Hunter

Hunter


Capítulo 15

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Capítulo 15

ISOBEL

—¿Esta cosa no puede ir más rápido? —Isobel se inclinó para revisar el velocímetro—. ¿Setenta y dos kilómetros por hora? ¿En serio? —Volvió la mirada hacia la estrecha ventana trasera para ver el remolque que transportaban.

«Por favor, que Beauty esté bien».

Hunter no le dirigió la mirada, pero vio que tensó la mandíbula.

—No te pases.

Había estado malhumorado desde que se negó a quedarse en la granja mientras él se iba con Beauty en el remolque.

Negó con la cabeza. ¿Qué demonios había estado pensando? Apenas había estado dispuesto a hacer la cirugía en primer lugar. Por supuesto que no iba a dejarlo ir solo con su caballo.

Se mordió el labio. Vale, eso no era justo. Ella confiaba en las habilidades de Hunter cuando se trataba del ejercicio veterinario. Pero igual.

Había tenido que amenazarlo con conducir detrás de él en su propio auto antes de que él cediera, con la mandíbula apretada. Habían perdido cuarenta y cinco minutos nada más en la granja mientras los muchachos sacaban el remolque, lo conectaban a la camioneta de Hunter y metían a la estresada Beauty en él.

Sin embargo, si Isobel era honesta consigo misma, sabía que no estaba enojada con él. ¿Cómo no notó temprano que Beauty estaba enferma? Y luego no lo llamó ni bien cuando finalmente se dio cuenta de que había un problema. Y Dios, si le hubiera revisado las encías a Beauty de inmediato…

Le comenzaron a arder los ojos y parpadeó rápidamente. No iba a llorar. Beauty iba a estar bien. Iba a tener la vida que se merecía. Una vida llena de largas tardes pastando en los campos bajo el amplio cielo azul de Wyoming.

Isobel miró el implacable aguacero por el parabrisas. Los limpiaparabrisas de la camioneta estaban en la configuración más alta y la lluvia aún cubría el cristal. No había muchos autos en la pequeña autopista rural; incluso habían visto a una pareja salir de la carretera, como si fueran a esperar que la lluvia disminuyera antes de continuar.

Si tan solo hoy fuera uno de esos días ideales de Wyoming. Por el amor de Dios, casi todos los días que había estado allí habían estado despejados. Y justo el día que Beauty se enfermó y necesitaban llegar a un lugar rápido…

Tres pitidos bajos sonaron por la radio. Hunter giró la perilla hacia arriba; la había dejado en la estación de música country de siempre, pero el volumen había estado tan bajo que apenas se escuchaba la música. Sin embargo, la voz del locutor robótico se escuchó fuerte y clara.

«El servicio meteorológico nacional emitió una advertencia de tornado para los condados de Natrona y Carbon desde las siete hasta las ocho y quince de la noche. Se detectó una tormenta eléctrica severa capaz de producir un tornado a dieciséis kilómetros al sur de Bessemer Bend a cinco minutos para las siete, moviéndose hacia el sureste a cincuenta y seis kilómetros por hora. El radar indicaba rotación».

—Mierda —musitó Hunter, girando la perilla para que la radio sonara más fuerte.

«Impacto: los escombros voladores serán peligrosos para las personas que queden atrapadas en el tornado sin refugio. Las casas rodantes sufrirán daños o quedarán destruidas. Se producirán daños en techos, ventanas y vehículos. Los daños de árboles…».

—¿No es eso un poco dramático? —Isobel se burló—. Siempre dicen eso cada vez que hay una tormenta fuerte.

—Silencio. —Hunter la hizo callar bruscamente, girando la perilla aún más.

«Refúgiese ahora. Resguárdese en un sótano o habitación interior en el piso más bajo de un edificio resistente. Evite las ventanas. Si está al aire libre, en una casa rodante o en un vehículo, trasládese al refugio sustancial más cercano y protéjase de los escombros voladores.

«Repetimos, se emitió una advertencia de tornado hasta las ocho y quince de la noche para los siguientes condados: Natron…».

