Honor

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Capítulo 7

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Cam se pasó la mano por el pelo y soltó un suspiro involuntario. Había contado con que tal vez surgiese una pista entre las relaciones sexuales de Blair. Si el acosador era completamente anónimo y totalmente desconocido para Blair, sólo podrían capturarlo —a él o a ella— por pura casualidad.

—Muy bien —dijo Cam—. Cuando Mac regrese, necesito que visione las cintas de seguridad con nosotros. Talvez reconozca a alguien entrando o saliendo del edificio.

—De acuerdo. —Se sentía como si hubiese pasado cuarenta y ocho horas sin dormir y al mirar a Cam se dio cuenta de que también ella se encontraba agotada. El traje habitualmente impecable de la agente se veía arrugado y se le marcaban círculos oscuros bajo los ojos. Blair notó la necesidad de apartarle el pelo despeinado de la frente y sintió un deseo aún más inquietante de quitarle la chaqueta y llevarla al sofá. En la escena siguiente se imaginó a sí misma desabotonando la camisa de Cam. Se levantó de pronto y borró las imágenes de su mente.

—Voy a dormir un rato, ya que me van a tener despierta el resto de la noche — afirmó, en tono tajante.

Cam observó la espalda erguida de Blair mientras caminaba por la sala, hasta que cerró de golpe la puerta del dormitorio. Luego, se dejó caer en el sillón, cansada, y se permitió unos minutos de calma antes de que comenzase la larga noche. No supo más hasta que oyó llamar a la puerta y percibió movimiento en la habitación. Abrió los ojos y vio a Blair a punto de abrir la puerta.

—¡Blair! —Cam atravesó la habitación antes de que Blair tuviese tiempo de girar el pomo de la puerta. La agarró por el brazo y le dijo bruscamente: —Deje que lo haga yo.

—¿Qué? —preguntó Blair, sorprendida. La jefa de seguridad había sacado la pistola y mostraba una expresión resuelta. Por primera vez, Blair fue realmente consciente de la gravedad de la situación. También comprendió que Cameron Roberts había hablado en serio de protegerla. La cicatriz reciente en el muslo de Cam era un elocuente testimonio de su disposición a la hora de arriesgarse para proteger a otros.

A Blair se le encogió el estómago al pensar en que pudiesen herir a Cam y, durante un segundo, dudó, sin levantar la mano del pomo.

—Póngase detrás de mí, por favor —ordenó Cam con firmeza, al tiempo que retiraba cuidadosamente la mano de Blair. Se interpuso entre Blair y la puerta y, con la pistola a la altura del hombro, preguntó: ¿Quién es? —Stark y Mac —contestó Mac.

Cam entreabrió la puerta el espacio que permitía la cadena de seguridad y escudriñó el iluminado vestíbulo. Mac y la joven agente se encontraban en la entrada.

Bajó la pistola y franqueó la puerta para que entrasen. Cuando pasaron, echó un vistazo al vestíbulo, guardó su automática de servicio y cerró la puerta.

—¿Han traído las cintas?

—Las cintas y la cena —respondió Mac y abrió varias bolsas. Miró a su jefa, pues sabía que tenía que estar cansada y hambrienta. La hija del Presidente también observaba a la comandante. Mac no logró discernir bien la expresión de su rostro, pero semejaba una mezcla de fascinación e incertidumbre. Había también algo más, algo que le recordaba la forma en que los hombres miraban a las mujeres. Era la primera vez que veía algo tan abiertamente sexual entre mujeres. Por un instante se preguntó si la comandante se daba cuenta, e incluso si se daba cuenta la propia Blair.

—Bien —Cam habló en tono enérgico—. Que todo el mundo coja lo que quiera para comer y empecemos a visionar esas cintas. Señorita Powell, me temo que habré de rogarle que las vea con nosotros. Resultará aburrido, pero tal vez reconozca a alguien.

