Himmler

Himmler


Cartas 1927-1928

Página 6 de 26

En tu carta dices que quizá me atraigas a mí a un remolino de preocupación y pena. Tienes que decir necesariamente embarcar. Atraerme no puedes de ningún modo, como bien sabes. Allá donde estemos, seguiremos siendo siempre los mismos. «Nosotros los lansquenetes deberíamos permanecer aislados y proscritos». Sin duda falta, inmediatamente después, una frase que comience por «pero». Ya que en caso contrario, debería suponer, pues, que lo dices en serio, pero aislado puedes estarlo; estar proscrito no debería ser posible. Entonces, ¿la última página de mi carta, que tú tanto esperabas, fue tan injustificada? No pienses tanto en lo horrible del futuro, en esta relación deja el futuro en paz. Nos traerá alegres y maravillosas horas. Y toda la pena que la vida me dará, la soportaré, porque sé que amar significa vivir y sacrificar. Si no pudiera hacer esto, jamás te habría querido. Y también sé que me ayudarás. Qué me va a faltar si tú me quieres de verdad.

Me llaman para comer. Helmut está también.

Sé bueno y no te preocupes.

Cuánto me gustaría tenerte aquí.

Mi cabezota,

Tu Marga

10) Carta urgente Múnich,

30 de diciembre de 1927, 15 h

¡Mi querida mujercita!

Que eres, salvo lo tuyo [¿?], un ser infinitamente cariñoso y bueno siempre lo he sabido. Tu carta urgente me lo ha vuelto a demostrar. Cuánto me gustaría besar tu carta.

Ya habrás podido comprobar que no soy ningún cabezota «malo». Mira, fui tan sincero que te escribí un pensamiento que apareció de repente en mi «negra» alma. Me he portado bien seguramente y, exceptuando el día de Navidad, el 25 de diciembre, te he escrito todos los días una y otra vez. Y créeme, tengo que hablar cada día con mi mujercita, no puedo hacerlo de otra manera y tampoco quiero que te preocupes sin necesidad ni un solo momento. Cariño, mi buena y «mala» mujer, no me siento culpable, pero aceptaría con gusto el castigo cada día, si fuera posible. Al menos los dos queremos vengarnos en enero.

El último párrafo de tu carta hace que te tenga aún más cariño, amada mía.

Que te hayas afligido por mi carta, lo siento de veras. Mi querida tontuela, puedes estar segura de que en mis cartas y en mis palabras hacia ti nunca habrá algo que te cause aflicción. Puede ser que a veces, debido a la brevedad y a la prisa, esté mal expresado, pero no hay motivo para afligirse. ¿Cómo podría yo hacerte daño? Que mi amorcito lo comprenda y que no vuelva a entristecerse por algo así. Estoy seguro, porque mi mujercita sabe, cuánto la quiero.

En cuanto a tu carta número seis, la recogí esta mañana a las 10:30 cuando regresé de Passau. A las 10:45 llegó tu carta urgente. Lo de Hanna me hizo reír con ganas. ¡Menuda es!

En cuanto a la zamarra. Claro que había calefacción, casi siempre demasiada (calefacción central). Suelo apagarla y abro la ventana. No, mi vieja zamarra, que siempre llevaba cuando era soldado en el cuartel, por así decirlo como un batín, es una vieja costumbre de los lansquenetes. Además, me gusta mucho la suavidad de la piel.

Te pido que tengas un poquito de cuidado en tus paseos por tu adorado Berlín. Algunas personas comienzan el Año Nuevo con abundante alcohol, lo que trae consigo peleas en las que con mucha frecuencia los invitados inocentes también reciben.

Dices que la frase «Nosotros los lansquenetes de la lucha por la libertad alemana deberíamos permanecer aislados y proscritos» debería seguir con una proposición que empezara con «pero», cierto. Quiero escribírtelo para que me entiendas bien. «Pero no me quedé así y ahora sé, porque puedo reflexionar sobre lo gris del futuro, que infringiré, antes o después, preocupaciones y sufrimiento a lo que más quiero sobre la Tierra». Créeme que sé que asumes con gusto cada preocupación y cada sacrificio por amor. Pero el amor conlleva preocupación por el otro y el peor pensamiento para el amor es saber que el otro sufre y se preocupa por el amor. Así piensas tú y así pienso yo y es lo que quiero decir.

Pero tienes razón, porque como nos queremos de verdad podremos superar lo que nos depare el futuro, siempre que esté dentro de la fuerza humana, querida mía.

¿Qué echas de menos en mis cartas? Me lo tienes que decir, yo no lo sé.

Mándame pronto tus fotos. Qué bien que la carta de tu «malvado» lansquenete llegara más tarde (siempre es lo mismo…).

Tengo que contarte algo. Ayer por la mañana fui con Strasser desde Landshut a Passau. Estuvimos conversando mucho en el tren, claro, somos compañeros de armas y amigos desde hace años. […]

Ahora toca otra vez oficina. Por las tardes voy a Schleißheim (a doce kilómetros de Múnich) y visito a las personas de mi primera Sturm-Abteilung[13] de 1922. Regreso por las noches.

Alguien me llama por teléfono; me están esperando.

El deseo para Año Nuevo será corto. Te deseo todo lo mejor y el amor que uno se pueda imaginar y desear, eso es lo que te deseo. ¡Querida y amada mía!

Te mando un beso,

Tu Heini

12) Carta urgente Mú., 31 de diciembre de 1927, 19 h

¡Querida y amada mía!

Antes de partir hacia casa de mis padres para celebrar la Nochevieja y pasar la noche fuera, tengo que escribirte una carta rápida, para que mañana tengas algo. Lo último que escriba este año tiene que ser para ti, igual que lo primero que haga esta noche será una carta a mi mujercita.

