Como si estuviera otra vez en la secundaria y fuera la primera vez que se enamoraba de una chica. Jodidamente patético.

Se puso aún peor cuando la vio parada en la puerta detrás de Mel. Mel caminaba por el porche para saludarlo, con una amplia sonrisa en el rostro como siempre, pero Isobel estaba congelada, con los ojos muy abiertos y fijos en él.

Mierda. Quería llegar lo más rápido posible, pero no había pensado en lo que diría cuando se encontrara con ella de nuevo.

«Oye. Entonces, el maratón multiorgásmico de anoche… fue bastante bueno, ¿no? ¿Quieres ir a comer pizza y ver una película tal vez? ¿O me dejas follarte como un salvaje otro rato en la parte trasera de mi camioneta?».

Joder, pero si la noche anterior había sido más que solo sexo. Claro, había comenzado de esa manera. En el bar, no había pensado más que en el momento y la necesidad de volver a estar con una mujer. Eso por sí solo había sido un impulso novedoso y refrescante después de un año de sentirse como un hombre bien muerto, aparte de la ocasional sesión con la mano en la ducha para olvidarse del estrés.

Pero ella se avivó tanto con sus caricias. Fue tan receptiva. Y luego no podía soportar que fuera como con Janine: sesiones impersonales en las que se usaban el uno al otro hasta que solo había una conexión falsa entre ambos.

No, él quería que Isobel lo viera. Lo viera de verdad. Para que supiera con quién estaba teniendo sexo.

Cuando Janine y él pasaron por su peor momento, Hunter buscó técnicas y formas de hacer que lo único que parecía seguir funcionando entre ellos, el sexo, fuera más significativo.

Leyó libros y aprendió todo lo que pudo. Pero luego, cuando se acercó a Janine para probar algo de lo que había aprendido, esta lo tomó como un insulto. Pensó que él estaba insinuando que era mala en la cama y quién era él para pensar que podía enseñarle algo y…

Todo fue un desastre. Terminó en una gran pelea. Fue entonces cuando ella comenzó a dormir en el sofá después del sexo. Lo usaba como arma y nunca le hablaba cuando todo lo que él había querido hacer era abrir las líneas de comunicación. Pero ella simplemente no…

Exhaló pesadamente, deteniendo sus pensamientos en seco. Repasar una y otra vez todas las cosas que habían salido mal en su relación con Janine no le haría ningún bien a nadie.

Pero, la noche anterior, cuando probó algunas de las mismas técnicas con Isobel, ella había sido muy abierta a ello. En algunas tradiciones, se usa el sexo como una forma de adorar a Dios.

La otra persona se convertía en tu iglesia. Si te abres a ellos, puedes conectarte de una manera mucho más profunda que solo a nivel físico. Tanto para la otra persona como para lo divino.

Y había funcionado. Isobel también lo había sentido, incluso si no sabía por qué estaba haciendo todo lo que estaba haciendo. Podía verlo en su rostro: vio cómo las barreras caían una tras otra hasta que finalmente se desnudó por completo para él. Mientras él estaba duro y muy dentro de ella.

Fue uno de los momentos más crudos, intensos y espirituales de su vida.

Y luego simplemente se soltaron, sin restricciones. Habían follado como animales. O al menos como dos personas sin inhibiciones, que estaban realmente desnudas y vulnerables para el otro. Siempre había oído la frase de que «dos se convierten en uno», pero nunca lo había sentido tan profundamente hasta ese momento. Ni siquiera con su esposa. Y sí con esta completa extraña. Sabía que se sentiría culpable por eso después, pero durante ese momento no le importó.

Cuando acabó dentro de ella la primera vez, su cuerpo lo apretó como si no hubiera mañana y el semen le salió disparado como un géiser. Maldita sea, casi se había desmayado, tocado el cielo o algún tipo de mierda loca porque nunca había tenido un orgasmo tan potente como ese en su vida.

—Hunter —dijo Mel, sacándolo de sus pensamientos sobre la noche anterior justo a tiempo porque comenzaba a sentir que los vaqueros le quedaban apretados y eso era lo último que necesitaba que le pasara frente a la esposa embarazada de su mejor amigo—. Qué bueno verte. —Se inclinó para abrazarlo.

