Hitchcock

Hitchcock


Periodo norteamericano » 1975. La trama

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(FAMILY PLOT - 1975)

Producción Universal, Alfred Hitchcock; Estados Unidos.

Dirección: Alfred Hitchcock.

Guión: Ernest Lehman, basado en la novela

The Rainbird Pattern, de Victor Canning.

Fotografía (en color): Leonard J. South.

Supervisor de efectos especiales: Albert Whitlock.

Música: John Williams.

Edición: J. Terry Williams.

Vestuario: Edith Head.

Asistente personal de Hitchcock: Peggy Robertson.

Intérpretes: Karen Black (Fran), Bruce Dern (Lumley), Barbara Harris (Blanche), William Devane (Adamson), Ed Lauter (Maloney), Cathleen Nesbitt (Julia Rainbird), Katherine Helmond (señora Maloney) Warren J. Kemmerling (Grandison), Edith Atwater (señora Clay), William Prince (obispo), Nicholas Colasanto (Constantine), Marge Redmond (Vera Hannagan).

Duración: 120 minutos. // Rodada en Pasadena, San Francisco y en otros sitios de California y en los estudios Universal. Estrenada en 1976.

SINOPSIS: A madame Blanche, falsa médium espiritista, la multimillonaria Julia Rainbird le confiesa un sueño recurrente en el que su difunta hermana Harriet le reprocha haberla separado muchos años atrás de su hijo ilegítimo. La señora Rainbird se siente culpable y le dice a madame Blanche que está dispuesta a reparar el mal que provocó a aquel inocente haciéndolo su heredero universal, ofreciéndole una generosa suma de dinero si la ayuda a encontrarlo por medio de sus poderes extrasensoriales. Dichos poderes residen únicamente en la ayuda que le presta su amante George Lumley, taxista aspirante a artista e investigador

amateur, que indaga de antemano lo que madame «revela» a sus clientes. Blanche le pide investigar el paradero del bebé Rainbird. Asistimos mientras tanto a un acontecimiento aparentemente inconexo: una misteriosa rubia se entrega a un magnate secuestrado a cambio de una pequeña fortuna en diamantes. Esta rubia, que resulta ser una morena llamada Fran, opera junto con su amante, un deshonesto joyero llamado Arthur Adamson. Ambos viven de un próspero negocio que consiste en secuestrar magnates o personalidades públicas, para pedir su rescate en diamantes que Adamson oculta en una enorme lámpara de cristales y luego corta y vende «honestamente» en su joyería. George averigua que el bebé fue regalado al chófer de la casa y que la familia entera del chófer murió en un incendio, pero al investigar el cementerio donde los enterraron encuentran que bajo la lápida del hijo no hay cadáver alguno. Lumley averigua que la tumba fue pagada por un tal Maloney, dueño de una gasolinera. Lumley averigua que Maloney fue cómplice de Eddie (el hijo ilegítimo) en el incendio provocado que mató a sus padres.

El despiadado Eddie resulta ser (tras un cambio de identidad) Arthur Adamson. Maloney lo pone sobre aviso de las pesquisas de Blanche y Lumley. Por consejo de Adamson, Maloney se cita con la pareja y les «arregla» el coche, por lo que casi resultan muertos en la carretera. Al ver que ha fallado, Maloney intenta arrollarlos y muere al caer su coche al vacío. Arthur y Fran secuestran a un obispo mientras oficia una ceremonia religiosa y lo ocultan en un cuartito secreto del garaje de su casa. Al enterarse de que Maloney ha muerto, Adamson decide vigilar más de cerca a Blanche. George tiene un pleito con ella pues sus investigaciones y el apetito sexual de la médium están a punto de acabar con su salud y su trabajo de taxista (del que ya se ha ausentado demasiado tiempo). Blanche investiga por su cuenta y llega hasta Adamson cuando él y Fran se disponen a entregar el cuerpo del obispo. Blanche revela a Arthur que es heredero de la fortuna Rainbird y este sonríe ante la ironía del asunto. Blanche descubre al obispo inconsciente y por eso es drogada por la pareja, que decide dejar su asesinato para más tarde. Lumley, que ha seguido la pista de la médium, da con el cuartito secreto y la rescata. Ambos engatusan a Arthur y Fran y los capturan. Mientras esperan a la policía, George consuela a Blanche diciéndole que, aunque Julia Rainbird no les dé un solo dólar, quizá puedan intentar cobrar la recompensa ofrecida por los diamantes. Blanche entra entonces en un verdadero trance espiritual y señala los cristales de la lámpara.