Hoy tengo que reñirte, mujercita «imposible». Hoy no he recibido ninguna carta y me habría gustado tanto tener una. Como soy optimista, y porque conozco bien a mi Marga, he supuesto que el malvado ha sido correos y no mi mujercita.

Rápido algunas noticias. Ayer por la tarde me encontré en la oficina a las 4 h (16 h) con un querido conocido, me llevó hasta su laboratorio, conversamos acerca de muchas cosas y luego estuve con mis viejos amigos en Schleißheim[14], donde me recibieron con mucho cariño. A las 23 h regresé [a Múnich]. Esta mañana en la oficina. Mucho trabajo. Reuniones desde las 11 h a las 16 h (3 reuniones). Entretanto estuve media hora en casa de mis padres, le expliqué a mi querido padre rápido la necesidad del enfrentamiento en las calles y volví a desaparecer. A las 18:30 h regresé a casa, pero antes estuve trabajando otras dos horas en la oficina.

Ahora espero recibir mañana correo. ¡Otra vez! Feliz Año Nuevo y mucho amor infinito para ti, amada mía.

Mi querida niña, ¡besos!

Heini

No olvides, cielo, que no puedes volver a fruncir el ceño.

10. O. 30. 31 de diciembre de 1927 mañana (Mú., 2 de enero de 1928, 19 h)

Mi querido y amado testarudo, el mejor. Hoy, sobre las 11, llegó tu querida carta urgente. Mi querido cabezota se ha equivocado, ya que era la número 10. ¿Ves?, qué mujer tan desagradecida soy. No deberías estar siempre tan «enfadado» y hablar mal sobre el adorado Berlín. Es mío, cabezota. Siento no poder compartir tu opinión, es decir, que el peor pensamiento para el amor que hay es que el otro se preocupa y sufre en nombre del amor. Si solo sufro por querer amor, entonces quiero que sea así, entonces me pertenece, y es una parte de mi amor. Qué otra cosa es el «amor», si no. Me gusta la frase: «La muerte no es un precio demasiado caro para pagar un instante vivido en el paraíso». […]

Amor sin sufrimiento y preocupación no me lo puedo imaginar. Tengo la sensación de que entonces no es amor. Ya que el amor es la certeza absoluta de poder sacrificar todo, sin que una de las dos partes pueda percibirlo como un «sacrificio». Es el amor que solo reclama que sea correspondido. Sí, sobre eso hablaremos en persona. […]

Entonces, ¿ya tenéis nieve? Quiero montar en trineo. A ver qué puedes hacer. Qué hago si no, solo voy porque quiero patinar y montar en trineo. Hoy tendría ganas de pelea y broma. No te importa, pero prefieres la paz. […]

Mi querido y buen Heini, ya te lo he dicho muchas veces, no puedo hacer nada contra mi ceño fruncido, ya que ni siquiera sé que lo está. Seguro que hoy lo tengo fruncido.

Si ya sabes los planes para las siguientes semanas, sé bueno y dímelos por carta. Mi nueva muchacha me espera. Un beso.

Tu Marga siempre

El 20 de mayo de 1928 no solo estaban sobre el tapete las elecciones al Parlamento de la nación; ese mismo día se votaban los nuevos Parlamentos regionales en el gran y poderoso estado de Prusia, además de en Anhalt, Baviera, Odenburg y Württemberg; el 29 de enero en Mecklenburg-Strelitz; en Hamburgo el 19 de febrero; y en Schaumburg-Lippe el 29 de abril. El «año nefasto» temido por Himmler (cuando él todavía no podía saber nada de los comicios mencionados, puesto que el Parlamento no se disolvió hasta febrero) estuvo marcado, al menos en la primavera, por algunas campañas electorales, lo que para el funcionario del NSDAP significó constantes viajes, innumerables charlas, reuniones de partido y la fundación de nuevos grupos. El 25 de enero escribió por la noche, por ejemplo, sobre la visita a Frisinga, en las proximidades de Múnich: «Esta tarde ha sido muy buena, fundé una SA de estudiantes y vendré cada catorce días para formar a los jóvenes».

A fin de preparar las elecciones, el 2 de enero de 1928 Hitler anunció en el Völkischer Beobachter el nombramiento de Gregor Strasser como líder de la organización del Reich y añadió: «En el día de hoy asumo la dirección provisional del departamento de Propaganda. El camarada Himmler firmará en mi nombre».

«Hay mucho trabajo, pero por lo demás todo es muy agradable. El domingo 8 de enero estoy en Austria, vuelvo el lunes. La próxima semana recibirás un mapa de geografía», escribió Himmler a su futura esposa el 5 de enero. Y en las cartas siguientes se deja siempre constancia de los lugares donde se halla o a donde se dirige. Los viajes con el «jefe», es decir, con Hitler, eran frecuentes; le acompañaba a eventos de la campaña electoral, lo que a Marga le provocaba algún suspiro que otro: «Ojalá ya no tuvieras que estar con el jefe. Supone mucho tiempo» (03/02/1928).

Himmler era también quien organizaba los mítines del futuro Führer. A tal fin, enviaba a las agrupaciones locales del partido un cuestionario en el que se solicitaba información detallada sobre las dimensiones del salón («el Sr. Hitler solo habla en un salón cuanto más grande mejor»), la composición social del público, la seguridad en el lugar, el alojamiento de Hitler, el garaje más cercano, etcétera. Cada agrupación local debía transferir el cincuenta por ciento de los beneficios netos del evento a la central del partido en Múnich. Puesto que Hitler como orador prometía una gran afluencia de público, un acto con él suponía también ganancia económica para los dirigentes de las sedes locales, y las solicitudes a la dirección del partido en Múnich se incrementaron rápidamente. Por eso Himmler hubo de dar una respuesta negativa a numerosas agrupaciones; él era, en fin, quien poseía el poder de conceder o negar los deseados «mítines de Hitler».

