Henry

Henry


Henry

Página 9 de 54

—Necesito un favor, Steve.

—Claro, después de que el Meaning nos haya dado el contrato, puedes pedirme los favores que quieras.

Se echa a reír.

—¡Vaya! ¡Enhorabuena, Steve! No sabes cuánto me alegro.

—La verdad es que tengo que agradecerle bastante a mi secretaria, ella fue la que impresionó a Lowell con la presentación.

—Hablando de tu secretaria...

—No me pidas que la despida para contratarla tú, Shelton.

—No, no. No iba a pedirte eso. Aunque no sería mala idea...

—¡Ni lo sueñes! Helena es muy importante en la empresa. Así que olvídalo.

Me río.

—No te preocupes, solo te llamaba para pedirte su número.

—¿Para qué quieres su número?

—Se llevó mi chaqueta ayer sin darse cuenta.

—Le diré que la traiga y la recoges aquí, o enviaré a alguien al Meaning.

—¡Oh, vamos Steve!

—Henry, no puedo darte su teléfono sin su consentimiento.

—Te aseguro que no le va a importar.

—¿Hay algo que tenga que saber?

—No, claro que no.

—No puedo, Henry.

—Por favor...

Le oigo resoplar.

—No debería, pero sé que me vas a dar el coñazo. Anda, apunta...

Espero un poco a llamar para no pillarla en la cama. Me tiemblan las manos cuando marco el número. No me puedo creer que me ponga nervioso con una llamada. Suena una vez... dos... tres...

Vamos Helena, cógeme el teléfono.

—¿Dígame?

Un escalofrío me recorre de arriba abajo con solo oír su voz.

—Hola, Helena...

—¿Quién... eres?

—Soy Henry.

—¿Cómo... cómo has conseguido mi número?

Llamé a Burke desesperado y el muy cabrón a punto estuvo de no dármelo.

—Llamé a Burke para pedírselo, nos conocemos desde hace tiempo y me debe unos cuantos favores. Espero que no te haya molestado...

—No, no, sólo me ha sorprendido.

De repente oigo un golpe y un ruido parecido a agua.

—¿Te pillo en mal momento? Suena a... ¿agua?

—Bueno es que estaba en la bañera.

A punto estoy de reventar la cremallera del pantalón de lo dura que se me ha puesto. Suspiro. Oigo su vocecilla de nuevo.

—Pero no te preocupes.

—Después de lo que acabas de decirme, mi estado no es el de preocupación, créeme...

Si supieras lo que provocas en mí, te asustarías.

—Llamaba para preguntarte qué tal estás.

—Yo... bien. Mejor después de dormir doce horas seguidas y mucho mejor después de un buen plato de pasta y algo de chocolate. Por cierto, te olvidaste tu chaqueta.

—También te llamaba por eso, no es que me importe la chaqueta, pero es la excusa perfecta para invitarte a cenar esta noche.

—Pues es que yo...

¡Mierda! Tenía planes.

—Ya tenía planes, lo entiendo.

No puedo evitar que mi voz suene decepcionada porque necesito verla, necesito estar con ella. La necesito, y ya.

—No, no tengo ningún plan, excepto quedarme en casa viendo alguna peli y...

Sonrío aliviado.

—Te paso a buscar a las ocho. Tengo mejores planes para ti que quedarte en casa viendo una película. Hasta luego.

Cuelgo el teléfono para no darle tiempo a responder. Mi polla se remueve en el pantalón como si tuviera vida propia.

—Eh, no te hagas ilusiones. Que quede con ella no significa que se vaya a meter en mi cama así, sin más.

Llamo al Serendipity a ver si consigo que hagan una excepción con el helado. Por suerte me coge el teléfono una camarera con alma romántica, que me dice que sí sin pensárselo cuando le digo que voy a pedirle la mano esta noche a mi novia, y que es su helado favorito. Después bajo a la peluquería de debajo de mi casa y me corto los jodidos rizos. Los odio.

A las ocho estoy puntual en su edificio. Me suena el móvil. Rebeccah.

