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TICs, ¿solución o espejismo?

Por Marcelo Colussi *

Para Firmas Selectas de Prensa Latina

No cabe la menor duda de que la comunicación es una arista definitoria de lo humano. Si bien es cierto que en el reino animal existe el fenómeno de la comunicación, en lo concerniente al ámbito específicamente humano hay características propias tan peculiares que pueden llevar a decir, sin más: si algo define a nuestra especie es la capacidad de comunicarnos, que no es sino otra forma de decir, de interactuar con los otros. El sujeto humano se constituye sólo a partir de la interacción con otros, comunicándose.

Nos comunicamos de distintas maneras; a través de la historia se encuentran diversas modalidades de hacerlo, desde la oralidad o las pinturas rupestres hasta las más sofisticadas tecnologías comunicacionales actuales gracias a la inteligencia artificial y la navegación espacial.

Pero sin dudas es un hecho destacable que con los fenómenos ocurridos en la modernidad, con el surgimiento de la producción industrial destinada a grandes mercados y con la acelerada urbanización de estos últimos dos siglos que se va dando en toda la faz del planeta, sucedieron cambios particulares en la forma de comunicarnos.

En las últimas décadas del siglo XX, en todos los rincones del planeta las tecnologías comunicacionales van marcando el ritmo de la sociedad global; inundan literalmente el mundo de la comunicación, entronizándola.

En esa perspectiva surge la comunicación de masas, es decir: el proceso donde lo distintivo es la cantidad enorme de receptores que recibe mensajes de un emisor único.

En este mundo moderno que va emergiendo desde Europa y su novedosa industria, la masividad hace su aparición con la invención de la imprenta, que permite una difusión más allá del pequeño grupo selecto que tenía el monopolio cultural. De allí rápidamente se llega a la difusión masiva con los periódicos así como con nuevas formas de comunicación que rompen barreras espaciales y permiten el acercamiento de grupos cada vez mayores.

Surgen entonces el telégrafo, el teléfono, y ya en pleno siglo XX, aparecen modalidades basadas en adelantos tecnológicos que llevan esa masividad a niveles nunca antes conocidos en la historia. Encontramos, así, la radio, el fonógrafo, el cine, la televisión.

En las últimas décadas del siglo XX, ya en plena explosión científico-técnica con una industria que definitivamente ha cambiado el mundo extendiéndose prácticamente por todos los rincones del planeta, las tecnologías comunicacionales van marcando el ritmo de la sociedad global. Cada vez más rápidas y eficientes, borran distancias y acercan a inmensas cantidades planetarias de población. Las pautas que marcan el ritmo de la sociedad mundial se van volcando definitivamente hacia estas.

Si la comunicación siempre ha estado presente en la dinámica humana como un factor clave, las formas de las actuales tecnologías digitales sirven para, literalmente, inundar el mundo de comunicación, entronizándola. Ello se asienta en nuevas formas de conocimiento, cada vez más sofisticadas y complejas. Todo ese proceso de ampliación de las fronteras comunicacionales y del conocimiento técnico en el que se asientan es lo que ha llevado a pensar en una sociedad “de la información y del conocimiento”.

La clave de la nueva sociedad, también llamada “sociedad digital”, reside en una acumulación fabulosa de información. La “aldea global” se construye sobre estos cimientos. El principal recurso pasa a ser el manejo de información -cuanto más y más rápidamente manejada, mejor-, el capital humano capacitado, lo que se conoce como el know how.

En esa perspectiva, la nueva sociedad que se perfila con la globalización, y por tanto sus herramientas por excelencia, las llamadas TICs -la telefonía celular, la computadora, el internet-, abren esas preguntas: ¿más información disponible produce por fuerza una mejor calidad de vida y un mejor desarrollo personal y social? Esas tecnologías, ¿ayudan a la inclusión social, o refuerzan la exclusión? O, por el contrario ¿sólo generan beneficios a las multinacionales que se dedican a su comercialización, contribuyendo a un mayor y más sofisticado control social por parte de los grandes poderes globales?

La respuesta no está en las tecnologías propiamente dichas, por supuesto. Las tecnologías, como siempre ha sido a través de la historia, no dejan de tener un valor puramente instrumental. Lo importante es el proyecto humano en que se inscriben, el objetivo al servicio del que actúan. En ese sentido, para romper un planteo simplista y maniqueo: no hay técnicas “buenas” y técnicas “malas” en términos éticos.

