Hunter

Hunter


Capítulo 12

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Capítulo 12

HUNTER

Hunter se frotaba el pelo mojado con una toalla cuando el microondas sonó. Arrojó la toalla sobre una de las sillas del comedor y fue a sacar la comida. Una cena de campeones: tallarines lo mein con carne calentados en el microondas. Sí, vivía como un rey.

—Auch, mierda.

Dejó caer la humeante bandeja caliente sobre la encimera y luego sacudió la mano que le ardía. Agarró una toalla de cocina y la usó para sostenerla mientras retiraba la tapa. Se liberó más vapor y agarró un tenedor.

Era una mierda bastante insípida, pero nadie compraba los tallarines instantáneos del señor Foo para tener una experiencia culinaria increíble. Se quedó parado frente a la encimera y engulló la comida tan rápido como pudo sin quemarse la boca.

Terminó con todo demasiado rápido. Miró el reloj y eran las nueve en punto. Se pasó una mano por el cabello húmedo y miró alrededor en su cabaña vacía.

El anochecer siempre era el peor momento del día.

Tiró el contenedor de comida vacío a la basura, tomó una cerveza fría y luego se dirigió a la sala de estar. Pasar los canales era muy poco inspirador. Personas con la cara roja quejándose de política. Estúpida mierda de reality show. ¿Quién sería el próximo en ser expulsado del yate? He aquí una idea: cualquiera lo suficientemente pretencioso como para estar en un programa llamado Caliente por el yate.

Siguiente. Finalmente se encontró con un juego de béisbol.

Se acomodó para mirarlo. Ya se había perdido la mitad y, aunque generalmente un juego era suficiente para distraerlo lo suficiente de su mierda de vida, hoy parecía que no podía despegar la mente de cierta belleza de pelo oscuro.

Isobel había dado todo de sí hoy con el caballo de los cólicos. Podía ver lo afectada que había estado cuando se fueron sin poder dar un pronóstico positivo. Tal vez era una chica de la ciudad, pero tenía talento con los animales. La había supervisado varias veces en la clínica, solo para asegurarse de que no estuviera arruinando su reputación. Pero lo estaba haciendo muy bien. Trataba a los animales y a sus dueños humanos con compasión, inteligencia y comprensión.

Echó la cabeza hacia atrás en el sofá y bebió un largo trago de cerveza.

La verdad era que una tarea que parecía tan simple como tratar de apartarla para que se fuera más rápido se estaba volviendo mucho más difícil de lo que esperaba. Sin mencionar que no había contado con sentirse como un imbécil por todo el asunto.

Lo cual era una mierda, porque él tenía la razón.

Le había mentido y luego se impuso como su pasante a pesar de que él claramente no quería nada de eso.

Pero… no podía decir que ella no había demostrado su valor. Aparte de ese hilarante paso en falso al no atar la vaquilla mientras sacaba al ternero, su trabajo había sido impecable. Y no era como si otros pasantes se hubieran comprometido a quedarse más de un solo verano.

Entonces, ¿por qué tenía las expectativas tan altas?

«Porque te acostaste con ella».

Hizo una mueca, luego se levantó y comenzó a pasearse detrás del sofá, llevándose la mano a la nuca.

Mierda. ¿Había sido tan hijo de puta?

Maldita sea, deseaba tener a alguien con quien hablar de todo esto. Siempre había sido un desastre cuando se trataba de mujeres. Tenía el teléfono sobre el estante al lado de la entrada y se acercó a él. Luego, antes de que pudiera pensarlo mejor, marcó el número que no había marcado en meses.

Repicó.

Y repicó.

Y repicó.

Entonces sonó un pitido largo.

Hunter se dejó caer contra la estantería, cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás.

«Habla Janine. No estoy disponible ahora. Deja un mensaje e intentaré responderte». Breve pausa. «Pero no suelo revisar los mensajes, así que, si no recibes noticias mías dentro de un par de días, solo vuelve a llamar. Te veo del otro lado».

Hunter se quitó el teléfono de la oreja y presionó finalizar la llamada.

Luego miró alrededor de su casa vacía. Joder, no podía soportar otro viernes por la noche solo aquí, bebiendo cerveza y viendo un puto juego. Se giró y agarró las llaves y botas, metiendo los pies en ellas cuando ya estaba a medio camino de la puerta.

* * *

El estacionamiento de Bubba's estaba lleno como siempre pasaba los viernes por la noche. Bubba era el único lugar donde beber algo en treinta kilómetros y a Bubba no le molestaba ganarse un dinerillo con la desesperación de la gente por entretenimiento y alcohol, no siempre en ese orden.

Hunter abrió la puerta y juraría que el ruido estridente que salió eran unos decibelios más fuerte de lo normal.