Hunter giró la perilla hacia abajo y se inclinó para mirar por el parabrisas delantero, encendió las luces intermitentes y disminuyó la velocidad.

—Hunter —Isobel puso los ojos en blanco—. No hagas un alboroto por…

—No me gusta cómo se ve el cielo.

Hunter salió de la carretera e Isobel se giró para mirarlo boquiabierta.

—¿Qué estás haciendo? Tenemos que llevar a Beauty al hospital. Cada minuto cuenta.

—No a expensas de tu seguridad —ladró Hunter, con todo el cuerpo tenso mientras los ojos se enfocaban en el camino adelante—. ¿No escuchaste? Esa tormenta estará sobre nosotros en cualquier momento. Con condiciones de tornado.

Isobel apretó los dientes.

—Tienen que decir eso para protegerse el trasero. —¿Realmente iba a arriesgar la vida de Beauty por un estúpido y paranoico…?

Hunter desaceleró la camioneta y la estacionó. En el medio de la nada. Justo allí, en el camino. Isobel miró a su alrededor. Estaban al lado de un gran lago. No, era una represa.

La cual podía ver con bastante facilidad porque la lluvia finalmente había cesado.

—Mira, ya ni siquiera está lloviendo. —Señaló el parabrisas con la mano—. ¿Podemos por favor volver a la carretera?

Se volvió para mirar el remolque. Podía distinguir la punta de la cabeza de Beauty. Todavía estaba de pie. Gracias a Dios, todavía había tiempo para salvarla.

—Sal del auto. —Hunter sonaba tenso.

Isobel volvió la cabeza para mirarlo.

—¿Qué…?

—Isobel, sal del auto. ¡Ya!

Él abrió la puerta y corrió por la parte delantera de la camioneta. ¿Qué demonios estaba…?

Pero entonces lo vio.

Santo…

A la derecha, a lo lejos y frente a la represa, una nube con forma de embudo estaba tocando tierra.

Al segundo siguiente, Hunter estaba tirando de la puerta del pasajero. Pero estaba trabada. Mierda. Mierda. Buscó el botón para destrabarla, sin quitar los ojos del tornado. Hunter le gritó y golpeó la puerta.

Finalmente logró destrabarla y Hunter la sacó del asiento. Apenas pudo ponerse de pie, pero no tuvo tiempo de orientarse antes de que Hunter la arrastrara hacia adelante. Se tropezó detrás de él.

Era un tornado. Un tornado real, verdadero y auténtico. Como los de las películas. Mierda. Mierda. Mierda. Mierda.

Hunter la arrastró hacia un empinado terraplén de hierba cuando de repente lo recordó. Beauty. Ella apartó su mano de la de Hunter.

—¡Beauty! —El viento había comenzado a azotarlos con tanta fuerza que tenía que gritar para que la escuchara—. Tenemos que buscar a Beauty.

—No hay tiempo —le gritó—. ¡Y si vuelves a detenerte, te cargaré en brazos!

Luego la agarró de la muñeca y la jaló para obligarla a seguirlo. La lluvia había comenzado de nuevo y no solo era la lluvia sino pequeñas piedras de granizo. Usó el brazo que Hunter no le sostenía para protegerse.

Cuando volvió a mirar hacia el tornado, sintió que se le detuvo el corazón. Dios mío. Se dirigía directamente hacia ellos. Y se veía más grande ahora. En la base tenía una nube marrón oscura. Arrancaba y alzaba escombros a medida que avanzaba.

Iban a morir.

—¡Ten cuidado! —gritó Hunter cuando llegaron al empinado terraplén.

Isobel trató de concentrarse. No, no iban a morir. Ella tenía a Hunter. Él creció aquí. Creía que sabía a dónde estaba tratando de llevarlos. En la parte inferior del terraplén estaba la base de la represa, donde había varios conductos de hormigón. El lugar más firme para protegerse, aunque todavía estaba abierto por un lado a la tormenta.

