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Por segunda vez en dos semanas, Laura no podía creer lo que estaba pasando. Sobre todo porque su novio la había dejado ese mismo mes por no querer hacer un trío con otra chica. Siempre había considerado que no tenía inclinaciones lésbicas ni siquiera bisexuales. Pero ahora tenía a Laura, una joven atractiva de 25 años desnuda de cintura para abajo medio tumbada en el sofá al lado suyo masturbándose. Laura la miraba lascivamente mientras jugaba con su clitoris e introducía tres dedos rápidamente de la otra mano. En la televisón, de fondo una película porno mostraba como dos mujeres de pechos enormes y siliconados se alternaban con joven delgado, con pinta de adolescente, pero con una polla que debía rondar los 24 centímetros.

Laura comenzó a gritar y sus bajo vientre y piernas empezaron a temblar. Lucía estaba hipnotizada por su pelvis reluciente por sus jugos. La pilló totalmente de sorpresa. Laura retió su mano de su interior pero con la otra siguió frotando vigorosamente su clitoris. Los espamos recorrieron todo su cuerpo mientras su cabeza se derrumababa sobre el brazo del sofá. Un inmenso chorro de squirt se disparó de su interior y golpeó de lleno a Lucía en su cara. Un segundo menos fuerte la alcanzazó en el ombligo. El líquido que chorreaba de su cara y el de su barriga empaparon completamente su camiseta blanca pegándosela al cuerpo y dejando entrever sus pezones duros. Ahora ya estaba mojada arriba y abajo. Todo el cuerpo de Laura temblaba mientras pensaba que su plan iba en buen camino.

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Esa misma mañana, Lucía se había despertado desorientada sin saber donde se encontraba. Mientras los restos de un sueño que no recordaba se desvanecían empezó a tomar consciencia de su alrededor y de su cuerpo. Estaba en el dormitorio del piso de Raúl. Su ano emitía un dolor sordo y placentero que le recordaba la sesión de la noche anterior. Durante los últimos quince días, diariamente habían alternado entre sexo duro y otro más reposado, disfrutando de sus cuerpos durante más tiempo. Las noches que Raúl tuvo libres durante su trabajo como portero de discotecas, se explayaban jugando con las zonas erógenas de ambos, descubriendo lo que desconocían justo unos días antes. Cuando trabajaba y regresaba de madrugada o a primeras hora de la mañana, Raúl se duchaba para después despertarla en la cama. La primera ocasión, lo hizo lamiéndole el coño. Lucía creía que tenía un sueño erótico hasta que abrió sus ojos y darse cuenta de que su vida se había convertido precisamente en eso. Siguió una sesión de sexo intensa, corta, casi sin dirigirse la palabra. Raúl le preguntó después si la había molestado que empezara estando ella dormida. A Lucía le había encantado y desde entonces se iba a dormir pensando en como la despertaría. Se duchaba antes de acostarse, sin saber a qué hora de la noche volvería a follar.

La segunda vez que Raúl tuvo que trabajar durante la noche fue una sensación de frío y un masaje entre sus tetas lo que la hizo abrir los ojos. Raúl estaba de rodillas en la cama a horcajadas sobre ella pero sin tocarla. Había vertido una gran cantidad del gel lubricante estilo calor que utilizaban en la cama. Miró el reloj despertador de la camilla. Las seis de la mañana. Raúl masajeó sus tetas. No eran enormes, pero tampoco pequeñas y con una forma redonda que aún se mantenían en su sitio. Junto con su culo también redondo y respingón del tamaño justo, los consideraba sus "mejores activos" . Volvían loco a su joven amante. Estaba obsesionado con ellos. Consideraba que su cara era normal, ni fea ni guapa, pero Raúl le aseguraba que era preciosa. Raúl vio que estaba despierta y le dio los buenos días para seguir jugueteando con sus pezones, ya duros entre sus dedos. Sus pechos brillaban a la luz tenue del amanecer que entraba por la ventana. Lucía pensó que la persiana estaba abierta y los vecinos pero no quería interrumpir el momento. Raúl bajo las caderas y colocó su polla empalmada en su canalillo. Era tan gruesa en su base que encajaba justa. Aquello era lo que la volvía loca a ella más allá de su cuerpo perfilado en gimnasio y ese triángulo inguinal propio de nadadores. Totalmente depilado, lo apreció brevemente. Raúl se hacía una cubana sujetando sus tetas. La punta de sus 20 centímetros asomaban por la parte superior de sus senos. Ella levantó la cabeza y le lamía la apertura de su pene, introduciendo un poco de su lengua cuando la tenía a su alcance. Raúl no aguantó mucho y se vació en su cara. A Lucía le hacían gracia las expresiones obscenas o utilizadas en el porno. Pensó en que debía haberla dejado como la radio de un pintor. Raúl seguía duro. Ah, la resistencia de los 20 años. Aquella ocasión terminó con ella montándole como si se le fuera la vida en ello.

La noche anterior, sin embargo Raúl había librado y se habían deleitado en preliminares y juegos. Raúl había tenido tres orgasmos. Ella dejó de contar al quinto. Además, la noche había sido exclusiva para sexo anal. No era fácil con su tamaño y requería cuidado antes de que se acelerasen. Pero Lucía lo disfrutaba casi tanto como por su coño. En el baño tenía siempre un surtido de minienemas de viaje para estar lista.

Ahora, su vista recorrió el cuerpo de Raúl desnudo a su lado, cubierto con una sábana de cintura para abajo. Retiró la sábana. Boca arriba, sus pectorales subían y bajaban con una respiración acompasada. Su polla flácida reposaba de forma sensual en su muslo. Incluso en descanso era más grande que cualquiera de sus amantes anteriores. Se puso de rodillas en la cama y su mano derecha encontró su camino hacia la humedad que rezumaba sobre el colchón y empezó a jugar con ella misma. Su mano izquierda se cruzó sobre su pecho para pellizcarse los pezones y pensó como había cambiado su vida desde que le conoció.

Lucía no se engañaba. A sus 35 años, no se había enamorado de Raúl, de 23 años. Podía decirse que se había convertido en su primer follamigo. No esperaba tampoco exclusividad. Raúl llevaba una vida deshinibida en cuanto al sexo. El relato de algunas de sus aventuras, casi todas de sexo en grupo y con su mejor amigo y compañero de trabajo Marc, les habían servido para ponerse a tono más de una noche. De hecho, ella protagonizaba una de esas historias. Lucía había ido de viaje a la boda de su amiga Andrea. Cabreada por la ruptura con su novio, con quien tenía previsto acudir y pasar unos días de vacaciones en la ciudad costera donde se celebraba, había ido por compromiso. Durante la cena se había sentado entre Marc y Raúl y habían congeniado. La noche había terminado con un trío con los dos amigos donde había probado su primera doble penetración y eyaculación femenina. (Podéis leerlo aquí en este relato: https://www.todorelatos.com/relato/165488/)

A la mañana siguiente, Marc se había marchado pero Raúl dormía a su lado, abrazado. Raúl no trabajaba por el día y Lucía estaba sola así que se ofreció a pasarlo con ella . Se llevaron muy bien. Raúl se abrió más que durante la noche de la boda. Le contó cómo se había quedado huérfano hacía tres años y había dejado los estudios. La herencia de sus padres le permitió mudarse a la ciudad. Conoció a Marc, de 20 años también huérfano y que no había estudiado en su vida, en el gimnasio. El tío de Marc, rico y dueño de una empresa de seguridad, mantenía a su sobrino en los puestos bajos de la empresa, las puertas de las discotecas, para que aprendiera el negocio. Eso sí, en locales no conflictivos y con un sueldo más alto que los expolicías y exmilitares que trabajaban en sus mismos turnos por si había problemas. El tío de Marc había medio acogido a Raúl en la familia y lo había empleado también. Era un trabajo cómodo y con unos ingresos constantes para vivir bien y no tener que tirar de sus ahorros, e incluso aumentarlos si seguía una vida sencilla. Marc era un obseso del sexo. Además de los ligues que les proporcionaba su trabajo o vida social, seguía todas las apps y foros de contacto. Lucía escuchó divertida como habían empezado sus aventuras compartidas con una milf de 40 años en una app de contactos. (Podéis leerlo aquí en este relato: https://www.todorelatos.com/relato/165304//)

