Hitchcock

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Periodo norteamericano » 1945. Encadenados

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(NOTORIOUS - 1945)

Producción RKO, Alfred Hitchcock; Estados Unidos.

Dirección: Alfred Hitchcock.

Guión: Ben Hecht.

Fotografía: (en blanco y negro): Ted Tetzlaff.

Supervisor de efectos especiales: Vemon L. Walker.

Música: Roy Webb.

Vestuario: Edith Head.

Intérpretes: Ingrid Bergman (Alicia Huberman), Cary Grant (T. R. Devlin), Claude Rains (Alexander Sebastian), Leopoldine Konstantin (

madame Sebastian), Louis Calhem (Paul Prescott), Reinhold Schünzel (doctor Anderson), Ivan Triesault (Eric Mathis), Alexis Minotis (Joseph), Eberhardt Krumschmidt (Hupka), sir Charles Mendl (Comodoro), Moroni Olsen (Walter Beardsley), Ricardo Costa (doctor Barbosa), Lenore Ulric, Roman Nomar.

Duración: 100 minutos. // Estrenada en 1945.

SINOPSIS: En Miami, Alicia, bella joven alcohólica, hija de un espía nazi, es propuesta por el agente T. R. Devlin para llevar a cabo una misión a favor de Estados Unidos y reivindicar así el nombre de su padre. Alicia se resiste al principio, pero después accede. Deja la bebida por completo y se enamora del agente Devlin, que evita el compromiso de un amor. Se le explica el plan sin rodeos: usando sus encantos personales, debe infiltrarse en un grupo de nazis apostados en Brasil por medio de Alexander Sebastian, hombre enamoradizo. Alicia espera que Devlin le impida llevar a cabo tan ignominiosa misión, pero él parece esperar que sea ella quien se niegue y todo sigue adelante. Sebastian se enamora de Alicia más de lo previsible y le propone casarse. Los superiores de Alicia se regocijan. Devlin aparenta frialdad y se muestra cínico e hiriente al respecto. Despechada, Alicia se casa y toma posesión de la mansión de Sebastian; se le entregan duplicados de todas las llaves, menos de la bodega de vinos, que permanece en poder de su esposo. Alicia consigue apoderarse de la llave. Ofrece una grandiosa recepción a la que invita a Devlin. Ahí exploran juntos la bodega y rompen por accidente una botella de la que sale una extraña arenilla: uranio. Devlin toma una muestra y sustituye la botella por otra. En la fiesta se termina el champagne; Sebastian y el mayordomo bajan a reponer la bebida y sorprenden a Alicia y Devlin, que abraza entonces a la mujer y la besa con pasión. Todo parece [y es] un apasionado encuentro amoroso. Sebastian sufre por la traición, pero descubre luego la sustitución de las botellas y acude aterrorizado a pedir consejo a su dominante madre. Juntos planean envenenar gradualmente a Alicia para encubrir ante el grupo nazi lo que condenaría a Sebastian y a su madre a una muerte segura. Alicia va perdiendo la salud con rapidez. En uno de sus encuentros con Devlin, él confunde su debilidad con embriaguez y la insulta; ella no niega la acusación y guarda silencio. Más tarde Alicia se da cuenta de que la están envenenando, pero está tan débil que no puede hacer nada. La hacen «prisionera» en su propio cuarto. Devlin se extraña al ver que Alicia no ha acudido a una nueva cita y decide arriesgarse. Entra a la casa de Sebastian y descubre a la joven en cama. Ella le relata todo lo sucedido, él le pide perdón y le dice que la ama. La toma en brazos y baja la escalera con ella. Sebastian y su madre los ven pero deciden guardar las apariencias ante el grupo de nazis reunidos allí. Sebastian dice haber llamado al doctor desde el teléfono del cuarto de Alicia y permite la salida de la pareja. Uno de los nazis hace notar que en el cuarto de la habitación mencionada no hay teléfono alguno. Devlin y Alicia se alejan dejando atrás a Sebastian y a su madre. Los nazis llaman a Sebastian al interior para interrogarlo y cierran la puerta de manera ominosa.

Encadenados es, sin duda, junto con

La sombra de una duda, uno de los mejores filmes de Hitchcock de los años cuarenta, y es, seguramente, uno de los mejores de su carrera.

«Esta es realmente mi película favorita de Hitchcock». Donald Spoto.

«La quintaesencia de Hitchcock». François Truffaut.

«Uno de los [filmes] más bellos de su autor». Rohmer y Chabrol.

«Una película de tal riqueza que uno titubea antes de tratar de valorarla en unas cuantas líneas». Robin Wood.

Siempre serán pocas las líneas que se concedan a

Encadenados, una de las más populares cintas de Hitchcock. Se las encuentra siempre en las listas que señalan las favoritas de los seguidores de Hitchcock.