—Igual a ti, Mel. —Apenas podía abrazarla por el vientre gigante entre ellos—. ¡Oye! —Bajó la mirada—. Creo que sentí al bebé patearme las costillas. Creo que no le gusta que alguien aparte de Xavier esté cerca de mamá. ¿Va a ser otro chico?

Melanie se llevó las manos al vientre a pesar de que había subido la mirada al cielo.

—Solo si Dios me odia. Y no es así, ¿verdad, Dios? Por favor, que no sea otro bebé de cinco kilos.

—¿No quisieron saberlo antes de tiempo? —preguntó Hunter, haciendo todo lo que estaba a su alcance para concentrarse en Mel y no mirar por detrás de ella para ver dónde estaba Isobel. ¿Se acercaría a hablar con él? ¿O quería evitarlo por alguna razón? ¿La noche anterior no la había afectado como a él?

Demonios, solo escúchenlo. Ya parecía una colegiala que se mordía las uñas mientras le pasaba una nota al chico que le gustaba. «¿Te gusto? Marca sí o no». Negó con la cabeza en reproche de sí mismo.

—Oh, claro que lo intentamos, cómo no —respondió Mel—. Odio las sorpresas. Pero el bebé se puso tímido cuando hicieron el ultrasonido y el técnico no pudo verlo.

Claro. El bebé. Hunter olvidó lo que le había pedido por un segundo.

Mel sacudió la cabeza.

—Nunca he sido religiosa, pero ya me acostumbré a rezar avemarías en las noches para que sea una niña de tres kilos. —Se palmeó el vientre—. ¿Oíste eso, Penélope? Vas a ser una niña pequeñita para mamá, ¿verdad? —Entonces Mel miró bruscamente a Hunter—. Claro que, si es un niño, su nombre será Peter y nunca tuvimos esta conversación.

Ella enarcó una ceja en señal de advertencia y Hunter levantó las manos.

—¿Conversación? ¿Qué conversación?

Mel le dio unas palmaditas en el hombro.

—Bien. Oh… —Miró por encima del hombro y Hunter finalmente se permitió hacerlo también. Y allí estaba Isobel. Se había puesto un vestidito de algodón que le abrazaba las curvas y mostraba perfectamente sus senos redondos y caderas bien formadas. El pelo oscuro le volaba alrededor por el viento. Una de sus sesiones de la noche anterior había sido en la ducha y él se había deleitado enterrando las manos en todo ese cabello mientras se lo lavaba. Y luego lo empuñó cuando ella se arrodilló y lo tragó profundamente…

—Qué grosera que soy —rio Mel—. Olvidé por qué vine hasta acá en primer lugar. Hunter, ella es Isobel, de Nueva York.

—¿Nueva York? —repitió Hunter. Y fue como si le hubieran arrojado un balde de agua fría en la cabeza. Isobel dijo que era de Nuevo Hampshire, estaba seguro. De un pueblito en Nuevo Hampshire. En ningún momento le mencionó Nueva York.

—Y él es Hunter Dawkins. —Sonrió Melanie, sin ponerle atención al frío cambio de tono de Hunter—. Isobel está estudiando veterinaria en Cornell. Qué impresionante, ¿no?

¿Estaba estudiando para ser veterinaria? ¿Cómo es que no se mencionó en toda la noche que estaba estudiando lo mismo que él hacía? Estaba recibiendo demasiada información al mismo tiempo. Hunter la miró fijamente.

—¿Y solo estudias en Nueva York o vives allí también?

Isobel tragó grueso, luciendo nerviosa de un momento a otro.

—Bueno, acabo de tomarme un semestre de descanso y he estado en casa en la ciudad por un tiempo.

—¿En la ciudad de Nueva York? —aclaró.

Ella asintió, apartando la mirada con prisa de él.

Entonces le mintió la noche anterior.

No había habido nada real entre ellos, en lo absoluto.

No hubo una conexión profunda.

Que se fuera en la mañana sin despedirse debió haber sido suficiente advertencia para él.

Maldición, sí que era un jodido cliché. Como si la primera mujer con la que durmiera desde lo de Janine fuera a ser su alma gemela o una mierda de esas. Era un maldito llorón. Ahora que lo pensaba, ¿no creía también que se había enamorado de Janine después de algunas noches juntos?

Tenía la mala costumbre de dejar que su pene fuese el que pensara en cuanto a las relaciones. Mira a dónde lo había llevado la última vez.

