Hope

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Tercer acto » Capítulo 60. Sin príncipes azules

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CAPÍTULO 60
Sin príncipes azules

Resultó que el Chico Azul no era ningún príncipe. No sé por qué me sorprendí. Siempre he sido un romántico y he de reconocer que el beso acabó por desarmarme. Creí. Pero no había nada en lo que creer. Solo eran un chico y una chica besándose, expresando lo que sentían sin necesidad de palabras.

Habría sido bonito, ¿verdad? Me habría encantado contarte cómo un beso lo cura todo, cómo borra todos los males y hace del mundo un lugar mejor. Pero no habría sido real. Los besos están sobrevalorados. No tienen ningún poder, donde reside la fuerza de los besos es en el sentimiento que los crea. Los besos son solo una consecuencia, un puerto al que llegas después de un largo viaje.

Dado que el Chico Azul no era príncipe, ni esta historia un cuento, el beso terminó y no ocurrió nada extraordinario.

Lo extraordinario vino después.

Concretamente al día siguiente. Hope había estado soñando tanto que temía olvidarse de la gravedad y echar a volar en cualquier momento. No pongas esa cara, podría haber ocurrido. He aquí una de mis preguntas favoritas: ¿qué pasaría si a un niño nadie le explicara lo que es el miedo? Probablemente saldría a buscarlo y acabaría casándose con una princesa, librando mil batallas en las que siempre saldría vencedor. La ausencia de miedo te vuelve invencible, o eso dicen. También cuentan que puede matarte, pero de eso mejor no hablar. Los cuentos han de terminar bien, al menos los que a mí me gustan.

La cuestión es que cuando regresamos a Collodi, Hope estaba tan extasiada que casi raptó a Raven de su sitio y la llevó al lugar donde solíamos contar nuestras historias.

—¿Quieres ser una historia? —le preguntó.

Raven enarcó las cejas y a punto estuvo de decir algo cuando Hope divisó a Diggs a lo lejos, dirigiéndose al pedazo de acera donde solía hacer sus trucos de magia, y comenzó a llamarlo.

El mago se detuvo en seco. Miró a Hope y a Raven con el ceño fruncido y vino hasta donde estábamos movido por la curiosidad.

—¿Qué pasa? —quiso saber.

—Se ha vuelto loca —contestó Raven.

—¿Quieres hacer magia de verdad? —le preguntó Hope a Diggs, sin un ápice de duda.

Unos minutos después, cuando llegó el Chico Azul y se los encontró a todos hablando a la vez, se dio media vuelta con intención de escapar.

—¡Ni se te ocurra moverte! —le gritó Hope.

—¿Qué le has dado, tío? —Diggs no pudo evitar reírse—. Se ha vuelto loca del todo.

—Si te quedas sin manos, podrías seguir haciendo trucos con los pies. Eso sí que sería sorprendente —le contestó el Chico Azul, desafiante.

—¿Con los pies? —preguntó Hope, que no se había enterado de nada—. Vamos a contar una historia. He estado toda la noche pensando en ello. —Entonces el Chico Azul tosió para no reír, pero ella le ignoró—. Quiero hacerlo.

—¿Todos a la vez? —La curiosidad en el rostro de Raven era notable.

—Yo me voy —informó Diggs. El Chico Azul lo agarró de la camiseta para traerlo de vuelta y le pasó un brazo por encima de los hombros. Podrían haber pasado por grandes amigos de no ser por sus caras.

—Dispara, Dilly.

—Wave y yo contamos nuestra historia, Raven la representa, Diggs hace los efectos especiales y tú tocas la melodía.

—¿Y cómo voy a hacer eso? Necesito prepararme los trucos.

—¿Tú no eras el que decía que había que vivir improvisando? ¿O es que no eres lo suficientemente bueno? —lo picó Raven.

El Chico Azul desenfundó su guitarra y se puso junto a la farola, su lugar favorito. Raven le siguió por pura cabezonería, colocándose a nuestra derecha y dejando el lado izquierdo para Diggs, que seguía murmurando lo mal que iba a salir todo.

Hope sonrió al verlos a todos en sus posiciones, a la espera de que ella los guiara en su disparatada idea.

Piénsalo un momento. A los oídos de Hope solo llegaban las palabras del Chico Azul, retazos de información incompleta. Era la menos indicada para dirigir a nadie, pero quizá por eso todos prestaron más atención y siguieron sus palabras al pie de la letra.

Empezó a contar una historia que yo ya conocía, la historia sobre la estatua de Folktale. Y en esta ocasión pareció real, como si estuviera sucediendo en aquel mismo instante. Raven se convirtió en una estatua que poco a poco iba cobrando vida bajo los pétalos blancos que el mago hizo aparecer, al compás de la alegre melodía que tocaba el Chico Azul. Melodía que se tornó triste en cuanto Raven se tapó los ojos e intentó palpar el aire, mientras el humo que Diggs creaba iba envolviéndonos a todos los allí presentes.

Pude sentir un cosquilleo de emoción en cada una de mis articulaciones. No solo estaban contando una historia; también le insuflaban vida. No tardé en darme cuenta de que no era un cosquilleo eso que sentía sino las manos de Hope que temblaban mientras sujetaba mis hilos. Ella también estaba emocionada.

Lo que aquella historia nos hizo sentir no había beso ni príncipe azul que pudiera superarlo.

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