Helena

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Helena

Día 1

No me levanto de la cama. No tengo fuerzas.

Día 2

Sigo sin levantarme de la cama. La mesilla ya está llena de pañuelos y empiezan a caerse al suelo, pero me importa una mierda. Suena el teléfono. No lo cojo.

Día 3

Me duele muchísimo la cabeza. Tengo los ojos tan hinchados de llorar que apenas puedo abrirlos.

—Helena llevas dos días sin comer, levántate.

—¡Que te jodan!

—Eres tú la que estás jodida, nena.

Día 4

Me siento en el borde de la cama. El suelo está asqueroso, lleno de pañuelos. Me arrastro a la cocina y me obligo a comer algo. Mi estómago protesta cuando abro la nevera. Me como un yogur y las náuseas comienzan a revolverme. Intento calmarlas respirando hondo. Vuelvo a la cama y sigo llorando.

Día 5

Suena el teléfono mil veces. No lo cojo. Solo quiero que me dejen en paz.

¿Por qué no se me pasa este dolor? Tengo un agujero en el pecho, como si me hubieran arrancado el corazón. No me deja respirar, me ahogo...

Día 6

Soy un fantasma, estoy vacía por dentro...me arrastro a la cocina a duras penas e intento cocinar algo, pero las náuseas me pueden. Acabo comiéndome un yogur.

—Vas a caer enferma, Helena.

—Me da igual...

Día 7

No me puedo creer que lleve una semana revolcándome en mi miseria. Pero no tengo fuerzas ni para salir a la calle. Esta es la semana más larga de mi vida...

—Helena, no puedo seguir con esto.

—¿Cómo dices?

—No puedo seguir con esta relación, estamos estancados, no avanzamos. Tú no te quieres comprometer y yo no puedo esperar más a que superes tu miedo al compromiso.

—Pero yo...

—¡¡Helena joder, no hay peros que valgan!! ¡¡Llevamos 3 años!! ¡¡3 malditos años y sigues negándote a vivir conmigo!! Esto se acaba, aquí y ahora.

—Henry necesito tiempo, lo sabes...

—¿Tiempo? ¿Y cuánto tiempo crees que te va a llevar superar tu pasado? Helena no puedes seguir así, vas a terminar por joder todas las relaciones que tengas, ¡¿es que no te das cuenta?!

Me grita como nunca, creo que estoy jodida.

—Lo sé, pero escucha, podemos hablarlo y...

—Entre nosotros ya no hay nada más que hablar, creo que te he dado tiempo suficiente para que aprendieras a confiar en mí y esa parte de ti sigue estando cerrada para mí.

—Henry...

—Se acabó Helena.

Revivo esa conversación una y otra vez en mi mente cada segundo de esta última semana. No me puedo creer que la haya fastidiado otra vez, todas y cada una de mis relaciones echadas a perder por mi culpa, y de todas y cada una de ellas, esta es la que más duele. Henry...mi dulce Henry...vuelvo a caer en la cama llorando.

He perdido la noción del tiempo... ¿qué día es? Mi despertador me dice que es sábado... ¡¿Sábado?! Dios mío, ya son diez días... ¿Es que esto no va a terminar nunca?

Están siendo las peores vacaciones de mi vida.

Suena el teléfono. No sé las veces que ha sonado estos últimos días. Miro la pantalla. Mi madre. Seguro que se ha enterado y por eso esta insistencia. Sigo sin querer hablar con nadie, pero es capaz de venirse desde Kansas si no la contesto.

—¿Mamá?

—¡Helena, ¿qué pasa?! ¡¿Dónde estabas?! ¡Llevo más de una semana intentando hablar contigo!

—Estoy en casa, pero no tenía ganas de hablar con nadie.

—Henry me llamó la semana pasada, está preocupado porque no le coges el teléfono...

—¡¡Qué le jodan a Henry, mama!!

La rabia acumulada todos estos días sale a borbotones por mi boca y me pongo a gritar como una loca a mi madre.

—Helena...

—¡¿Qué coño quiere?! ¡¿Que le coja el teléfono para qué?! ¡¿Para disculparse por haberme dejado o para oír cómo le suplico que me perdone?! ¡¡No mamá!! ¡¡No quiero disculpas, no quiero su lástima!!

Lágrimas de rabia e impotencia me caen por las mejillas y mojan la encimera.

—Hija yo...lo siento.

—¡¡Pues no lo sientas!! ¡Esto es siempre la misma historia, una y otra vez!

—Helena, por favor...