Apretó los dientes y extendió una mano hacia Isobel, pero solo porque era lo que Mel parecía esperar. No podía esperar para no volver a verla otra vez.

—Encantado de conocerte. —No se molestó en hacerlo sonar sincero. Le soltó la mano tan rápido como la tomó para estrecharla.

—Igualmente —le contestó. ¿Era idea suya o sonaba un poco jadeante? Joder, ¿todavía seguía con eso? Quería golpearse la cabeza.

Solo necesitaba excusarse para largarse de allí. Ir a trabajar. Las vacunas eran monótonas, pero prefería eso a la tortura de estar allí tratando de no mirar a Isobel. Ya hasta su aroma lo estaba afectando, lo cual era ridículo porque ella se había duchado con su jabón y champú, pero podía jurar que había un aroma que era claramente de ella.

¿Estaba excitada? ¿Era eso lo que olía? ¿Verlo después de su ardiente noche juntos hacía que sus bragas se empaparan? Todo lo demás podría haber sido una mentira, pero esos orgasmos no eran fingidos. Hunter los había sentido en su pene cuando ella acabó. Perdió la cuenta de cuántas veces.

—Hunter —continuó Mel, completamente inconsciente de la tensión que crecía entre Isobel y él—, justo le estaba contando a Isobel que estabas buscando un pasante de verano.

Hunter volvió su atención hacia Mel ante esas palabras. «No». Si ella pensaba decir lo que él creía que diría… mil veces no.

—Quería un puesto en la granja, pero ya tenemos todos los trabajadores que necesitamos por el momento —prosiguió Mel—. Pero pensé que tal vez podríamos hacer un arreglo como el que hicimos con Murray el año pasado y Carlos hace unos años. Podría quedarse aquí y conducir a la clínica…

Hunter sacudió la cabeza vigorosamente.

—Dudo que eso sea lo que quiere hacer todo el verano. —Miró a Isobel finalmente, quien lucía como un ciervo atrapado bajo los faros—. Vacunar vacas y cerdos no se compara en glamour con alimentar y montar a caballo todo el día.

—¿Te olvidas de la parte en la que hay que limpiar los compartimentos? —Mel se burló—. Tu trabajo es fácil en comparación con palear mierda por dos o tres horas todos los días. Además, está estudiando medicina veterinaria. Hacer pasantías contigo le sería mucho más interesante.

Hunter cruzó los brazos sobre su pecho.

—Administro un consultorio en un pueblo muy pequeño. Estoy seguro de que ella está acostumbrada a un ritmo de vida mucho más rápido. Y Cornell tiene uno de los mejores programas de veterinaria del país. Podría obtener una pasantía donde quisiera. Entonces, si tiene otra opción, ella debería ir…

Ella —interrumpió Isobel con los ojos encendidos, como si Hunter hubiera dicho algo que la molestó—, estaría feliz de aceptar cualquier trabajo, sin importar cuán difícil sea, siempre que incluya alojamiento y comida.

Se paró justo delante de Hunter y él sintió que su espalda se ponía aún más rígida. Joder, pero qué sensual se veía cuando se enojaba. Sus ojos azules destellaban, las mejillas se le pusieron rosadas en contraste con el resto de su piel pálida y suave, y hacía una mueca con esos labios carnosos. Y Hunter se enfadó por haber notado todo eso.

Respiró profundamente mientras recuperaba los sentidos. Tenía que ponerle fin a esta idea antes de que se diera. Adoraba a Mel, pero aparte de Janine, nunca había conocido a una mujer más terca.

—Las pasantías conmigo incluyen horarios largos e intermitentes. A veces los ganaderos llaman a medianoche por una emergencia y mis pasantes están de guardia conmigo. Siete días a la semana. Veinticuatro horas al día. Eso es lo que significa ser veterinario rural en un pueblo pequeño. No tienes un despacho impecable donde recibes a personas que traen mascotas con problemas respiratorios porque tienen sobrepeso. Estos animales tienen problemas reales. Y paso la mitad del día con el brazo metido en sus culos.

Isobel se cruzó de brazos y frunció los labios. Gracias a Dios, tal vez lo estaba entendiendo.

Continuó agravando más la cosa.

—Sin mencionar el desorden de mantenimiento de registros y trabajo de oficina que se debe coordinar. Mi último pasante hizo un desastre total y probablemente tomará semanas volver a organizarlo.

