Henry

Henry


Emily

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Lily nos mira de uno en uno.

—Lil...

Henry le hace un gesto en dirección a Holly. Y cae en la cuenta.

—Aaah... Vale. Supongo que lo mejor será que lo habléis entre los tres.

—Estoy de acuerdo.

Holly me sonríe y yo me pongo más nerviosa aún. Creo que me va a entrar un ataque de pánico en breve.

—Esto... Alice, ven con la tía Lily. Voy a enseñarte la nueva pulsera que me he comprado, ¿vale?

Coge a la niña de la mano y se la lleva al dormitorio.

Empieza a dolerme el estómago. Holly se levanta del sofá y se sienta a mi lado en el que estoy yo.

—Emily, escucha, no quiero que pienses cosas raras, o que la relación entre nosotras sea tensa. Entre Henry y yo no hubo nada. Y no tienes que preocuparte. Lily me ha dicho que eres encantadora, y yo me alegro de que esté con alguien como tú. Sé que lo necesitaba.

Mira a Henry y sonríe. Él asiente.

—Gracias, Holly.

Yo no sé ni qué decir.

—Además, como ya te ha dicho Alice, estoy con una persona.

—¿Estás con alguien?

Holly se echa a reír.

—Sí, y mira que dijimos que no queríamos oír hablar de relaciones serias ni tú ni yo, y aquí estamos los dos, ya con pareja. Las cosas buenas muchas veces llegan cuando menos te lo esperas.

—Me alegro, Holly.

Se vuelve otra vez hacia mí.

—De todas formas, aunque estuviera sola, quiero que sepas que jamás me metería entre vosotros dos, no es mi estilo.

Asiento y le sonrío. Vuelve a sonar el timbre.

—Esta será Tara, más le vale a Lily estar preparada o le va a caer una buena bronca. Tara odia la impuntualidad.

Se levanta del sillón para abrir la puerta. Pero antes me da un apretón en la mano y me guiña un ojo.

Lily se lleva la bronca, porque aún tarda diez minutos más en arreglarse.

—¡Es que es lo peorrrrrrrr! ¿Por qué no quedamos nunca veinte minutos antes con ella, Hol? Me saca de quicio.

—Porque seguro que llegaría tarde de todas formas.

Tara resopla y se cruza de brazos.

—Parece que vais a apagar un fuego, hay que joderse.

—Seguro que cuando quedas con el librero, no tardas tanto.

Lily pone los ojos en blanco.

—Emily, vamos a llevar a Alice a ver una peli al cine. ¿Quieres venir?

Miro a Henry y se encoge de hombros.

—Ve si quieres, cariño. A mí no me tienes que pedir permiso.

—No, si no te iba a pedir permiso. Solo era para saber si ya habías hecho planes.

Las tres se echan a reír.

—No seáis cabronas. Lo de contestona le viene de nacimiento.

Le doy un manotazo.

—Pues me voy con ellas, ¿no te importa?

—Claro que no. Te espero en la cama.

Me guiña un ojo y me da un cachete en el culo.

Pasamos una tarde genial viendo la última de Disney y comiendo un cubo enorme de palomitas. Alice sale encantada del cine y le da el coñazo a su madre para que le compre la muñeca de película. Yo me olvido de que Holly y Henry se han acostado, ella es tan agradable que no puedo guardarle rencor.

Lily propone ir a tomar algo a un bar y a todas nos parece bien. Pedimos algo ligero para cenar, las palomitas aún me dan vueltas por el estómago. Y al final, Alice termina durmiéndose en los brazos de Tara.

—Creo que es hora de irnos. Alice está muerta.

Tara bosteza y se tapa la boca avergonzada.

—Yo también estoy un poco cansada. Demasiado trabajo hoy.

Se disculpa con una sonrisa.

Yo, la verdad, es que estoy deseando llegar a casa para estar con él y dormirme en sus brazos. También estoy muy cansada.

Cuando llegamos a casa todas las luces están apagadas. Miro a Lily frunciendo el ceño.

—No me puedo creer que se haya quedado dormido.

—Pues eso parece.

Nos asomamos por la puerta de la habitación y efectivamente duerme como un tronco abrazado a la almohada. Lily me da un beso en la mejilla.

—Hasta mañana, Em.

—Hasta mañana, Lil.

Me desnudo y me meto en la cama. Henry se remueve y me abraza por detrás, pegando su cuerpo al mío. Me acaricia la oreja con la nariz.

—¿Lo has pasado bien?

—Sí. Muy bien.

—Me alegro, cariño.

Sigue empujando para pegarse más a mi cuerpo.

—Me vas a tirar de la cama, tesoro.

Su risa se cuela entre mi pelo. Me da un mordisco en el lóbulo de la oreja y noto como su sexo se va tensando.

—Mmmm... pensaba que estabas cansado.

—Yo no me canso de ti.

Me da la vuelta y se coloca encima de mí. Su boca recorre despacio la línea de mis hombros, después baja hacia abajo y su lengua me acaricia los pezones. Suspiro con todas mis ganas. Y Henry levanta la cabeza y me mira.

—Recuerda que Lily tiene el sueño ligero...

—¡Oh, cállate! Ahora tendré que taparme la cara con la almohada.

Se echa a reír. Me besa. Me retira un poco las bragas.

—¿Por qué te acuestas con esto?

—Ni de coña duermo yo en pelotas.

—Pues yo lo hago.

—Tú eres un sinvergüenza descarado.

—Le dijo la sartén al cazo...

Me penetra y me calla la boca. Le clavo los dedos en el pecho mientras me muerdo los labios. Me vuelven loca sus pectorales duros como el acero. Empuja, empuja...

Su mandíbula se tensa. Su espalda se tensa.

Mis pies se clavan en la cama y alzo mis caderas para que me penetre más profundo.

Mi espalda se tensa. Mis brazos se tensan.

El remolino del orgasmo nos arrasa a los dos, y sus labios sofocan mi gemido.

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