Hitchcock

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Cine sonoro » 1935. 39 Escalones

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39 ESCALONES

(THE 39 STEPS - 1935)

Producción Gaumont British, Michael Balcon e Ivor Montagu; Inglaterra. Dirección: Alfred Hitchcock. Guión: Charles Bennett y Alma Reville, sobre la novela The Thirtynine Steps, de John Buchan. Diálogos: Ian Hay. Fotografía: Beris Levy. Intérpretes: Robert Donat (Richard Hannay), Madeleine Carroll (Pamela), Lucie Mannheim (Annabella Smith), Godfrey Tearle (profesor Jordan), John Laurie (Crofter, agricultor), Peggy Ashcroft (su esposa), Helen Haye (señora Jordan), Frank Cellier (sheriff), Wylie Watson, Gus McNaughton, Jerry Verno, Peggy Simpson. Duración: 81 minutos. // Rodada en los estudios de Lime Grove, Gran Bretaña. Estrenada en 1935.

SINOPSIS: Richard Hannay, un canadiense de visita en Londres, ve en el teatro la actuación de Mr. Memory (Señor Memoria), un hombrecillo que responde a cualquier pregunta del público, por extraña que sea. A la salida del teatro, Richard accede a dar asilo a una mujer guapa y misteriosa que muere con un nada misterioso puñal clavado en la espalda. Agonizante en sus brazos, ella le revela la clave de un complot internacional. Los espías, apodados «Los Treinta y nueve Escalones», lo siguen para silenciarlo y la policía lo culpa del asesinato de la dama. Desesperado, Richard decide ir a Escocia, donde está, según la mujer, el hombre clave del complot. Llega a la estación de tren y encuentra a bordo a Pamela, una rubia terca que no cree en su inocencia y se niega a solaparlo cuando es interrogada por el inspector. Richard huye a campo traviesa y se refugia en casa de unos granjeros puritanos. El marido desea entregarlo a la policía para cobrar la recompensa que ofrecen, pero la esposa, atraída por el apuesto fugitivo, le permite huir y hasta le facilita el abrigo de su esposo. Richard llega a casa del profesor Jordan, anciano de apariencia amable que resulta ser la cabeza de todo el complot. Una vez más logra escapar y va con la policía, que no cree en su inocencia e intenta esposarlo. Rompe una ventana y se mezcla entre la gente de un desfile hasta llegar a una reunión de militantes políticos, donde lo confunden con el invitado de honor. Ahí debe improvisar un discurso con el que gana enorme popularidad. Se reencuentra con Pamela, que aún lo cree culpable. Los espías, disfrazados de policías, los esposan juntos. Richard escapa de sus captores en un puente, pero tiene que correr esposado a Pamela, y ella aprovecha cada descuido para ponerlos en peligro e intentar denunciarlo. Pasan la noche en una pequeña posada. Finalmente, convencida de la inocencia de Richard, ella se queda a auxiliarlo aunque ha logrado liberarse de las esposas. Llegan a Londres y ahí entran al teatro donde se presenta Mr. Memory, que guarda en su mente la fórmula secreta, base de toda la operación internacional. Cuestionado ante el público, Mr. Memory se ve obligado a revelar el secreto y es abatido a tiros por el profesor Jordan. Agónico, Mr. Memory recita la fórmula a la policía. Con la captura de Jordan queda comprobada la inocencia de Richard.

Esta cinta ha sido considerada unánimemente como una de las más logradas del periodo inglés de Hitchcock e incluso de toda su obra, y uno de los pocos trabajos del realizador que realmente le gustó al crítico André Bazin, quien, contra la franca admiración de sus discípulos, nunca fue un fan completo de Hitchcock.

Es con referencia a 39 escalones que Hitch menciona más frecuentemente el término McGuffin, que es, según sus propias palabras:

El dispositivo, el truco, si usted quiere, o los papeles tras los que van los espías […]. Los lógicos empeñados en descifrar la verdad sobre el McGuffin están equivocados, porque no importa. Habrán de ser de vital importancia para los personajes, pero, para mí, como narrador, no tienen la menor importancia.

Según Spoto, esta película «se sostiene en el género como sobreviviente de su tiempo y de su moda. Con su claridad, economía y pura técnica cinematográfica, sobrepasa aun a El halcón maltés (The Maltese Falcon, 1941)…». Y en verdad la sobrepasa, porque 39 escalones es un deleite visual y se mantiene fresca y moderna en comparación con las cintas contemporáneas (salvo por el plano en que aparece un trasto de avión —supuestamente impresionante— sobrevolando la cabeza de Richard), en tanto que El halcón maltés se antoja hoy demasiado verbal y su factura visual más bien discreta. 39 escalones sentó las bases del thriller moderno. Ha recibido «homenajes» dudosos y plagios abiertos infinidad de veces. (¿Quién que haya visto o usado en alguna cinta el corte, de —digamos— una mujer gritando, el silbato de un tren o de una fábrica, o un auto que pita, sabe en qué cinta se usó ese recurso por primera vez?).

