Honor

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Capítulo 5

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—Me quedo si usted me quiere. Dos hombres, Young y Johnson, prefieren el traslado. Están con los papeles. Siento haberla jodido. Si no confía en mí...

Cam lo detuvo levantando la mano.

—Necesito un buen coordinador, Mac. Tenemos un sujeto que no coopera y eso no va a cambiar. Habrá que reajustar el personal, la localización de los vehículos e incluso las rutas automovilísticas de forma instantánea. Debo estar con ella de manera efectiva y consistente hasta que le entre en la cabeza que nonos vamos a apartar de su lado.

Vio la mirada de incredulidad que él trató de ocultar rápidamente. Cam se rió y, por primera vez desde que había salido del gimnasio, cedió la presión que llevaba sobre los hombros.

—Sí, lo sé. Estoy soñando. Usted será el hombre del despacho casi todo el tiempo que estemos parados y el centro de comunicación cuando nos movamos. ¿Sí o no?

Le dedicó una brillante sonrisa.

—Sí.

—Bien. Entonces, encuéntreme sustitutos para los dos que se marchan. Ni siquiera voy a ver los expedientes hasta que usted los supervise. Y Mac, ambos sabemos cuál ha sido el problema. —Su mirada era firme y, durante un segundo, en sus ojos centelleó la furia—. Si hay el menor indicio de homofobia en el expediente de alguien, no lo quiero en esta misión. La sexualidad de Blair Powell no es cosa nuestra y no debe afectar la forma en que hagamos el trabajo. Quiero que quede claro.

—Sí, señora. Lo entiendo. —Sintió una punzada de satisfacción en su interior. «Por fin alguien que se enfrenta a las cosas y dice lo que hay que decir.»

—Bien. Nos reuniremos para preparar el viaje a Washington a las siete de la mañana.

En cuanto su más inmediato colaborador cerró la puerta, Cam se reclinó en la silla y cerró los ojos. Había encarado los problemas con su equipo y ya era hora de enfrentarse a su propio dilema. Blair Powell la había conquistado. «Dios mío, en tres días.»

No quería pensar en su respuesta a la descarada insinuación sexual de Blair en el gimnasio, pero debía hacerlo. No podía permitirse distracciones y era innegable el efecto que sobre ella había ejercido Blair. Verla desnuda, el contacto de su cuerpo, incluso el desafío constante de su obstinada defensa de la independencia: todo aquello la excitaba. Por suerte, era algo meramente físico, y al cabo de dos días estarían en Washington. Entonces podría satisfacer las implacables exigencias de su cuerpo.

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