Hija

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Diario 18

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Diario 18

Intenté resolver de muchas maneras en mi cabeza, sin escribir una letra, la escena y el diálogo con la directora. No quisiera repetir el mismo procedimiento a lo largo de la novela: una persona que no forma parte de la familia habla con sus padres sobre la conducta de Naty. Y sin embargo, volverá a repetirse porque es parte del tema de la novela. Afuera y adentro, ver y cerrar los ojos. Dada la delicada información que la directora tenía que comunicar, el diálogo directo podría haber derivado en una conversación insoportable, larga y complicada, muy difícil de manejar. No me gusta usar en los diálogos un lenguaje impostado y neutro pero tampoco quiero usar palabras y giros de moda. Con el relato indirecto que hace Guido, encontré un camino que me permitió evitar algunos escollos, sólo algunos (escollos: escribir y navegar, por supuesto). La historia está contada siempre desde el punto de vista de Esmé, pero caramba, Guido es el padre de su hija y una pieza esencial en el rompecabezas de su vida.

Dónde y cómo escribo este libro: solamente a la mañana y en la pieza del fondo, que fue la habitación de mi hija mayor. Después del mediodía, por alguna extraña razón, mi mente entra en barbecho. Puedo escribir notas para diarios o revistas, puedo contestar correo, o entrevistas. Pero no puedo, de ningún modo, escribir ficción, simplemente no sucede.

No me llevo a la pieza del fondo (en las entrevistas la llamo pomposamente «mi estudio») nada tentador, nada que me lleve fuera de esta tarea lenta, no del todo agradable, la primera y penosa versión, de la que uno prefiere escapar con cualquier excusa, dejándose absorber por cualquier distracción. No tengo aquí (ni quiero bajar de Internet) el WinLinez, el único juego que me interesa en la computadora, al que soy adicta. Tengo en esta habitación la biblioteca de poesía, la de literatura latinoamericana y la de literatura popular (anónima, de tradición oral), pero no traigo jamás el libro que estoy leyendo en ese momento. En las pausas, siempre necesarias, leo solamente la Biblia. Muy despacio y sólo por las mañanas, voy avanzando con gloria mientras olvido por completo lo que dejo atrás, porque así es leer después de los sesenta años. Suele suceder, cuando se escribe una novela, que todo lo que se lee, todo lo que sucede alrededor, todo lo que a un escritor le cuentan, imagina, ve o escucha se convierte de una u otra manera en material para el libro en curso. En el Eclesiástico (no confundir con el Eclesiastés) 16. 1-4 leí hoy lo siguiente:

No te alegres de que tus hijos se multipliquen, si son malos; ni te complazcas en ellos si no tienen temor de Dios. No fíes en su vida, ni cuentes para tu vejez con sus labores, o puestos y dignidades, porque mejor es tener un solo hijo temeroso de Dios que mil hijos malos y más cuenta tiene el morir sin hijos que dejar hijos malos.

¿Pero acaso es Natalia una hija mala? ¿Una hija que no tiene temor de Dios? Cómo saberlo. Es tan joven todavía.

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