El bar tenía mucho espacio en el piso y la gente había apartado las mesas para despejar el área para una pista de baile. Solo lo hacían los viernes y sábados. Le estaban sacando provecho y cuando Hunter miró más de cerca, vio por qué. Parecía que los chicos de Mel y Xavier habían salido a pasar la noche. Algunos de esos muchachos sabían cómo formar un buen alboroto y el pueblo no podía amarlos más por eso.

Bueno, a diferencia de la sheriff, Marie, pero ni siquiera ella podía hacer mucho más que vigilar, ya que nunca habían hecho nada completamente ilegal. Aunque el striptease que Liam hizo sobre la barra hasta quedar en bóxer hace un par de meses podría haber cruzado la línea de la indecencia pública. Ciertamente era una imagen que Hunter no creía que pudiera borrar de su memoria en el corto plazo.

Esta noche, Hunter realmente apreció sus travesuras. Después de todo, había salido para distraerse.

Hasta que vio la razón por la que había salido a distraerse justo en medio de la multitud, bailando con el mujeriego mayor, Liam O’Neill. Y no solo estaban bailando, maldición. Indecencia pública se quedaba corto.

Isobel estaba de espaldas al frente de Liam y este le había colocado una de las manos debajo de su seno. Con la otra, le alzaba las de ella por encima de la cabeza, luego frotó el cuerpo con el de ella mientras bajaban, meneándose, hasta el suelo. El supuesto vestido que ni siquiera se merecía ese nombre se le subió aún más por las piernas cuando se agachó de esa manera. Liam la agarró por la cintura con ambas manos y volvieron a ponerse de pie.

La canción terminó e Isobel comenzó a saltar, riendo y aplaudiendo. Echó los brazos flojamente alrededor del cuello de Liam y Hunter quiso golpear al maldito. ¿Qué tanto había bebido?

«No es tu problema. Ella no es más que una empleada».

Entonces, ¿por qué no podía quitarle la mirada de encima? Nunca sonreía así cuando estaba con él. Y no la había visto con el pelo suelto desde la primera noche que la conoció, cuando se quitó la cola de caballo para ducharse. También le brillaban los ojos, probablemente por el alcohol.

Más le valía a ese desgraciado de Liam no intentar aprovecharse de ella. Habían tenido un caso difícil con el caballo de los cólicos y tal vez estaba sensible…

No. Se apartó de la pista de baile. No era su maldito problema. Empujó a la gente que estaba de pie alrededor de la pista de baile para llegar a la barra.

Había un taburete disponible y se dirigió directamente a él.

Simplemente bebería un trago rápido y luego volvería a casa. Era estúpido salir esta noche de todos modos. ¿Qué, era una perra llorona que no podía soportar un poco de silencio? Así que su casa estaba en silencio. A llorar al río. Así que había hecho que su esposa se sintiera tan miserable que lo había dejado en medio de la noche. Ya pasó. ¿Quién no tenía problemas?

Bubba se acercó a donde estaba sentado Hunter.

—¿Qué te gustaría esta noche?

—Whisky.

Bubba se volvió para servirle la bebida.

A pesar de lo que había dicho, Hunter siguió mirando hacia la pista de baile. Ahora estaba bailando con Mack. Joder, si Liam no era de fiar cuando se trataba de mujeres, Mack era aún peor.

—¿Cuánto tiempo llevan así?

—Alrededor de una hora. —La respuesta no vino de Bubba. Hunter giró sobre el taburete y vio que Cal estaba sentada a su lado. Era fácil confundir a Cal con un hombre: siempre andaba con un overol extragrande de hombre y llevaba camisas a cuadros debajo de él. También tenía el cabello corto, o al menos, por lo general, así era. Hunter se sorprendió al notar que lo llevaba un poco más largo; tenía una pequeña cola de caballo asomada por la parte posterior de la gorra de béisbol que siempre llevaba.

—Hola, Cal —saludó Hunter. La conocía desde la escuela primaria. Era callada, pero buena gente.

Bubba le trajo el trago a Hunter y al parecer había escuchado su pregunta de antes, porque miró hacia la pista de baile y sonrió.

—Han estado avivando el lugar desde hace casi una hora.

—¿Y cuántos tragos la han hecho beber? —gruñó Hunter.

—Oye. —Bubba apoyó las manos sobre la barra y entrecerró los ojos hacia Hunter—. No me faltes al respeto en mi propio bar. Sabes que no tolero esa mierda. La chica solo ha bebido lo que ella misma se ha ordenado. Y la está pasando muy bien. —Bubba volvió los ojos a la pista de Baile y sus mejillas rojizas brillaban mientras sonreía—. Ya no se encuentran chicas como esa aquí. Excepto por mi Dottie, claro, que en paz descanse. —Luego le echó un vistazo a Cal—. Sin ánimos de ofender, Cal.

Cal solo agitó su cerveza.

—No te preocupes.