Hunter la agarró por la cintura mientras bajaba de lado por la empinada área cubierta de hierba. Pero tenían prisa y la hierba estaba resbaladiza por la lluvia. Se le resbaló el pie una vez y él la atrapó, apretándola más fuerte contra él.

Estaban casi a mitad de camino cuando…

—¡Oh! —Isobel volvió a resbalar y no pudo poner los pies otra vez sobre tierra. Entonces, el mundo se le puso de cabeza: ¡Auch! Dios. ¡Ay! Rodó, se deslizó y luego rodó un poco más hasta que aterrizó en el hormigón al pie de la colina. El impactó le sacó todo el aire de los pulmones.

Comenzó a jadear, sintiéndose aturdida y mirando a su alrededor. ¿Dónde estaba Hunter? ¿Estaba bien? El tornado. Por Dios, el tornado.

—¡Isobel!

Lo siguiente que supo fue que alguien levantaba su cuerpo. Que la acunaban contra un pecho cálido.

—¡Isobel, háblame!

Trató de decir su nombre, pero seguía sin aliento. El granizo le golpeaba las piernas con picotazos dolorosos, aunque Hunter protegía la mayor parte de su torso. No podía ver la tormenta, no podía ver nada más que su pecho. Su cuerpo se sacudía con cada paso, y con lo rápido que se movía, sabía que el peligro aún estaba cerca.

Unos momentos después, Hunter la dejó en el suelo. Sintió el hormigón duro contra la espalda y debajo de ella. Habían llegado al conducto.

Inhaló profundamente y finalmente logró respirar.

—Hunter —jadeó. El viento era tan fuerte que dudaba que él pudiera oírla.

Sin embargo, debió haber visto que movió los labios, porque vio el alivio en su rostro justo antes de que abrazarla. Aunque estaba tan empapado de lluvia como ella, todavía irradiaba calor. La hizo sentir segura. Pero ella sabía que era un consuelo momentáneo.

—¿Tornado? —Logró preguntar, inhalando cada vez más aire. También se sentía menos desorientada y podía distinguir la enorme caja de hormigón creada por la estructura de la represa. Hubiera sido perfecto, excepto por el hecho de que el tornado se dirigía hacia ellos desde el lado expuesto.

Hunter la empujó hacia la esquina e intentaba cubrirle el cuerpo con el suyo, pero ella movió el cuello para mirar por encima de su hombro. Volvió a quedarse sin el aire que apenas había logrado inhalar.

—Dios mío —susurró, encogiéndose en la esquina, pero ni siquiera podía escuchar su propia voz por encima de la tormenta. Rugía como una locomotora que pasaba a toda velocidad. Estaba casi encima de ellos y había cobrado impulso de modo que, en lugar de un pequeño y delgado embudo, era un cono ancho que arrancaba pedazos de tierra a medida que avanzaba.

—¡Hunter! —Lo abrazó por la cintura y trató de atraerlo con toda su fuerza hacia la esquina con ella.

El rugido se hizo aún más fuerte y los escombros comenzaron a chocar contra el muro de hormigón de la represa. Isobel gritaba mientras los trozos de madera y ramas de árboles se estrellaban a su alrededor. Hunter encorvó su cuerpo sobre el de ella, ambos tan acurrucados en la esquina como les fuese posible.

Iban a morir.

Iban a morir.

Y todo era su culpa.

Si no hubiera obligado a Hunter a venir. Él sabía que era una mala idea. Ella no se había tomado la tormenta en serio, pero sus instintos estaban en lo correcto.

Y ahora estaban aquí.

Al pensar en todos los momentos miserables de su vida en los que había creído que no valía la pena continuar, maldita sea, solo quería regresar y golpearse.

Porque quería vivir.

Lo deseaba tanto.

Había mucho por lo que vivir.

«Por favor, Dios. Por favor. Quiero vivir».

El viento aullaba. Los escombros continuaron chocando contra las paredes. Se amontonaban a su alrededor. Se sentía como si el mundo estuviera llegando a su fin.

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