A Lucía le quedaban tres días de vacaciones. Raúl pidió un favor por el curro y los pasaron juntos paseando por la ciudad, en la playa y follando como locos en la habitación del hotel. En una ocasión quedaron a cenar con Marc. Cortada al principio, Marc quitó importancia a la situación y bromeó sobre lo bien que se lo habían pasado aquella noche. Marc se definió como un cazador que siempre buscaba una nueva presa, así que tras Lucía había pasado a otra cosa. Siempre que ella no quisiera repetir para lo que estaba dispuesto. Pero parecía haber aceptado la semirelación establecida entre Lucía y Raúl y se comportaba como el amigo del novio que caía bien a la novia, o la follamiga.

Cuando pasaron los tres días, decidieron que Lucía pidiera el resto de vacaciones que les quedaba, tres semanas y pasarlas en casa de Raúl. Lucía vivía en su ciudad natal de provincias donde trabajaba en la empresa de un amigo de su padre. Su puesto era un favor a su padre y no era muy necesaria allí. Además vivía en un piso heredado de su abuela y gastaba poco. El dinero para disfrutar tres semanas no era un problema para su cuenta bancaria.

Raúl si tuvo que incorporarse al trabajo. La vida social de Raúl, inseparable de la de Marc, se limitaba a tomar unas cervezas con el grupo de gimnasio de crossfit después de su sesión diaria, que también había recuperado tras el parón de tres días. En el grupo, solo había una chica Laura, encantada de tener otra mujer en el grupo en esas quedadas. Tras la primera vez que coincidieron, quedaron para ir de compras. Lucía necesitaba más ropa para los días extra y quería aprovechar para renovar su vestuario. Se hicieron amigas y quedaban cada vez que Lucía tenía tiempo libre. De hecho, ese mismo día Raúl tenía que pasar la noche fuera por trabajo como seguridad en una fiesta privada lejos de la ciudad. Y Laura había sugerido que fuera a cenar a su casa.

Un orgasmo silencioso la sacó de sus ensoñaciones. La hizo echar la cabeza hacia atrás y cerrar los ojos. Cuando los abrió, vio que los de Raúl estaban abiertos y su mano se movía lentamente en una polla semirígida. A Lucía le encantaba que se pusiera enhiesto dentro de su boca. Así que se inclinó y se la metió entre sus labios.

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Laura se puso la base del consolador sobre el vestido ajustado que la tapaba entera ocultando a la vez que suegería todas sus curvas. Parecía que le hubiera crecido una polla. Bueno, si una polla midiera 18 centímetros, fuera de color rosa fosforecente, tuviera anillos de distinto grosor en su longitud y estuviera ligeramente curvado hacia arriba. No podía abrocharse las cintas que lo sujetarían a su entrepierna así que lo sostuvo por la base con la mano izquierda y recorrió toda su base con la derecha. Delante de ellas, las dos clientas la miraban divertidas. Una era una chica del montón, plana totalmente y tirando a feucha. La otra era bastante guapa con un pelo rubio muy corto y un aro en una aleta de la nariz. Unos pechos pequeños y puntiagudos se adivinaban bajo el vestido de tirantes que llevaba. Laura siguió masturbando el mástil de plástico mirándola directamente a la cara.

- Veis. El tacto es genial y es hipoalergénico. Las aros de grosor dan mayor placer y la curva os volverá locas. Además, si os lo lleváis os regalo un gel estimulante de importación como muestra. Solo lo vendemos aquí.

La fea era la que mandaba y con toda probabilidad, supuso Laura, la que iba a utilizarlo con la rubia.

- ¿Molestan las correas?

- Qué va. Son ajustables y fáciles de desabrochar si queréis intercambiarlo mientras lo hacéis.

Aquello las convenció. Laura volvió detras del mostrador y cogió de la estantería un modelo igual todavía en la caja. Lo guardó con el gel en una bolsa sin distintivos y les cobró. En el último momento, deslizó una tarjeta con su número en la bolsa, "por si tenéis algún problema". Esperaba que la rubia captara la indirecta.

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A sus 25 años a Laura le encantaba trabajar en un sex shop, al menos en 'Delicias'. No tenía nada que ver con los lugares sordidos con los que se asociaban ese tipo de locales.Verónica, la empresaria de 40 años, dueña del local, había decidido hace años subir el nivel y lo había orientado a juguetes eróticos de calidad. Un exterior discreto, en cuyo escaparate se ofrecían utensilios sexuales que no lo parecían, escondía un interior amplio y bien iluminado con una oferta variada. La clientela distaba mucho de los habituales pajilleros de antaño. Ahora recibían onanistas, pensaba Laura, gente que disfrutaba con la masturbación y buscaban formas de aumentar su autoplacer. No salidos que buscaban un alivio rápido y guarro. Pero sobre todo, acudían parejas de toda orientación sexual, y edades buscando animar su vida sexual.

Laura no necesitaba animar la suya pero había probado casi todos los juguetes de la tienda sola o en parejas. Para vender hay que conocer el producto, se decía. En el local trabajan un total de cuatro dependientes en turnos de dos. Todos ellos jóvenes y muy atractivos, por encima de la media. Verónica, la dueña, sostenía que a nadie le apetecía pensar en sus fantasías con alguien desagradable delante. Se lo había dejado claro dos años antes cuando le hizo la entrevista de trabajo.

Verónica era una divorciada de 40 años que se había llevado un buen pellizco de su marido rico cuando este la cambió por un modelo más joven. En el reparto de bienes le había tocado el Delicias, que su exmarido cedió encantado porque ya no daba dinero. Internet había democratizado el porno y las pajas y las cabinas para masturbarse por unas pocas monedas ya no eran rentables. Tampoco la venta de películas y revistas. Y el local no estaba preparado para espectáculos en vivo. Con el metálico del divorcio había reformado el negocio. Verónica podía pedir a sus trabajadores que estuvieran buenos, pero ella lo cumplía. Unas grandes tetas operadas para intentar salvar su matrimonio culminaban un cuerpo que mantenía a raya la edad a golpe de gimnasio. Su cara, con un pelo muy negro, mantenía la belleza de su juventud a pesar de las arrugas. Tras hacerle las preguntas de rigor, Verónica le había pedido que se quedara en ropa interior para poder verle el cuerpo y le preguntó por sus experiencias sexuales y que pensaba del trabajo. El sueldo que ofrecía era alto para un dependiente, con contrato y seguridad social, y horas mucho mejores que los trabajos de camarera que había conseguido hasta ahora. Así que le siguió un juego que acabó con una comida de coño mutua, un gran charco en el suelo y un contrato que le había permitido irse a vivir sola y sin preocuparse de llegar a final de mes.

El charco en el suelo lo había creado Laura. Era una squirter o eyaculadora femenina natural. Podía correrse varias veces en una buena follada y en todas ellas expulsaba fluidos a chorros. Laura ya había aceptado hace mucho una serie de rasgos que habían supuesto un calvario para ella en su adoslecencia.

