Henry

Henry


Emily

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El jueves vamos a buscar a Lily al aeropuerto. Me pregunto cómo tiene pensado decirle el lío que nos traemos. Espero que no me coja manía o algo, porque me cae bastante bien. Sale de la terminal y se abraza a Henry con fuerza. Siento un revoltijo en el estómago.

¡Santo Dios! Si hasta me pongo celosa de su prima.

—¡Qué sorpresa! No sabía que ibais a venir los dos a buscarme.

Me da un abrazo y un beso en la mejilla, yo se lo devuelvo.

—Bueno, es que tenemos algo que decirte.

¡¿Pero ya?! Joder, te podías haber esperado un poco, Henry. Nos mira extrañada.

—¿El qué?

—Emily y yo compartimos piso.

Suelta el aire y deja caer los hombros.

—¡Qué susto me habíais dado! Pensaba que me ibais a decir que os habíais liado o algo así.

Se echa a reír. Henry y yo nos miramos con los ojos como platos. Yo me encojo de hombros.

—¿Qué pasa? ¡¿Os habéis liado también?!

—Vamos a coger el taxi, Lil. Venga.

Henry la empuja para que eche a andar. Pero ella se da la vuelta y me mira, yo me hago la loca.

—¡Os habéis liado! Ya me extrañaba a mí que vinieras con Emily a buscarme.

¡¿Cómo dice?!

—Lily, cállate.

—¿Por qué te parece extraño?

—Joder, Lil. Ya la has liado...

—No, por nada.

—¿Os podéis callar las dos? Emily, luego te lo explicará cuando lleguemos a casa, tranquila. Y tú, reza por no meter la pata cuando se lo cuentes.

La mira con el ceño fruncido mientras coloca la maleta en el maletero del taxi.

Me meto en la parte de atrás con Lily, y Henry en vez de sentarse en el asiento del copiloto, entra por mi lado y me empuja hasta que me coloca en el medio.

—¿No puedes ir delante? Aquí vamos apretujados los tres.

—No.

Le miro alzando una ceja pero él mira al frente y me ignora.

—Dale la dirección al taxista, Emily.

Después de darle la dirección me giro hacia Lily y le ignoro yo también. Cuando llevamos un rato hablando, noto sus dedos acariciando mi mano. La quito y le miro, pero tiene la cara vuelta hacia la ventanilla. Sigo hablando con Lily y vuelve a rozarme con los dedos. Yo resoplo enfadada. Lily se da cuenta del jueguecito de su primo y se aguanta la risa. Le doy un codazo.

—Así que estáis en la etapa de hacer manitas.

—No, no estamos en ninguna etapa, de hecho.

Me mira interrogante.

—Olvídalo.

Llegamos al apartamento y llevo a Lily a mi habitación para que deje las cosas.

—¿Dormís juntos?

—Hasta ahora, no. Pero tu primo no quiere dormir en el sofá y ha insistido en que duerma con él. No pasa nada, será solo por una noche.

—¿Por qué no dormís juntos?

—Bueno... Es que...

Me acerco a la puerta de la habitación y la cierro.

—¡¿Es él el que no quiere que durmáis juntos?!

Me mira con los ojos muy abiertos.

—No, no. Fue un acuerdo común. Mira Lily, tu primo no quiere nada serio. Yo... no sé ni lo que quiero. Pero pasamos demasiado tiempo juntos y necesitamos un poco de espacio.

—Pero no sé, podíais acordar otra cosa, ¿no? Como pasar alguna tarde fuera cada uno por su lado o algo así. ¿Pero no dormir juntos? No sé igual me estoy metiendo donde no me llaman, pero es una condición un poco rara para dos personas que acaban de empezar a... acostarse.

—Lo sé.

Me echo a reír. Sobre todo para mí, que me pasaría las horas con él en la cama.

—Oye, respecto a lo que dije antes...

—No sé si quiero saberlo.

—No, no te preocupes. No es nada malo. Bueno, no muy malo al menos. Es que me pareció extraño porque no os llevabais muy bien, que digamos. Ha sido toda una sorpresa. Pero una buena sorpresa.

Sonríe.

—Ya sé que él me tenía bastante manía.

—No, que va. Él pensaba lo contrario, que eras tú la que no le soportabas.

Me río.

—¿En serio? Fue él el que no me quería como secretaria, pidió una nueva sin conocerme. Por eso me puse a la defensiva y le contestaba de malas maneras. Bastante paciencia ha tenido conmigo.

—Hank a veces también es un poco desquiciante, pero es buena persona. Y no es porque sea mi primo. No sé las razones que tuvo Helena para hacer lo que hizo, pero no creo que se lo mereciera.

—¿Conociste a...?

—¿Helena? No. Nunca he viajado a Nueva York. Tengo un pánico horroroso a cruzar el charco.

—Pero ahora has venido en avión.

—Sí, pero el trayecto es más corto y apenas me da tiempo a pensarlo. Méteme ocho horas en un avión y me convertiré en tu peor pesadilla.

Se echa a reír.

—Ni siquiera fui a la boda. Menos mal. Porque no sé si hubiera soportado ver cómo le destrozaban el corazón. Después de aquello intenté tragarme mi pánico y quise ir para estar con él, pero no me dejó. Me dijo que prefería estar solo. Y dos años después se presenta en mi casa. La verdad es que me alegré de que dejara todo aquello atrás. Aún está jodido, pero dale tiempo, Emily. Yo no quiero ilusionarte ni nada, pero creo que algo siente por ti. A lo mejor ahora es algo pequeño, pero no pierdas la esperanza de que se pueda convertir en algo grande. Y Henry cuando entrega su corazón, lo entrega incondicionalmente.