—¿Qué quieres?

—Qué simpático eres, Shelton.

—No me pillas en un buen momento.

—¿Estás en la cama revolcándote con alguien?

—Qué graciosa...

—¿Qué haces?

—¿Has llamado para preguntarme qué hago?

—No, he llamado para decirte que el lunes hay reunión urgente en el Meaning a las 8. Pero ya que estamos, ¿qué estás haciendo?

Helena me hace señas para decirme que se ha dejado mi chaqueta en su apartamento, yo le hago un gesto negativo y moviendo los labios le digo

luego.

—Chao, Rebbecah...

—¡Oye...!

Cuelgo el teléfono.

—Discúlpame por tenerte esperando, Helena.

—Henry, que no me importa subir a por ella en un momento.

Insiste con lo de la chaqueta. La miro de arriba abajo. Qué guapa está.

—Y a mí en estos momento no me importa la chaqueta lo más mínimo... ¿Nos vamos?

Se muerde los labios nerviosa.

—¡Vaya! Nuevo corte de pelo. ¿Y... nuevo Mercedes?

—¡Chica observadora! Sí, estaba un poco harto de mis rizos, y no, no es nuevo.

—A mí me gustaban tus rizos, me daban ganas de...

Se queda callada y se lleva una mano a la boca.

—¿Te daban ganas de...?

Sonrío.

—¡Nada! No me he dado cuenta de que lo estaba diciendo en voz alta.

Se sonroja y mira al suelo. Un mechón se le escapa y le tapa el ojo derecho.

—Si tanto te gustan no tengo ningún problema en volver a dejármelos crecer.

Me acerco a ella y le coloco el mechón detrás de la oreja. Ella se retira nerviosa.

—Y bien... ¿dónde vamos?

—He reservado mesa en el Serendipity 3.

Abre los ojos como platos.

—¿Me vas a hacer pagar mil dólares sólo por el postre?

Se echa a reír.

—Nena, tú no vas a pagar nada esta noche, los gastos corren de mi cuenta. ¿Vamos?

—¿No me digas que eres un hombre de las cavernas? Yo. Pagar. Todo. Algún defecto tenías que tener.

Me echo a reír a carcajadas.

—Tengo muchos defectos pero no tengo nada que ver con la prehistoria. Pago yo porque soy el que te ha invitado a salir. El próximo día me invitas tú y pagas todo, ¿ok?

Me mira sonriendo.

—Sí, claro. Pero te llevaré al cine.

—Me gusta el cine, está todo oscuro.

Le guiño un ojo mientras pienso en la cantidad de cosas que podría hacer con ella en la fila de atrás.

—¿Nos vamos?

Hace un gesto como si se hubiera distraído pensando en algo.

—Por supuesto. Estoy deseando ver qué puede ser mejor que quedarse en casa viendo una película.

—Te sorprenderías de la cantidad de cosas que tengo en mente...

Vuelve a sonrojarse otra vez.

Si tú supieras, Helena...

El sitio es muy curioso, pintado de blanco y decorado con relojes y lámparas de colores. Los dos pedimos una hamburguesa. Me gusta que las mujeres coman bien y no anden con esas tonterías de las calorías y los kilos de más. Y Helena come como si eso le importara una mierda.

—Me gusta mucho el sitio, después de tanto protocolo ayer ya estaba asustada por si se te ocurría llevarme al Masa...

Me echo a reír porque es el primer sitio que se me ocurrió.

—Pues no te creas que no se me pasó por la cabeza, pero yo también estaba un poco cansado de comida exquisita y necesitaba una buena hamburguesa.

—Lo que no me explico es cómo has conseguido el Golden Opulence para esta noche, si hay que pedirlo con cuarenta y ocho horas de antelación...

No puedo decirle la verdad, claro.

—Tengo mis contactos. Además te prometí algo mejor que una película en casa, ¿no? ¿Y qué mejor que el helado más caro del mundo?

—Bueno, podría enumerarte unas cuantas cosas.