Basada libremente en la novela homónima de John Buchan y, según Rohmer y Chabrol, con «algunos detalles de otra novela de Buchan, Treinta y nueve escalones (The Three Hostages, 1915), la película mantiene de principio a fin un ritmo vertiginoso solo superado por el mismo Hitchcock, 24 años después, en Con la muerte en los talones. Las transiciones de la cinta son perfectas, evitan todo lo innecesario y permiten a Hitch dar a la estructura general la fuerza suficiente para cubrir cualquier salto lógico o detalle tan poco realista». Esto confirma la regla según la cual un cineasta no es quien se preocupa solamente por lo que va contar, sino por lo que no va a contar. Dice Russell Taylor: «La mano es más rápida que la vista: rapidez, dice Hitchcock, es preocupación, y aquí la rapidez de transición mantiene al público tan preocupado que todos están siempre animados, sin aliento, un paso atrás y sintiendo todo el filme como un relampagueante pasado…», y agrega que, como en Con la muerte en los talones aquí «la persecución en sí misma es el punto central».

La cinta goza de la presencia de la primera «rubia de Hitchcock», Madeleine Carroll, y de un excelente villano «suave»: el profesor Jordan. Además de tomar los puntos de interés de la novela y de agregarles humor, Hitchcock ideó secuencias y personajes completamente nuevos.

Según el director, para entrar más a fondo en el asunto habría que ver la cinta cuando menos tres veces para poder «recoger todos los detalles y las intenciones detrás de ellos…».

Donald Spoto opina que los temas de la cinta son las falsas apariencias y la lealtad de las relaciones, y, en un segundo plano, el «mundo del hacer creer» contra el mundo de la realidad; sobre esto nos dice:

The Thirty-nine Steps[4] [sic], se inicia y acaba en un teatro y el final es, de hecho, acompañado por una doble caída de telón. De esta forma Hitchcock llama la atención hacia el filme (que estamos) viendo como un divertissement, un entretenimiento hecho para nuestra diversión. Aun cuando el secreto nos es revelado al final por el moribundo Mr. Memory, las piernas de las coristas pueden verse en foco al fondo, saltando hacia el siguiente número del espectáculo. […] La atmósfera teatral ilustra también la disparidad entre apariencia y realidad, tal como muchos otros films del director.

Spoto enumera después los disfraces e imposturas del protagonista: al principio se disfraza de lechero para salir de la casa sin ser visto por los espías, al granjero le dice ser un mecánico en la miseria, luego elude a la policía haciéndose pasar por orador político y, finalmente, en la hostería, hace creer que él y Pamela son recién casados. Hace notar que los «espías están disfrazados de policías y que el profesor Jordan no es un profesor real». Dicho lo anterior, Spoto define el primer tema: la lealtad de las relaciones que ejemplifica con la «pareja» forzosa de Pamela y Richard.

¿Debería Pamela confiar en Richard?, ¿debería Richard confiar en Pamela? Esta duda es claramente relevante para una historia de espías, puesto que los espías se caracterizan por su propia falta de confianza […]. Harry se siente impulsado a confiar en otros en su intento de establecer su propia inocencia. Se equivoca al confiar en el profesor, pero no, finalmente, al confiar en Pamela.

Como ejemplo de la confianza entre Pamela y Richard, un plano al final de la cinta nos muestra las manos de ambos unidas ya sin necesidad de las esposas, por propia voluntad.

El tema de la confianza y la responsabilidad de ser confiado aparece muchas veces en la obra de Hitchcock, desde El enemigo de las rubias hasta Frenesí, y lo encontramos como uno de los temas centrales de Sospecha, Sabotaje, La sombra de una duda, Recuerda (Spellbound, 1945) y Extraños en un tren; proviene claramente de la estricta educación de Hitchcock, a quien su padre llamaba «mi pequeña ovejita sin mancha», y que seguramente hubo de sentir siempre la terrible responsabilidad ante los otros, y ante sí mismo, de llevar semejante título a cuestas.

(El cine inglés filmaría otras dos versiones de 39 escalones: una en 1959, con Kenneth More y Taina Elg, dirigidos por Ralph Momas, y otra en 1978, con Robert Powell y Karen Dotrice dirigidos por Don Sharp. Las comparaciones serían demasiado odiosas).

APARICIÓN DE HITCHCOCK: Pasa por la calle y tira la envoltura de un chicle.

39 escalones (1935)

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