Hunter sentía que se le agriaba el humor mientras miraba a Isobel. Tragó una bocanada saludable de whisky. Le ardió, pero lo bajó sin toser. Pronto sintió que el líquido le calentaba la garganta y el estómago. Se le relajaron los músculos. Inclinó la espalda hacia la pista de baile.

Tal vez venir no fue una mala idea después de todo. Simplemente ignoraría a Isobel y se tomaría un buen trago, hablaría tonterías con Bubba y…

Bubba tenía los ojos puestos en la pista de baile detrás de él y dejó escapar un silbido.

—Maldición, esa mujer está que arde. Si fuera joven, puedes apostar que estaría…

—Por el amor de Dios, no termines esa oración —imploró Cal.

La tentación era demasiado grande y Hunter miró por encima del hombro.

Ahora Isobel estaba atrapada entre Mack y Liam y sus manos… Joder, las tenían sobre ella. Mack estaba pecho a pecho con ella, con las rodillas metidas entre las de ella, y de nuevo le daba la espalda a Liam. Todos bailaban tan juntos que Hunter no tenía idea de cómo se las arreglaban para mantenerse erguidos. Estaba mirando a Mack a los ojos, con una amplia sonrisa en el rostro mientras hablaba animadamente.

Mack le devolvía la mirada como si quisiera devorarla. Este llevó la mirada hacia Liam detrás de ella y fue como si estuvieran teniendo el mismo pensamiento.

Hunter apretó los puños y estaba medio fuera de su taburete cuando alguien se paró frente a él. Estaba a punto de ordenarle que se quitara cuando se dio cuenta de que era Sandra, la recepcionista.

—Bueno, qué egoísta de su parte llevarse a dos de ellos —mencionó Sandra, mirando hacia la pista de baile.

—Es obsceno —respondió Hunter sin pensarlo realmente.

A Sandra se le iluminaron los ojos y Hunter deseó poder retractarse. La ola de chismes podía ser cruel en Hawthorne, como en cualquier pueblo pequeño. Otra razón más para que Isobel dejara de hacer un espectáculo.

—Así que, estaba pensando… —Sandra se inclinó hacia Hunter para tomar su trago de la barra. Hunter frunció el ceño e intentó acomodarse a su alrededor para poder vigilar a Isobel. Quién sabría qué tenían esos dos desgraciados bajo la manga. No le gustaba la forma en que la miraban.

»Deberíamos salir en algún momento.

Isobel se dio la vuelta para que su pecho estuviera junto al de Liam. Este tenía las manos tan bajas sobre la espalda de Isobel que prácticamente le estaba agarrando el…

—¿Hunter?

—¿Ah? —Miró a Sandra—. Lo siento, ¿dijiste algo?

Ella rio un poco y se acomodó un mechón de cabello rojo rizado y excesivamente procesado detrás de la oreja.

—Dije que deberíamos salir en algún momento. ¿Recuerdas lo mucho que nos solíamos divertir en la escuela secundaria?

—Oh. —Mierda. Hunter se enderezó sobre el taburete. Odiaba situaciones como esta.

Sandra y él salieron brevemente durante el tercer año de secundaria. Bueno, si podías llamar «salir» a una noche de sexo borracho luego de la fiesta en el campo de Matt Davies después de que ganaran el juego de la fiesta de bienvenida. La había llevado a comer varias veces después porque se había sentido como un completo idiota una vez que despertó sobrio a la mañana siguiente. ¿Quizás era algo más que la porrista insípida que reflejaba la superficie? No podías juzgar un libro por la portada, ¿verdad? Él ciertamente había esperado ser más que un atleta tonto toda su vida.

Tres citas y demasiadas horas para contar más tarde con un montón de chismes sobre una tonelada de mierda que no le importaba, decidió que, en algunos casos, la cubierta era una representación perfectamente precisa de lo que había dentro.

Y después de diez años, aparte de un teñido mal hecho y piel que anunciaba que era reacia a usar protector solar, Hunter no creía que Sandra hubiese cambiado mucho.

—Mira… —comenzó Hunter, alejándose de ella en su taburete—, realmente no estoy buscando salir con alguien justo…

—Lo de Janine ya pasó hace un año —dijo Sandra, inclinándose para que él pudiera echarle un vistazo a su escote, sin duda—. Tienes que volver al rodeo. —Dios, apenas podía respirar con todo el perfume que llevaba puesto—. Y estaré feliz de dejarte montar este caballo, vaquero.

A su lado, Cal se atragantó con la cerveza mientras trataba de aguantar la risa. Sandra la fulminó con la mirada.

«De todos modos, es demasiado tarde», quería decirle a Sandra. Otra mujer ya tuvo ese privilegio. Movió los ojos por encima del hombro de Sandra hacia donde había visto bailar por última vez a Isobel, atrapada entre Liam y Mack.