Entonces Isobel dejó caer los brazos y le dio a Hunter una sonrisa súper dulce.

—Sí que suena como todo un reto.

Él asintió. Bien. Relajó los hombros.

—Entonces, ¿vas a regresar al este? Probablemente sea lo…

—Me encantan los desafíos —lo interrumpió ella—. No le temo al trabajo duro. Estaré encantada de volver a organizar todos tus registros y me hacen falta más prácticas de campo. Con «todo» tipo de animales. No solo «mascotas». —Todavía tenía esa sonrisa dulce en el rostro.

Hunter no podía hacer más que contemplarla. No lo estaba mirando a los ojos. No, sus ojos parecían estar fijados más al sur, en algún lugar cerca de su boca. O más bien, sus labios. Cuando los lamió para humedecerlos un poco, le brillaron levemente. Lo que hizo que se le apretaran los pantalones otra vez.

Como si tuviera algún sensor interno de su excitación, finalmente alzó la mirada. Sus ojos se encontraron. Y, por un segundo, tan solo un simple momento, Hunter sintió la misma conexión eléctrica de la noche anterior.

Entonces estaba haciendo todo lo posible para obtener el trabajo. Hunter apartó los ojos.

—Maravilloso —interrumpió Melanie—. Entonces quedamos así, ¿no, Hunter?

Pues, maldición. Qué manera de arrinconarlo, Mel.

Le ofreció a Isobel su sonrisa más insincera.

—Por supuesto. Si ella quiere el trabajo, es suyo.

—Sí quiero el trabajo —expresó Isobel rápidamente. Muy rápidamente. ¿Qué le pasaba? No estaba bromeando cuando dijo que los estudiantes de Cornell podían escoger cualquier pasantía. Y a todas estas, ¿qué demonios estaba haciendo aquí?

Melanie sonrió ampliamente, pero Hunter siguió mirando a Isobel con recelo. Su único consuelo era que, sin importar lo que fuera a hacer allí, no se quedaría por mucho tiempo. De eso estaba muy seguro. Las princesas citadinas como ella nunca lo hacían. Y si había alguna cosa en su poder que pudiera acortarle el viaje, pues, estaría feliz de hacerla.

—Bienvenida a bordo —dijo, sonriendo por primera vez desde que Mel planteó la ridícula idea.

—¿Cuándo empiezo? —preguntó Isobel, con una sonrisa amplia pero algo frenética en el rostro.

Hunter miró a Melanie.

—¿Todos los caballos están listos?

Mel asintió con la cabeza.

—Los muchachos pasaron la mañana preparándolos. Están limpios y en el establo.

Hunter volvió su atención a Isobel.

—Qué mejor momento que el presente. Claro, si es que estás preparada para ello. —La miró de arriba abajo. Probablemente lo hizo por un poco más tiempo de lo apropiado, pero maldita sea, sí que se veía bien con ese vestido. Finalmente volvió a mirarla a la cara—. ¿Tienes una muda? —Señaló con la cabeza las sandalias de tiras que calzaba—. No creo que eso te vaya a servir mucho para el trabajo sucio de un establo.

El rubor rosado brillante que le apareció en todo el centro de las mejillas solo la hizo más bonita.

—Claro que tengo ropa de trabajo. Y botas de equitación.

—¿No de trabajo? —le cuestionó.

Hunter no creía que pudiera sonrojarse más, pero le demostró que estaba equivocado. Ella tensó la mandíbula y lo fulminó con la mirada.

—Pensé que iba a trabajar aquí con los caballos.

Él agitó una mano.

—Son mejores que las sandalias. Voy a buscar el kit de vacunación. Tú ve a cambiarte. Pero date prisa. Tengo unas cuantas citas más que debo atender hoy.

Comenzó a rodear la casa para ir a los establos sin mirar atrás.

No tendría problemas para trabajar con ella. No sería diferente a ningún otro pasante. Podía ser completamente profesional. Hasta frío.

Y finalmente había aprendido su lección. Tal vez la que Janine había estado tratando de enseñarle todo el tiempo. El sexo era solo eso, sexo. Impulsos biológicos que buscan liberación. Se había estado engañando a sí mismo tratando de encontrarle un significado espiritual más profundo.

De ninguna manera cometería el error de dejar que Isobel, o cualquier otra mujer, se acercara a su corazón de nuevo.

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