Helena

Helena


Danielle

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Danielle

Empiezo a preocuparme por mi hermano. No me quiere contar lo que ha pasado y encima me ha prohibido llamar a Helena. No entiendo que ha podido pasar entre ellos para que hayan roto. Solo sé que mi hermano está mal, pero hace todo lo posible porque yo no me dé cuenta, se cree que soy tonta. Como si no le oyera pasarse las noches en vela. Llamo a Syl.

—Sylvia, ¿tienes alguna jodida idea de lo que está pasando aquí?

—No, Danny. Helena no me coge el teléfono y tampoco la he visto por el Skyland. No quiero llamarla al trabajo por si a su jefe no le hace gracia.

—Pues mi hermano me ha prohibido llamarla y además me ha hecho borrar su número de mi teléfono delante de él. No entiendo nada.

—Yo tampoco. Joe no suelta prenda.

—Por favor, si te enteras de cualquier cosa, lo que sea, llámame.

—Sí, no te preocupes.

—¿Todo bien, Syl?

—Sí, todo bien. ¿Te he dicho que me mudo con Joe?

—¡Nooooo!

Se echa a reír.

—Ahora que parece que hemos arreglado las cosas, vamos a ver cómo nos va viviendo juntos. Espero que no terminemos tirándonos los trastos a la cabeza...

—Verás cómo no. Sois los dos muy cabezotas pero si aprendéis a dar una de cal y otra de arena os irá bien. Me alegro un montón, Syl.

—Oye, ¿y tú con ojos verdes?

—Bueno...a ratos. Yo parezco una quinceañera pero él no está igual de entusiasmado.

—No digas tonterías, Danielle. ¿Dónde va a encontrar a una chica como tú?

—Pues seguro que él las encuentra a pares...

—Creo que deberías darle una lección, a Joe le funcionó.

—A Joe le funcionó porque tú estabas loca por él, Syl. Creo que Ollie no está por la labor.

—Por probar no pierdes nada. Además yo creo que sí está loco por ti, en el Havanna estabais bien.

—Pero no todos los días son así, Syl. Y es que no me sale ser mala, Syl. Enseguida me arrepiento.

Se echa a reír.

—Me entra el pánico y pienso ¿y si no quiere volver a verme más?

—Ese es tu problema, Danny, que ahora no puedes ver más allá de él. Pero hay muchos más hombres en el mundo. Si no es este ya encontrarás algo mejor.

—Pero es que no quiero a alguien mejor, lo quiero a él.

—Seguro que estás poniendo morritos ahora mismo.

—¿Cómo lo sabes?

Rompemos a reír a carcajadas.

* * *

No tendría que hacerlo pero ya le estoy llamando por teléfono. Otra vez. Siempre soy yo la que llamo.

—¿Si?

—¿Si? Desde luego qué efusivo eres...

—No he mirado quién era.

—Genial, ya coges el teléfono a cualquiera.

—Danielle...

—Vale, vale...no digo nada.

—¿Qué quieres?

—¿Cómo que qué quiero? Hablar contigo. De verdad que no sé ni para qué te llamo.

Cuelgo el teléfono.

Vuelve a sonar. No lo cojo. Insiste. Sigo sin cogerlo. Mensaje de texto.

Cógeme el teléfono, Danny. Venga no seas cría.

Ah, ahora soy una cría.

Paso de escucharte, Oliver. No tengo ganas de hablar contigo.

Otro mensaje.

Pero yo si tengo ganas de hablar contigo. Cógeme el teléfono o no me vuelves a ver el pelo en la vida.

Uuuyyyy... ¿una amenaza? Creo que voy a hacer caso a Sylvia. Le llamo yo antes de que le dé tiempo a llamarme.

—¿Me estás amenazando, Oliver?

—No, lo he hecho para que me llamaras. No iba en serio.

—Claro, como tienes a la tonta de Danielle loca por tus huesos...

—Vamos, Danny, no digas eso.

—Es la verdad.

—No, no lo es.

—Demuéstramelo.

—No tengo nada que demostrar.

—Vale, lo pillo.

—Danielle, no vayas por ahí.

—Bueno, ¿qué tal la semana?

Voy a cambiar de tema o me pongo a llorar. O peor aún, a suplicarme que se vuelva tan loco por mí como yo lo estoy por él.

—Poca cosa. Preparando maletas.

—¿Maletas?

—Sí, me voy el fin de semana a Nevada.

—¡¿A Nevada?! ¿Y qué se te ha perdido allí?

En realidad quería decir ¿por qué no me llevas?, pero seguro que me cuelga el teléfono.

—Despedida de soltero.

—¿Te vas a...Las Vegas? ¿Por qué no me habías dicho nada?

Me dejo caer de golpe en la cama y me pongo una mano en la frente. Se acabó. Lo que sea que tenemos se acaba este fin de semana.