15) Mú., 2 de enero de 1928, 21 h

¡Mi querida y buena mujercita!

Esta mañana llegó tu carta (9) y he tenido un buen día. Qué bien que el cabezota te escribiera desde Landshut, no lo esperabas. Puedo imaginarme lo que querías escribir. Pero mira, frente a ti ya no hay un cabezota. A otra persona no habría podido escribir y a ti te tenía que escribir esa misma noche. Contigo no quiero ser nunca duro ni áspero y nunca lo seré, quizá pueda parecer el comportamiento y el habla de un lansquenete endurecido tras diez años en la lucha; pero es así, el corazón es bueno y cariñoso siempre contigo. […]

Tengo que pelear un poco por el ceño fruncido. Si la señorita escribe que no sabe si lo tiene y, en el siguiente párrafo, «seguro que hoy lo tengo fruncido», qué significa eso, ¿que el «malo» de Heini te da dolores de cabeza? Al menos sé tú «buena», piensa en ello y no vuelvas a fruncir el ceño. Cuando recibas una carta mía, quiero que te cause tanta alegría que puedas poner carita de felicidad.

Ayer te escribí algo por el cumpleaños. Estoy a favor de que los celebremos los dos, si se puede, y se debe poder.

Tengo muchísimo trabajo, pero no me importa.

Querida Marga, mi mujer, beso tus queridas manos y tu querida boca.

Tu Heini

Tu oración sobre el «paraíso» me gusta mucho. A partir de ahora no podré escribirte hasta la noche, el correo lo recogen por las mañanas sobre las 3:30 h 4:30 h [¿?], así que recibirás esta carta el miércoles por la mañana. Cariño, el viernes es aquí fiesta, los Reyes Magos, y no hay reparto de correspondencia.

Justo hoy hace 10 años me alisté en el Ejército alemán.

Con su constitución física, Himmler era todo lo contrario a un soldado. Durante su infancia enfermaba con frecuencia, era débil y no estaba dotado para los deportes. Ya de joven se quejaba de dolores en el estómago que le acompañarían a lo largo de toda su vida. Así y todo, o quizá por eso, intentó con todas sus fuerzas ser admitido como voluntario durante la Primera Guerra Mundial. Solo gracias a los contactos de su padre recibió a finales de 1917 la anhelada noticia, que había sido aceptado como aspirante a oficial en el regimiento de infantería 11. Pero «el soldado Heinrich», como se llamaba a sí mismo orgulloso, no llegó a conocer la guerra. La revolución estalló antes de que su unidad fuese transferida al frente.

Al finalizar la contienda, Himmler se implicó, además de en los estudios, en asociaciones paramilitares de la derecha radical, entre otros los Freikorps Epp y el Bund Oberland, que contribuyeron a que la revuelta obrera y la efímera república parlamentaria fueran sofocadas con sangre al igual que sucedió en Múnich en 1919. En noviembre de 1923 se lanzó a la calle como miembro de la liga Bund Reichskriegsflagge, perteneciente a los Freikorps bajo la dirección de Röhm, con el objetivo de dar un golpe de Estado contra la república junto a Hitler y Ludendorff. Llama la atención, sin embargo, que en sus cartas reivindicara para sí más la descripción de «lansquenete» que la de «soldado». Si bien es cierto que la obediencia y fidelidad absolutas se contaban entre las virtudes que reclamaba a las SS, la imagen de sí mismo era menos la de un soldado del partido, el integrante de un ejercito organizado burocráticamente, y mucho más la de un luchador que se desvelaba por la «libertad del pueblo».

Con todo, continúan apareciendo nostálgicas reminiscencias de la época de soldado en sus misivas, por ejemplo, cuando recuerda la zamarra que le habían regalado sus padres en 1918, ya que se congelaba en la habitación sin calefacción del cuartel de Regensburg, y que diez años después sigue poniéndose (30/12/1927). O cuando escribe: «en Núremberg voy al hotel, me arreglo un poco, me afeito, me pongo el uniforme, convocatoria a las 21 h y de nuevo un soldado» (10/02/1928). Y, por supuesto, conservó el ideal del «hombre duro» a lo largo de toda su vida, se ejercitó después en la guerra para endurecerse y se construyó una imagen propia de un «lansquenete endurecido por diez años de batallas» (02/01/1928). Incluso en su relación con Marga: «No puedo huir de mis obligaciones y quizá te atraiga a ti a un remolino de preocupación, pena y destino. Nosotros los lansquenetes de la lucha por la libertad alemana deberíamos permanecer aislados y proscritos» (26/12/1927). Mientras la SA se consideraba el «ejército del pueblo», Himmler eligió para las SS el modelo de una orden religiosa, una comunidad de combatientes conjurados en torno a una ideología y que no habían de esperar un mandato para actuar.

17) Múnich en la oficina, 3 de enero de 1928, 22 h

¡Querida y amada mía!

Ya es muy tarde por la noche pero quiero escribirte un par de líneas y llevarlas al tren para que las recibas mañana por la mañana. Entretanto seguramente habrás recibido mi carta del domingo, que no habrá sido ni dura ni áspera. Hoy, en cuanto he tenido algún momento, he vuelto a reflexionar sobre tu carta. Pero qué personas tan patosas somos, nos queremos tanto el uno al otro y una y otra vez nos hacemos daño en el corazón. Pero bueno, mi querida niña, ya no te aflijas por nada, el pensamiento es espantoso, lo mismo que si realmente tuvieras la sensación de que yo podría ser duro y áspero contigo. Eso sería igual de terrible para mí, como aquella vez cuando creí que tú, precisamente tú, me tenías por un indecente. Pero no, yo sé que ahora mi mujercita me conoce y no volverá a estar triste por mí.

Puedes estar segura sobre una cosa, que tu lansquenete siempre siente tu amor y que le hace muy feliz.