En 1925 Hitchcock inició su carrera como director cinematográfico con

El jardín de la alegría (

The Pleasure Garden, 1927). Después de 50 años,

La trama marcaba su aniversario de oro como realizador. Hitchcock es probablemente el único director de cine que experimenta con los filmes mudos, luego los sonoros, con los filmes en color y que también llegó a la televisión. A su paso por cada una de estas etapas narrativas Hitchcock innovaba, reinventaba o por lo menos ponía en clara perspectiva las posibilidades narrativas de cada una. Realizó 53 cintas en 50 años de vida y en cada una de ellas existe por lo menos un momento «digno de Hitchcock».

La trama no es la excepción.

La novela

The Rainbird Pattern había recibido, según Harris y Lasky, «buenas, cuando no entusiastas críticas, y la historia era perfecta para las alteraciones que Hitchcock solía hacer». Pero Hitchcock se encontraba para entonces bastante cansado y, según dice Spoto, «su vida era más lenta y más indiferente a las cosas que nunca […], [pero] en octubre de 1973, empezó a aburrirse […] [lo suficiente] como para iniciar las pláticas para desarrollar la historia».

Esa energía disminuiría rápidamente, y de ello son pruebas las conferencias grabadas entre Lehman y Hitchcock, en las que el director muestra una actitud remolona hacia el trabajo, y alude reiteradamente a su desinterés en él. La tolerancia de Hitchcock también había menguado con los años y ahora se mostraba irascible con Lehman (incluso despidió durante el rodaje al actor Roy Thinnes —quien acabaría protagonizando la serie

Los invasores (

The Invaders, 1967)—, cuando llevaba ya bastante material rodado), pero a pesar de su aparente desinterés, durante el rodaje Hitchcock parecía mostrarse a momentos tan alerta como siempre. Leonard South, director de fotografía, declaró que lo consideraba «el maestro de la técnica». Bruce Dern afirmó: «De los 53 filmes en que he trabajado, él es el mejor director que he encontrado». Edith Head, encargada de diseñar los vestuarios y última «sobreviviente» del tradicional equipo de Hitchcock, seguía fascinada por él; «obtiene lo que quiere —decía—, es un superperfeccionista».

Clave del buen funcionamiento de la cinta fue la colaboración entre Ernest Lehman y Hitchcock, cuyo guión, como afirma Jonathan Rosenbaum, «procede como un mecanismo inmaculadamente pulido que continuamente es testigo del hecho y el ingenio de su propio funcionamiento». Lehman, contra todo el escepticismo de

Hitch, se esforzó por lograr un guión de estructura casi perfecta.

«Lo que atraía particularmente a Hitchcock en

La trama [afirma Truffaut] era la transición de una figura geométrica a otra. Primero, nos son presentadas dos histories paralelas, y entonces, el abismo entre ambas se estrecha gradualmente, hasta unirse finalmente como una sola».

El tono desenfadado de la cinta nos presenta a un Hitchcock «exorcizado» (muy probablemente a través de

Frenesí que, además, no tiene empacho en hacer referencias cada vez más francas acerca de la sexualidad —especialmente a la doble «explotación» que madame Blanche hace de su propio zángano, como asistente y como semental—, y que muestra un humor juvenil. Pero al lado de todo esto coexisten secuencias como la del cementerio, rodada en dos días y preparada con el cuidado de un gran maestro. Esta secuencia, la del secuestro del obispo y la del automóvil averiado que se precipita cuesta abajo, son sin duda las que llevan al crítico Olivier Eyquem a afirmar que, aunque se echa de menos «la generosidad y opulencia de

Con la muerte en los talones […] [existen en la cinta una veintena de minutos que deberían ser preservados para un futuro homenaje en el Museo de Arte Moderno […] lo que sería más que suficiente en el caso de cualquier otro».

La cinta recibió una calurosa acogida por parte de la crítica y el público, que pasaron por alto algunos errores técnicos en la sobreimposición de imágenes —debido al defectuoso trabajo de laboratorio de la Universal— y, en general, fue aceptada como un amable entretenimiento, lleno de chispa y digno de admiración, pues su realizador, con más de 70 años y lleno de problemas de salud, seguía filmando con la precisión de un hombre 50 años menor.

El éxito de su último filme llenó de placer a Hitchcock, a quien, según consigna Truffaut, se le preguntó en el curso de una entrevista: «Cuando se tienen 76 años y uno se levanta por la mañana y es Alfred Hitchcock, ¿qué se siente?», a lo que Hitchcock respondió: «Cuando el filme es un éxito, uno se siente muy bien, pero si no lo es, ¡uno se siente miserable!».

APARICIÓN DE HITCHCOCK: En silueta en el registro público, pidiendo dos certificados de defunción.

Alfred Hitchcock y el productor Alfred O. Selznick. La relación entre ambos se inició antes de

Posada Jamaica (1939)

Grace Kelly y Alfred Hitchcock en Cannes, en 1972

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