Se había desarrollado rápido. Ya tenía unas tetas enormes en forma de gota y muy separadas entre sí. Siempre había sido delgada y alta, en broma pensaba que sus tetas debían ser el 50% de su peso, por lo que su busto destacaba más. También era muy guapa con rasgos suaves y unos ojos claros. El instituto del barrio marginal donde vivía con su madre se convirtió en un calvario de insinuaciones, tocamientos y bromas sobre su pecho. En la tercera relación sexual que tuvo con un novio, las dos primeras fueron un desastre, tuvo su primera experiencia con el squirt. En su desconocimiento creyó que se había meado. Tras romper, la historia circuló por el instituto e hizo insoportable su último año . En la misma epoca, el novio de su madre, su padre se había marchado hace mucho, empezó a rozarse con ella cuando estaba en casa y a hacerle proposiciones directas. Su madre la llamó loca cuando se lo contó.

Lo evitó hasta que cumplió los 18 años. Una noche cogió los 200 euros que había conseguido ahorrar, otros 300 que su madre guardaba escondidos en el salón, 100 de la cartera del novio de su madre y la tarjeta de crédito, cuyo pin conocía porque el muy vago la mandaba a sacar dinero con ella. Tras vaciar su cuenta, unos 2.000 euros, se marchó del barrio con una mochila llena con su poca ropa. Un mes antes, había conseguido alquilar una habitación en un piso compartido en el barrio gay en el otro extremo de la ciudad. Una de sus nuevas compañeras la ayudó a encontrar un trabajo como camarera en un bar de ambiente y a descubrir que era bisexual.

Esos primeros años, terminó de desarrollarse y conoció su pasión por los tatuajes. Su brazo derecho estaba cubierto desde la muñeca al hombro con un diseño de figuras de mandalas. Entre los pechos se había tatuado una serie de rosas que se desarrollaban por debajo de los senos en un racimo de hojas. Parecía que los estuvieran sosteniendo y manteniéndolos en alto. Rodeando su muslo derecho, el dibujo perpetuo de una liga con encajes. Y unas discretas palabras en árabe en las costillas del lado derecho, a la altura de la mitad del pecho. Debía significar, ¡Qué os follen!. Pero también podía poner Kebab a dos cincuenta por lo que ella sabía. Uno de sus muchos amantes de esos años, un heterosexual adicto al porno, le dijo que se parecía a Anna Bell Peaks con las tetas de Kendra Sunderland. Las buscó a las dos y le encantó la tal Peaks. Juraría que las tetas eran operadas pero le fliparon sus tatuajes y el pelo. Así que la imitó y se lo dejó corto hasta la nuca y se lo tiñó de un rojo tan falso que era sexy. Cuando se miraba al espejo, pensaba que ella se follaría a si misma.

Cuando se fueron las clientas Laura miró el reloj. Quedaba hora y media para ir a su casa y pasar la noche con Lucía. Un poco justo la verdad.

Del gimnasio de crossfit al que iba Laura, se había creado un grupo informal de amigos para tomar cervezas. A Laura le gustaba porque así salía del grupo de 'ambiente' en el que se movía. A pesar de ser la única chica, todos eran muy respetuosos con ella. Se hubiera follado a más de uno pero no desde su experiencia en el instituto no le gustaban que fueran de machos con ella. El único problema que tuvo fue una noche cuando uno, nuevo en el gimnasio, empezó a sugerir a los otros que por qué no se la llevaban a casa y hacían turnos con su coño. Cuando le ignoraron exclamó ¡venga tíos a esta tía se ve que le gustan los rabos!. Ella sabía defenderse pero fue Raúl el que se levantó y sin mediar palabra le dio dos fuertes y sonoras bofetadas en la cara. Al tío se le abrió el labio y se le escaparon unas lágrimas por los ojos. Miraba estupefacto a Raúl que seguía de frente, esperando a ver que hacía. Detrás de él, estaba Marc, su amigo inseparable, que siempre estaba gastando bromas pero ahora mantenía una sonrisa de 'atrévete, si tienes huevos'. Laura se puso cachonda en ese momento. El imbécil se levantó y se fue; no regresó al gimnasio, al menos en su turno. Raúl cogió su cerveza y Marc volvió a gastar un par de bromas como si no hubiera pasado nada.

Por eso Laura siempre decía que Marc le caía bien, pero que amaba a Raúl. Como amigo. Teóricamente no habían follado nunca juntos a la cama; quizás ya habían entrado en la zona de amigos, aunque estaban escapando de ella. Pero se contaban todo o casi todo. Raúl hablaba cuando tenía confianza. Una noche, en casa de Laura, un par de meses atrás, Raúl le había contado como él y Marc se habían ligado a dos pijas en la discoteca donde estaban de porteros y habían acabado con una doble penetración para cada una de las chicas. Pero que a él siempre le decían que el culo no por el tamaño. Laura le contó la vez que una pareja heterosexual de unos 30 años había entrado en el sex shop buscando unas bolas chinas. Laura acabó en su casa para hacer una demostración en vivo pero que la habían echado cuando les empapó el sofá.

Raúl había visto a un par de chicas eyacular. Diana, la primera mujer que compartió con Marc, fue la primera y Marc, el más experimentado, había desarrollado toda una técnica para lograrlo en casi cualquier mujer. Pero le dijo a Laura que exageraba, qué no podía ser tanto ni tan abundante. Laura le respondió que tampoco él podía tenerla tan grande. Se habían tomado un par de copas y se hizo un silencio incómodo. Laura lo rompió diciendo que solo había una forma de averiguarlo. Raúl se encogió de hombros. Para él Laura era una amiga más, casi como Marc pero le haría cosas que no le haría a Marc. Y la charla la había excitado. No era de piedra. Pero para su decepción Laura no quería cruzar esa barrera con Raúl todavía. Dentro de ella, un miedo absurdo a que su relación cambiara si follaban la impedía ir hasta el final. De una extraña manera, verse desnudos y que él le viera correrse no era lo mismo. Se mordió el labio mientras miraba el bulto que había empezado a crecer en el pantalón de Raúl.

- Vale, si vamos a hacer esto, un par de reglas. Nada de sexo ni de tocarnos. Solo nos hacemos unas pajas y cada uno con lo suyo. Y no se lo puedes contar a nadie. Ni siquiera a Marc.

Raúl se conformó. A falta de pan, buenas eran unas pajas. Y nunca le había a contado a Marc ninguna confidencia de Laura.

- ¿Podemos desnudarnos?. Me muero por ver tus tetas desde el primer día.

Laura sonrió. En el gimnasio y en las quedadas siemrpre llevaba sujetador deportivo y camisetas anchas, que ocultaban sus formas. Incluso cuando habían quedado en la playa, evitaba los bikinis y prefería bañadores completos, que ocultaran su cuerpo lo más posible. El tamaño de su busto no engañaba a nadie, pero los del gimnasio habían visto mucha menos de su piel que cuando salía de marcha o trabajaba en el sexshop. Le ayudaba a mantener la amistad y no complicar las cosas. Ahora llevaba una camiseta vieja y holgada y unos pantalones de chandal que ocultaban sus formas. Repasó su ropa interior, un sujetador deportivo gastado y unas bragas prácticas, cómodas y sin artificios. No precisamente lo que se habría puesto para seducir a nadie pero las cosas venían como venían.

- Vale pero espera un momento.

Laura vivía en un estudio con espacio justo para cama, un armario, una cocina americana con la lavadora y una zona con un sofá, una silla y un mesa. El único espacio privado era un baño con plato de ducha. Laura fue hasta la cama y la levantó para el canapé que aprovechaba para ganar espacio para sus cosas. Regresó al sofá con tres viejas y enormes toallas de playa. Hizo levantarse a Raúl y le pidió que retirase la mesa baja de café. Con dos de las toallas cubrió totalmente el sofá, remitiéndolas por los bordes del cojín y la tercera la extendió en el suelo. Cuando una se corría como ella, había que tomar precauciones.