Desearía regresar a casa contigo después de este día de trabajo y barullo y descansar junto a ti y tu amor y volver a regalar la sensación de que tú, mi «pequeña» mujer, estás a salvo junto a tu lansquenete, ya que para él eres una gran mujer, a la que más quiere, una camarada fiel y su querida niña.

Te beso, mi amor,

Tu Heini

Desde las primeras cartas se manifiesta con claridad el convencimiento de Himmler de que ha de subordinar su amor por una mujer a la «lucha» (23/12/1927) por la patria («que te quiero con cada pensamiento que me pertenece a mí y no a la patria», 01/01/1928), aun cuando Marga representaba con su cabello rubio y sus ojos azules el ideal de la mujer alemana.

Su ideal de mujer ya lo había descrito en su diario en 1921 siendo aún estudiante: «Estoy en contra de que la vanidad femenina quiera gobernar en los terrenos en donde no tiene ninguna capacidad. Un hombre justo querrá a una mujer de tres formas. Como una niña a la que quizá haya que reñir y hasta quizá también tenga que castigar debido a su insensatez, a la que se protege y acaricia porque es tierna y débil y porque eso gusta. Luego como cónyuge, como una camarada fiel y comprensiva con la que se abre paso a través de la vida, siempre fiel a su lado sin frenar al hombre en su espíritu y sin ponerle ataduras. Y como diosa, a la que hay que besarle los pies, que le da a uno fuerza mediante su sabiduría femenina y limpia e ingenua santidad para no decaer en las batallas más duras y que en las horas ideales del alma ofrece lo más divino».

Este arquetipo femenino para Himmler se resume en el concepto de «gran y sagrada mujer» que, evidentemente, debía tener sangre aria. Ya en 1920 en su lista de lecturas había anotado sobre el libro Der Rosendoktor (El doctor de las rosas), de Ludwig Finckh: «Una gran canción, una gran canción para la mujer». Y en 1924, después de la lectura de Das Buch Liebe. Gudrun (El libro del amor. Gudrun), de Werner Jansen, escribió entusiasmado: «Todo un cántico a la mujer del norte. Ese es el ideal con el que soñamos los jóvenes alemanes y luego, como adultos, por el que estamos dispuestos a morir y en el que se cree siempre, aunque con frecuencia nos equivoquemos».

También en las cartas dirigidas a Marga emplea en reiteradas ocasiones la alocución «querida, limpia y gran mujer» o la tilda de «buena rubita» (11/11/1929). No queda claro qué significado tenía para él la palabra «pureza» en este contexto cuando escribe: «Siempre te veo junto a mí con tu pureza y grandeza y tu infinito amor por mí» (11/02/1928). El canon de valores conservador de aquella época no consideraba a Marga, como mujer divorciada, en absoluto «pura»; por tanto, parecería que hablara de pureza en el sentido de la inocencia infantil que él quiere ver en ella a toda costa, incluso cuando este ideal ella lo satisface de forma limitada.

La inexperiencia con mujeres de Himmler —visible sobre todo en las cartas más tempranas— y su inseguridad inicial hacia ellas pronto disminuyen, ya que se siente superior a la «mujercita» —a la que en otras ocasiones también llama la «tontita» o la «buena niña»—, tanto por su género como por su formación. La propia Marga está convencida de la razón de ser de este reparto de roles: «Sabes que las mujeres somos un sexo débil», escribió ya el 22 de diciembre de 1927. No obstante, la adopción de su nuevo papel será complicada al haberse valido durante años por sí misma. Así, en los siguientes meses se sentirá atenazada entre la alegría de haber encontrado a su edad todavía a un hombre y el temor ante los cambios y las limitaciones que deberá aceptar: «¿Sabes, querido? A veces me horroriza todo. ¡Hay tantas novedades! Personas y cosas, todo el entorno. Cielo, solo te tengo a ti. Anoche lo pensé y me entró miedo» (13/03/1928). Ella se esfuerza por alejar sus miedos mediante conjuros de felicidad: «Tenemos que ser felices» (13/03/1928) y «el matrimonio será nuestra satisfacción, nuestra mayor felicidad» (26/02/1928). Himmler no se tomaría en serio el conflicto interior de ella, mejor dicho, no lo entiende cuando afirma con tono apaciguador: «Claro que sé cuándo mi querida mujercita está un poco “rebelde”, y esto no tiene que ver con su estado de ánimo sino porque se preocupa por su malvado hombre» (03/03/1928). O en otra ocasión: «La mujercita ha jurado como un carretero» (07/05/1928). En principio habría evitado los problemas en la relación. Así lo comparte con ella el 13 de febrero de 1928 de forma categórica: «Nada que hacer, pequeña bribona, el buen hombre no se pelea».

Ya en las primeras cartas quedó patente que Marga Siegroth y Heinrich Himmler no se interesaban lo más mínimo por la vida cotidiana y el ambiente social del otro; más bien les parece que el otro les sirve de pantalla donde ambos proyectan su concepto ideal de un compañero.

15. O. 30. 4 de enero de 1928 (Mú., 6 de enero de 1928 23 h Ex.)

Mi querido, queridísimo lansquenete, mi querido cabezota. Me sigue saliendo lo de cabezota, aunque he comprendido que no eres así. Pero eres el mío. Y te gusta serlo un poquito, que lo sé.

Esta noche ha llegado tu querida tercera carta, así que tengo que escribir una. Tengo que decirte una vez más lo feliz y contenta que estoy. Mi querido cabezota. (Por cambiar diré «duro de mollera»). La verdad es que hoy quería ser buena y leer tu libro, pero prefiero escribir. Cuando releo tus cartas viejas (un día las viejas y otro día las más recientes) y mi periódico, perezosa como soy, me duermo. Así que no avanzo mucho en el libro. Hoy no echaré la carta, por la lluvia y mi dolor de garganta, que va mucho mejor. Seguro que volví a acatarrarme en casa de mis padres, donde no hay calefacción central y las habitaciones se calientan demasiado.

