Hitchcock

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Periodo norteamericano » 1956. Falso culpable

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FALSO CULPABLE

(THE WRONG MAN - 1956)

Producción Warner Brothers First National, Alfred Hitchcock; Estados Unidos. Dirección: Alfred Hitchcock. Asistente de producción: Herbert Coleman. Guión: Maxwell Anderson y Angus McPhail, basado en una historia de M. Anderson, The True Story of Christopher Emmanuel Balestrero. Fotografía (en blanco y negro): Robert Burks. Música: Bernard Herrmann. Edición: George Tomasini. Intérpretes: Henry Fonda (Christopher Emmanuel Balestrero), Vera Miles (Rose Balestrero), Anthony Quayle (Frank O’Connor), Esther Minciotti (señora Balestrero), Harold J. Stone (teniente Bowers), John Heldabrandt (Tomasini), Doreen Lang (señora James), Laurinda Barrett (Constance Willis), Norma Connolly (Betty Todd), Lola D’Annunzio (Olga Conforti), Nehemiah Persoff (Gene Conforti), Robert Essen (Gregory Balestrero), Kippy Campbell (Robert Balestrero) Dayton Lummis (juez), Charles Cooper (detective Matthews) Peggy Webber (señorita Dennerly), Richard Robibins (Daniel). Duración: 105 minutos. // Rodada en 1956 en la ciudad de Nueva York y en los estudios Warner Brothers. Estrenada en 1956.

SINOPSIS: Christopher Emmanuel Balestrero, que toca el bajo en el Stork Club, decide, por necesidades económicas, pedir un préstamo con base en la póliza de seguro de su esposa. Al día siguiente va a la oficina aseguradora y ahí empieza a ser visto con sospecha por los empleados, que creen ver en él a un hombre que los asaltó poco tiempo antes. Al llegar a su casa, la policía lo espera para arrestarlo por esas sospechas. La policía corrobora la identificación positiva de Balestrero por parte de comerciantes recientemente asaltados, con la comparación de su escritura, que resulta tener un asombroso parecido con la del asaltante. Balestrero empieza a sufrir todas y cada una de las humillaciones del proceso policiaco. Su cuñado consigue el dinero necesario para sacarlo bajo fianza, pero las cosas empeoran cuando sus dos únicos testigos mueren sin poder clarificar su inocencia o darle una coartada y cuando se hace evidente que su nerviosa esposa ha sufrido un colapso mental, y ha sido necesario internarla en una clínica de reposo. El juicio de Balestrero avanza rápido hacia un veredicto que parece inevitable, pero que por fortuna es pospuesto por irregularidades en la corte. Balestrero reza a una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, siguiendo el consejo de su madre. Inmediatamente, el verdadero asaltante es capturado cuando intenta robar una pequeña tienda de abarrotes. Balestrero queda libre, pero su esposa continúa internada. Por una información de los créditos nos enteramos que dos meses después ella también logró salir completamente restablecida.

François Truffaut recuerda que por el año 1955, en su primera entrevista con Alfred Hitchcock, acompañado por Chabrol, este les comentó «un filme ideal, hecho para el placer propio, que sería proyectado en la sala de uno de la misma manera que alguien cuelga una hermosa pintura». Truffaut le preguntó entonces: «¿Ese filme sería más parecido a Alarma en el expreso (The Lady Vanishes, 1938) o a Yo confieso?», y Hitchcock contestó: «Oh, a Yo confieso», y les narró la anécdota que habría de convertirse en El hombre equivocado.