—No le di importancia.

Claro, no le diste importancia. ¿Para qué? Si total, yo no soy nada. Y allí te vas a follar a todas las que te dé la gana. Para qué me lo ibas a decir, ¿no? Las lágrimas me caen silenciosas por las mejillas.

—Pásalo bien.

—Nos vemos a la vuelta, Danny.

—Sí, claro...

Cuelgo y me tumbo en la cama. Apago el teléfono y me echo a llorar hasta que me quedo dormida.

Llaman a la puerta y me despierto sobresaltada.

—¡Danny!

—¡Pasa, Alex!

Abre la puerta y entra con el teléfono de casa de la mano.

—Es Jessica.

Me mira con el ceño fruncido. Le hago un gesto de ¿por qué coño no le has dicho que no estaba? Él se encoge de hombros y me da el teléfono. Lo cojo y se cruza de brazos delante de mí.

—¿Sí?

—Llevo toda la tarde llamándote, Danny. ¿Por qué tienes el teléfono apagado?

—Estaba durmiendo la siesta.

—Pero tú nunca apagas el móvil.

—Pues hoy sí, fíjate. Y a partir de ahora descolgaré el fijo también, por si acaso.

—Qué graciosa...

—¿Qué quieres Jess?

—Pues que le digas a tu amiga Helena que es una zorra.

—¿Cómo dices?

—Henry se cree que yo soy imbécil. Se ha inventado una excusa para no meterla por medio pero sé que ha sido ella la que se lo ha dicho.

—¿Qué le ha dicho el que?

—¡Qué estoy con Matt, joder Danielle!

Ahora encajan todas las piezas del puzle. Mi hermano. Helena. Henry. Le miro y le pongo cara de mala leche.

—Jessica, yo ya te lo advertí. Estabas jugando con fuego.

—¡Pero ella no tenía ningún derecho! ¡Y encima me han echado de Meaning Holdings por su culpa!

—Claro que lo tenía. Estuvo con Henry tres años, lo conocía bastante mejor que tú y ella sabía que no se merecía lo que le estabas haciendo. Y si te han echado del trabajo ha sido por meterte en la cama del jefe, donde tengas la olla no metas la po...

—¡Es una zorra! ¿Sabes qué? ¡Ójala tu hermano la deje y tenga que arrastrarse suplicando para que vuelva con ella!

—No, la única zorra en esta historia has sido tú. Apenas te reconozco Jess, así que te voy a pedir un favor, borra mi número y no vuelvas a llamarme nunca. No quiero saber nada más de ti. Bastante daño has hecho ya.

Le cuelgo el teléfono y miro a mi hermano que sigue parado de brazos cruzados.

—No lo entiendo, Alex. Te lo juro que no lo entiendo.

—¿El qué no entiendes?

—¡Por qué la has dejado!

—Porque quería estar con Henry, Danielle. Fin de la historia.

—¿Pero por qué crees que quería estar con él? ¿Solo porque haya ido a decirle que su novia se la estaba pegando con otro? Yo hubiera hecho lo mismo.

—¡Pues yo no! Si Aina siguiera viva me importaría una mierda lo que hiciera con su vida.

—¡Pero está muerta, joder! ¡Por eso no puedes saber lo que hubieras hecho! Has juzgado a Helena mal. Vas a arrepentirte de esto.

—Danielle, no quiero que la llames. ¿Me oyes? No quiero que tengas nada que ver con ella nunca más.

—No la voy a llamar, no te preocupes. Pero no sé si esto te lo voy a poder perdonar.

Cojo la cazadora y me voy dando un portazo. No aguanto un minuto más en casa.

Cojo los patines del garaje y me voy al Central a patinar. Me olvido el móvil aposta en la caja de los patines. Paso de que me moleste nadie. Cojo el Ipod y me pongo los cascos con la música a tope. Como estoy disgustada, que fluya la energía. Primera canción: I need your love. Genial para mi estado de ánimo... paso a la siguiente. I could be the one. Venga, hoy todo el repertorio es para recordarme a Ollie, ¿o qué?

* * *

Cuando vuelvo a casa tengo cinco llamadas perdidas de él y dos mensajes de texto.

Te voy a echar de menos. Nos vemos a la vuelta.

Ja ja ja. Estas cursiladas no te pegan, Oliver. Siguiente mensaje.

Danny, espero que no estés enfadada. No quiero irme sin saber que estás bien.

Es que paso de contestarte. Te hubieras preocupado antes.

Por la noche vuelve a llamar, pero hago el enorme esfuerzo de no cogerle el teléfono, a pesar de que tengo unas ganas horrorosas de escucharle. Mensaje de texto.

¿No me vas a coger el teléfono? Solo quiero oír tu voz antes de irme. Por favor.

