Henry

Henry


Emily

Página 4 de 49

Emily

¿Y este imbécil estirado va a ser mi jefe a partir de ahora? Uufff, ni cinco minutos con él y ya le odio a muerte. Miles, ¿por qué tuviste que jubilarte, viejo estúpido? Ahora me toca un niñato con aires de superioridad. Presiento que mi carrera como secretaria va a tocar pronto a su fin. Me siento en mi escritorio y sigo con mi trabajo.

Oigo las voces de Day y El Estirado por el pasillo y me escondo detrás de la pantalla de mi ordenador. Cuanto menos le vea la cara, mejor. Day se despide y El Estirado se queda solo en su nuevo despacho. Me asomo por el borde del monitor y le observo como coloca sus cosas y lo curiosea todo. Hasta que me pilla de marrón.

—Señorita Smith, como siga frunciendo así el ceño le van a salir arrugas.

Doy un respingo en la silla. Será maleducado. ¿Y a ti qué te importa si me salen arrugas? Este seguro que solo sale con chicas hinchadas a base de botox. Nada de arrugas para El Estirado.

Me levanto de mala leche y cierro la puerta de mi despacho.

***

Miranda abre la puerta una hora después y mira a los dos lados del pasillo antes de entrar. Yo la miro interrogante. Cierra la puerta y se acerca a mi escritorio dando dos zancadas. Apoya las manos en el borde de la mesa y se inclina hacia mí con los ojos muy abiertos.

—No me puedo creer que no me hayas llamado para decirme lo bueno que está el nuevo jefazo.

Alza una ceja.

—¡¿Qué?!

—Emily, ¿estás ciega?

—No, no estoy ciega, Mir. Lo que estoy es cuerda, tú te has vuelto loca.

—¿Pero le has visto?

—Claro que lo he visto. Pero si tiene algún tipo de atractivo ya se ocupa él de joderlo con esa actitud de estirado y gilipollas que tiene.

—A mi me pareció bastante agradable.

—Muy bien, Miranda. Pues tíratelo.

—¿Se puede saber qué coño te pasa hoy? ¿Problemas otra vez con el imbécil de tu novio?

—No me pasa nada. Es solo que no me gusta mi nuevo jefe.

—Has venido cabreada de casa, Emily. Lo del jefe ha sido después.

Se cruza de brazos.

—No quiero hablar de ello.

—Nunca quieres hablar de ello, pero deberías empezar a hacerlo.

—No hay nada que hablar, Miranda. Estoy bien, ¿ok?

—Me voy porque me sacas de quicio. Tú no tienes una venda en los ojos, Em. Tú tienes un muro de cemento.

***

Me entra una llamada y por el número de extensión sé que es ÉL. Lo cojo sin ganas pero intento sonreír aunque me duela la cara.

—¿Necesita algo, señor...?

¡Oh, Dios! ¡Se me olvidó el apellido! Esto no me puede estar pasando...

Intento hacer memoria mientras espera al teléfono. Rebusco histérica en mis correos el que me mandaron la semana pasada avisándome de su llegada hoy.

—¿Señorita Smith?

—Sí, sí. Estoy aquí. ¿En qué puedo ayudarle?

—Necesito que envíe un informe financiero a la delegación de Nueva York. Antes de las cinco de la tarde.

—Vale, ¿algo más?

—No, creo que eso le ocupará buena parte del día.

¿Me está llamando inútil?

—O no.

—¿Cómo dice?

—No, nada. Que me pongo a ello ahora mismo.

—¡Ah! Emily, soy Shelton.

Me cuelga el teléfono. Tierra trágame.

Ir a la siguiente página

Report Page