- ¿Y ahora?.- preguntó Raúl divertido.

Laura le miró de arriba abajo. La camiseta blanca se ajustaba a sus músculos y los pantalones vaqueros ya anticipaban su erección. Se había descalzado al llegar a su casa.

- Quítate los calcetines.- No había nada menos erótico que un hombre desnudo con calcetines. Después le pidió que se quitara la camiseta. Ya le había el torso antes pero siempre le parecía increible. Pensó en lo bien que se le sentaría un tatuaje.- Desnúdate entero.

Raúl se quitó los pantalones y enseguida los boxers largos que llevaba. Laura suspiró y se recordó los límites que había marcado ella misma. Una polla grande y más gruesa en el aire se bamboleó en su pleno esplendor cuando se incorporó. Lanzó los pantalones aparte y, guasón, adoptó la postura de Superman, con los brazos en las caderas y mirando al cielo. Laura se acarició por encima de los pantalones del chandal.

- Siéntate en el extremo del sofá, mirando hacia el otro. -Raúl la obedeció. Sentó con la espalda apoyada en el reposabrazos. Apoyó una pierna en el suelo y la otra la subió al sofá, sobre la toalla, ofreciendo una maravillosa vista a Laura.- Era verdad, es preciosa.

- Eh, yo he cumplido. ¿Y tú?

Laura enganchó la camiseta y se la quitó. El sujetador deportivo que llevaba comprimía su pecho y la cubría la mitad del torso. Enganchó con sus pulgares los pantalones y sus bragas a la vez. No estaba dispuesta a que Raúl la viera con ese esperpento. Deseaba haber previsto esta noche y haberse puesto alguna de la lencería que compraba con descuento en el trabajo. Se los bajo rápido y riéndose copió la postura de Raúl en el sofá. Raúl no estaba conforme.

- Déjame verte las tetas.-Laura levantó los brazos y se quitó el sujetador por encima de la cabeza. Sin su sujección, se desparramaron sobre su torso.

Raúl absorbió su voluptuosidad natural, en forma de gotas, con un peso sensual en la base donde se levantaban ligeramente hasta unos pezones pequeños y ya en punta.

- ¿Te gustan?

- Joder Laura, estás buenísima. Me encantan, son fantásticas. ¿Puedo tocarlas?

Laura asintió; incumplía una de las normas, pero la cara de ilusión de Raúl pudo con ella. Además, sus pechos era una de sus zonas erógenas más sensibles. Raúl se incorporó y cubrió la distancia que los separaba. Se inclinó sobre ella y delicadamente con una mano recorrió primera una y luego la otra. Una sensación de anticipación la recorrió desde sus pezones hacia su coño, más mojado cada momento. Raúl sostuvo la derecha y llevó su boca hasta el pezón. Recorrió la aureola con la lengua, acostumbrándose a su pequeña zona circular. Laura gimió con la boca cerrada. La punta del miembro de Raúl estaba a escasos centímetros de su ombligo. Raúl usó las dos manos y jugó con ambos pezones a la vez. Su lengua pasó a las rosas tatuadas que marcaban un camino de tinta a lo largo de su pecho y en torno a la curva de sus senos. Lamió las pequeñas gotas de sudor que se habían formado. Laura se estaba acercando a su límite pero cuando una de las manos de Raúl descendía por sus abdominales, apoyó el pie que tenía sobre el sofá en su pecho y le empujó hacia atrás. Laura tenía más fuerza de la que parecía gracias al crossfit. Raúl se derrumbó en su lado del sofá.

- Perdona pero me he emocionado. Tus tattos son la hostia.

- No pasa nada pero un trato es un trato. -Laura comenzó a aciriciarse su entrepierna.- Uhhhmmmmm, ¿Y esto no te gusta?

Raúl comenzó a acariciarse el también. Como toda ella, el coño de Laura solo podía describirse como precioso. Unos labios inferiores carnosos, bien formados y con una entrada que se prometía estrecha y deliciosa. Raúl no tenía ojos para todo lo que quería mirar.

- Coño, Laura, ooohh, aahh, me estás matando. Déjame jugar con él.

A Laura le excitaban las súplicas de Raúl. La sensación de dominar a un hombre que podía tomarla por la fueza, algo que él nunca haría, y que tuviera que limitarse a masturbarse frente a ella, era una sensación nueva. Sobre todo, si podía controlar el alivio de Raúl.

- Uuuhhmmmm, ¿Raúl?- Parecía no escucharla, perdido en ese clitoris atrapado entre los dedos de Laura y esos pechos cuyo propio peso desparramban sobre sus costillas al echarse hacia atrás.

- ¿Sí?, ¿sí?- Él levantó la vista para mirarla a la cara.

- ¿Te he contado la vez que este coñito se comió dos pollas a la vez?.- Disfrutó la cara de sorpresa. Los hombres eran hombres.

- ¿Quieres que te la cuente?.- Raúl asintió embobado. Lauría juraba que se le caía la baba.- Pero si te corres, paro.- Raúl bajó el ritmo de los vaivenes en su polla y asintió entre jadeos.- ¿Sabes Andrés?, ¿uno de mis compañeros de trabajo? Una noche me lo encontré a él y a una amiga transexual en un pub....

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La amiga de Laura la había dejado plantada en cuanto ligó con una joven en el pub de ambiente donde estaban tomando unas copas. Laura esquivó un par de insinuaciones femeninas al verla sola en la barra. Para evitar nuevos intentos, no había nada interesante, sacó el móvil del bolso para tener una excusa. Abrió Instagram y vio que Andrés había subido una foto. Andrés era un compañero de trabajo en Delicias, donde había empezado a trabajar hacía dos meses. Era su compañero de turno y pasaban 40 horas a la semana juntos. Laura sabía que era bisexual. Guapo, metrosexual, delgado, sin músculos y fibroso. Cumplía con las condiciones de Verónica para atraer clientes. No eran amigos todavía pero se llevaban bien.

Laura abrió la foto y vio que era un selfie de Andrés abrazando por la cintura a una rubia teñida embutida en un top de tirantes dentro de un bar. La orientación del móvil desde arriba dejaba ver el interior del top y el inicio de unas tetas en forma de balón. Guapa de cara, los años en el ambiente le permitieron a Laura distinguir que no había nacido mujer. No era de los más evidentes que había conocido. Ella se lo hubiera montado con ella como mujer o como hombre. Subió un comentario Pinta bien, me muero de envidia. Añadió un par de emoticones lanzando un beso.

No le había dado tiempo a coger la copa cuando apareció un Whatsapp de Andrés. Era una foto de un culo tremendo, redondo embutido en unos patalones vaqueros.

- Ey, preciosa. Pinta más que bien. El culo de Dalila te manda besos.

- Uhhh, delicioso. Dale un gran beso de mi parte.

- Jjajajaj, eso está hecho. ¿Aburrida con el móvil? (Emoticono pensando)

- Plantón de amiga y tomando una copa abandonada. (Emoticono llorando)

Andrés le compartió la ubicación. La zona de ambiente era reducida y estaban a un par de calles

- ¿Te tomas la última con nosotros?

Laura solo lo pensó un momento

- De camino, ¿me esperáis?

Una hora después los tres entraban en el apartamento de Andrés, el más cercano al bar donde se habían encontrado. Dalila y Laura no paraban de recorrer sus cuerpos con sus manos. Las dos se pararon de pie delante del sofá. Comenzaron a besarse como si no hubiera mañana. Sus pechos se rozaban y aplastaban unos contra el otro. Laura bajo sus manos y desabrochó la bragueta de los pantalones de Dalila. Embutida en un culotte de lencería roja, una polla de tamaño medio luchaba por salir.Laura deslizó una mano en los vaqueros y sin sacarla del todo, empezó a acariciarla. Dalila levantó el vestido corto de Laura y dos de sus dedos pinzaron su clitoris por dentro de sus braguitas.