Solo para encontrar a Isobel mirándolo directamente. Los dos muchachos seguían a ambos lados de ella, pero ella había dejado de bailar. La sonrisa había desaparecido por completo de su rostro. Parecía sorprendida, de hecho. Posó los ojos en Hunter y luego en algo justo a su lado.

Hunter giró la cabeza para ver qué estaba mirando.

Y se estampó justo en los labios de Sandra. Ella se había interpuesto entre sus piernas y estaba allí, robándole un maldito beso. Sintió el breve sabor ceniciento a cigarrillos antes de retroceder, lanzándose hacia atrás para levantarse del taburete.

—Demonios, Sandra. —Se limpió la boca y le quedó una mancha del lápiz labial rojo anaranjado en la mano.

Pero ella seguía buscándolo, con los ojos bajos en lo que él suponía era su mirada seductora. Con todo ese maquillaje negro alrededor de los ojos y la blusa naranja sin mangas, parecía una prostituta de ojos muertos.

—Oh, vamos, Hunter. No tienes que hacer esa tontería del gato y el ratón conmigo. —Le puso un dedo pintado de color naranja en el centro del pecho. Le sonrió. Tenía labial en los dientes—. Llévame a casa y me aseguraré de que tengas un final muy feliz.

«Y una enfermedad venérea», pensó.

Sandra trató de acercarse nuevamente, pero él extendió una mano y negó con la cabeza firmemente.

—Lo siento, Sandra. Nunca va a pasar nada entre tú y yo.

De repente, le comenzó a temblar el labio inferior. Ah, mierda. ¿Iba a llorar? Nunca sabía qué hacer cuando las mujeres lloraban.

—Pero pensé que… —sollozó—. Cuando me contrataste en la clínica…

Sobre su hombro, Hunter vio a Isobel huir por el pasillo trasero en dirección a los baños. Sin embargo, no se detuvo en el de damas. No, pasó volando por los baños y abrió la puerta trasera, saliendo a la noche.

Hawthorne era una ciudad bastante tranquila, pero no estaban tan lejos de la interestatal. ¿En qué estaba pensando, saliendo sola de esa forma cuando estaba ebria?

—…que teníamos una conexión real. Me miraste de esa forma cuando estábamos programando la cirugía para el caniche del señor Bartlett. Sabía que me…

—Lo siento, si me disculpas. —Hunter interrumpió a Sandra a mitad de la oración y fue a perseguir a Isobel. ¿Qué demonios pasaba con sus supuestos acompañantes que la abandonaban justo cuando más los necesitaba? Iba a hablar con Xavier. Si el hombre no podía controlar a sus hombres para que actuaran de manera responsable cuando estaban en la ciudad, había que hacer algo.

Hunter empujó a la gente a un lado en la pista de baile cuando no se apartaron de su camino lo suficientemente rápido.

—Oye, Hunter, ¿por qué tanta prisa? —más de una persona le preguntó. Los ignoró a todos y simplemente siguió moviéndose, trotando finalmente cuando llegó al corredor del pasillo.

Cuando abrió la puerta trasera de golpe, miró por todos lados. Maldición, ¿a dónde había ido?

Pero finalmente escuchó los débiles sonidos de una mujer llorando.

Maldición, ese sonido era suficiente para destrozar a cualquier hombre, ¿pero viniendo de ella? ¿Qué había pasado? Si uno de esos imbéciles la había lastimado… Apretó los puños.

—¿Isobel? —Se apresuró hacia el sonido y la encontró agachada contra la pared detrás del basurero del bar, con las rodillas pegadas al pecho.

—¡Vete! —Le dio la espalda cuando lo vio.

—¿Qué pasa? ¿Te tocó uno de esos bastardos? Te juro que, si alguno de los dos te pone una mano encima, yo…

—¿Qué? —Sonaba confundida e incrédula. Se puso de pie, usando la pared como apoyo—. Dios, no. Mack y Liam son geniales.

Hunter dio un paso atrás.

—Entonces, ¿por qué…? —No siguió la oración mientras ella se limpiaba las mejillas.

—No fue nada. Dios, soy un idiota. —Había mantenido el rostro de lado todo el tiempo, pero de repente le dirigió la mirada—. ¿Y a ti qué te importa? ¿No se enojará tu cita porque la dejaste para perseguir a otra mujer? Eso solo lo hace un imbécil.

—¿Cita? —Hunter tenía la mente en blanco antes de finalmente caer en cuenta—. ¿Qué, te refieres a Sandra? —Se mofó—. No es mi cita. Se me acercó y…

—Oye, no me tienes que explicar nada. —Isobel levantó las manos—. No estoy tratando de obstaculizarte tu próxima aventura. Haz lo que tú quieras.

Dio unos pasos hacia la puerta del club como si fuera a regresar.

—Espera. —Hunter extendió una mano—. Detente.

Si ella pensaba que él estaba con Sandra y no pasó nada con Liam o Mack… ¿era por eso que estaba llorando? Pestañeó. ¿Estaba llorando por él?