—Por supuesto —asintió Blair con un tono de voz inusitadamente sumiso—. ¿No me prometió alguien una Corona?

Cam miró a Mac y enarcó una ceja.

—¿Mac?

—Ya voy —obedeció mientras se dirigía al teléfono para llamar al servicio de habitaciones.

Tres horas después, las cajas de pizza estaban vacías, el pack de seis botellas de Corona se había acabado y el amanecer se avecinaba. Habían visionado cintas de los dos días anteriores sin encontrar nada fuera de lo corriente. Era improbable que apareciese alguien en los días previos, pero también iban a revisar esas cintas. Con el movimiento de la mañana, los agentes iniciarían el trabajo intensivo de interrogar a los empleados del edificio y a todos aquellos que se supiese que habían hecho repartos en su interior.

—Tomemos un descanso —ordenó Cam, lanzando un suspiro—. Mac, Stark, informen a los demás de lo que nos interesa de los interrogatorios. Me quedaré aquí con la señorita Powell. Revisaremos la situación a mediodía.

Cuando los dos agentes se fueron, Cam se volvió hacia Blair.

—Debería dormir un poco. Esta tarde quiero repasar cualquier cosa que recuerde de las semanas anteriores que le haya parecido extraña.

—De acuerdo. —Blair se detuvo junto a la puerta del dormitorio principal, miró a Cam y sugirió en voz baja: Usted también debería descansar algo.

—Mis pensamientos, sin ir más lejos. —Cam esbozó una ligera sonrisa y le dedicó una expresión curiosamente amable—. Ya sé que esto es duro para usted. Resístalo conmigo unos cuantos días y confío en que podamos volver a la normalidad.

—¿Normalidad? —preguntó Blair, con un deje de tristeza—. Comandante, no la reconocería.

Cam se quedó pensativa cuando la puerta se cerró. Sentía la soledad de Blair en el ambiente y la sentía, sorprendentemente, como si fuera suya. Apartó aquella idea de su mente y se tendió en el sofá, rindiéndose por fin a la fatiga.

Cuando se despertó, tras un primer momento de desorientación, reparó en que la habían tapado con una ligera manta. Se oía una respiración suave en la tranquila habitación. Al cabo de unos segundos, distinguió la figura de alguien sentado junto a ella.

—¿No podía dormir? —preguntó Cam en la oscuridad.

—No. Siempre me cuesta dormir en una cama que no sea la mía. —Soltó una carcajada sarcástica—. Seguramente por eso nunca paso la noche con nadie.

—Deje la puerta abierta e inténtelo otra vez —sugirió Cam—. A veces lo único que hace falta es oír la respiración de otra persona.

Blair se asombró. No había sido su intención hablar y la amable respuesta la cogió desprevenida. No recordaba la última vez que había consentido que alguien se acercase tanto. La asustaba y recurrió de forma automática a sus bien conocidas defensas.

—Creo que sería mejor que me acompañase al dormitorio. Le garantizo que al menos una de las dos dormirá..., al fin.

Cam se incorporó y extendió los brazos sobre el sofá. Apenas discernía el rostro de Blair en la penumbra.

—No estoy preparada.

Las palabras sonaron tranquilas, en un tono que podía sugerir cierto pesar. No obstante, la réplica dio en el clavo. Blair sabía muy bien que su ofrecimiento iba en serio. Quería quedarse dormida con Cam a su lado.

—Pues anoche parecía preparada.

—Aquello era pura biología — afirmó Cam sin alterarse.

—Biología —gruñó Blair—. ¿Se llama así ahora? Estaba caliente y preparada.

—Niéguelo si así se encuentra mejor, pero yo sí sé lo que sentí.

—No estoy negando nada. Lo que digo es que no puede haber nada entre nosotras.

