Hoy
CCLXXXVII
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CCLXXXVII
Desátense las furias del jodido para que el cielo cambie de color y crezcan las magnolias que nadie pudo imaginar. Que se vengan abajo los patrones de la angustia mundial, la luz de sangre que mancha las piruetas del comer. Todos los días, todos los platos, toda la amarga servidumbre obediente a los fantasmas de estar como no estarse. ¿Dónde pasaba la carroza de la humilde hermosura? Vengan con sus rajones, sus partículas, sus giros en sí mismos, su no dormir acariciando astros que no existen. O cállense ya muertos, lejos de la piedad que no merecen.