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Primera parte » 221

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Estupefacto es como también me he quedado yo tras la lectura de Europa Central, de William T. Vollmann, que acaba de aparecer en francés. Febril, leo por fin el libro que me habría gustado escribir a mí, y me pregunto, tras la lectura del primer capítulo, que dura y dura, cuánto tiempo va a mantener ese estilo, ese tono, esa sordina increíble. En realidad, no dura más que ocho páginas, pero son ocho páginas mágicas por las que desfilan las frases como en un sueño del que no se entiende nada y se entiende todo. La voz de la Historia resuena quizá por primera vez con exactitud y me quedo impresionado por una revelación como esta: la Historia es una pitonisa que dice «nosotros». El primer capítulo se titula «Acero en movimiento» y leo: «Dentro de un instante, el acero se pondrá en movimiento, lentamente al principio, como los trenes con tropas que salen de las estaciones, luego, más rápido y por todas partes, avanzan las férreas formaciones de hombres con cascos, flanqueadas por hileras de aviones refulgentes; y a continuación los tanques, los aviones y otros proyectiles en una progresiva aceleración irremisible.» Y más adelante: «Siempre dispuesto a despertar al sonámbulo, Goering promete que seguirán como una centella otros quinientos aviones autopropulsados. Luego corre veloz a una cita amorosa con la diva del cine Lida Baarová.» La checa. Cada vez que cite a un autor, debo poner atención en que mis citas no excedan las siete líneas. No más de siete líneas, como los espías no están más de treinta segundos al teléfono para que no los puedan localizar. «En Moscú, el mariscal Tujachevsky anuncia que las operaciones de la próxima guerra serán parecidas a unas grandes maniobras desplegadas a escala masiva. Muy pronto será eliminado. Y los ministros de la Europa Central, que también serán eliminados, aparecen en unos balcones soportados por marmóreas mujeres desnudas, desde donde pronuncian unos discursos melancólicos mientras están atentos a que suene el teléfono.» En el periódico alguien me explica: es un relato de «baja intensidad», una «novela maravillosa más que histórica», cuya lectura «requiere una escucha fluctuante». Comprendo. Lo tendré en cuenta.

¿Dónde estaba?

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Estoy exactamente ahí donde quería llegar. Un volcán de adrenalina cubre la curva de Holešovice. Es el momento justo en que la suma de microdecisiones individuales, únicamente movidas por las fuerzas del instinto y del temor, permitirá a la Historia conocer uno de sus sobresaltos, o uno de sus más sonoros hipidos.

El cuerpo de cada uno asume sus responsabilidades. Klein, el chófer, no arranca otra vez, y eso es un error.

Heydrich se levanta y desenfunda. Segundo error. Si Klein hubiera demostrado la misma vivacidad que Heydrich, o si Heydrich hubiera permanecido inmovilizado en su asiento como Klein, sin duda alguna todo habría sido diferente, y quizá yo no estaría allí para contárselo a ustedes.

El brazo de Kubiš describe un arco y la bomba vuela. Pero, decididamente, nadie hace nunca con toda precisión lo que debe hacer. Aunque Kubiš apunta antes hacia el asiento, la bomba cae junto a la rueda trasera derecha. Sin embargo, explota.

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