Andrés se situó detrás de Laura y desengachó los tirantes del vestido de Laura y los deslizó hasta la mitad de sus brazos. No se había puesto sujetador esa noche y sus pechos asomaron por encima de la tela. Andrés se situó a la espalda de Dalila y obligándola a retirar sus manos de la humedad de Laura la hizo levantar los brazos para quitarle el top. Sus tetas eran enormes, poco menos que balones de fútbol con unos pezones anchos y oscuros. El top estaba muy ajustado y se enganchó unos momentos en sus tetas y las levantó. Laura se inclinó y recorrió con la lengua la tenue cicatriz debajo de cada seno que había dejado la operación de silicona.

Laura se puso de rodillas y también con dificultad, estaban muy ajustados, bajó los vaqueros hasta los tobillos de Dalila. Esta sacó los pies y empujó la prenda un lado. Laura repitió la operación con el culotte y ya tenía delante una visión que despertaba todos sus instintos bisexuales. Una tía preciosa, totalmente depilada y con una polla bonita a la altura de su boca. La punta ya rezumaba unas gotas y Laura las recogió con la punta de la lengua, disfrutando del lígero sabor salado.

Andrés se había quitado también toda la ropa y se arrodilló al lado de Laura. Sacó también su lengua y la entrecruzó con la de Laura con la polla de Dalila enmedio. La saliva de los dos se mezclaba con el líquido preseminal de Dalila, a la que el placer la había hecho echar la cabeza hacia atrás para disfrutar de la sensación de dos bocas en su miembro. Andrés engulló la cabeza y empezó a entrarla y sacarla de su boca cubierta por una barba de tres días. Laura recorrió su longitud y empezó a lamer unos huevos pequeños y contraidos en el escroto. Alargó una mano y meneó la polla de Andrés, más corta de lo habitual pero muy gruesa.

Tras unos minutos Dalila iba a estallar. Levantó a Laura cogiéndola de los sobacos. Andrés seguía haciéndole una mamada como solo sabía hacerlo quien la chupaba y le gustaba que lo chupasen. Laura se separó, aunque Dalila intentaba besarla y sensualmente deslizó su vestido y su tanga por sus caderas. Se tumbó en el sofá y empezó a masturbarse mientras veía el espectáculo de un tío comiéndose la polla de una transexual preciosa. Dalila no aguantó más y lanzó una corrida abundante en la cara de Andrés. Laura estaba a punto de acabar también pero no quería hacer un desastre.

- Uhhmm, Andrés ¿tendrías una toalla o una sábana para cubrir el sofá? Lo vas a agradecer.

Andrés, con la cara llena de leche, se encogió de hombros y no hizo preguntas. Durante los turnos juntos en el sex shop Laura le había confesados sus abundantes corridas. Andrés salió de la habitación. Laura paró de masturbarse, no quería terminar antes de impermeabilizar el sofá, y Dalila se recuperaba de su orgasmo. Andrés regresó con dos grandes sábanas con lo que cubrió el sofá y parte del suelo. Estaban listos para volver a la acción. Dalila todavía no había vuelto a empalmarse así que se puso de rodillas y avanzó a gatas hasta Laura, tumbada en el sofá con las piernas abiertas. Pronto su lengua devoraba su coño saboreando su cálido interior. Su impresionante culo estaba en pompa y Andrés no quiso desaprovecharlo. Se puso en cuclillas por encima de la entrada del ano de Dalila. Se la metió de golpe hasta los huevos. Sin preparación pero sin problemas. Dalila empezó a gemir con la boca llena de la pelvis de Laura. Su lengua se deslizó en su interior y con cada empellón de Andrés, la lengua la volvía a penetrar y la nariz de Dalila rozaba su clitoris.

La mente de Laura se quedó en blanco. Su cuerpo perdió el control mientras una sensación indescriptible de necesidad de alivio se acumulaba en su pelvis. Su bajo vientre lanzaba espamos que la recorrían de arriba abajo. El desahogo llegó en un inmeso orgasmo. Cuando recuperó el control, abrió los ojos y vio que la acción había detenido. Dalila la miraba con cara de asombro. Su pelo y su rostro estaban totalmente empapadados, como si acabara de salir de la ducha. Andrés la miraba embobado con la polla en la mano. Para Laura siempre era el momento en que todo se descontrolaba o se paraba porque no podían soportar sus rarezas. Dalila se lamió los labios y la miró sugerente.

- Parece que te ha gustado.

Laura sabía que tenía que mantener el juego en marcha. Le pidió a Dalila que se tumbara boca arriba en el suelo. Dalila estaba totalmente dura de nuevo tras la sesión anal de Andrés. Le pidió a Andrés que se tumbara también pero con la cabeza en sentido contrario a la de Dalila. Entre tirones de sus pollas y empujones en sus nalgas consiguió colocarlos con sus piernas entrelazadas, en la posición de la tijereta que tantas veces había experimentado con sus amantes lesbianas. Pero ahora Dalila y Andrés estaban unidos por los testículos y las dos pollas unidas en vertical mirando al techo. Laura se puso de rodillas a su lado e inclinó su cuerpo para tener mejor acceso. Los miembros unidos tenían una pinta deliciosa.

Laura cogió una con cada mano. Las cabezas estaban muy cerca. Les pajeó por separado para luego unirlas y bombearlas con sus dos manos rodeándolas. Dalila y Andrés estaban como locos por la sensación de sus dedos y a la vez con el roce de la polla del otro. Laura quería chupárselas pero Andrés despedía un olor raro después de estar dentro de Dalila. Se llevó una mano a su entrepierna y recogió gran parte de los fluidos que aún se desprendían de ella. Con ellos lavó y lubricó los dos rabos unidos. Los separó y sin dejar de acariciarlos engulló primero uno y luego el otro. Usaba mucha saliva y los lamía enteros antes de metérselos en la boca. Volvió a unirlos y se las tragó las dos juntas. El grosor era inmenso y su boca se distendía hasta su límite tratando de acogerles. No tenía espacio de maniobra así que movió la lengua como pudo mientras babeaba sobre sus escrotos. Antes de que se corrieran, los sacó de su boca y les dejó reposar un poco pero sin dejar de acariciarles para mantenerles erectos.

Laura se puso a horcajadas sobre los dos cuerpos, mirando a Dalila y dando la espalda a Andrés. Con el brazo alargado y sin dejar que aquel monstruo de dos cabezas se separara, lo condujo hasta la entrada de su coño. Bajó despacio. Al igual que con su boca, eran ahora sus labios inferiores los que se estrechaban más allá de su límite. En par de minutos, estaba completamente sentada sobre sus pelvis. Cuando sus músculos vaginales se habían adaptado se inclinó hacia delante y masajeó los pechos de Dalila. Los tres gemían incontroladamente. Andrés alargó sus manos para abrazar el culo de Laura. Esta empezó a cabalgarles a los dos unidos. Cuando bajaba movía sus caderas de lado a lado para aumentar la fricción con sus paredes y entre ellos.

Aguantaron 10 minutos que se hicieron eternos. Laura se levantó y juró que un sonido de descorche salió de su coño. La sensación de vacío pronto se llenó con un enorme squirt que golpeó de pleno las dos pollas. La calidez lanzada a chorros de su interior, les hizo correrse a los dos y las dos pollas empezaron a lanzar hilos de semén que se estrellaron en los pechos de Andrés y Dalila.