Hollywood tiene la costumbre de adquirir anticipadamente los derechos fílmicos no solo de novelas, cuentos cortos, obras de teatro (y, recientemente, de historietas de éxito), en algunos casos adquiere incluso los derechos de obras apenas «en borrador», y se preocupa también por asegurar el material de hechos reales que podrían generar alguna historia taquillera. La Warner contaba por eso con los derechos de una historia verdadera que se ajustaba perfectamente a las necesidades expresivas de Alfred Hitchcock, una historia pesadillesca de preocupaciones religiosas, de transferencia de culpa, con el tema del «doble» y con otros motivos frecuentes en el cine del autor. Hitchcock decidió abordar el asunto con un rigor casi documental; filmó en las locaciones reales y utilizó cuando fue posible a los protagonistas reales de los episodios. Decidió rodar el filme en un adecuado blanco y negro y con presupuesto mínimo, sabiendo que el asunto difícilmente daría éxito de taquilla. El papel protagonista fue desde un principio para Henry Fonda, quien se preparó admirablemente para llevarlo a cabo, y, para el rol de Rose Balestrero, Hitchcock se decidió por una joven y desconocida actriz a quien había descubierto recientemente en la televisión: Vera Miles. Hitch emprendió la recreación de la imagen de la actriz con tanto empeño como había puesto con Ingrid Bergman y Grace Kelly, y hasta afirmaba que Vera Miles vendría a llenar el hueco dejado por esta última. Según él mismo: «Lo primero que hice cuando tuve a Vera Miles bajo contrato fue ordenar que Edith Head le diseñara un vestuario completo, no solo para la película, sino también para usar diariamente, de manera que no anduviera por ahí con unos hilachos de ama de casa de Van Nuys». El director se dedicó más a preparar el personaje de Vera Miles que el de Henry Fonda, lo que extrañó mucho a este último. Sin embargo, a Miles terminaron por molestarle las obsesivas atenciones de Hitchcock, y muy pronto sus relaciones se volvieron cortantes y frías.

Falso culpable es uno de los filmes más amargos de Hitchcock. El hecho de que la historia tenga base real vuelve a la anécdota más grotesca. Hitchcock siempre se preocupó por mostrar las pequeñas o grandes imperfecciones de un sistema judicial inepto, pero este es su gran monumento a la ineficaz maquinaria social del crimen y el castigo. La preocupación patente en las secuencias del encarcelamiento y la gradual cosificación que sufre Balestrero ya estaban presentes en las secuencias iniciales de La muchacha de Londres, donde Hitch presentaba la disolvencia del rostro de un hombre con la de una huella digital para archivo policiaco. De la misma manera, Balestrero se vuelve un caso, una cifra más, como el señor K de El proceso. El giro de la anécdota que más impresiona a Hitch era el hecho de que el juicio de Balestrero se suspendió cuando uno de los jurados, convencido de la culpa del acusado, se puso de pie y preguntó remolonamente al juez: «Su señoría… ¿tenemos que escuchar todo esto…?». El trabajador de la justicia fue así expuesto como perezoso, talachero[13] y prejuicioso, como un operario sin manos que «controla» y maneja una maquinaria monstruosa, incapaz de entender lo relativo del concepto «justicia».

Hitchcock se ocupó de que la reconstrucción fuera precisa. «Es el tipo de cosa que uno no soñaría escribir en un guión…», afirmaba de la secuencia en que el verdadero criminal, aprehendido por una tendera y su marido, les pide que lo dejen ir, pues su esposa e hijos «lo estarán esperando», pero la frase de Hitch puede aplicarse a toda la cinta. Rohmer y Chabrol la consideran, «igual que Náufragos, una fábula», y Truffaut encuentra que es el perfecto vehículo para uno de los temas favoritos de Hitchcock: el «culpable inocente». En este caso es interesante notar que Balestrero, a pesar de saberse judicialmente inocente, toma todo el asunto con relativa docilidad; la actitud de Fonda parece decir: «Bueno… después de todo, yo sabía que mi tranquilidad no podía durar para siempre», y acepta el caos como parte del orden. Volviendo al concepto de castigo, casi natural e inherente a la naturaleza humana, en la que medra el monstruo del pecado original, Truffaut remarca que «Hitchcock ha hecho casi imposible que el espectador se identifique con el drama del héroe, limitándonos al rol de testigos». De todo esto resulta que el suspenso, consustancial en Hitch, sea casi nulo en Falso culpable, igual que el humor que había caracterizado sus anteriores guiones con John Michael Hayes. Esto es necesario para la historia. Es bien sabido que Hitchcock usaba sus artificios narrativos para proyectar y amplificar los sentimientos adecuados en el espectador, o como dirían Rohmer y Chabrol, «en Hitchcock la forma no enriquece el contenido. Lo crea». Godard concluye que «Hitchcock tiene razón cuando pretende que Falso culpable no es un filme de suspense […] sino a la inversa. El “suspense” no proviene de que veamos ocurrir lo que esperábamos […] sino que, al final de cuentas, no ocurre lo que temíamos que ocurriese».

