Hope

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Segundo acto » Capítulo 26. Marianne

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La joven resultó ser todo un descubrimiento. Se llamaba Marianne y lo había abandonado todo para perseguir su sueño. Se podría decir que ya estaba a mitad de camino; era actriz en una compañía ambulante y soñaba con brillar, con que su nombre estuviera por todas partes.

«Quiero ser inmortal», le había confesado a Hope. Quise decirle que ya lo era, que yo no la olvidaría, pero no habría valido la pena. Primero porque no me habría escuchado y segundo porque estaba seguro de que para Marianne no hubiese sido suficiente que una vieja marioneta la recordara.

—¿Y qué piensas hacer? —le preguntó Marianne a Hope una mañana en la que esta barría el escenario de Serendipity.

—Terminar de barrer.

—Con tu vida, Hope. ¿Qué piensas hacer con tu vida?

—Nada.

—¿Nada? —Marianne se acercó al escenario y tomó asiento en primera fila.

Hope detuvo la escoba, apoyando las manos sobre ella mientras estudiaba la expresión de Marianne con detenimiento.

—¿Vivirla? —añadió Hope.

—¿Y ya está?

—¿Qué más quieres que haga? —quiso saber, elevando los hombros en un gesto casi imperceptible.

—Desafiarla.

—¿A la vida?

—A todo. Puedes vivir o puedes limitarte a sobrevivir.

—¿Y si solo quiero sobrevivir?

—El problema de sobrevivir es que no tiene el más mínimo sentido. ¿Sirve de algo pasarte cincuenta años en una tabla de madera flotando sobre el mar? Solo te sirve para que los demás vean que estás viva y quizá para que tú misma te lo creas, pero no para estarlo. La gente se pasa la vida temiendo a la muerte, lo que no entienden es que hay cosas peores.

—¿Cómo qué?

—Como limitarse a estar vivo.

El rostro de Hope se endureció.

—Las cosas no siempre son fáciles.

—Si lo fueran no tendrían sentido.

De los labios de Hope salió una risa que me supo amarga.

—¿Y qué propones?

—Podrías venirte conmigo.

—¿Adónde?

—Con mi compañía. —Marianne se levantó. Su sonrisa era transparente, como su rostro. Me recordó a Hope cuando era niña y no había terminado de comprender lo dura que era la vida, así como todo lo que aún le quedaba por luchar—. Viajaremos por todo el mundo y encontrarás más gente a la que escuchar.

Hope meneó la cabeza en señal de negación. Sus labios se curvaron en una sonrisa triste.

—Serendipity es mi hogar.

—No es cierto. Serendipity es tu escondite, pero ya no tienes edad para juegos. —Marianne le dio dos toques a su reloj de muñeca—. Tictac. La vida está pasando y tú te la estás perdiendo.

Hope apartó la mirada. Siguió barriendo y no volvió a decir una palabra más hasta que Marianne se marchó. Solo entonces dejó la escoba a un lado para sentarse al borde del escenario.

—No tiene ni idea —me dijo con una sonrisa que me pareció una lágrima—. Dice que estoy dejando pasar la vida, pero no es verdad. La estoy persiguiendo. Llevo persiguiéndola todo este tiempo, solo que es más rápida que yo y si no paro de vez en cuando me ahogo. Por eso he dejado tantas cosas atrás. Antes creía que si cerrabas los ojos todo se detenía, pero la vida sigue ahí cuando los abres, sigue aunque tú no quieras seguir con ella. —Fijó la vista en las sombras de la sala—. Aquí todo parece en pausa, ¿verdad? Tal vez por eso piensa que me escondo. Aunque Serendipity haya cerrado los ojos, yo siempre los tengo abiertos. No dejo pasar la vida, solo la vivo como puedo al ritmo que puedo. ¿Lo entiendes, Wave?

—¿Que si lo entiendo? Voy atado a tu cintura, Hope —le recordé—. Si corres, yo corro. Si paras, yo paro. Y si te ahogas, yo me ahogo contigo.

—Tengo miedo de que Marianne quiera ir más rápido que la vida.

—Yo tengo miedo de que algún día la vida se te escape —le susurré.

Nos quedamos un rato en el escenario, cada uno perdido en sus propios pensamientos. Supongo que todos estábamos muertos de miedo y rebosantes de vida.

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