¿De verdad ha dicho eso? Mi polla empieza a removerse inquieta.

—Pero eso no aquí, ni ahora...

La cojo de la mano y le acaricio con el pulgar. Mandaría a la mierda al Golden Opulence y me la comería a ella de postre. Cierro los ojos en intento recuperar el control. Cambio de tema.

—Cuéntame qué tal en Skyland, ¿llevas mucho tiempo siendo PA del señor Burke?

Sé la respuesta de sobra, pero no se me ocurre otra cosa que preguntarle. Bueno, sí se me ocurre, pero no, no, no.

Céntrate, Shelton.

—De hecho no, me han dado el ascenso hace un mes.

—¿Y te encargó organizar un evento como ese recién ascendida? ¡Vaya! Debe de tener mucha confianza en ti.

Abre la boca con sorpresa y después la cierra y frunce el ceño.

—¿Qué insinúas? ¿Qué no estaba capacitada para hacerlo?

La miro sorprendido, no pretendía que mi comentario sonara despectivo.

—No, yo...

—Te diré una cosa, Henry. Llevo cuatro años dejándome los cuernos en esa empresa, he dedicado más tiempo al trabajo que a mí misma, y me merecía ese ascenso. Así que no me vengas con el rollo de lo capacitada o no que pudiera estar para organizar el maldito evento.

—Helena, lo siento si te he molestado. No era mi intención.

Baja la mirada pero me ha parecido que le brillaban demasiado los ojos.

—Helena, mímame.

—No.

¿No?

—Vamos, mírame.

Cuando levanta la vista las lágrimas comienzan a rodarle por las mejillas.

—Oh, Dios mío... lo siento Helena. Lo siento, lo siento...

Me levanto de la mesa y me arrodillo a su lado. Le cojo la cara entre mis manos y le limpio las lágrimas con los pulgares. Detrás de Helena, una camarera se para y nos mira. Me sonríe y alza el pulgar. Seguro que es la que me ha cogido el teléfono y piensa que le estoy pidiendo la mano a la antigua usanza. Si no fuera porque Helena está llorando, me echaría a reír.

—No llores, por favor... ¿podrás perdonarme? No pretendía que mi comentario sonara despectivo. Créeme que pienso que si Burke ha confiado en ti para darte ese ascenso, seguro que eres muy buena en tu trabajo.

—Henry, llévame a casa.

Mierda. Se levanta de la silla. No sé cómo arreglarlo.

—Lo siento, de verdad. Siento haber dicho eso, no pretendía arruinarte la noche.

Sigo arrodillado en el suelo. No sé qué más puedo hacer.

—Por favor, no te vayas todavía. Yo...

—Henry... llévame a casa.

Me pongo de pie y se acerca a mí. Me susurra en el oído.

—Quiero que me lleves a casa y quiero que me folles hasta que me falte el aliento Quiero que me arranques la ropa aunque me la destroces, quiero que me hagas olvidar estas semanas de estrés y ansiedad, las noches en vela, olvidarme de todo... Porque no he podido pensar en otra cosa que no sea en sentirte dentro de mí desde que te conozco.

Y después su apartamento. Y ella arrancándome la camisa. Y yo rompiéndole las bragas. Y ella acariciándome hasta casi correrme. Y yo cogiéndola en brazos para morderle el trasero. Y ella cogiéndose al cabecero de la cama. Y yo embistiéndola con fuerza. Y ella muriéndose de placer. Y yo muriéndome por Ella. Mi pequeña fiera. Helena...

Salgo corriendo de mi despacho y me meto en el servicio. Cojo aire despacio mientras me restriego las lágrimas con rabia. Me miro al espejo y veo el destrozo que sigue haciendo en mí. Me saco el móvil del bolsillo y llamo sin pensármelo.

—¿Sí?

—Holly, ¿podemos vernos?

—¿Ahora?

—Salgo de trabajar a las ocho.

—A las ocho está bien, dejaré a Alice con mi madre.

—Gracias.

—¿Ha pasado algo, Henry?

