Hija

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Diario 20

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Diario 20

Cuando di con la idea de esta pequeña historia, la relación entre Natalia y un amigo de sus padres, supe que tenía entre manos algo interesante. Una conversación con L. me convenció de que debía contarlo como una escena dramática. No permito que nadie lea los primeros, groseros borradores de este libro, porque en esta etapa de la escritura no me sirve de nada la opinión de los lectores. Yo misma soy consciente de muchos defectos obvios y ya sé o creo saber cómo corregirlos, pero necesito seguir hacia adelante para tener todo el material en bruto antes de empezar a reescribir. De otro modo podría quedarme retrabajando infinitamente la primera página sin llegar jamás a la novela. Sin embargo, y como única excepción, le di a L. un primer borrador de este capítulo. Su opinión siempre valiosa fue que la situación se precipitaba demasiado, pero eso ya lo sabía y me convenció de que no debía mostrarle los borradores a nadie más.

Volviendo a la incomodidad que me produce el efecto «ristra de episodios», debo cuidar de que mi novela no pierda la única justificación de la buena literatura, la capacidad de sorprender (en el lenguaje, en la selección de los materiales, en la organización pero también en el desarrollo de la historia). ¿Estoy en peligro? A esta altura el lector ya puede prever hasta cierto punto lo que va a suceder y se prepara para saber qué nueva calamidad está a punto de provocar Natalia. Recuerdo, de pronto, un libro de mi infancia, Las desventuras de Sofía, escrito por la Condesa de Ségur, un libro aleccionador para niñas. Publicado en 1859, cien años después se seguía leyendo en la Argentina. La condesa fue hija de un diplomático ruso, se exilió con su familia en Francia y escribió en francés estas pequeñas historias en que Sofía, una niñita que tiene entre cuatro y cinco años, comete modestas travesuras que son reprimidas y castigadas por su madre de manera cruel y por momentos sádica. El interés que me despertaban las travesuras de Sofía era bastante dudoso, creo que seguía leyendo sólo para saber cómo la castigaría esta vez su madre. Debo admitir que el efecto episódico no atenuaba en nada el interés de los lectores.

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