—Tranquila, comandante. No le pido un compromiso para toda la vida. —Blair dejó la silla y se acercó al sofá; se inclinó y puso un brazo a cada lado del cuerpo de Cam. Escasos milímetros separaban sus rostros—. ¿Por qué finge que no quiere? Cam permaneció inmóvil. La sexualidad flotaba en el ambiente. El cuerpo de Blair irradiaba calor y el ligero aroma del deseo hacía que le hirviese la sangre. Sabía perfectamente que Blair había notado su excitación. No podía reprimir los latidos de su corazón ni su respiración acelerada.

—¿Qué necesita para convencerse?

—Dígame que no desea que la toque —susurró Blair, acercándose más—. Le aseguro que soy tan competente como cualquier profesional a la que acude para que satisfaga sus necesidades.

—Señorita Powell, no quiero mantener una relación sexual con usted —dijo Cam en tono pausado. La había sorprendido la rapidez y acierto de Blair a la hora de recobrar información. Sin embargo, no se avergonzaba. Había muy poca diferencia entre el sexo ocasional que Blair practicaba y el que buscaba ella en el anonimato y la intimidad—. Lo único que busco es cooperación.

Blair percibió la determinación en su voz. La habían rechazado antes, pero nunca lo había hecho nadie a quien desease tanto. Lo que más la irritaba era que conocía el deseo de Cam. Cameron Roberts representaba todo lo que no podía tener en su propia vida: independencia, autodeterminación y libertad. La conciencia de aquello añadía fuego a su necesidad de despojar de restricciones a la reservada agente. Durante unos momentos fugaces, en la cumbre del desahogo, había pretendido poner la voluntad de Cam entre sus manos. Al menos, así había empezado.

Pero en aquel instante era algo más, algo mucho más peligroso. Deseaba el consuelo de la presencia de Cam en la oscuridad. Se enderezó lentamente.

—Si me mantiene encerrada mucho tiempo en este lugar, no me haré responsable de mis actos.

—Le prometo conseguir que esto resulte lo más breve y menos doloroso posible. —

Cam reconoció el tono de concesión de su voz y se rió—. Estoy segura de que se puede confiar en usted, aunque dure mucho tiempo.

«No esté tan segura, comandante. Si tengo que estar junto a usted las veinticuatro horas del día, no garantizo que pueda confiar en mí misma.»

Blair torció el gesto cuando Paula Stark sacó otro diez de un palo antes de que se hubiesen jugado los ases. Si asistía a más jugadas estúpidas de su «pareja», era capaz de coger la pistola de Mac y dispararle.

Se le había agotado la paciencia. Llevaba tres días sin salir del apartamento.

Acababan de tomar una cena china preparada, y Cam había dejado a Blair con Stark, Mac y Taylor mientras se dirigía al edificio de Blair a reunirse con los otros agentes. Blair sentía enormemente su ausencia. Parecía como si hubiese electricidad en el aire cuando Cam estaba allí. Miró hacia la puerta, aliviada, cuando oyó llamar.

—¿Qué tal se le da el pinacle, comandante? —preguntó cuando Cam cruzó la habitación para acercarse a ellos.

Cam enarcó una ceja en señal de interrogación.

—¿Se juegan dinero? Blair se rió.

—Si lo hiciéramos, me temo que se enfrentaría a un buen problema.

—En ese caso, juego. ¿Parejas? Paula Stark se retiró de la mesa.

—Ocupe mi puesto, por favor. Nunca he sido buena con las cartas y, además, debo regresar al centro de mando.

Cam se sentó frente a Blair. Jugaban como si llevasen años haciéndolo. Cada vez que Cam pujaba, tenía la impresión de que Blair adivinaba sus intenciones. Era una cosa curiosa y emocionante a la vez. No pasó mucho tiempo sin que Mac y Taylor se quejasen de que las dos mujeres utilizaban una especie de señal secreta. La puntuación se escoró tanto que acabaron por rendirse.

—Habría jurado que formaría una estupenda pareja, comandante — comentó Blair en tono ligero—. Estoy convencida de que resulta igual de buena en todo.

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