—No, no... Solo quiero verte.

—Vale. Pues pásate cuando salgas.

—Hasta luego, preciosa.

¿Estoy haciendo lo correcto? No, ya lo creo que no. Pero lo necesito, soy tan jodidamente egoísta que necesito esto. Follarme a Holly para no pensar en ella. O para pensar en ella mientras me la follo.

No te engañes, Shelton.

Pero ella dijo que tampoco quería nada romántico, entonces...

Qué Dios me perdone...

Holly abre la puerta y me abalanzo sobre ella. La cojo en brazos y la llevo al dormitorio mientras ella me quita la cazadora y la camiseta. La bajo al suelo y la desnudo con rapidez. Se quita las bragas y se deja caer en la cama. Se abre de piernas y cojo aire.

—¿A qué esperas?

—No sé, ¿no estoy siendo un poco brusco?

Holly se apoya en los codos y me mira con las cejas alzadas.

—¿Me oyes quejarme?

Sonrío y me coloco sobre ella. La penetro con fuerza y me clava las uñas en la espalda. Cierro los ojos y solo puedo verla a Ella.

¡Ábrelos, maldita sea! ¡Ábrelos y mírala a ella a los ojos!

No puedo... Holly me agarra de la nuca y me besa. Su lengua se desliza suavemente sobre la mía, compensando lo bestia que estoy siendo yo mientras la penetro. Abro los ojos. Y los suyos, de un verde casi irreal, me devuelven la mirada. Una mirada que dice:

adelante, desahógate. O a lo mejor es lo que yo quiero ver para no sentirme peor. Aflojo el ritmo un poco. Holly me empuja y se coloca encima de mí, pero de espaldas. Se mueve en círculos mientras se acaricia entre las piernas. La oigo gemir suavemente. Le cojo el pelo y lo enredo en mi mano, tirando de él suavemente.

—Voy a correrme, Henry.

Se mueve más deprisa y cuando noto sus espasmos tiro más fuerte de su melena hasta que la tengo sobre mi pecho. Me abrazo a ella y me dejo ir al ritmo de sus últimas sacudidas.

***

—¿Quieres cenar aquí?

—¿Crees que es buena idea?

—¿Y por qué no va a ser buena idea? ¿No podemos cenar juntos por haber echado un polvo? Henry, que no quiera tener una relación romántica no quiere decir que no podamos cenar juntos, como amigos.

—Vaya, lo siento. Tienes razón. Es que no estoy acostumbrado a estas cosas.

Se echa a reír.

—¿En Nueva York no has tenido ninguna amiga con derecho a roce?

—No, la verdad es que no. No llegaban a ser amigas. ¿Tú?

—¿Yo qué?

—¿Has tenido más amigos con derecho a roce?

—No, de momento solo han sido polvos de fin de semana. ¿Qué quieres cenar?

—No sé, ¿quieres que cocine algo? Se me da bastante bien.

—No, no. Nada de ensuciarse las manos hoy. Pediremos la comida de fuera. ¿Te gusta el sushi?

—Sí.

—¡Pues adjudicado! Hay un restaurante buenísimo aquí cerca que sirven a domicilio. Voy a llamar. Mientras si quieres ducharte, hay toallas limpias en el armario del baño.

—Gracias, Holly.

—No hay de qué.

—No sólo por lo de la ducha.

—Lo sé. Aún así no tienes que darme las gracias.

Me guiña un ojo y coge el teléfono de la mesilla.

Cenamos sentados en el suelo del salón mientras en la tele ponen EastEnders, no me puedo creer que aún siga en antena. Cuando era pequeño y vivía con mis padres en Jersey, mi madre estaba enganchada a esa novela.

—¿La sigues?

—¿Yo? ¡Qué va! Solo la pongo mientras ceno, porque no hay otra cosa que me guste. ¿Quieres que la quite?

—No, déjala. Me recuerda a mi madre.