—Sandra y yo no estamos juntos. —Sonaba estúpido, lo supo tan pronto como lo dijo, pero le pareció importante que lo entendiera.

Ella se encogió de hombros.

—Lo que sea. Como dije, no es de mi incumbencia.

—¿Y si sí lo fuera? —Se acercó más. Mierda. ¿Que estaba haciendo? No lo sabía, pero sintió que su mano estaba siendo atraída por un imán para acomodarle un mechón de cabello detrás de la oreja. A ella se le cortó la respiración al contacto.

Los ojos de Isobel rebuscaban en los suyos, de un lado a otro. Podía ver confusión. Y algo más. ¿Nostalgia?

Joder, era hermosa. Y más que eso. Era amable, paciente, compasiva. Era hermosa en todas las formas que contaba.

Así que parecía la cosa más natural del mundo cuando él le tomó la mandíbula y le atrajo el rostro hacia él.

Cuando sus labios tocaron los de ella, sintió que le hirvió la sangre.

Ella jadeó y se apartó.

—No has sido más que un imbécil conmigo desde aquella noche. —Lo fulminó con la mirada.

Mierda. ¿Por qué la había besado? Todo lo que lo hizo alejarse de ella en primer lugar seguía siendo cierto. Era una niña rica de la ciudad. Se iría al final del verano. Se parecía demasiado a Janine para su comodidad. Sin mencionar que tenía razón: la había estado tratando como un gran imbécil durante semanas.

Estaba a punto de disculparse y alejarse cuando ella de repente extendió las manos, las hundió en su cabello y tiró de él hacia abajo. Entonces comenzó a besarlo como si él fuera un festín y ella tuviera meses sin comer.

Todos los demás pensamientos salieron volando.

Solo importaba Isobel.

Real, cálida y viva en sus brazos. Tan viva. Sabía a fresa, lima y tequila. Y cuando ella le sacó la camisa de los vaqueros y le acarició el estómago desnudo, él juraba que estaba tan caliente que le estaba desgarrando la piel.

—Maldición, Isobel —gruñó, girándolos y sujetándola contra la pared de ladrillo del bar. Toda la sangre de su cuerpo se dirigió rápidamente hacia el sur ante sus caricias y besos frenéticos—. Quiero…

—Sí —susurró.

Maldita sea. Ni siquiera sabía cómo iba a terminar esa oración, pero ella le contestó segura, tomándolo de esa manera. Le llevó las manos a la cintura, tratando de desabrocharle el cinturón. Mierda. Le dolía el pene dentro de los vaqueros al sentir las manos. Pero joder. Estaba ebria. Ella no…

Se apartó de ella con toda su fuerza de voluntad.

—No puedo.

Negó con la cabeza. Ella lo miró con ojos lastimeros. Dios mío. Se apresuró a explicarle, acariciándole el rostro. Tenía la piel tan suave y no pudo evitar bajar la cabeza de nuevo para besar sus labios húmedos, de color rosa baya.

—Has estado bebiendo. No soy uno de esos tipos que se aprovechan de una mujer.

Fue a darle otro beso cuando ella se rio. Se echó hacia atrás, sobresaltado.

—Hunter, solo bebí una margarita. No estoy ebria.

Se detuvo.

—Pero estabas tan… —Hizo un gesto hacia el bar—, sonriente.

Llevó la mirada en la dirección que él indicó, con una expresión melancólica en el rostro.

—Supongo que así soy yo… cuando estoy feliz. —Se encogió de hombros.

Volvió la mirada a Hunter y él sintió como si lo hubiesen pateado en el estómago. Nunca la había visto feliz. Porque solo la hacía sentir miserable. Mierda.

Pero no quería pensar en nada de eso. No quería pensar. Punto y final.

La presionó contra la pared. Ella le abrió las piernas y le enganchó una de las piernas alrededor de la cintura. Era tan indecente. Si alguien venía y los veía…

Pero todo lo que Hunter podía pensar era en su sexo caliente y húmedo; la delgada tela de algodón de la ropa interior y la mezclilla de los vaqueros eran la única barrera para que él se enterrara en su interior otra vez.

¿Cuántas noches había pasado acostado en la cama atormentado por el recuerdo de ese dulce coñito suyo? Y allí estaba, ardiente y ansiosa, envuelta alrededor de él.

Extendió las manos a su hebilla nuevamente y su pene salió de sus pantalones. Joder, estaba tan erecto que su pene podría perforar un agujero a través de la pared de ladrillos.

En el momento en que sus pequeñas manos tocaron su miembro, casi acabó. Él bajó las manos y le acarició el jugoso trasero, dándole un fuerte apretón, antes de bajarle las bragas.

Introdujo el dedo medio dentro de ella.

—Joder —siseó.