Y como si supiese que estamos hablando de él, abre la puerta. Me sobresalto.

—¿Ya estáis conspirando?

—Pues claro, ¿lo dudabas?

Lily me guiña un ojo.

—Espero que no me deis el fin de semana y os portéis bien. Las dos. La cena está casi hecha, así que cuando queráis, dejáis de ignorarme y venís a disfrutar de mi agradable compañía.

Nos echamos a reír.

—Yo voy a preparar la maleta para mañana, no tardo nada.

Me quedo en la habitación pensando en lo último que ha dicho Lily. Y preguntándome cómo será que alguien te entregue el corazón incondicionalmente.

***

La cena está deliciosa, como todo lo que hace. Incluyendo nuestros episodios fogosos en la cama. Me sonrojo al pensarlo y bajo la vista al plato.

—¿Emily?

—¿Sí?

—¿Te ocurre algo?

—No.

—Entonces, ¿por qué te sonrojas?

Me llevo las manos a las mejillas.

—Hace mucho calor aquí, creo.

—Pues baja un poco la calefacción, si quieres.

—Sí, será lo mejor.

Me levanto y aprovecho para recoger algunos platos de la mesa. Voy a la cocina y abro el lavaplatos para colocarlos. Me agacho y alguien me rodea la cintura con los brazos. Se inclina sobre mí susurrándome al oído.

—Dime por qué te has sonrojado. Y no me vengas con la excusa del calor, porque no hace tanto.

Me doy la vuelta y le sonrío.

—Si ya sabes la respuesta, ¿por qué haces preguntas tontas?

—Dímelo.

—¿Qué pasa que te gusta que te digan lo bueno que eres en la cama? Vanidoso...

—¿Soy bueno en la cama?

Me mira haciéndose el sorprendido.

—Lo sabes de sobra, no te hagas el tonto conmigo. ¿O es que soy la única mujer que se ha corrido en tus brazos? Espera... No quiero saberlo.

Pongo los ojos en blanco y sigo colocando los platos.

—Pues no, no eres la primera.

—Te he dicho que no quería saberlo.

Me agarra del brazo y tira de mí para darme la vuelta. Se acerca y me retira el pelo. Sus labios me acarician el lóbulo de la oreja y me estremezco.

—Pero ahora eres la única que quiero que lo haga.

Se me doblan las rodillas y Henry me sujeta con más fuerza cuando nota que me escurro entre sus brazos. Le miro a los ojos fijamente. No sé cuánto tiempo pasa. Segundos, minutos, horas. Me besa. Me besa. Me besa... Un carraspeo.

—Siento interrumpiros, tortolitos. Pero yo me voy a la cama.

Lily nos sonríe desde la puerta.

—Nosotros también nos vamos a ir ya, mañana hay que madrugar.

—¿Os ayudo a recoger?

—No, no hace falta. Em y yo lo recogeremos en un momento.

Me derrito cuando me llama así.

—Oye, no sé si os lo habrán dicho ya, que lo dudo porque nadie sabe que estáis liados, pero hacéis muy buena pareja. Hasta mañana.

Nos guiña un ojo y se va.

Terminamos de recoger y me quedo quieta en el salón. No me puedo creer que esté nerviosa por dormir con él. Henry se mete en el baño y aprovecho para irme a su habitación y ponerme mientras el pijama. Resoplo cuando lo veo. Es antimorbo total, pero es que no tenía otro. Al final decido meterme en la cama solo con las bragas y taparme con las sábanas. Él entra en la habitación y se desnuda despacio. Cuando se quita los calzoncillos, me sonrojo. Se da la vuelta y me mira. Yo lucho por mantener la mirada apartada de AHÍ.

—¿Puedo acostarme así o tengo que ponerme los pantalones?

El corazón me late a mil por hora. Trago saliva.

—No... Puedes acostarte así, si quieres.

Se mete en la cama y se arropa. Yo me coloco de lado dándole la espalda. Cierro los ojos. Sus brazos me rodean la cintura y tira de mí hasta que me acopla a su cuerpo. Su erección me roza el trasero. Sus labios me rozan suavemente los hombros. Le cojo de la mano, entrelazando sus dedos con los míos y la aprieto contra mi pecho. Suspiro. Sus caricias se convierten en pequeños mordiscos. Su mano se desliza por mi cuerpo aún sujeta a la mía, hasta el borde de mis bragas. Retira el elástico y juega con sus dedos a darme placer. El calor se concentra en mi vientre y se extiende a oleadas por mi cuerpo.

—Em...

Susurra mi nombre y yo me corro con un gemido que ahogo en la almohada. Me doy la vuelta y me subo encima de él. Se hunde en mí y yo le cabalgo despacio. Me acaricia los pechos, los brazos, la espalda... Sus manos recorren todo mi cuerpo mientras yo me concentro en las sensaciones que dejan a su paso. Se incorpora y me besa. Sus dedos se enredan en mi pelo. Después con su mano derecha me agarra del trasero y me marca el ritmo, cada vez más rápido, hasta que se corre mordiéndome los labios. Me abraza y se deja caer en la cama conmigo encima. Tira de las sábanas hasta que estamos arropados. Y nos quedamos dormidos, yo encima, él debajo.

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