Cariño mío, no olvides las fotos, si no nos aburrimos[15] y pensamos en la «venganza». Mi alma negra concibe lo imposible.

Pobrecito mío, seguro que pasarás a la historia universal y yo, la perezosa, puedo sentarme contenta y de buen humor entre mis cuatro paredes. Pero por las mañanas tengo que levantarme siempre a las 7:30 h. ¡Qué horror!

Mi imposible y terrible lansquenete, no dices nada sobre si vienes tres semanas a Berlín. No temas la «gran ciudad», haré todo lo posible para «protegerte». […]

¿Cómo va tu estómago? Me acabo de acordar, porque en tu querida carta continúa apareciendo la palabra indecente. Desconoces por completo que, cuando leo tus cartas viejas, me estremezco sobremanera al leer que querías ser malo e indecente.

Pensé que te lo habías propuesto porque algo en la vida te había decepcionado mucho. Y querías evitar que eso volviera a suceder. No sabía que el estómago podía ser también la causa. Tengo que seguir aprendiendo de medicina.

Parece que no has recibido aún mi segunda carta urgente. Mi lansquenete es áspero y duro, pero conmigo también es bueno y cariñoso. Que continúe así, le quiero así más, porque es auténtico. […]

El viernes por la tarde vienen los Reifschneider[16] a casa. Él no ha estado nunca aquí, quiero decir como invitado. Cuando estuve hace casi dos años tan enferma, vino muchas veces también. Se burla mucho, pero en él no me gusta tanto. A las 9:30 h leeré en la cama un poco, perezosa de mí.

Todo lo demás prefiero decírtelo. Mi amor, querido, estoy contigo y te beso.

Tu mujercita

21) Carta urgente, Múnich en la oficina, 7 de enero de 1928, 21:30 h

¡Mi querida mujercita!

Hoy ha vuelto a ser un día de muchísimo trabajo y ahora me siento en espíritu junto a mi mujercita y soy cariñoso con ella y le cuento un poco sobre a qué se dedica el lansquenete. En primer lugar le digo que es muy buena y dulce, porque me ha escrito cartas tan buenas (la 15 y la 16). Una la recibí anoche a las 23 h, cuando regresé a mi casa de Landshut, y la otra esta mañana. Cuánto me alegro de que mi querida niña ya no esté triste. Y no volverás a estar triste, porque, ya sabes, nunca podremos entendernos mal.

¿Qué tal va tu dolor de garganta? Sí, me pregunto que dónde se puede coger uno algo así en B.[erlín]. Iré de todos modos, si tengo la oportunidad. Ahora no lo parece. Niña, qué bonito sería ver todos los días tus leales ojos y sentir tus bonitas manos y cada día besar tu [hermosa] boca y demostrarle a la mujercita cuánto la quiere su lansquenete.

Por ahora, Margalein, son sueños. Pero algo tenemos que inventarnos en Tölz; pues meses enteros sin vernos no es posible. O la «pequeña» pilluela piensa otra cosa.

Sí, la «pilluela» es una criatura pequeña y traviesa. Estoy absolutamente de acuerdo con que en Tölz solo debemos ocuparnos de mirar fotos. Mientras tanto siempre hay algo de «venganza». Pillina, me «temo» que las fotografías no sean suficientes.

Querida niña, qué bien que puedas dormir. Me alegro por ti, pero no lo hagas demasiado y sal a pasear con energía. Haz gimnasia cada día, yo he vuelto a empezar ahora. Sirve para entrenar tanto el cuerpo como la voluntad. […]

«Reñir» lo has entendido mal, como «extranjera» que eres, claro está. Para nosotros tiene casi el mismo sentido que discutir. Nosotros dos nunca lo haremos.

La reconciliación es bonita, pero ser siempre bueno el uno para con el otro es aún más bonito. Eso es lo que tú piensas, pero eres una pilluela. En Tölz tendré que tirarte de las orejas.

Cariño, mis domingos no son días de tranquilidad desde hace meses. Pero la tranquilidad la hallo cuando pienso en ti. Querida mía, no puedo expresar qué eres para mí.

Te tocas mucho la frente, no debe tener ni una arruga. Estarás pensando ¡qué fresco! Pero él es así, y tú, querida, no volverás a fruncir el ceño con el tiempo. Ves, de otro modo ya no te queda nada para cuando realmente te enfades. […]

Mi querida mujer, beso tu hermosa boca y tus buenas y suaves manos.

Tu Heini

23) En el tren a Simbach am Inn/Múnich

9 de enero de 1928, 5:30 h (Mañ.[ana])

¡Mi querida y buena mujercita!

Tu carpeta ha participado en su primer viaje y la primera carta que se escribió sobre ella pertenece naturalmente a la mujercita. Me he levantado a las 4:45 h, me fui a la cama a la 1. Una «resurrección» así no es edificante, pero qué se va a hacer. Ayer conduje desde las 9 h hasta las 12 h de Múnich a Simbach a. I. pasando por Mühldorf. El trayecto es muy bonito, hacía buen tiempo, en el horizonte se veían las montañas. Pensé, dormí y soñé (¿en quién sería?) y leí La revolución fran. de Carlyle[17]. En la estación de Simbach un rápido almuerzo y hablar con el líder de los grupos locales. A las 12:40 continuar por Braunau (la frontera con Austria) hasta Neumarkt-Kallham. Los afiliados al partido (abreviatura: AP) de allí son muy amables y educados. El mitin tuvo mucha afluencia (más de 80 personas), lo que para el pequeño pueblo es mucho. Una decena de camaradas rojos estaban allí por primera vez y, al cabo de dos horas, cantaron con nosotros Deutschland über alles. Después de la reunión, celebré una convocatoria con la gente de la Sturm-Abteilung (SA) y practiqué con ellos un poquito. Cena. A las 9 (21 h) hacia Braunau. Allí me recogieron los AP a las 23 h. Conversamos todavía una hora sobre diferentes cuestiones y a la 1 h me fui, por fin, a la cama.