Los tres respiraron entrecortadamente mientras se separaban y formaban un pequeño triángulo de miradas sentados en el suelo. Andrés no podía creerse que al final había conseguido follarse a Laura. Dalila era una vieja amiga en su cama. Miró los tatuajes del torso de Laura subir y bajar con sus jadeos atropellados. Quizás podían tener un segundo asalto en un lugar más cómodo. Cogió a cada una de la mano y las guió al dormitorio. Los tres se reían excitados. Al llegar al cuarto, Dalila volvía a tenerla dura. La tumbó en la cama y sacó un gel de lubricante de la mesilla. Echó una gran cantidad en el glande de Dalila y mientras ella misma se lo extendía con ligeros vaivenes, se puso a cuatro patas y le pidió a Laura que ayudara a prepararse.

Laura cogió el gel y vertió una enorme cantidad en el ano de Andrés. Observó divertida que se lo blanqueaba. E imaginó que si se lo presentaba a mucha gente, le gustaría tenerlo presentable. También se veía limpio y cayó en la cuenta que aquella noche, Dalila y Andrés iban preparados para el sexo. Ella solo era un plus. Cuando supuso que sus dedos habían dejado listo a Andrés le dio un cachete juguetón en la nalga. Andrés se levantó y montó a Dalila en la postura de vaquera al revés. Dalila entró fácil y pronto estaban follando con un ritmo frenético. Andrés volvía a estar totalmente enhiesto al sentir a Dalila rozar el punto G de su postrata.

- Joder, es tan sexy. Follate a ese cabrón Dalilia. - Laura se había reclinado en la almohada y se masturbaba con sus dedos analmente. Todos sus orificios eran una fuente de deleite para ella. No se había preparado para anal esa noche pero se había duchado a conciencia antes de salir. Estaba confiada en ese aspecto.

Andrés la miró y la llamó con un dedo. Dalila paró mientras Laura se colocaba de espaldas a ellos y acercaba su pelvis ofrecida a Andrés. Decidió dejar que eligiera él. Andrés lo tenía claro y la hizo bajar para clavársela en el culo de golpe. Le dolió un momento pero las zonas erógenas de su esfinter empezaron a reaccionar. Dalila comenzó a embestir hacia arriba y al sentir sus caderas, Andrés repetía forzado el movimiento hacia arriba. Dalila se estaba volviendo loca con el peso de los dos. Andrés disfrutaba siendo la parte de enmedio del sandwich. A Laura la podían las embestidas con fuerza doble. Mantuvieron esa imposible torre sexual hasta que una nueva enorme eyaculación femenina de Laura inició una serie de espamos en cadena. Andrés se corrió dentro del culo de Laura y Dalila del de Andrés. Se derrumbaron en la cama. Enseguida, Dalila hizo tumbarse boca abajo a Andrés y abriendo sus nalgas y comenzó a practicarle un beso negro, sacando con su lengua su propia esencia que había derramado instantes antes.

Laura decidió que tenía bastante. Le dio un beso a un Andrés que se retorcía sobre el colchón y se despidió con un 'gracias, hablamos'. Tras pasar por el baño y asearse recogió su ropa y salió del piso.

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- Joooooderrrrr, ssssíiiiiiiiii- Laura había estado llevándose al límite durante todo el relato . Acostumbrada a alivios rápidos y múltiples, su corrida fue mayor de lo habitual.

Raúl también había estado a punto de reventar en las partes más calientes. No estaba dentro del mundo bisexual pero imaginarse a Laura, desnuda frente a él y pajeándose, jugando con dos pollas a la vez era demasiado. Ahora vio flipado como los labios de Laura se abrían forzosamente para dejar salir una fuente caliente que le empapó desde el bajo torso hasta los muslos. Se la había estado menenado en seco y los fluidos de Laura le sirvieron de lubricación a la vez que hacían más fácil imaginar estar dentro de ella. Laura se recuperó de la sensación de abandono y miró esa preciosidad palpitante entre la mano derecha de Rául. Todavía necesitaba otro orgasmo y tocar a Raúl. Se acarició con fuerza el clitoris y alargó las piernas hasta que sus pies rodearon el grosor de Raúl. Empezó una lenta paja con las plantas de sus pies. Raúl echó los brazos hacia atrás e incorporó su pelvis para darle mejor acceso. No aguantó más de cinco caricias. Se corrió hacia Laura a la vez que ella volvía a saciarse en una explosión de líquido, menor que la anterior. Sus semillas se juntaron en la toalla enmedio del sofá.

La cara del otro les hizo reirse.

- Coño, eso ha sido intenso.

Como si todo hubiera sido normal, comenzaron a charlar. Una media hora después, Laura le ofreció quedarse dormir. Raúl la miró intensamente.

- ¿Sin follar todavía?

- Sí, sin follar.

Raúl se encogió de hombros. De nuevo. las cosas venían como venían. No le apetecía recorrerse media ciudad de madrugada. Estaban demasiado cansados para limpiar la zona del sofá y además este era demasiado pequeño para dormir bien. Una absurda decencia llevó a Laura a ponerse la camiseta para dormir y Raúl se puso los calzoncillos. Laura recogió las toallas y las metió en la lavadora y los dos se acostaron en un extremo de la cama. A los diez minutos de dar vueltas en la cama, Laura, que estaba de espaldas a Raúl le preguntó:

- ¿Estás despierto?

- Sí, despierto estoy.

- Me apatecen mimos; ¿me abrazas?.- Laura hacía mucho tiempo que no tenía una relación seria. Dormir con otra persona se limitaba a caer rendidos después del sexo. Normalmente separados. Pero tener a Raúl en su cama, después de lo vivido aquella noche, hacía que le apeteciera contacto humano.

- Creía que una de las reglas era sin tocar.

- Bueno... Ya que la hemos incumplido antes, no creo que pase nada. Pero la de oro se mantiene.

Raúl se giró y ajustó su cuerpo al de Laura. Ella suspiró lentamente mientras el calor de los dos se graduaba. Raúl levantó un brazo para que ella pudiera utilizarlo como almohada y con el otro rodeó la cintura de Laura. La mejilla de Raúl rozaba su pelo y él se lo apartó para dejar su nuca al descubierto. Cuando encontraron la postura más cómoda, notó que la mano que Raúl había pasado por encima de su cintura, rozaba cada vez más uno de sus pechos. A la vez, su entrepierna se frotaba como distraídamente contra sus nalgas, parcialmente desnudas por la camiseta que llevaba.

- Raúúlllll

Él le susurró directamente al oído mientras le pellizacaba un pezón y después el otro por encima de la tela.

- Creía que podía tocar siempre que no follaramos.

Ella suspiró. No sabía si iba a poder aguantarse las ganas si seguían así,. Y ya dudaba de por qué había impuesto esa regla absurda. Asintió y Raúl se envalentonó. Subió su camiseta para dejarla en su cuello y con sus tetas al descubierto. La mano del brazo donde Laura reposaba la cabeza bajó para poder disfrutar de las dos a la vez.

- Joder, Laura. Estaría toda la noche jugando con ellas. Que maravilla. -Los delicados pellizcos en sus pezones la estaban mojando completamente. Y sentía la entrepierna endurecida de Raúl contra su trasero.

Raúl retiró su brazo de la cintura de Laura y con una mano y ayuda de sus piernas, y casi sin separarse de ella se quitó los boxers y los tiró más allá de la cama. Sentirle caliente e hinchado contra su muslo, la hizo perder cualquier reticencia. Raúl apoyó la mano que seguía libre en el interior de su pierna y comenzó a levantarla.

- Rau...

- Chiiisssss, de acuerdo hemos dicho sin follar, cuando tu quieras paro.