La clave del éxito de

Encadenados es, como indica Bosley Crowther en

The New York Times, su «sobresaliente amalgama de

love story con experto

thriller». Este valor ha sido también reconocido por Spoto, que aclara: «[aunque] parece ser un melodrama de espías, de hecho no lo es. Las actividades de espionaje son el McGuffin de Hitchcock, su pretexto ubicuo para ir a temas más serios y abstractos, la posibilidad de que el amor y la confianza rediman dos vidas del temor, la culpa y el sinsentido», y concluye que la obra es «una extraña clase de

thriller romántico». Pero para que esa

love story funcione,

Hitch tuvo que crear lo que Rohmer y Chabrol llaman «una atmósfera de extrema sensualidad», y abundan: «Hay en ella dos escenas de amor. La primera, en la terraza […] expresa la vanidad de la piel cuando el amor está ausente. En la segunda, el contacto carnal no podría ser más simple, pero el sentimiento es real. Cuando Devlin viene a salvar a Alicia de morir la pantalla resplandece con belleza indescriptible».

El amor presentado en la película dista mucho de ser simple y los vínculos entre los personajes (y entre ellos y el público) son más complejos y profundos de lo que parecen a primera vista. Spoto sugiere que:

El personaje de Alex Sebastian es el complemento oscuro del personaje de Alicia […] si Devlin es estudiado e inquebrantable, Sebastian es efusivo y ardiente. Si Alicia es emocional y entusiasta —y hasta pródiga—, la señora Sebastian es el paradigma de la elegancia estudiada y el compromiso regio. ¡Esos cuatro son peligrosamente complementarios! Alex y su madre podrían casi representar lo que Alicia y Devlin podrían volverse después. (Alicia ya tiene el acento extranjero).

Robin Wood confirma esta teoría: «La complejidad de la reacción [en la relación] se deriva de la yuxtaposición de una segunda relación», la de Sebastian y su madre. Dice Spoto: «Todos los personajes en

Encadenados son víctimas o proveedores de chantaje sexual» y siguen un complejo patrón de sentimientos, fantasean y se idealizan unos con otros hasta admitir la sumisión o el maltrato.

El encanto y sensibilidad de Claude Rains en el papel de Alexander Sebastian es un perfecto contrapeso a la relativa frialdad de Devlin. Truffaut afirma que en esta cinta «los villanos son humanos, y aun vulnerables. Son terribles y, sin embargo, sentimos que ellos también están asustados». Ese juego sentimental identifica al espectador tanto con antagonistas como protagonistas a lo largo del melodrama. Russell Taylor concede que el personaje de Claude Rains es «mucho más agradable y simpático que el héroe». El juego culmina con una de las más terribles secuencias de asesinato que haya filmado Hitchcock: aquella en la que Devlin y Alicia niegan a Sebastian sitio para escapar en un coche; con el simple gesto de colocar el seguro de la puerta, lo condenan a una muerte segura.

El plano más famoso de toda la cinta es probablemente el siguiente: durante la fiesta, sin corte alguno, la cámara va desde una posición elevada de plano general hasta un primerísimo plano de la mano, cuando Alicia oculta la llave del sótano. Este plano-secuencia es una estilización del otro ya mencionado del batería de

Inocencia y juventud (

Young and Innocent, 1938) y está usado en un contexto similar; también aquí, dice Hitchcock: «Todo el mundo se divierte, pero no se da cuenta de que hay un gran drama desarrollándose ahí. Y ese enorme drama se resume en la diminuta llave».

Igualmente famoso es el plano en que Devlin y Alicia se besan apasionadamente en el balcón de su habitación cuando el teléfono suena y ambos van hacia él sin dejar de besarse (la escena recibió publicidad como «el beso más largo en la historia del cine»), Hitchcock lo describe así:

La cámara los sigue, sin abandonar el

close up durante todo ese movimiento, hasta el teléfono y luego hasta la puerta, en un plano continuo. La idea está basada en no interrumpir el momento romántico y se me ocurrió hace muchos, muchos años, cuando iba en un tren […] pasando un pequeño pueblo llamado Ataples. […] había dos figuras pequeñas al fondo […], un muchacho y una muchacha. El muchacho orinaba contra la pared, pero la chica lo tenía del brazo y no lo soltaba. Ella miraba lo que él hacía y luego ponía atención al paisaje, y de nuevo a ver qué tan avanzado iba su compañero. […] Ella no podía soltarlo, el romance no debe ser interrumpido, ni siquiera por el hecho de orinar.

Cuando los actores de esta escena se quejaron a Hitchcock de sentirse «incómodos y ridículos», él los tranquilizó diciendo que eso no importaba y que todo se vería muy bien en pantalla. Según Spoto, en

Encadenados «la cámara cuenta la historia» y Hitchcock está en la pienitud de sus facultades y de su madurez. Tanto él como Truffaut y el mismo Hitchcock coinciden en que

Encandenados contiene a la vez «la máxima estilización y la máxima sencillez», pues el director también ha alcanzado una madurez más serena. Esa sencillez se manifiesta en la elaboración de complejas secuencias de suspenso con los elementos más simples: las botellas de champaña, la llave, un envenenamiento gradual. Aun el plano de la fiesta en el que descubrimos la llave, con todo y sus similitudes con el de

Inocencia y juventud, demuestra diez años más de experiencia y gana en sobriedad lo que quizá haya perdido en pirotecnia visual.