No entiendo de qué va esto ahora. Mi cabeza empieza a dar vueltas y la Danielle buena, que es la que siempre gana, me dice que le conteste. Pero la Danielle mala me dice que haga caso a Sylvia y le dé una lección. Y por una vez dejo que gane la Danielle mala, que se joda. Apago el teléfono.

Suena el teléfono de mi despacho.

—Dime, Kate.

—Tiene una llamada, señorita Lindgreen.

—¿Yo? ¿Seguro que no es para mi hermano?

—No, preguntan por usted.

—¡Ay Kate, por favor! No me llames de usted.

Se echa a reír.

—Lo siento, son cosas de protocolo.

—Pues déjate de protocolo. ¿Quién me llama?

—Un tal Oliver Delaney.

Se me escurre el teléfono de las manos y hago malabarismos para que no se caiga al suelo.

—¡¿Has dicho Oliver?!

—Mmmm...sí. ¿Quiere que se lo pase o le digo que está ocupada?

—No, no, espera. Le haremos esperar un rato. Cuéntame algo, Kate.

—Pero, ¿quiere que le tenga esperando ahora?

—Sí, sí, que le corra la factura de teléfono. No te preocupes, tiene dinero para pagarlo. ¿Tienes novio, Kate?

—Sí.

—¿Eres feliz con él?

—Supongo que sí.

—¿Solo supones?

—Bueno, no sé. Dicen que la felicidad completa no existe, ¿no?

—Eso dicen. Pero yo creo que cuando encuentras al hombre de tu vida, a pesar de las rachas malas, eres feliz. ¿No crees?

—Sí, yo también lo creo.

—¡Pues eso es porque encontraste al hombre de tu vida! ¡Ooohh qué afortunada eres, Kate! Pásame a Oliver...

Un pitido.

—¿Danny?

—Sí.

—Ya he vuelto de Las Vegas, ¿podemos vernos?

—Lo siento señor Delaney, estoy bastante ocupada.

Le cuelgo. Me echo a reír. Al final me va a gustar ser la Danielle mala. Suena el teléfono otra vez.

—Dime, Kate.

—Oliver Delaney al teléfono otra vez.

—Pásamelo.

Tengo que morderme los labios para no reírme.

—Danny, ¿por qué me has colgado?

—Me has hecho una pregunta y yo te he respondido, no había nada más que hablar.

—¿Y eso de señor Delaney?

—Es el protocolo de la oficina.

Me tapo la boca para no romper a reír a carcajadas.

—¿Por qué no podemos vernos?

—Ya te lo he dicho, estoy ocupada.

—Cuando salgas de trabajar.

—He quedado.

—Danny, sabes que esa excusa no me vale.

—Me da igual lo que te valga o no, Oliver. ¿Sabes? Estoy harta. No tengo por qué darte explicaciones de nada. No voy a quedar contigo y punto.

—Pero tenemos que hablar.

—Yo no tengo nada que hablar contigo.

—Pero yo sí.

—Pues dímelo.

—Por teléfono, no.

—Vale, pues yo no quiero verte la cara, así que tú me dirás cómo lo hacemos.

—A las seis paso a buscarte.

Me cuelga el teléfono. ¿Pero tendrá morro?

* * *

—Alex, hoy tengo que salir un poco antes.

—¿Por qué? ¿Pasa algo?

—No, no. Tengo que hacer unas cosas.

—¿Qué cosas?

—Pero, ¿a ti qué te importa?

—Soy tu hermano.

—¡Exacto! No mi padre.

—Si no me lo dices, no te vas.

—Joder Alex, voy a que me depilen las ingles brasileñas. ¿Contento?

Se ríe a carcajadas.

—Anda vete, demonio.

—Gracias, cromañón.

Pongo los ojos en blanco y salgo por la puerta.

Bueno, no me lo puedo creer...Me doy la vuelta corriendo para entrar otra vez en el edificio sin que me vea.

—¡¡Danielle!!

¡Mierda! Me paro y cojo aire. Veo por el cristal de la puerta como se baja de la moto y se acerca, como alarga el brazo y me toca el hombro.

—Danny...

Me doy la vuelta y me cruzo de brazos.

—¿No venías a las seis?

—Sabía que saldrías antes aposta.

—Tú sabes mucho, ¿no?

—Sobre lo que me interesa, sí.

—¿Qué quieres?

—Ya te lo he dicho, hablar contigo.

—Habla.

—Aquí no, Danny.

—Aquí no, por teléfono no, ¿dónde coño quieres que hablemos?

—Sube a la moto.

—No.

—¡Joder, Danielle! ¡Llevas mi paciencia al límite!

—¡Pues déjame en paz!

Me agarra del brazo y me acerca a él hasta que nuestras narices se rozan. Sus ojos verdes se clavan en los míos.