El dulce coñito estaba empapado. Con el pulgar le buscó inmediatamente el clítoris. Ya estaba hinchado y lo acarició hacia adelante y hacia atrás antes de presionarlo con fuerza.

Isobel apretó la mano que agarraba su pene y se le escaparon pequeños jadeos agudos de la garganta.

—¿Esto es por mí? —preguntó, con la mandíbula tensa—. ¿O fue por ellos? —Le metió otro dedo, sin molestarse en ser cuidadoso.

Había dejado caer la cabeza, pero la levantó ante su pregunta, con los ojos llenos de rabia.

—Que te den —susurró ella. Al mismo tiempo, guió la mano con la que le sostenía el pene hacia los labios resbaladizos de su coño.

Maldición. Con un solo empujón estaría dentro de ella.

—«Que me des» creo que es lo que querías decir. —Alzó las caderas y bajó una mano, haciendo que soltara su miembro y frotándolo de arriba abajo por su vulva y clítoris.

Ella quedó boquiabierta y recostó la cabeza otra vez en la pared de ladrillo.

—Bien. Tú ganas. Que me des. Solo fóllame de una puta vez.

Con la mano que no tenía en el pene, la agarró por la barbilla y le bajó la cara para obligarla a mirarlo. Sus ojos brillaban con furia, fuego y lujuria descontrolada.

Él solo le introdujo la cabeza del pene dentro de ella.

—¿Esto es lo que quieres? ¿Quieres que entierre mi pene gigante dentro de ti? ¿Quieres que te folle duro y que te haga acabar hasta que no puedas ver bien?

Con cada palabra, se le aceleraba cada vez más el pecho y sus respiraciones eran cada vez más superficiales.

—Sí. Mierda. Sí.

Estaba a punto de darle exactamente lo que ella le rogaba cuando lo recordó. Maldición.

—¿Qué? —Obviamente había visto el cambio en su expresión.

Él le devolvió la mirada.

—No traje condones. No pensé que… —se interrumpió—. Estoy limpio, pero lo entenderé si no quieres…

—Maldición. —Cerró los ojos con fuerza. Cuando los abrió, los ojos azules le brillaban con deseo y arqueó la pelvis hacia él como si fuera un movimiento involuntario—. Estoy limpia hasta donde sé. Pero mi ex me estaba engañando, así que no puedo estar cien por ciento…

A la mierda.

—Es suficiente para mí.

Movió las caderas hacia adelante, metiendo el pene hasta el fondo dentro de ella con un rápido empujón.

Ah, joder, sí… Mierda. Tan ajustado. Más ajustado de lo que recordaba. Y ella le estaba apretando el pene. Tan exquisito. Tan jodidamente exquisito.

Le abrazó el cuello y se aferró de sus hombros, hundiéndole las uñas. Mientras tanto, hacía unos gemiditos agudos como si tener su pene dentro de ella fuese lo mejor que había sentido en todo el maldito mundo.

La agarró por debajo de los muslos, echó las caderas hacia atrás y luego volvió a empujar, moviéndola hacia arriba y contra la pared de ladrillo.

Lo abrazó con la otra pierna y la cerró detrás de su espalda. Le apretó el pene y estuvo a punto de desmayarse. Echó las caderas hacia atrás y luego volvió a embestir.

Entonces ella dejó escapar el gemido más obsceno que había oído, arqueando el pecho hacia él. Pero aparentemente eso no fue suficiente porque le quitó un brazo del cuello y comenzó a tirar de su propio pezón.

Por todos los infiernos. Su miembro se sacudió de ella. Como si ya no fuera la cosa más ardiente de toda su vida. Se giró y acarició el pezón hasta que se pudo ver el contorno claramente a través del material delgado del vestido. Primero uno y luego el otro.

Quería morderlos. No, olvida eso. Necesitaba tenerlos en su maldita boca. Le bajó el escote para poder llegar a su seno cubierto de encaje. Mierda. ¿Llevaba ese sujetador de encaje rojo tan sensual solo para atormentarlo?

Pero no. Ella no sabía que lo vería esta noche. Entonces, ¿para quién se había puesto el maldito sujetador? ¿Para uno de esos bastardos tontos que estaban adentro? Los mataría.

Tiró del encaje y mordió la suave piel de su gran seno.

Ella gritó y tiró de su cabello. Pero no lo estaba alejando; todo lo contrario. No, ella lo empujaba más fuerte contra su pecho. Asfixiándolo con sus hermosos senos. Por todos los infiernos.

Le succionó el pezón que tenía en la boca al mismo tiempo que movía las caderas hacia atrás y luego la embestía profundamente otra vez.

Su jadeo de sorpresa fue jodidamente indecente. El estacionamiento estaba a la vuelta de la esquina del edificio. Si alguien la oía, sabría exactamente lo que estaban haciendo.