La cinta está basada, muy libremente, en las memorias de Marthe Richard, una especie de Mata Hari que ponía su anatomía al servicio de la patria. Hitchcock colaboró en el

script con el estupendo Ben Hecht, y según Leff, «el judío de Nueva York y el rotundo inglés probaron ser colaboradores ejemplares […] se encontraban varios días a la semana de nueve de la mañana a seis de la tarde». La historia fue rescrita muchas veces hasta que quedó al gusto de Hitchcock. El personaje de Cary Grant pasó cuando menos por un par de nombres antes de llegar al de T. R. Devlin. Los otros dos eran: Wall Boone y Wally Francher (—

ugh—) y su suerte osciló entre varios finales: se iba a la guerra o se precipitaba a la muerte desde un balcón, en terrible forcejeo con Alex. También el personaje de Alicia sufrió modificaciones. Leff consigna el interés de

Hitch por «modelar sus diálogos para hacerlos similares a los de Tallulah Bankhead», aunque «Selznick encontraba a Alicia “bastante exagerada”».

Hitch y Hecht buscaron afanosamente el McGuffin de la cinta y dieron con uno perfecto: el uranio, la bomba atómica. Leff dice que:

Un mes antes de que los militares empezaran a trabajar en el desarrollo de una bomba atómica, dos meses antes de que algunos de los colaboradores de Churchill se enteraran y tres meses antes de las pruebas que demostrarían su eficiencia, en Álamo Gordo, Hecht y Hitchcock trajeron el uranio y los implementos de guerra atómica a

Encadenados.

Hitchcock dijo que a causa de ese «adelanto» el FBI lo tuvo «bajo vigilancia durante tres meses»; esa afirmación puede haber sido una fantasía, pues, según Leff, J. Edgar Hoover, legendario jefe del FBI, recibió y aprobó el guión con bastante anticipación.

Selznick, preocupado, mandó una buena cantidad de sus famosos «memoranda» (hay quienes afirman que en algunas ocasiones tenían la extensión de una novela corta, y eran en su mayoría simples críticas, berrinches o divagaciones) que pusieron en guardia a

Hitch y pulieron su trabajo en la cinta.

Tanto el

casting como las actuaciones «controladas y creíbles», dice Spoto, son impecables y fueron, desde la etapa de preproducción, uno de los puntos fuertes para vender la película. Cary Grant es ideal para transmitir la dualidad indiferente-interesada de su personaje y en él encontró

Hitch un colaborador excelente y una impecable presencia. Claude Rains ofrece un estupendo contraste y, como opina Leff, «trabajar [con él] debe de haber sido un placer para Hitchcock. La altura del actor planteaba inmediatamente el tipo de reto técnico que el director estimaba. [Porque] aunque Bergman y Rains representaban a dos amantes, ella se encumbraba sobre él», y hubo que usar cajones y trampolines para las escenas de amor.

Ingrid Bergman actuaba una vez más el papel que ella misma describe como una mujer «valiente, fuerte, sincera… y aburridísima», pero que le va como anillo al dedo (ciertamente, no resentimos la casi total ausencia de «tallulahismos»). También es magnífica la labor de Ted Tetzlaff, cuya fotografía adorna la cinta con una discreta y precisa elegancia utilizada por Hitchcock para hacer de Ingrid Bergman «uno de los rostros que han sido retratados con mayor cariño, atención y delicadeza», de acuerdo con la crítica de la época, y para crear una atmósfera de contrastes sutiles y elegantes.

La cinta costó 2.300.000 dólares y dio a la firma productora una ganancia tres veces mayor, aunque Rohmer y Chabrol consignan que en Francia fue recibida fríamente porque algunos críticos vieron en ella «un tema banal o asqueroso» de prostitución patriótica. Un examen más cuidadoso revela que el asunto interesó a Hitchcock porque ilustraba su interés por el conflicto de «amor

versus deber» de manera más perfecta y conmovedora que ninguna otra de sus cintas. El tratamiento de la heroica acción de Ingrid Bergman niega de manera terminante la interpretación francesa, ya que propicia la comprensión de cada uno de los pasos internos del personaje. André Bazin afirma incluso que «la clásica situación de la espía pura que sacrifica su pureza a cambio de unos secretos de estado está aquí sensiblemente mejorada».

APARICIÓN DE HITCHCOCK: En la fiesta, bebiéndose el champán causante del suspenso.

«El beso más largo en la historia del cine». Ingrid Bergman y Cary Grant en

Encadenados

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