Hitchcock

Hitchcock


Cine sonoro » 1937. Alarma en el expreso

Página 31 de 92

A

L

A

R

M

A

E

N

E

L

E

X

P

R

E

S

O

(THE LADY VANISHES - 1937)

Producción Gainsborough-Gaumont British, Edward Blake; Inglaterra.

Dirección: Alfred Hitchcock.

Guión: Sidney Gilliat y Frank Launder, sobre la novela

The Wheel Spins de Ethel Lina White.

Fotografía: Jack E. Cox.

Música: Louis Levy.

Edición: Alfred Roome y R. E. Dearing.

Intérpretes: Margaret Lockwood (Orisp Henderson), Michael Redgrave (Gilbert), Dame May Whitty (Froy), Paul Lukas (doctor Hartz), Cecil Parker (señor Todhunter), Linden Travers (amante de Todhunter), Naunton Wayne (Caldicott), Basil Radford, Kathleen Tremaine, Emile Boreo, Googie Withers.

Duración: 97 minutos. // Rodada en los estudios Lime Grove, Gran Bretaña. Estrenada en 1938.

SINOPSIS: Un tren de pasajeros se detiene en una pequeña aldea en los Balcanes a causa de una avalancha. En el hotel de la aldea se hospedan varios pasajeros: un músico llamado Gilbert; Iris, joven inglesa que vuelve a su país para casarse, y la señorita Froy, dulce ancianita de aspecto inofensivo. A la noche, Gilbert toca su música ruidosamente en su habitación e Iris se queja a la gerencia. Como represalia, Gilbert invade a medianoche el cuarto de Iris, que ya está en la cama, y discuten hasta que él por fin sale y deja a Iris enfurecida. En esa misma noche, un guitarrista que canta al pie de la ventana de la señorita Froy es asesinado misteriosamente. Al día siguiente Iris se golpea la cabeza con una maceta que alguien le ha arrojado. De nuevo en el tren, la señorita Froy la ayuda y conversan. Iris dormita. Cuando despierta, la señorita Froy ha desaparecido. Encuentra a Gilbert y entre los dos buscan sin éxito a la anciana en el tren. Iris se preocupa. Encuentra entonces a una mujer que dice ser la señorita Froy, y viste igual, pero es una impostora. El doctor Hartz, médico que viaja en el tren con una enfermera vestida de monja y una paciente totalmente vendada, trata de tranquilizar a la joven explicándole que quizá todo el asunto fue imaginado por ella a causa del golpe recibido en la mañana. Iris se resiste a creerle. Ella y Gilbert descubren entonces que varios pintorescos pasajeros son todos cómplices del cirujano en un extraño complot. El doctor trata de drogados con una copa de misterioso contenido, pero falla. Ellos descubren que la paciente no es otra que la señorita Froy. Con ayuda de la falsa enfermera monja, desatan a la anciana y la reemplazan por su impostora. Llegan a una estación cercana a la frontera y el doctor Hartz, que ha advertido la sustitución, desconecta del resto del tren el vagón donde ellos viajan. La señorita Froy confiesa a sus jóvenes amigos que es espía y lleva con ella la clave de un asunto de relevancia internacional que ha memorizado por medio de canciones para niños. El tren es emboscado y se desata una pelea a tiros entre los pasajeros y algunos militares extranjeros. La señorita Froy pide a Gilbert que memorice la canción y cruza en medio de los disparos, tratando de llegar a su destino. El tren reinicia su marcha y logra ponerse a salvo, no sin que antes muera un necio oficial inglés (de vacaciones con su amante) y la falsa monja reciba un tiro en la espalda. Gilbert e Iris llegan a Inglaterra y ella decide abandonar a su bobalicón prometido por el atractivo músico. Llegan ante el servicio de inteligencia, pero Gilbert no puede recordar la canción. Alguien la toca en la habitación contigua. Es la señorita Froy.

«Esta cinta es bellísima y deliciosa… por múltiples razones», comenta entusiasta André Bazin, y sigue: «El hecho de verla en 1953 nos revela ahora en un inquietante grado su carácter retrospectivamente profètico […] [la cinta] supone constantemente la cercanía de la guerra. ¿La esperábamos tan evidentemente en 1938?».