La idea hizo que Hunter se pusiera aún más duro, lo que lo sorprendió. No sabía que tenía tendencias exhibicionistas. Quizás no era así. Quizás era solo por Isobel. ¿Escuchar esos sonidos tan sensuales que salían de su garganta y saber que él era la causa? Era tan ardiente que no podía soportarlo.

Aun así, era un pueblo pequeño. La reputación era bastante importante. No quería ser el bastardo que arruinaba a alguien, así que le tapó la boca con una de las manos.

Se le abrieron los ojos como platos y apretó su pene. Mierda. ¿No le había gustado eso? No trataba de…

Intentó quitarle la mano, pero ella negó con la cabeza, agarrándole la muñeca para mantenerla en su lugar.

¿La idea de estar amordazada la excitaba? Eso sí que era ardiente. Flexionó la mano sobre su boca. Los testículos la golpeaban con fuerza; la estaba follando tan duro y rápido. Y luego todo pensamiento salió volando por la ventana, aparte de lo básico.

Maldición.

Se sentía tan delicioso.

Su pene tan profundamente dentro de ella.

Follándola tan profundamente.

Tan.

Jodidamente.

Profundo.

No, no lo suficientemente profundo. Tocó fondo, las bolas le golpeaban el trasero, pero siguió introduciéndose más y más dentro de ella. Ella meneaba las caderas inquietamente, moviéndose como si necesitara sentir cada centímetro de su pene.

Y la forma en que lo apretaba. Lo apretaba. Lo soltaba. Luego lo apretaba otra vez y lo volvía a soltar. Por todos los…

De repente, ella apartó la mano que él tenía puesta sobre su boca. Él intentó retirarla, pero ella negó con la cabeza y le chupó el dedo índice.

Lo chupó tan fuerte. Movía la cabeza hacia adelante y atrás con su dedo al igual que lo haría con su pene.

Mierda.

Justo cuando pensaba que no podía ponerse más ardiente, ella va y hace algo así.

Pero no estaría preparado para lo que vendría.

Porque un segundo después, le soltó el dedo con un chasquido de los labios. Luego se inclinó y susurró, con una lujuriosa desesperación en su voz:

—Méteme el dedo en el culo. Por favor, Hunter. Métemelo en el culo.

Joderrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr.

Iba a explotar. Mierda. Su culo. Un dedo en su culo. Su pene en su culo. Follaría su culo después. Le agarraría las nalgas, la inclinaría y luego embestiría…

No. Joder. Aguántalo, aguántalo.

Había un promedio de trescientos diecinueve huesos en el cuerpo de un perro. Las placas epifisarias eran las áreas blandas de los huesos del cachorro que…

Joder, era inútil.

Su miembro se movió y se le puso más duro que nunca en su puta vida. Luego apretó a Isobel contra la pared y la besó hasta dejarla sin aliento. Pero todo en lo que podía pensar era en su culito estrecho y prohibido.

Con un brazo debajo del muslo, apoyó su peso contra la pared. Y luego bajó el otro. Toqueteó a lo largo de la parte inferior de su entrada donde tenía enterrada el pene.

Ella se la apretó. Con anticipación.

Joder, sí que lo quería.

—Dime otra vez —gruñó—. Dime que quieres.

Ella emitió un gemido inquietante.

—Méteme el dedo en el culo. Te quiero en todas partes.

Toqueteó los alrededores del agujero trasero con el dedo índice. Sintió un escalofrío en la espalda y tuvo que dejar de moverse para no explotar antes de tiempo. Quería deleitarse con esto.

Ella tembló cuando le tocó alrededor del culo con la punta del dedo.

—¿Esto? —le siseó en el oído—. ¿Esto es lo que quieres?

—Sí. —Se estremeció y comenzó a frotarse contra su pene nuevamente.

Continuó toqueteando alrededor del borde. Joder. Si antes había pensado que era sensual… Llevó el pecho hacia atrás, aún sujetándola contra la pared con la pelvis. Pero quería verle el rostro mientras le metía el dedo en el culo.

—Ruega.

Le brillaron los ojos con una rebelión momentánea. Pero luego se mordió el labio y miró hacia el cielo. Luego volvió a fijar la mirada en la de él. No miró hacia otro lado, pero mantuvo los ojos fijos en él. Se agarró los dos senos y se tiró de los pezones. Se arqueó y lo miró con los ojos entrecerrados.

—Quiero acabar con tu dedo metido en mi culo y tu pene en mi coño. Lo necesito ahora. Dámelo, Hunter. Te lo ruego, maldición.

Pues joder. De nuevo estaba a punto de reventar. Apretó los dientes para contenerlo mientras lentamente le metía el dedo índice en el culo. Ella le apretó tanto el dedo como el pene como si fuera una aspiradora. Habría sido mejor si tuviera un poco de lubricante para esto, pero los gemiditos de Isobel le dejaron saber que se sentía bien con todo lo que le estaba haciendo.

