Hoy

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CXXXV

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CXXXV

Enmudecía la tristeza cuando pasaba él y los sastres de la mezquindad huían. Entró en lo que nadie entra. Supo y vistió sin miedo harapos del amor, calles nocturnas en que celebración rima con soledad y cuerpo rebelde a servidumbres contagiosas. En los despojos de la gracia puso su sí que arde en tiempos verdaderos. Castigó la despasión humana y cultivó los labios del jilguero. Brindó con Dios para que reconozca vacíos en la lengua/enigmas en los hilos donde la poesía se acuesta. En su fulgor deja encuentros posibles, incertidumbres de la libertad, compasiones de la imaginación.

A Mario TrejoIn memoriaaam

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