—No quiero dejarte en paz. Monta en la moto.

—No.

Me sujeta por el pelo y me estampa contra su boca. Me muerde los labios y me hace gemir. Me muero.

—Sube a la moto, Danielle.

Sigo moviendo la boca como un pez, ni me he dado cuenta que había dejado de besarme.

—¿Y si vuelvo a decirte que no?

—Te arranco las bragas y te follo aquí mismo. Lo digo en serio.

—Sabes que no puedes, te arrestarían por escándalo público.

Me echo a reír.

—Tú prueba.

Le empujo para quitármelo de encima y me acerco a la moto.

—Dame el casco.

Cruzamos por Verrazano Narrows y apenas tardamos media hora en llegar a Staten Island. ¿Para qué coño vamos a Staten Island?

—¡¿Se puede saber dónde vamos?!

Grito pero con el ruido y el casco no me oye. Conduce hasta South Beach y para la moto. Me quito el casco y me bajo.

—¿Qué hacemos aquí?

—Vengo aquí cuando necesito pensar.

—¿Y qué tienes que pensar ahora?

—Ven conmigo, anda.

Me tiende la mano pero yo le miro recelosa. Alza una ceja y resoplo. Le doy la mía. Caminamos hasta la arena y se agacha.

—¿Qué haces?

—Quitarte los zapatos.

—Puedo yo sola.

—Danny, ¿me vas a dejar hacer las cosas bien?

Resoplo otra vez y le pongo el pie en la rodilla, a ver si con un poco de suerte le mancho el pantalón. El me mira desde abajo y me sonríe mientras mueve la cabeza hacia los lados.

—¿Qué?

—Nada, no me importa que me manches.

Al final me hace reír. Se quita los suyos, se incorpora y vuelve a agarrarme de la mano. Me lleva hasta la orilla.

—Hace frío para mojarnos los pies, ¿no crees?

—Tranquila, no nos vamos a mojar. Siéntate conmigo en la arena.

Me siento y me agarro las rodillas. Él se acerca más a mí y pone su mano en mi espalda enganchando su pulgar en la cinturilla de mi pantalón.

—¿Y bien?

Le miro frunciendo los labios.

—No sé si decírtelo o besarte primero.

—Dímelo primero, no sea que me arrepienta luego del beso.

Sonríe y mira al mar.

—Yo...no sé cómo decirte esto. Nunca me había visto en esta situación y no tengo ni puñetera idea de cómo expresarme.

Le miro con cara de póker. ¿De qué coño habla?

—No te pillo.

—Lo sé. Danny, este fin de semana en Las Vegas ha sido...raro.

—¿Raro?

—Sí, raro. Llevo toda mi vida saliendo de juerga con mis colegas y nunca me he sentido culpable por nada, ni por nadie. Todo me daba igual.

—Sigo sin pillarlo.

—Déjame terminar.

—Vale.

—Este fin de semana es el primero que salgo y no me siento bien. Me fui sin saber nada de ti, pero creyendo que no me afectaría. Pues no ha sido así, me he pasado los dos días pensando en ti, Danielle. En que no quería estar en Las Vegas, quería estar en Nueva York, contigo.

Vale, no sé cómo encajar esto.

—Yo...no sé qué me estás queriendo decir, Ollie.

—Sí, lo sabes. Dime que lo sabes porque no sé de qué otra manera decírtelo, Danny.

—Pues vas a tener que intentarlo porque no quiero pensar algo que no es.

—¿Por qué?

—Porque la mayoría de las veces no sé a qué estás jugando. Estamos un día bien y dos mal. No sé qué quieres de mi, Oliver.

—Te quiero a ti. Solo eso.

Me escuecen las lágrimas en los ojos. Me quedo callada y miro al frente sin saber qué decir.

—Di algo.

—No sé qué decir...

Le miro y las lágrimas resbalan por mis mejillas.

—Danny, no llores.

Me mira con angustia. Yo me echo a reír y me seco las lágrimas.

—Ollie, ¿qué quieres que te diga?

—No sé, ¿qué sientes lo mismo?

—Si a estas alturas aún no lo sabes, es que eres tonto.

Me tumba en la arena y se coloca encima de mí. Me agarra de las manos y entrelaza sus manos con las mías.

—Sé que me he comportado mal a veces.

—¿Mal? Te has comportado como un cabronazo, Ollie. He tenido que aguantar tus tonteos con... ¿cuántas?

—Lo sé. Te prometo que no volverá a pasar.

—Sabes que no lo vas a tener nada fácil ahora, ¿no?

Se echa a reír.

—También lo sé.

—Bien.

—¿Puedo besarte ya?

—Mmmmm... no sé.

Pero no hace falta que le dé permiso porque ya tengo sus labios mordiendo los míos.

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