Hija

Hija


Diario 9

Página 19 de 50

Diario 9

Mi agente, mis amigos, algún colega, algún periodista, me preguntan por lo que estoy escribiendo. En qué consiste ese proyecto al que le estoy dedicando tanto tiempo y que me impide tomar otros compromisos. Más que por propia curiosidad, me lo preguntan por gentileza, por demostrar que se interesan en mi trabajo. Yo intento desviar la conversación. Es un error hablar de lo que se está escribiendo. Un proyecto no existe, no es nada hasta que está terminado, y eso es más cierto todavía en el caso de una novela. Alguna vez escribí un microrrelato sobre este tema:

Un escritor cuenta la idea de un relato que está a punto de escribir. La cuenta en una mesa de café y la idea es buena, el aire se tensa alrededor de las palabras, el relato se hace a tal punto tangible que el humo del cigarrillo no lo atraviesa, las volutas describen su contorno transparente. Pero después, cuando trata de transformarlo en letras, percibe grietas antes ignoradas por donde las palabras se deslizan, hay campos minados, una bruma de rutina invade el texto y los Dioses rechazan la ofrenda de una víctima que ya no es pura, que otros antes que Ellos han gozado.

Y sin embargo, es difícil contenerse. Es tanto más fácil, más agradable, tanto menos comprometido contar la historia que escribirla. Crea la falsa ilusión de que ya existe, de que no hace falta más que un poco de paciencia, todo es cuestión de sentarse la suficiente cantidad de tiempo delante del teclado para darle su lugar en el mundo, y es mentira, por supuesto, un proyecto literario no es nada, nada más que aire y mentira, es el combate contra las palabras lo que va a definir su existencia y si las palabras ganan, si no es posible derrotarlas, dominarlas, la idea volverá al caos, de donde nunca debió haber salido. La tentación es fuerte y, cometiendo el error de ceder a ella, le conté a un colega sobre el trágico nacimiento de la hija de Guido y Esmé.

—Pero eso ya no existe —me dijo él, con seguridad—. A esta altura de la ciencia, no hay hemorragias posparto que no se puedan controlar. ¡Extirpar el útero! Inverosímil.

Y sin embargo, no inventé la situación, no hubiera podido. No tengo imaginación, soy completamente incapaz de inventar nada. Todo lo que sé hacer es combinar de manera más o menos lógica trozos que extraigo de la realidad. Conozco a la protagonista, en la vida real, de esa terrible hemorragia que estuvo a punto de llevársela y que terminó por llevarse su posibilidad de tener otros hijos. Prefiero tener información de primera mano y me hubiera gustado interrogarla, quizá grabarla. Pero en este caso la circunstancia fue lo bastante trágica como para que el pudor (el mío) frenara cualquier tipo de investigación. Tomé el resto de la información de Internet, que para eso está.

Lo cierto es que ahora existe en mi historia esa beba recién nacida, no puedo culpar a nadie más que a mí, yo misma la hice nacer y ahora, maldita sea, también a ella tengo que ponerle nombre.

Ir a la siguiente página

Report Page