Sacó el dedo y lo volvió a introducir, repitiéndolo un par de veces. Fue solo cuando le añadió un segundo dedo al primero que Isobel abrió los ojos y realmente comenzó a follarla de nuevo.

—Mírame, Isobel —exigió—. Tu clímax me pertenece.

Ella obedeció y vio una miríada de emociones en su rostro. Al igual que la primera vez que hicieron el…, sacudió la cabeza, que tuvieron sexo, sintió que le estaba viendo el alma, como si en esos momentos ella fuera incapaz de ocultarle un solo sentimiento.

Vio su incomodidad cuando agregó un tercer dedo y vio el momento en que decidió aceptarlo y proseguir. Vio cómo se dejó dominar por el placer y cómo sus jadeos se hacían cada vez más cortos a medida que se acercaba al clímax.

Y él también estaba cerca con ella cuando abrió los ojos de sorpresa al sentirlo. Le apretujó la camisa y se apretó toda ella. Su culo. Su coño. Sus dedos.

Lo estaba succionando.

Retrocedió y luego volvió a embestirla. Una vez. Dos veces. Apretó los dientes. Cada músculo se le tensó cuando el semen le salió disparado del pene, aterrizando muy dentro de ella.

Marcándola.

Porque era suya.

Solamente suya.

Suya.

Era todo lo que podía pensar, una y otra vez, mientras ambos intentaban recuperar el aliento al final.

—¿Izzy? ¿Estás aquí?

Mierda. ¿Ahora era que uno de esos hijos de puta la buscaba? Isobel abrió los ojos como platos y comenzó a empujar a Hunter por los hombros. Todavía la tenía empalada contra la pared.

Él se retiró y la colocó de pie tan gentilmente como pudo. Cuando trató de ayudarla a acomodarse el vestido, ella le quitó las manos.

Él reculó. ¿Qué demonios?

—¿Izzy? —llamó de nuevo la voz masculina—. Es Reece.

—Estoy bien, Reece —respondió Isobel, pateando su ropa interior por debajo del basurero y pasándose los dedos por el cabello revuelto—. Solo dame un segundo.

Aparentemente, Reece no tuvo segundos que dar porque cruzó frente al basurero justo a tiempo para ver a Hunter subiéndose el cierre y acomodándose la hebilla.

Reece abrió los ojos con sorpresa y giró la cabeza hacia Isobel. A ella se le puso el rostro inmediatamente rojo.

—Te hemos estado buscando por todas partes. Nos tenías preocupados.

Ella se mordió el labio.

—Estoy bien. Solo necesitaba algo de aire.

—¿Este imbécil te hizo daño? —Volvió la mirada a Hunter.

—Oye. —Hunter dio un paso adelante, pero Isobel lo interrumpió.

—Dije que estoy bien. —Se dirigió hacia Reece sin voltear a ver a Hunter—. ¿Están listos para irse?

¿Pero qué demonios? A Hunter se le tensó la mandíbula.

—Isobel. —Era una orden para que se detuviera tanto como una demanda de su atención. Se le tensó la espalda, pero no se dio la vuelta.

—Vamos, Reece.

—Isobel. —Hunter dio otro paso hacia ella, pero Reece se interpuso en su camino.

—Será mejor que retrocedas, amigo.

Hunter apretó la mandíbula y le gruñó al otro hombre. No pudo hacer nada más que quedarse ahí y mirar cómo, detrás de Reece, Isobel corrió hacia la puerta trasera del bar, la abrió y desapareció en el interior.

—Joder —gritó Hunter, girando y golpeando la pared de ladrillo con la palma.

—Más te vale que no la hayas lastimado. Si le tocas tan solo uno de sus cabellos, te juro que te haremos arrepentirte del día en que naciste.

Hunter se volvió hacia el otro hombre. Había cenado con los hombres de Xavier varias veces en la granja. Todo lo que recordaba de Reece era que parecía un tipo simpático. No le importaba nada ahora. No iba a tolerar que nadie insinuara que era el tipo de hombre que lastimaba a las mujeres.

Si bien el hecho de que Isobel lo dejara con la misma frialdad que Janine después del sexo lo hacía tener sentimientos peligrosos, jamás se desquitaría con una mujer.

Pero con Reece… Sería una pelea justa.

—Será mejor que te alejes. —La voz de Hunter era un gruñido—. Sin decir más.

Reece lo fulminaba con la mirada.

—Isobel es la hermana que Jeremiah y yo nunca tuvimos. Y nada en el mundo es más importante para nosotros que la familia. Tenlo en cuenta.

Con eso, se dio la vuelta y regresó al bar.

Tan pronto como la puerta se cerró detrás de él, Hunter se sacó el teléfono del bolsillo. Después de unos toques, tenía el teléfono contra la oreja.

Sintió que le golpeaban en el estómago otra vez cuando escuchó su voz.

«Habla Janine. No estoy disponible ahora…»

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