Laura iba a darle permiso pero se quedó sin habla cuando vio que Raúl iba a cumplir su palabra, técnicamente hablando. Levantó una pierna y metió su rabo entre sus piernas, pero sin penetrarla. Sus contramuslos aprisioban su erección y sus labios inferiores descansaban sobre el mástil. Raúl movió las caderas. Se estaba masturbando con sus muslos y la humedad de su coño. Laura inclinó la cabeza y vio aparecer la punta entre sus piernas. Parecía que le hubiera crecido una polla. Con cada culeada, sentía como esa polla fantástica frotaba sus labios mientras seguía su camino. Desde luego no le iba a decir que parara. Raúl le mordió el lóbulo y le besó en la nuca. Laura movió sus caderas para sentir que le masturbaba con todo su cuerpo. Raúl gruñia y jadeaba cada vez más fuerte sobre su espalda.

Laura no aguantó mucho. A los cinco minutos, un orgamo mojó la polla de Raúl, la sábana y probablemente el colchón. Raúl no tardó mucho más. Laura juraría que sintió su climax a través del interior de sus muslos y parecía que fuera ella quién estuviera expulsando el semén que aterrizó en el colchón delante de su pelvis. Sintó como él se desinflaba y sus dos manos reposaban en su busto. Raúl le dio un beso tierno en la nuca y le dio las buenas noches. Los dos se quedaron dormidos sobre los fluidos de ambos.

Su relación de amistad no se alteró en los más mínimo. En ocasiones, dormían uno en la casa del otro. Se habían masturbado más veces juntos, y en una ocasión le hizo una cubana y él la devoro entera Dejaron de hacerlo cuando apareció Lucía en juego. A Laura enseguida le cayó bien, aparte de atraerla sexualmente, era otra chica en el grupo. Y a pesar de la diferencia de edad veía a Raúl contento. Intuía que había pasado algo que implicaba a Marc, pero Raúl era muy discreto en ocasiones. Es decir, podía contarle todo sobre un rollo de una noche pero nunca sobre alguien que fuera amiga o follamiga en este caso.

Fue la propia Lucía quien le contó toda la historia cuando habían cogido un poco de confianza. Laura sin embargo, más allá del trío con Marc, se quedó con el motivo de la ruptura con su novio anterior; por mucho que se engañasen los dos, Laura veía a Raúl como el actual novio de Lucía, tipo de relación aparte. No podía creerse que Lucía, abierta como se mostraba en el sexo, no se planteara divertirse con otra mujer. Creía más bien que su negativa a un trio con su antiguo novio se debía más a la personalidad del gilipollas, seguramente interesado únicamente en satisfacer sus fantasías. Los tíos podían ser gilipollas.

No quería estropear nada con Raúl, pero le planteó la posibilidad medio en broma de intentar algo con Lucía. Lo que no le dijo es que si tenía éxito, esperaba que derivase en un trío con Raúl o incluso en una semirelación a tres. Raúl se encogió de hombros. Lucía y él, como demostraba la noche que se conocieron, no eran exclusivos. Con total naturalidad, le dijo que no le importaba. Si a Lucía le gustaba, adelante, pero que no forzara las cosas. De todas maneras, le dijo a Laura que estaba seguro que Lucía no entraría. La discusión se saldó con una apuesta. Si Laura conseguía seducir a Lucía, Raúl haría todo lo que le dijera durante una noche, dentro de unos límites. Y viceversa.

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Andrés cubrió a Laura en el trabajo y pudo marcharse media hora antes. Recogió la bolsa que había preparado antes tras el mostrador y corrió hasta su casa. Una vez allí, recogió los cuatro cacharros de la cocina. Encargó cena para dos en un japonés cercano con botella de sake incluida, solo una no quería que Lucía se escudara en el alcohol, y forró el sofá con una funda de respuesto y que se podía lavar en lavadora. Cambió también las sábanas por una nuevas y semiimpermeables. Terminó justo para cuando sonaba el telefonillo. Cinco minutos después estaban dándose dos besos.

Lucía estaba tranquila. A Raúl se le notaba que le importaba Laura, que eran muy amigos. Laura le había contado que habían tenido "un escarceo" pero nada serio. Raúl no había soltado prenda más que un simple juego alguna noche. Lucía no sentía ningún tipo de celos El único cosquilleo de nervios que sentía era porque Laura le había confiado que era biseuxual. Un sentimiento atávico de su educación de provincias la hacía sentirse un tanto incómoda al pasar la noche con alguien que podría desearla. Pero por otro lado, no todas las lesbianas iban a querer acostarse con ella. Laura le abrió la puerta. Descalza le sacaba casi media cabeza. Llevaba un vestido muy ajustado, sin escote, con un cuello vuelto y sin mangas.

- Lucía.- Dos besos.- Pasa, pasa.

Lucía pasó y dejó la pequeña bolsa de viaje con ropa y enseres de aseo que había traido para pasar la noche. El pequeño estudio no daba lugar a la privacidad salvo el pequeño baño.

- Perdona pero no me ha dado tiempo a cambiarme. Mi jefa piensa que si ponemos cachondos a los clientes, vendemos más. A veces me gusta ir sin enseñar mucho, ¿qué te parece?.- Laura se puso las manos en la cintura y se giró levantando su culo para resaltarlo ante Lucía.

Esta sintió un extraño hormigueo. Por muy heterosexual que se consideraba, tenía que reconocer que Laura era muy atractiva. Incluso con su cuerpo totalmente cubierto con ropa. Trató de romper el silencio con unas carcajadas que le sonaron a falsa.

- Seguro que los pones a cien.

- Bueno , ya sabes- La risa de Laura si era verdadera.- Los pongo y las pongo. De todas maneras voy a darme una ducha rápida. Ponte cómoda, estás en tu casa.

Lucía curioseó por el poco espacio del piso. Una estantería guardaba todo tipo de novelas con pinta de ser de segunda mano. Por lo demás no había nada que destacar. Laura salió enseguida de la ducha envuelta en una toalla. Sonriendo a Lucía pasó por su lado mientras dejaba la toalla en una silla. El hormigueo se intensificó dentro de Lucía. Laura tenía unas tetas increibles , sensuales en su plenitud, y el conjunto de sus tatuajes la daban un aspecto peligroso pero de inocencia a la vez, si eso era posible. Laura se dio cuenta de donde estaban fijos los ojos de Lucía.

-¿ Te gustan los tatuajes?.- Dijo mientras levantaba sus pechos para que Lucía pudiera apreciar las rosas que lo rodeaban. Se dio media vuelta y le enseñó las palabras árabes de sus costillas. Luego se acarició el muslo con la ancha liga de encaje tatuada. Lucía había visto o entrevisto todos a través de los tops, shorts o camisetas que Laura había llevado en las salidas solo de chicas. Pero el display junto con su brazo cubierto de mandalas era increible. Laura giró del todo y mirándola por encima del hombro se levantó el trasero.- Quiero hacerme alguno en la espalda, pero no sé si atraerá la atención sobre mi culo. No me gusta lo grande que es.

Lucía miró el culo, las caderas un poco anchas pero encajaban en ese cuerpo alto que exudaba sexualidad. No sabía si le gustaban los pensamientos que pasaban por su mente. Lucía iba vestida con vaqueros y un top de tirantes que dejaba a la vista su ombligo. Parte del tatuaje de una parra que recorría su cintura se veía por encima de los pantalones. Ese día hacía calor. Su piel se le puso de gallina cuando Laura siluteó las hojas de parra con la punta de sus dedos.

- Me encanta el tuyo. Es tan sexy.- Sus dos cara estaban muy cerca y uno de los pezones desnudos de Laura rozaba la tela del top de Lucía.