Sobre las 9 h estaré en mi habitación en Múnich (estoy en el tren y ya me alegro por la carta de mi querida mujer). Sobre las 10 h estaré en la oficina, cambiado de ropa y afeitado, donde me aguarda mucho trabajo. A mediodía rápido a casa de mis padres, donde he quedado con el sastre. Por la tarde, otra vez mucho, mucho trabajo. A las 20 h pasar revista a mi gente. Espero haber terminado en una hora. Antes o después la preciosa niña recibirá unas líneas. Probablemente mañana tenga que ir a Memmingen. Ojalá ya hubiera pasado el jueves, hasta entonces tengo seis mítines en tres días; a mí también me horroriza. Pero va bien, sobre todo cuando pienso cuánto quiero poder estar en ocho días con mi mujercita y cuán tierna será la mujercita con su lansquenete.

Lleva el libro sobre las razas contigo, quiero aclararte un par de cosas.

Ahora no parece que vaya a nevar, hoy llueve. He pedido hielo artificial para mi querida «prusiana». Si hace buen tiempo daremos unos buenos y largos paseos. Conozco bien toda esta zona. Oye, trae calzado bueno, no está pavimentado. (Dará lugar a otra venganza). Sobre todo nuestra venganza saldrá bien. Siempre estoy dispuesto para la venganza.

Voy a dormir un poco ahora y a soñar con «Berlín» y nada más.

Mi querida Marga, te beso y te quiero muchísimo,

Tu lansquenete

La letra ha salido espantosa. La culpa es del tren.

Sobre el «libro de las razas» Marga escribió el 5 de enero de 1928: «Estaba leyendo tu libro sobre la raza aria cuando llegó tu carta». Posiblemente se trate del famoso libro del científico conocido como Rassegünther. En la lista de lectura de Himmler no se ha hallado Kleine Rassekunde des deutschen Volkes (Pequeña enciclopedia racial del pueblo alemán), de Hans F. K. Günther, título básico de la extrema derecha nacional-populista. En los años anteriores a conocer a Marga, Himmler siempre leía, según dicha lista, títulos que giraban en torno a la «raza» (predominaban con creces los libros militares e históricos, y los de aventuras), ya fueran novelas sobre el tema, como Rasse (Raza), de Erich Kühn, de 1924, o breves ensayos, como «Rasse und Nation» (Raza y nación) (1922), de Houston Stewart Chamberlain, cuya obra principal, Los fundamentos del siglo XIX, al parecer no había leído.

32) Múnich, 25 de enero de 1928, 18 h

¡Mi querida y dulce mujercita!

[…] Esta mañana me levanté a las 7:45, después de haber soñado un cuartito de hora con la maravillosa mujer. […]

A mediodía visité a mis padres. Mi querida madre me habló de un conocido, que estaba allí de visita y entre otras cosas, preguntó que si Heini no se casaba de una vez, a lo que mi madre aseguró que yo no pensaba en algo así. Conté un chiste malo (pero no me sentí avergonzado, mi querida pillina). Se imaginan algo. Amorcito, eso lo sabemos nosotros dos mejor.

Continúo esta noche. Querida niña, beso tu hermosa boca y tus manos.

Tu esposo

Tengo que ir a la estación.

Marga estuvo desde el 15 al 21 de enero de visita en Múnich. Parece acertado afirmar que en esta ocasión los dos ya hubieran hablado sobre planes de boda. A partir de este momento cada vez con más frecuencia firman las cartas con «Tu esposo» y «Tu esposa». Justo después de la visita, Himmler le habló a su hermano Ernst y a su amigo Falk de Marga: «Se alegró tanto como Ernst» (28/01/1928).

33. O. 30. 29 de enero de 1928 (Entrada, Mú. 31 de enero de 1928, 21 h)

Mi cielo, acabo de volver del teatro, pero me apetece escribirte. Todas las dudas y escrúpulos que me asaltan. Mi cielo, querido, tú sabes con cuánta ternura te quiero, que eres la alegría y la felicidad de mi vida. Tu amor para conmigo me pertenece y es mi vida. Cariño mío, esta imposibilidad es imposible. Tú me querrás eternamente como yo a ti, no puede ser de ningún otro modo. Fue un miedo instantáneo, tu amor me pertenece y siempre me pertenecerá. No te enfades, mi querido esposo, ahora cuando te lo he escrito, dentro de mí todo vuelve a ser claro y luminoso. A la pobre tontita se le exige mucho. Mi querido y buen hombre será cariñoso con él, aunque no se lo haya ganado.

Cielo, llegas a casa fatigado y te alegras por una carta, entonces la malvada mujer ha escrito muchas cosas feas. ¡No puedo evitarlo!

Me iré con estas dudas a la cama y no podré dormir. Sé que a mi querido esposo se lo puedo contar todo, él conoce a su malvada mujercita. Su enorme bondad y amor pueden entenderlo todo.

Cariño, no hay que estar triste nunca. Si estuviera siempre junto a ti, todo tendría un fin. Entonces solo habría dicha. Nuestra dicha. Mi querido lansquenete, mi cielo, mi amado esposo.

Te mando muchos besos,

Tu malvada mujer

En febrero y marzo de 1928 Marga y Heinrich escribieron un sinfín de cartas similares, vacías de contenido y casi con idénticas palabras. Mucho más importante que lo que esta contenía era para los dos recibir del otro una carta diaria y que esta incluyera un mínimo de líneas. Esto suponía para Himmler presión añadida a sus largas jornadas de trabajo y los muchos viajes. A Marga no le valían estas «excusas» y consideraba sus breves cartas como una mera «señal de vida», por lo que no aceptaba la numeración en serie, con la que estaba en rebelión permanente.

