Hija

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Diario 22

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Diario 22

Retomo la escritura de la novela después de un mes de abandono, de descanso. Es asombrosa la infinita lentitud con la que voy construyendo la historia. La culpa la tienen un par de libros de cuentos que me dieron vuelta la cabeza. De repente llaman a la puerta, de Etgar Keret, cuentista israelí, un derroche de locura controlada, de ideas geniales, delirantes que sin embargo no sacan a sus personajes de su vida cotidiana, de sus problemas tan comunes, tan reconocibles, tan compartidos. Y Animales domésticos, de la chilena Alejandra Costamagna, que demuestra cómo el cuento es un género que sí puede renovarse, contra lo que muchos afirman. La prosa de Costamagna elide, saltea, reúne, de una forma intensamente original, exhibe y demuestra la nueva sensibilidad de este mundo, un poco misterioso para mi generación, un mundo que me deja afuera, que ya no entiendo bien.

Es notable cómo la sensación de verosimilitud crece cuando hago el recuento del caso Cabello. La precisión de los datos lo vuelve todo mucho más creíble. Los involucrados aparecen con nombre, apellido, edad y ocupación. Se menciona la fecha exacta en que sucedieron los hechos, la velocidad a la que iba el auto, los metros de desplazamiento. A la hora de hacer creer, los números superan ampliamente a las letras. Me resultaría muy fácil agregar cifras. Pero yo no quiero hacer creer nada, ¿verdad? Si estuviera apostando todo a la verosimilitud, este diario no tendría sentido.

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