Aunque, como advierte Robin Wood, no es posible valorar una cinta porque haya sido profètica o no, es sorprendente oír a Bazin hablar bien de Hitchcock. Sobre todo cuando nos enteramos de que efectivamente la leyenda que rodeó el inicio de

Alarma en el expreso era de orden político y que estaba muy lejos de la versión que Hitchcock daba del asunto: que él había «descubierto a Launder y Gilliat». Dejemos que Spoto nos explique un poco más de esto:

En mayo de 1936, Frank Launder sugirió que la Gainsborough comprara los derechos de la novela de White. «En mi contrato con la Gainsborough —recordaría Launder— se hacía referencia a que yo tendría derecho a escribir un guión por ahí, […] Sidney [Gilliat] fue el encargado de realizar la adaptación cinematográfica. Más tarde me uní a él y juntos escribimos el guión definitivo» […]. El director asignado fue Roy William Neill […]. Fue enviado a Yugoslavia un equipo a las órdenes de Fred Gunn, ayudante de dirección, para rodar los exteriores de verano. Pero […] la investigación de la policía yugoslava reveló [que] las primeras páginas del guión parecían encendidas y peligrosas: señalaban un rápido corte de un plano de unos soldados que se pavonean a otro plano de unos gansos […]. El equipo fue deportado inmediatamente.

Fue entonces cuando Hitchcock tomó el proyecto, que, paradójicamente, una vez realizado, recibió siempre la objeción de que la base del complot (enviar a una indefensa viejecilla con un secreto tan grande) sufría de excesiva ingenuidad a nivel político.

El

casting de esta cinta resultó muy inspirado. Margaret Lockwood, que se hallaba bajo contrato con la Gainsborough, también se encontraba, según Russell Taylor, «en camino de volverse la estrella femenina más popular de la Inglaterra en guerra. Aquí parece insegura de sí misma en el papel de la niña mimada, pero va mejorando mientras se desenvuelve el drama». Rohmer y Chabrol también alaban a Margaret Lockwood y aprovechan para echarle otra pedrada a Nova Pilbeam (¡que ni siquiera aparece en el filme!). La «relajada actuación» de Michael Redgrave, que favorece mucho a su personaje, tenía su origen en un profundo desinterés del actor por hacer la cinta y en pequeños roces entre él y

Hitch, a quien definió con palabras inmortales: «No era un director de actores». De la dulcísima Dame May Whitty, nos dice Russell Taylor: «Hitchcock puso en marcha una de sus más flagrantes tácticas de

shock. A mitad de la primera escena que ella filmaba, él le gritó súbitamente: “¡Alto! Esto es terrible, ¿no le da vergüenza?”. Ella se mostró momentáneamente destrozada y

Hitch obtuvo la actuación que deseaba». Hitchcock intentó trucos similares con Redgrave, pero este siempre lo mandó a la goma.

Russell Taylor pondera el ingenio de Hitchcock por su excelente aplicación de

casting a la inversa, al poner para el papel de dos ingleses tontos y superficiales a «Naughton Wayne y Basil Radford, actores dramáticos que nunca antes habían hecho algo así [pero que les resultó tan exitoso, que hicieron carrera de aquello al actuar en una especie de doble acto informal».

Según Rohmer y Chabrol,

Alarma en el expreso:

Es casi una enciclopedia. Es la suma exacta de todas las series de la Gaumont British, por lo que requiere ya muy poco comentario. En el inicio incluye las maquetas y los carritos únicos con los que Hitchcock adoraba jugar. […] lo verbal del diálogo de Sidney Gilliat [estupendo además], de ninguna forma ahoga la personalidad del director. Es un excelente filme, un excelente Hitchcock filme.

Con el apoyo de la crítica Kay Brown, y gracias a la efectividad de sus dos últimas producciones, Hitchcock estableció un fuerte vínculo con el productor David O. Selznick, de Hollywood, pero antes de viajar a Norteamérica habría de hacer su última producción inglesa.

Una segunda versión, también inglesa, de

Alarma en el expreso, fue realizada en 1979 por Anthony Page, con Cybil Shepherd, Elliott Gould, Angela Lansbury y Herbert Lom.

APARICIÓN DE HITCHCOCK: Pasa frente a cámara como uno más en el andén.

Ir a la siguiente página

Report Page