39. O. 30, 2 de febrero de 1928, 8 h

(Entrada Mú., 4 de febrero de 1928, 8 h)

Mi queridísimo y amado esposo, si me vieras escribir sentada en mi habitación, totalmente feliz y tranquila (de vez en cuando un sorbito a un Burdeos blanco), seguro que te convencerías de que realmente estoy feliz de tener un hombre tan bueno y malo, que quiere a su malvada mujer tanto, igual que ella a él.

Cariño, ¿es la tontita buena contigo? No puede torturar tanto a mi querido y buen hombre. ¿Sabes?, ninguno de los dos la quiere ya. Échala fuera. No necesitamos a nadie. Nos bastamos nosotros. […]

Qué mala es la gente, tenemos que estar contentos por entendernos y por pertenecernos el uno al otro.

Tu amor grande y puro no lo creía al principio del todo posible, pero ahora sé con absoluta certeza cuán grande es tu amor y cuán verdadero es y que siempre será así. Nunca tendrás que preocuparte, la última vez que estuvimos juntos se eliminaron todas las dudas de cada uno, incluso las más leves, por completo. Solo puedo repetir una y otra vez que estoy contenta, feliz y tranquila, y por primera vez en mi vida. He encontrado un hogar junto a mi querido y áspero lansquenete. Junto a mi cabezota. Aunque no sea cierto, ¿puedo seguir diciéndolo? Los dos cabezotas se han puesto de acuerdo, ¡bien!

Piensa que Berlín es una gran ciudad (ya imagino tu pregunta: ¿qué tipo de gran ciudad?) pero la gente sabe conducir coches un granuja no se pone en peligro por eso. En la ciudad pequeña primero hay que aprender, quiero decir, aprender a conducir. Pero si todavía tienes miedo de Berlín, entonces escribe por favor a tiempo, recogeré al lansquenete miedoso y le protegeré bien y seré agradable con él.

Tengo que pensar tan a menudo en Tutzing, todo tan bonito y bueno. Dime cuándo vienes aproximadamente.

El domingo quiero ir a casa de mis padres, por lo demás estaré en casa, a menos que tenga que salir por la mañana […]

Mi querido y amado esposo malvado, soy infinitamente feliz gracias a ti.

Te beso,

Tu querida y mala mujercita

En enero parece que no solo estuvieron juntos en Bad Tölz, sino también en Tutzing en el lago de Starnberg. El 26 de marzo Himmler regresa aquí de nuevo y escribe que pasó por «nuestro Tutzing» y que soñó con ella: «¡Ojalá tuviéramos un trocito de tierra junto al lago!». Un plan como este habría excedido sus posibilidades económicas con creces, como bien sabían los dos.

48) Múnich/Plauen en el coche cama,

7 de febrero de 1928

¡Mi amadísima y preciosa mujercita!

Me siento como un príncipe, voy despacio hacia mi dulce mujercita al norte más lejano, sentado en el coche cama, y bebo una botellita de vino de Oporto (a la salud de la querida mujer), viajo con comodidad por los lands, por mi comarca, y tengo la seguridad de que nadie me puede molestar ni con el teléfono ni de otra manera. Además, ayer me fui incluso a las 11 h a la cama, así que he dormido como un lirón; después, leeré, trabajaré, dormiré y (por supuesto mal) pensaré. ¿Qué más, mi querida pillina?

Por cierto, no soy un hombre bueno porque todo lo que yo como y [palabra ilegible] es increíble. Todo porque lo quiere la buena mujer, ya lo sabes, tan obediente, [resto del párrafo ilegible].

A mediodía almorzaré aquí. A las 15:21 llego a Plauen y enseguida un mitin[18].

No se lo digas a nadie, sobre todo a la pillina, pero creo que si no ocurre nada entretanto, el hombre malo irá mañana hacia su mujercita. Cariño, será hermoso.

Te beso y te quiero,

Tu Heini

44. O. 30, 6 de febrero de 1928, 4 h

(Mú., 11 de febrero de 1928, 13 h)

Mi queridísimo mal marido, del que ayer no recibí correo. Hoy, en cambio, ya tengo dos, pero el número no es correcto, la señal de vida no se cuenta como carta. Solo tienes 45.

Pero mira que eres mal hombre. ¡Que no salga a pasear! Ya lo he dicho, salgo y tú sabes (la verdad es que no necesito mencionarlo más) que cuando digo que voy, voy. […]

A partir de mañana, las cartas ya no serán una «señal de vida», primero porque el hombre malo llega el miércoles, y segundo porque el hombre malo debe también saber en qué estado de ánimo [se encuentra] cuando la carta es tan larga.

Cariño, solo dos días, luego tendré que soportar de nuevo a tunantes, sinvergüenzas, personas ariscas, granujas, gigantes derribados, dormilones y tontos (soy una mujer lista).

Cariño, ¿cuánto tiempo vas a poder quedarte? Tu rostro, olvidas tu rostro. A ver si te llega esta carta a tiempo. Mi querido buen, mal hombre. Mil besos de tu Marga.

52) Múnich, 12 de febrero de 1928, 20 h

¡Mi buena, querida mujercita!

Menudo día el de hoy. Desde las 9 h hasta las 14:15 h sin pausa, mitin con unas 40 personas[19]. Luego, con el jefe a Freising, donde tuvimos otro mitin muy bonito. Transcurrió con tranquilidad y fue bonito. A las 4 h pude, por fin, comer un poco. A las 18:45 h otra vez en el coche. Ahora estoy en el hostal y tengo ganas de comer.

[…] Sol mío, mujercita, beso tu querida boca y tus hermosas manos,

Tu Heini

53) Mú., 13 de febrero de 1928, 20 h

¡Mi queridísima mujercita!