El espectador de esta película debe permanecer en un shock más profundo que el provocado por el suspense ligero y anecdótico. Algunos críticos han tratado a Falso culpable como un «pobre paréntesis» en la brillante carrera del director, y esto se debe probablemente a que, como afirma Robin Wood, «la segunda mitad del filme, no logra sostener [la] intensidad» postulada en la primera, cuando «para Balestrero la prisión se convierte en una visión del infierno». Wood explica acertadamente que «el cambio de foco de interés hacia la esposa de Balestrero [Vera Miles], en lugar de suscitar una reacción más compleja, tiende a disipar el interés del espectador». Wood atribuye también «la caída» de la segunda mitad al «delicado problema de fe», que implica la reacción entre la plegaria de Balestrero y el descubrimiento del verdadero culpable, y la encuentra «tan trabajosa y convencional en la ejecución, como en la redacción». Paradójicamente, Truffaut encuentra la «redacción» de esta secuencia («un close up a un Cristo, una disolvencia y un plano de la calle que muestra a un hombre parecido a Fonda, caminando a cámara hasta que el cuadro lo tiene en un close up en el que su rostro y el de Fonda se sobreimponen») «como la más hermosa secuencia de la obra de Hitchcock y [la que] sirve para resumirla entera». En mi opinión, este filme no puede quedar clasificado como otro «interesante fracaso», si tomamos en cuenta que, igual que de un milagro, se podría estar hablando de lo que para Jean-Luc Godard es el asunto del filme: el azar, «las piruetas del destino».

Las secuencias finales no presentan a un Balestrero recuperado o feliz. El «milagro» que tanto molesta a Wood ha ocurrido a medias; solo por los créditos nos enteramos de la recuperación mental de la esposa. El pudor de Hitchcock no hubiera permitido la consagración de una secuencia a este happy ending probablemente impuesto por el criterio comercial. Pero hasta antes de ese final la cinta queda como un documental amargo y decepcionado.

A pesar de que la buena recepción de la cinta en Europa y su revaluación posterior, la sitúan como una obra importante en la carrera del realizador en Estados Unidos, durante su lanzamiento original en la temporada de invierno, obtuvo reacciones frías, sorprendidas o desorientadas; según Spoto, «la mayor excitación provocada por el filme ocurrió el 27 de diciembre, cuando el famoso bombista loco puso una bomba en el cine neoyorquino en que se exhibía la cinta».

Falso culpable inicia la etapa en que Hitchcock logra articular con mayor coherencia y rigor sus ideas y obsesiones. Falso culpable es un filme dedicado a la obsesión por el «inocente culpable». Vértigo explora su siempre presente temor a caer de las alturas, es decir, el porqué caen al vacío los personajes de Hitchcock: el chantajista de La muchacha de Londres, Fry en Saboteador, Rowley, L. B. Jeffries y otros más citados por Spoto en su análisis de Con la muerte en los talones, que a su vez definirá para siempre sus thrillers de espionaje, de apariencias engañosas, y es también la más extensa exposición de su inquietud por «el viaje» geográfico y el encuentro de la identidad propia. Inmediatamente después, en Psicosis, logrará dar el peso necesario a su motivo de la «madre terrible», expuesto, como ya hemos visto, desde La sombra de una duda en adelante; después podrá hacer otro tanto con su visión de los pájaros como heraldos del caos en la cinta Los pájaros, y dejará escapar al fin su visión más terrible y destructora en Frenesí (Frenzy, 1972). Hitchcock cristaliza en pocos años todo lo que había ido planteando en su carrera; todos esos filmes son importantes en tal sentido, pues si ya en su obra inglesa se intuía o enunciaba todo, en esta última etapa logra al fin la sinceridad y la plena articulación de todas sus preocupaciones.

APARICIÓN DE HITCHCOCK: Antes de los créditos iniciales, en silueta.

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