Cierro los ojos en intento visualizarla, pero cada año que pasa las imágenes de mi niñez son más borrosas. Puedo ver sus ojos azules porque son como los míos. Su risa musical resuena en mi cabeza. Sus manos suaves me acarician el pelo. Me canta una canción. Su voz me recuerda a la primavera y al prado de flores que rodeaba nuestra casa de verano. Su pelo negro y rizado me hace cosquillas en la nariz cuando se agacha a darme un beso de buenas noches. Marianne... Después un frenazo, y un ruido de cristales rotos. Abro los ojos de golpe. Tengo el pulso acelerado y respiro como si me faltara el aire.

—Henry, ¿estás bien?

Holly está a mi lado y me sujeta por los hombros, mirándome preocupada.

—Sí.

—Has cerrado un momento los ojos y no sé qué ha pasado. De pronto has empezado a hiperventilar y a temblar. No sabía qué hacer.

Me miro las manos y veo como me tiembla el pulso.

—No te preocupes, Holly. Solo han sido unos cuantos recuerdos.

—¿De ella?

—No, no. Mi madre.

—¿Ha sido por EastEnders? Lo siento, si lo llego a saber no pongo la tele.

—Holly, no ha sido por eso. No te sientas culpable, ¿vale?

Asiente.

—Vale.

Me mira un momento y sé que se sigue sintiendo culpable, aunque no quiera admitirlo. Después se abraza a mí. Yo la estrecho con fuerza. Los temblores paran. Mi respiración se normaliza. Mi corazón recupera su ritmo. Y por fin me siento bien. Esto es lo que necesitaba, no un polvo rabioso para no pensar en Ella, no. Un abrazo, un jodido y simple abrazo. Pero siempre nos empeñamos en complicarlo todo.

***

—¿Sales mañana?

—No, no puedo. Mi madre me traerá a Alice por la mañana y este fin de semana la tengo yo.

—Te echaré de menos.

—No lo hagas, diviértete con las chicas.

Me sonríe.

—Claro.

—¿Seguro que no quieres quedarte a dormir?

—No, Holly. Te lo agradezco pero...

—¡Eh! Que no tienes que darme explicaciones, ¿recuerdas?

Se despide dándome un beso suave en los labios.

—¿Cuándo volvemos a vernos?

—Llámame cuando quieras y ya te digo si puedo o no, ¿vale?

—Claro.

***

Llego a casa de Lily y todas las luces están apagadas. Estará acostada ya. Me quito los zapatos y camino de puntillas hasta la habitación, aún así el maldito suelo de madera cruje.

—¿Se puede saber de dónde vienes?

—¡¡Me cago en la puta!!

Lily aparece en la puerta de su habitación con los brazos cruzados.

—¡¡Por el amor de Dios, Lily!! ¡¿Es que quieres matarme?!

—¿Quieres matarme tú a mí de preocupación, imbécil? Y no grites que la gente está durmiendo a estas horas.

Susurra de mala leche.

—¡Pero cómo no voy a gritar si casi me da un infarto por tu culpa!

—No seas exagerado. ¿De dónde coño vienes?

—¿Tengo que darte explicaciones?

—Puesto que estás viviendo en mi casa, sí.

—No te preocupes, que mañana empiezo a buscar un apartamento.

—Oye Hank, no me vengas con esas ahora.

—Tú no me vengas haciendo de madre.

—¡Yo no te vengo haciendo de madre! ¡¿Es que no puedo preocuparme por ti?! ¡¿Pero qué coño te pasa?!

—No he tenido un buen día.

—¿Y lo tienes que pagar conmigo? ¡Joder, Hank!

—Lo siento... Lo siento, Lil.

Me acerco a ella y la abrazo.

—¿Me quieres contar lo que te pasa? ¿Has tenido noticias de...Helena, o algo?

—No. Mejor hablamos mañana, ¿vale? Solo quiero irme a la cama.

—¿No vas a decirme de dónde vienes tampoco?

Resoplo.

—He estado con Holly.

Pone los ojos en blanco.

—Vete a la cama, mañana hablamos.

Le doy un beso en la frente y me meto en mi habitación. Me dejo caer de espaldas en la cama y cierro los ojos.