“Más allá de las conexiones, son los usos concretos y efectivos los que pueden llevar o no a mantener o profundizar las brechas que de hecho existen en el mundo real, con lo cual la apertura infinita que supone el mero acceso formal a la red no necesariamente alcanza para hablar de una democratización de la sociedad o incluso del acceso a la información. Mucho menos si se trata de información de relevancia para el proceso de toma de decisiones o de participación en el ingreso socialmente producido. Con internet se abren ciertos accesos, pero no se democratiza la sociedad ni la cultura”.

Por supuesto que el acceso a tecnologías que permiten el manejo de información de un modo como nunca antes en la historia, brinda la posibilidad de un salto cualitativo para el desarrollo. Ocurre, sin embargo, que esas tecnologías, más allá de una cierta ilusión de absoluta democratización, no producen por sí mismas los cambios necesarios para terminar con los problemas crónicos de asimetrías que pueblan el mundo.

Las tecnologías, si bien pueden mejorar las condiciones de vida haciéndolas más cómodas y confortables, no modifican las relaciones político-sociales a partir de las que se decide su uso.

Hoy días estas nuevas tecnologías las encontramos cada vez más omnipresentes en todas las facetas de la vida: sirven para la comercialización de bienes y servicios, para la banca en línea, para la administración pública (pago de impuestos, gestión de documentación, presentación de denuncias), para la búsqueda de la más variada información (académica, periodística, de solaz), para el ocio y esparcimiento (los videojuegos son una de las instancias que más crece en el mundo de las TICs), para la práctica de deportes, el desarrollo del arte, en la gestión pública (algunos gobiernos están incorporando el uso de redes sociales como Twitter, Facebook, Youtube y otras cuando las autoridades dan a conocer su posición sobre acontecimientos relevantes), se usan en la guerra y en la paz, y desde las profundidades de la selva Lacandona.

Las nuevas tecnologías no resuelven las acuciantes deudas históricas que colman de penuria a los pueblos; son necesarios, para ello, cambios profundos y reales en la estructura económico-social. Sin socialismo, no hay solución.

Por ejemplo, un movimiento armado lleva adelante su lucha, con un personaje mediático que es más conocido por el uso de estos medios electrónicos que por su fusil, hay incluso todo un campo relacionado al sexo cibernético. En definitiva: estas tecnologías sirven para todo, absolutamente: para estudiar, para salvar una vida, para extorsionar.

Definitivamente, comienzan a ser omnímodas. Están en todos lados, y la tendencia es que seguirán estándolo cada vez más. Como un dato muy instructivo en ese sentido puede mencionarse que hoy día las TICs ya constituyen un medio de prueba en los procesos judiciales. Aún no están ampliamente difundidas y todavía encuentran muchas restricciones, pero sin dudas dentro de un futuro nada lejano serán pruebas contundentes.

“Las tecnologías de la información y la comunicación no son ninguna panacea ni fórmula mágica, pero pueden mejorar la vida de todos los habitantes del planeta. Se disponen de herramientas para llegar a los Objetivos de Desarrollo del Milenio, de instrumentos que harán avanzar la causa de la libertad y la democracia, y de los medios necesarios para propagar los conocimientos y facilitar la comprensión mutua”, dijo Kofi Annan, ex Secretario general de la Organización de Naciones Unidas refiriéndose a estos temas.

Pero cuidado, puede haber allí un espejismo. Las TIC’s, por sí mismas, no solucionan los problemas de la humanidad. Las acuciantes deudas históricas que llenan de penurias a los pueblos, no se terminan con tecnologías; para ello son necesarios cambios profundos y reales en la estructura económico-social. Bienvenidas las TIC’s, por supuesto, pero sin socialismo, no hay solución.

ag/mc

*Catedrático universitario, politólogo y articulista argentino.

Bibliografía

Annan, K. (2003). “Discurso inaugural de la primera fase de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información, Ginebra.
Crovi, D. (2002). “Sociedad de la información y el conocimiento. Entre el optimismo y la desesperanza”, en Revista mexicana de Ciencias Políticas y Sociales. México. Año XLV, N°. 185, mayo-agosto de 2002, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM.

Roszak, Th. (2005). “El culto a la información. Un tratado sobre alta tecnología, inteligencia artificial y el verdadero arte de pensar”. Barcelona. Ed. Gedisa.

Sartori, G. (1997) “Homo videns. La sociedad teledirigida”. Barcelona. Ed. Taurus Urresti, M. (2008) “Ciberculturas juveniles”. Buenos Aires. La Crujía Ediciones.

Source firmas.prensa-latina.cu

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