Hitchcock

Hitchcock


Periodo norteamericano » 1954. Pero… ¿quién mató a Harry?

Página 54 de 92

P

E

R

O

¿

Q

U

I

É

N

M

A

T

Ó

A

H

A

R

R

Y

?

(THE TROUBLE WITH HARRY - 1954)

Producción Paramount, Alfred Hitchcock; Estados Unidos.

Dirección: Alfred Hitchcock.

Asistente de producción: Herbert Coleman.

Guión: John Michael Hayes, basado en la novela

The Trouble With Harry, de J. Trevor Story.

Fotografía (en color): Robert Burks.

Música: Bernard Herrmann.

Edición: Alma Macrorie.

Vestuario: Edith Head.

Intérpretes: Edmund Gwenn (capitán Albert Wiles), John Forsythe (Sam Marlowe), Shirley MacLaine (Jennifer Rogers), Mildred Natwick (señorita Gravely), Mildred Dunnock (señora Wiggs), Jerry Mathers (Arnie Rogers), Royal Dano (Calvin Wiggs), Parker Fennelly (millonario), Philip Truex (Harry).

Duración: 99 minutos. // Rodada en los estudios Paramount. Estrenada en 1955.

SINOPSIS: Otoño en las idílicas montañas de Vermont. Un niño, Arnie Rogers, se topa con el cadáver de un hombre mientras juega. Jennifer, madre de Arnie, cree ser responsable de la muerte de Harry, el cadáver en cuestión. También se sienten culpables el capitán Albert Wiles, la señorita Gravely y un hombrecillo miope, doctor de la comunidad. Sam Marlowe, un joven pintor abstracto, trata de ordenar la situación. El cadáver es enterrado y desenterrado varias veces. Jennifer revela la verdadera naturaleza del difunto (su ex esposo), quien había sido una especie de salvaje alcohólico. La presencia del muerto, siempre tomada con ligereza, parece reactivar la vida de Vermont dormido; se utiliza como pretexto para citas románticas y reuniones informales; el pintor decide pintarlo en un lienzo y Arnie explota el potencial económico de la situación chantajeando a su madre a cambio de guardar silencio sobre el asunto. El

sheriff local está seguro de que algo extraño ocurre en su región, aunque no puede definir qué. Mientras tanto el cadáver de Harry es escondido en los sitios más insólitos, desde la bañera hasta el

closet. El doctor determina que las causas de la muerte fueron puramente naturales. El grupo de los presuntos culpables, ante esta información, conviene en reiniciar el asunto que tanta animación les ha traído, ahora sin culpas: Arnie «descubrirá» de nuevo el cadáver y las cosas seguirán su curso normal. Jennifer y el pintor quedan comprometidos en matrimonio.

En

Pero… ¿Quién mató a Harry? Hitchcock coopera por tercera vez con el joven guionista John Michael Hayes. En la colaboración con Hayes regresa un ligero sentido del humor que parecía haberse ausentado de la obra del realizador durante su periodo de filmes sobre «sombra y ausencia» (

Sospecha, La sombra de una duda y

Extraños en un tren). En Hayes encuentra Hitchcock un compañero de juego dispuesto a una irreverencia más sana, ligera y adulta a la vez. Sus guiones resultan tan vivos como el technicolor con que se filmaron. Desgraciadamente, la colaboración de Hayes-Hitchcock llegó a su fin después del cuarto filme (

El hombre que sabía demasiado).

Edmund Gwenn (

Juego sucio, The Skin Game, 1931), en el papel del capitán, vuelve a trabajar con Hitchcock, que también propicia un estupendo debut a Shirley MacLaine, radiante y fresca como nunca en su carrera. Jerry Mathers, el niño, es también una acertada elección y su simpatía está bien controlada (Mathers era la estrella de su propio programa de televisión

Leave it to Beaver, como prototipo del higadito gringo).

Hitchcock afirmaba que

Pero… ¿Quién mató a Harry? fue realizada con un sentido del humor británico (el mismo de sus series de televisión), basado muy principalmente en la risa por contraste (generalmente, una situación absurda y caótica es afrontada por el impasible y cotidiano

gentleman del té de las cinco).

Hitch dijo alguna vez que «ante la lógica del absurdo, se opta por la absurdidad de la lógica».

El sentimiento que caracteriza

Pero… ¿Quién mató a Harry? es equivalente al del «episodio de la niña perdida en

El fantasma de la libertad y el teatro de Ionesco»; en ambos casos el móvil, el resorte de la situación, es a la vez lo que menos importa. Harry, el cadáver, será tratado como una suerte de bulto estorboso, que desentona en el colorido paisaje de Vermont «como una mancha de sangre en medio del agua cristalina», según palabras de Hitchcock. El color de los bosques sirve de contrapunto a un negrísimo sentido del humor. «El otoño puede ser bello, pero el otoño anuncia la muerte anual de la naturaleza», dice Spoto. La comprensión del drama, o más bien dicho, su ausencia, es necesaria para aproximarnos al absurdo cotidiano. Lo increíble es lo natural de la franqueza, de la falta de temor moral y de respeto a la figura de la autoridad (el cadáver de Harry es tomado por su propio hijo Arnie con bastante ligereza), a las instituciones (el policía del pueblo es bastante tonto) y a los «asuntos más profundos», como el sexo y la muerte. Spoto afirma que el filme parece «recomendar que tomemos el sexo y la muerte con una perspectiva menos dramática»; resalta después la situación dramática creada por los dobles sentidos y las insinuaciones sexuales entre el pintor y la reciente viuda, y concluye que en el filme «el sexo y la muerte son aceptados tal como las estaciones del año». La cinta fue un fracaso en Estados Unidos, pero permaneció en exhibición seis meses en Francia, donde ganó estatus de «película de culto».

Dice Spoto que algunos críticos franceses han permitido que nuestras «pobres y oscuras mentezuelas» se iluminen haciendo un paralelo entre las «resurrecciones» de Harry y la resurrección de Cristo (¡Ah!, claro, Hitchcock era católico… ¿Cómo no lo notó antes?):

Para ellos el dibujo que hace Sam del cadáver, evoca un Cristo de Rouault […] [y] exageran la importancia de la frase del capitán Wiles y la señorita Gravely, cuando dicen que hay que enterrar a Harry con apresurada reverencia, viendo en esta y otras frases similares, reflejos del relato que el Nuevo Testamento hace del entierro de Cristo.

Esa teoría, muy propia de alguien que quiera impresionar a una chica en el café, no tiene bases más firmes que las ya mencionadas y, al interpretar la cinta como una parábola cristiana, tales criticazos evitan ver la profunda y gozosa ambigüedad que caracteriza a la película y anula cualquier posible relación, «seria» o no, con el oscuro sentimiento católico. La aparición de ese Cristo en la moral de

Pero… ¿Quién mató a Harry? se justificaría tan solo para volver a ser enterrado. Para buscar su olvido y volver la cara a la vida.

APARICIÓN DE HITCHCOCK: Caminando por detrás del coche del millonario coleccionista.

Pero… ¿Quién mató a Harry? (1955), fue el resultado de la afortunada colaboración entre Hitchcock y el guionista John Michael Hayes

Ir a la siguiente página

Report Page