—¡Despierta dormilón!

Lily sube la persiana y la luz me da de lleno en los ojos.

—¡Maldita sea, Lily! ¿No tienes otra cosa que hacer? Déjame dormir un rato más.

—¿Te has acostado vestido?

Levanto un poco la cabeza, me miro y la vuelvo a dejar caer en la almohada.

—Diablos, sí. Debí quedarme dormido sin darme cuenta.

—Estás hecho un desastre.

Abre la ventana y entra el frío de la calle.

—¿Para qué abres la ventana? ¡Me voy a congelar!

—Para ventilar.

—¿Para ventilar el qué?

—Tu mala leche.

Cojo aire y cuento hasta diez.

—Ciérrala, por favor.

—¡Levántate! Tienes el desayuno en la cocina. Aunque ya me estoy arrepintiendo de habértelo preparado.

—Pero, ¿qué hora es?

—Las nueve y media.

—¿Y se puede saber por qué me despiertas un sábado a las nueve y media?

—Holly me dijo que te gustaba levantarte pronto.

—¡La madre que me parió!

Se echa a reír. Me incorporo y me siento en el borde de la cama.

—¿Qué más has hablado con Holly? ¿Y cuándo?

—Llamó hace un rato para preguntar por ti. Si habías llegado bien y eso.

—Y tú ya le hiciste el tercer grado, claro...

—Pues no. Me dijo que había llamado al tuyo pero que estaba apagado. Y que creía que ya estarías despierto porque te gusta levantarte pronto los fines de semana.

—¿Y no le preguntaste nada? ¿Seguro?

—¡Joder, Hank! ¡No le pregunté nada, no! ¡Prefiero que me lo cuentes tú! Pero vamos que si no quieres, no me lo cuentes. Aunque me decepcionaría mucho saber que le cuentas antes tus problemas a una extraña que a tu propia familia.

Sale de la habitación cabreada. Yo me levanto y la sigo. En el salón la cojo por la brazo.

—Oye, Lily. Tienes razón. ¿Has desayunado?

—No, estaba esperando a que te levantaras.

—Venga, pues vamos a desayunar y te lo cuento, ¿vale?

Sonríe y asiente.

En la cocina remuevo la cucharilla del café en la taza nervioso.

—Ayer en la oficina tuve una especie de crisis de recuerdos. No me había pasado nunca, hasta ahora. Normalmente eran pesadillas por la noche. Pero ayer fue extraño, es como si lo estuviera viendo todo en la pantalla de un cine. La primera vez que la vi, cómo nos conocimos... Cuando quise darme cuenta estaba llorando, totalmente fuera de mí. Se me está yendo todo de las manos, Lil. ¿Qué hubiera pensado mi jefe si entra ese momento en mi despacho?

Me coge las manos entre las suyas.

—No sé, Hank. Puedo hacerme una idea del dolor que has pasado, pero no sé exactamente qué es lo que sientes. Ni lo que necesitas. Pero si está en mi mano ayudarte, sabes que yo siempre estaré aquí.

Sonrío y le acaricio la cara.

—Tú ya estás haciendo mucho por mí. Siento lo de ayer.

—No quiero que te vayas.

—No voy a irme. Pero entenderás que algún día tendré que buscarme un apartamento para mí solo.

—Lo sé. Pero prométeme que hasta que esto no esté más o menos curado, te quedarás aquí conmigo.

Me señala el pecho.

—Trato hecho.

Ahora que me he quitado el nudo que tenía en la garganta puedo empezar a comerme el desayuno que ha preparado Lily. Crepes de nata y chocolate, mis favoritos.

—Mmmm... esto está... está... No tengo palabras.

Se echa a reír.

—Me alegro que te gusten. ¿Y qué hacías tú anoche en casa de Holly, a todo esto?

Me atraganto con el crepe y toso para no ahogarme. Lily me pasa el vaso de zumo de naranja.

—¿Hace falta que te lo diga?

Ir a la siguiente página

Report Page