Hitchcock

Hitchcock


Cine sonoro » 1931. El número 17

Página 23 de 92

E

L

N

Ú

M

E

R

O

1

7

(NUMBER SEVENTEEN - 1931)

Producción British International, John Maxwell; Inglaterra.

Dirección: Alfred Hitchcock.

Asistente de dirección: Frank Mills.

Guión: Alma Reville, Alfred Hitchcock y Rodney Ackland, basado en la obra teatral de J. Jefferson Fadeon.

Fotografía: Jack E. Cox.

Intérpretes: Leon M. Lion (Ben), Anne Grey (la chica), John Stuart (el detective), Donald Calthrop, Barry Jones, Ann Casson, Henry Caine, Garry Marsh.

Duración: 83 minutos. (La versión en vídeo es horrible; evite alquilarla o tendrá un desfile de hombres «sin cabeza». Debido al torpe

transfer de la cinta, el encuadre se ha reducido: sus costados y la parte superior quedan «fuera de la pantalla»). // Rodada en los estudios Elstree, Gran Bretaña. Estrenada en 1932.

SINOPSIS: Una parodia de todos los

thrillers de la época en la que se mezclan, confusamente, cuerpos esposados, casas solitarias llenas de

gangsters y gatos vagabundos, una heroína tonta y una persecución final en automóvil.

En

El número 17 Alfred Hitchcock perpetró la parodia como venganza al saber que John Maxwell había puesto en manos del director Thomas Bentley el proyecto de London Wall, sabiendo que

Hitch anhelaba realizarlo. En cambio le fue entregado el proyecto de

El número 17, que (irónicamente) Bentley deseaba.

Quizá el joven Hitchcock nunca entendió que la sátira más perfecta acaba por ser «casi» igual a aquello que satiriza. Además, los productores y el público no mostraron la sensibilidad adecuada para captar ese «casi».

El número 17 fracasó ante los ojos de sus contemporáneos casi en todos los niveles.

Cuenta en contra de la película una producción «al vapor» que se hace evidente en las maquetas de una persecución final que pretendía, además, «acabar con todas las persecuciones» antes filmadas. Esa secuencia final, sobrepuesta a las mal ejecutadas miniaturas, deja en claro el impecable sentido de la acción en Hitchcock. La trama era complicada y su lento inicio no mejoraba sino hasta la parte media de la película (donde no dejaban de aparecer personajes nuevos, muy poco atractivos además). Aun así, Spoto aclara: «Las confusiones y convulsiones de esta corta película harían parecer simple la trama de

Con la muerte en los talones. Pero si la línea narrativa no deja esperanzas, la técnica es brillante». Vista hoy, la película resulta no solo chispeante, sino interesante, ágil y atrevida en sus estupendamente planeadas secuencias de acción (incluso la confusa trama parece mitigada en sus enredos después de varios años de haber olvidado qué fue lo que hizo

James Bond para acostarse con quién o por qué está amarrado, atrapado o prisionero en Dios sabe qué o dónde). La película ofrece, además, un relajado tono de juego y desorden que la vuelve disfrutable en extremo y la contrasta con la serenidad del resto de la obra del autor.

No podemos dejar de comentar un extraño gag que aparece hacia el final de la cinta, cuando dos personajes masculinos se encienden el cigarro uno al otro, sosteniéndolos en la boca, con lo que llegan casi a besarse, y uno le pregunta al otro: «¿Entonces qué?», a lo que el interpelado, con gesto molesto, casi indignado, contesta: «¿Qué de qué?». Invitamos al lector a un acto de malabarismo mental para descifrar el misterioso subtexto de la secuencia.

Ir a la siguiente página

Report Page