Hoy
LXXXIX
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LXXXIX
Un árbol de la ciudad cantó en mi infancia. Sus brotes jóvenes pensaron lo que no sé pensar. Entre la mesa y la mirada nace el tiempo del frío, de la bondad, del miedo, huellas, marcas, cupo el espanto alguna vez. Alguien enjuga lágrimas que le crecieron en la mano. La tarde recluta restos del mercado, círculos sin denominación, exteriores de los viejos combates, la vihuela borrosa del propósito para que noche sea y su animal espléndido.
A Joaquín Sabina