En ese momento el sonido del telefonillo rompió el momento y Laura se apartó a la zona de la cama que no se veía desde la puerta. Lucía cogió la cena y al volverse se sorprendió del disgusto que sentía al ver que Laura se había puesto unos pantalones cortos rosa y una camiseta corta y ancha, con un cuello dado de sí, por el que se intuían sus pechos. Le dijo a Lucía que se pusiera cómoda. Lucía pensó en entrar al baño pero le daba miedo que Laura pensara que tenía prejuicios. Además Laura se dedicaba a colocar el sushi en la mesa frente al sofá y servir el sake, mientras hablaba de como había ido el día. Quizás se había imaginado el momento anterior, pensó Lucía. Se cambió rápidamente en un pantalón largo y ancho de pijama y una camiseta interior amplia. Por comodidad desechó el sujetador. Si Laura era la fantasía de una película de lesbianas de fiesta de pijamas, ella era lo contrario.

Un par de horas después habían cenado y se habían bebido media botella de sake. En la televisión, un programa de realitys era ignorado mientras ellas hablaban de cualquier cosa. Poco a poco Laura derivó la conversación a su exnovio y a que Lucía regresaría en breve a su ciudad. Laura sonrió y dijo que le había traído un regalo. Le dio la bolsa sin distintivos que había dejado a los pies de la cama.

- Para que no eches mucho de menos a Raúl, ¿sabes?

Lucía sacó el primer paquete. Era un pequeño conejo de plástico con un interruptor en la base. Lucía lo activó y todo el muñeco empezó a vibrar.

- Es un estimulador de clitoris. Se siente increible.

Lucía siguió sacando sus regalos. Un enorme dildo violeta que no parecía un consolador. Parecía una alcachofa de ducha de diseño, curvada y con la punta redonda y muy gruesa y más estrecho según se acercaba al mango. Y unas bolas chinas de tamaño creciente unidas por un hilo semirígido. La más pequeña era del tamaño de una pelota de ping pong para pasar a dos de una pelota de golf y terminar en una bola del tamaño de una pelota de tenis. Un sonido dentro de cada una implicaba que había otra bola dentro.

- Cuando juegas con ellas, la del interior choca con el exterior y las hace vibrar también. Además te ayudan a fortalecer los músculos de tu vágina. Aunque viendo lo contento que está Raúl, no creo que te haga falta.

Lucía se rió. En el interior de la bolsa había dos botes de lubricante con caracteres en japonés.

-Es un gel que importamos. Parece que te queme por dentro y tengas que apagarlo.

Lucía estaba encantada. Ni siquiera se le pasó por la cabeza que hace un par de meses, hubiera encontrado inapropiado que una casi desconocida le hiciera esos regalos.

- ¡No tenías por qué, Laura! Y tienes razón, me vendrán muy bien cuando no esté Raúl y me quede compuesta sin novio.

Laura se volvió hacia ella en el sofá y se sentó con las piernas cruzadas, encarando el perfil de Lucía. Recordó la noche que había tenido a Raúl en una posición muy similar. Suspiró con una expresión aburrida en la cara y miró fijamente a Lucía.

- Me aburro, ¿quieres que ponga una peli?

- Claro.- Lucía asintió mientras jugaba con las bolas chinas en su mano, divertida por el sonido parecido a una campana que hacían las bolas interiores y exteriores al chocar. Se imaginó haciendo música con ellos. Las dejó en la mesa mientras Laura conectaba un disco duro a la televisión.

Con el mando fue navegando por las carpetas donde tenía organizadas sus películas y series. Era muy organizada y las clasificaba por comedia, históricas, románticas... La televisión iluminó la carpeta llamada porno unos segundos de más. Lucía se rió otra vez y le preguntó si veía porno. Ella misma lo veía pero suponía que medio escandalizarse era la respuesta mecánica. Laura le lanzó una patada juguetona.

- ¡No seas guarra!. Como si no hubieras visto nunca ninguna.

- JAJAJ- Lucía le dio un cachete en la pantorilla para apartar la pierna que se había quedado en su regazo.- Claro que sí. Pero no tengo una carpeta organizada, veo algo online y ya está.

- Ya, pero no puedes pasar rápido o parar. Y me gusta volver a ver lo que me gusta realmente.

- ¿Tienes hasta favoritos?

- Claro.- Laura le miró con una cara sugerente.- ¿Quieres ver alguna?

- ¿Por qué no?.- Lucía estaba convencida de que aún no había cruzado ningún límite.

Laura entró en la carpeta de porno y dentro había varias subcarpetas. Shemale, gangbang, tríos mmf, tríos ffm, anal, cougars, teacher.. Laura era organizada para todo. Entró en tríos ffm, female, female , male (dos mujeres y un hombre) y seleccionó un clip. La escena se desarrollaba en un gimnasio donde dos mujeres, embutidas en unas mallas y con pechos enormes que desafiaban a la gravedad, hacían posturas de yoga parecidas al kamasutra. Detrás de una puerta un actor muy delgado y con cara de adolescente las espiaba. En un momento, se sacaba la polla y empezaba a masturbarse.

- Joder es más grande que la de Raúl.

Lucía la miró. El comentario le confirmó que Laura y Raúl habían ido al menos un paso más allá de simples juegos. La idea le excitó de una manera extraña. Miró a la pantalla. La verdad es lo del actor era cosa de otro mundo. Al menos 24 centímetro y muy gruesa. Una de las actrices puso cara de sorpresa al descubrirle. Se levantó de la esterilla del yoga y con fuertes tirones del brazo lo tumbaron en el centro de la habitación. Las dos se quitaron las mallas ajustadas y empezaron a acariciarse mientras le gritaban que se iba a enterar. Estaban de pie a ambos lados de su cabeza y apuntaban sus pelvis a su cara. En un par de minutos, las dos estaban lanzando chorros y empapando la cara del chaval.

- Es tan sexy.- Laura miró a Lucía. .- ¿Alguna vez te has corrido así?

- Bueno... Yo sola no. Marc lo consiguió pero no con tanta facilidad.- Lucía señaló a la televisión donde una de las actrices se había inclinado para practicarle una felación al actor mientras la otra se había sentado en la cara. La que se estaba follando la cara de niño volvió a estallar.- Pero tiene que ser falso, ¿verdad?, en realidad se están meando.

Laura se rió a piernas suelta.

- Bueno, no sé si ahí se están meando pero es posible. Lo sé por experiencia propia. Algunas mujeres tenemos unas glándulas no se qué... Y somos naturales. A veces o forro la cama o paso la fregona luego

- ¿Sois?.- Lucía vio que la mano derecha de Laura había empezado a acariciarse por encima del pantalón corto. Laura miró su mirada hipnotizada.- ¿Quieres que te lo demuestre?

No esperó a que Lucía respondiera, tampoco a que se negara. Se quitó los shorts y empezó a frotarse el clitoris. Sus dedos la llevaron pronto al límite. Su squirt dibujó un arco en el aire hasta estrellarse sobre Lucía, que se sorprendió del sabor ligeramente dulzón. Sorprendida, notó que su coño se había mojado también.

- Siento el desastre.- La cara de Laura no expresaba ningún arrepentimiento.- Déjame que te ayude.- Laura se incorporó y le quitó la camiseta. Después apoyó las manos en su hombro y recorrió su cuerpo hasta los pantalones, por el camino rozó sus pechos medianos y redondos endureciendo aún más dolorosamente sus pezones, y se los quitó a la vez que las bragas. Lucía sacó los pies de las prendas y los apartó. - Creo que llevo demasiada ropa.- Laura se quitó su top para que las dos estuvieran completamente desnudas.-¿Quieres seguir viendo la pelí?


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