Henry
Lily
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Lily
Henry llega del trabajo resoplando y se deja caer en el sofá. Estira los brazos y cierra los ojos.
—¿Qué te ha pasado hoy, Hank?
—Nada bueno.
—¿Otra vez Emily?
—¿Y cuándo no?
—Pues a mí me pareció encantadora, no sé por qué os lleváis tan mal. Por cierto, ¿cómo está? ¿Se resfrió o algo? Porque no sé cuánto tiempo llevaba la pobre bajo la lluvia.
—No, no se ha resfriado. Con la mala leche que tiene creo que ni los virus se le acercan.
—Mira que eres capullo.
—Dentro de quince días me traslado con ella a España.
—¡¿Qué?!
Me siento en la mesa auxiliar, justo enfrente suya, con cara de póker.
—Han tenido problemas con el director financiero y necesitan que vaya yo hasta que encuentren un sustituto. Ayer no tuve tiempo de decírtelo y hoy ya me han confirmado la fecha.
—Pero si tú no tienes ni idea de español.
Se echa a reír.
—Para eso está mi secretaria, que por lo visto domina el idioma.
Se encoge de hombros.
—¿Cuánto tiempo?
—Day dice que son solo un par de meses, y más le vale que sea así, porque no sé si podré aguantarla más tiempo.
—Hank, no va a cambiar nada. Seguirás viéndola en el trabajo, como hasta ahora. Y aunque sigo pensando que es un error que os sigáis llevando así de mal, cuando salgas no tienes por qué estar con ella.
—Si tú supieras...
Se levanta del sofá y me da un beso en la frente.
—Te voy a echar de menos, enana.
—¿Dónde vas?
—A darme una ducha.
—No te enrolles mucho que me tienes que acompañar a comprar unas cosas.
—Si hay comida aún.
—No, quiero comprar unos libros en Foyles. Ya me leí todos los que tengo y necesito nuevos.
Noto un cambio en la expresión de su cara. Pero es solo un segundo. Después sonríe.
—Dame quince minutos.