[…] Pero consuélate querida pillina, pelearse un poco, cogerse, pellizcarse (y te revelaré otra cosa buena, hacer gimnasia), en eso le gusta participar al hombre malo, ¿sabes?, así el lansquenete puede de pronto ser un joven malvado muy contento. […]

Tu esposo.

Al parecer a los dos les gustaban juegos como los mencionados. El 11 de febrero de 1928 Marga escribió lo siguiente: «El bueno y pobre tunante quiere pelea. […] Pelear y correr alrededor de la mesa». En el mismo tono jocoso podría acabar la próxima vez la diversión: «No se tira del pelo, no se tira de las orejas» (20/02/1928) o «nada de estrujarse el dedo» (30/03/1928). El 1 de marzo de 1928 ella volvió a alegrarse: «Solo cinco meses más, entonces la buena mujer estará con su marido malo y nos pellizcaremos, nos pelearemos, nos pegaremos y reñiremos». Asimismo Himmler se regocijaba siempre ante los castigos impuestos por sus burlas («estará bien que haya otra venganza», 09/01/1928), o por sus escasas cartas: «Tu hombre malo se merece venganza» (27/06/1928).

53. O. 30, 15 de febrero de 1928, 11 h (Mú., 17 de febrero de 1928, 8 h)

¡Mi cielo! He de darte una noticia. Mis padres llegaron radiantes armados de rosas rojas. Así que nada de tormenta, solo armonía. Qué contenta estoy por ello. Les cuento lo que hemos pensado. Sobre lo que ya hemos hablado. También que vienes para Semana Santa, si es posible, y que le visitarás [a su padre]. Entonces preguntó cuándo tenía yo intención de ir a M. [únich] y cuando dije que nada de eso antes de que me traslade definitivamente a M., se puso muy nervioso y dijo que no era posible, si tus padres estaban de acuerdo con ello, tenía que presentarme ante ellos antes. Cariño, ¿qué dices tú? Tus padres estarían desde el principio contra mí si yo no supiera lo que debe hacerse. Yo lo entiendo. Queremos esperar a ver qué dicen tus padres al respecto y luego verás con el tiempo si tienen la misma opinión. Mi padre también dijo que todo debía suceder al mismo tiempo, es decir, con poca distancia. Mi cielo, escribe con todo detalle cuando tengas tranquilidad y tiempo […]

Te beso, Marga

60) Múnich, 19 de febrero de 1928, 19 h

¡Mi queridísima mujercita!

[…] Este mediodía fui a comer a casa de mis padres. Sobremesa con Ernst en casa de Gebhard y Hilde. A ellos dos se lo conté esta tarde. Lo primero: los dos se alegran mucho y le mandan a la querida «cuñada» muchos abrazos. Ya sé cómo se comportarán los padres, seguro que los dos estarán muy contentos.

[…] Cariño, no te preocupes por tus 60 kilos, la mujercita le parece estupenda al hombre malo tal como está […][20].

Cariño, te mando un beso,

Tu esposo

60. O. 30, 20 de febrero de 1928, 6 h

(Mú., 23 de febrero de 1928, 23 h)

¡Mi cielo!

[…] Esta mañana Hauschild empezó con que podríamos ampliar la clínica con una nueva vivienda. No tenía otra opción más que decir que ya no me interesaba y ofrecí unas indirectas como aclaración. Estaba muy contento y me pagará el dinero rápidamente. Quizá al final sí me lleve bien con él. […]

Mi querido, un beso de tu mujercita

Del Dr. Bernhard Hauschild, copropietario de la clínica privada, no se dispone de muchos datos. Según el listín telefónico de Berlín era «cirujano y ginecólogo» y vivía a la sazón en el número 45 de la Münchner Straße. A partir de 1933 aparecía en el listín solo como «ginecólogo» y en 1935 desaparece del mismo, lo que nos lleva a pensar que emigró, probablemente a Estados Unidos, como su hermano. Hauschild tenía el derecho preferente sobre la parte de Marga de la clínica y se la compró poco antes de la boda (véanse las cartas posteriores de 1928).

Marga se refería en pocas ocasiones al médico por el nombre, prefería llamarle «la escoria judía» (27/02/1928) o simplemente «la chusma» (entre otras, en la misiva del 28 de febrero de 1928). Himmler nunca lo citó por su nombre, hablaba de él como «gentuza» (29/02/1928) o «el judío».

64) Malgersdorf, 26 de febrero de 1928, 10:30 h

y 27 de febrero de 1928, 19 h [rellenado a lápiz]

[…] ¡Mi queridísima mujercita!

Ayer, mientras escribía, me interrumpieron y tuve que marchar (a Malgersdorf) a visitar a unas personas y, durante dos horas, estuve escuchando la increíble basura de la vida de esta familia de boca de la mujer de la casa. Puedo o bien devolver al sendero de la virtud al maleante —o a su hermana, que es la principal culpable—, o bien intentar que el hermano o la hermana se vayan del pueblo. Tengo que asegurarme de que esta mierda no destruya nuestra agrupación local.

A las 14 h fuimos en camión hasta Reisbach. Huía de esta porquería deprimente en busca de mi querida, pura y gran mujer y estaba por dentro tan contento en ese rato absorto en mis pensamientos. Los otros son los que deben moverse entre basura, yo tengo un paraíso, nuestro amor, mi querido y buen ángel. […]

Querida mujer, te quiero muchísimo y te beso,

Tu Heini

Llama la atención qué significado seguía teniendo para Himmler la «moral», que en la educación recibida de su padre, Gebhard Himmler, desempeñó un papel fundamental. La estrecha conexión entre la higiene del exterior y la limpieza moral del interior retrocede a concepciones que se extendieron sobre todo en el siglo XIX. Suciedad, caos e inmoralidad se consideraron luego como enemigos amenazadores a los que había que presentar batalla.

Ir a la siguiente página

Report Page