Se pone a llorar. Ya la he jodido con mi madre también.

—Lo siento mamá, no he querido decir eso. Es culpa mía, no puedo manejar esto, no puedo...

—Sólo te llamaba para decirte que estoy aquí, no lo olvides. Helena soy tu madre, y me duele en el alma que no me hayas llamado para decírmelo. ¿Por qué?

—No tengo fuerzas para levantarme, no tengo fuerzas para comer...no tenía ganas de hablar con nadie. Lo siento mucho.

Me pongo a llorar.

—Helena, tienes que seguir con tu vida. Lo sabes, ¿no? No puedes seguir así, no puedes seguir creyendo que todos los hombres son como tu padre...

—Tengo un agujero en el pecho y me da la sensación de que no va a cerrarse nunca...

—Saldrás de esta Helena. Volverás a conocer a alguien y entonces tendrás que empezar a plantearte cambiar esa actitud, o solicitar ayuda...

—¿Otra vez con lo del psicólogo? Ya lo intenté y lo sabes, no me llevó a nada.

—¡Helena sólo fuiste a una consulta! Abandonaste sin intentarlo siquiera.

—Yo no puedo volver a revivir eso. No puedo...

—Pues tendrás que hacerlo, Helena. Tienes que sacarlo todo de dentro de una vez. Y superarlo. Solo así podrás seguir adelante.

Me quedo callada pensando. Y recuerdo a mi madre en aquel tiempo en el que nuestra vida cambió para siempre.

—Lo sé, tú lo hiciste.

Silencio al otro lado de la línea. Oigo un sollozo. Sé que mi madre está recordando también aquello y me siento peor de lo que ya me sentía por haber sacado el tema.

—¿Mamá?

—Te quiero.

—Yo también.

Miro al techo. Es el único sitio de mi casa que no me recuerda a Henry...Henry en la cocina haciéndome el amor en la encimera, Henry en el salón haciéndome el amor en el sofá, en la alfombra...Henry en la ducha, Henry en mi cama, Henry, Henry...todo me da vueltas, creo que me voy a desmayar...

—¡¡Nooooooooo!! ¡¡Bastaaaaa!! ¡¡Basta ya!!

Grito y golpeo la mesilla. La adrenalina hace que no pierda el sentido.

—Helena, levántate.

Mi conciencia me habla, o al menos yo lo llamo mi conciencia a esa voz interior que me atormenta continuamente desde que tengo uso de razón.

—Levántate de la jodida cama, ¡¡ahora!! Ve al baño, dúchate, arréglate y sal a divertirte.

—¿¿Qué?? Debes estar loca...

Y me entra la risa histérica, de la risa paso al llanto otra vez y caigo de rodillas al suelo.

—¡¡¡Helena LEVÁNTATE!!! ¡¡Deja de compadecerte de ti misma y mueve el culo porque nadie va a venir a levantarte!!

Intento contener los sollozos, calmarme, y al final dejo de llorar. Quizás mi conciencia tenga razón. Es hora de que retome mi vida otra vez, poco a poco...porque cuando vuelva al trabajo no puedo presentarme en estas condiciones.

Voy al cuarto de baño y me meto en la ducha. Ni me miro al espejo, debo de tener un aspecto lamentable. La ducha me sienta mejor de lo que creía, me libera de toda la carga de tensión y ansiedad con la que llevo conviviendo estos días horribles. Mis lágrimas se mezclan con el agua y se pierden por el sumidero.

Delante del espejo... Dios mío, no soy yo...

La chispa de alegría que han tenido mis ojos en estos últimos 3 años, ya no está ahí. Ahora son dos pozos vacíos que sólo reflejan tristeza y dolor...

—No puedo... ¿cómo voy a salir así?

—Si puedes, y lo harás.

Mi conciencia no va a dejarme en paz. Menos mal que mi pelo sigue igual, rubio, brillante y bonito, como siempre...y pienso en cuando Henry me lo acariciaba cuando terminábamos de hacer el amor, o cuando me tiraba de él hacia atrás para besarme, o cuando...

—¡Basta ya, Helena! ¿Quieres dejarlo de una vez?

Abro el armario para decidir qué voy a ponerme. Vestido, pantalón, falda, blusa...es que no tengo ganas de decidir...

—¡¡Las tienes!!

—Vale, vale, ¡¡cállate ya!!

La mala leche que me ha puesto mi conciencia me sienta bien para espabilarme un poco, y me decido por unos pantalones de cuero cortos, una blusa blanca y unos zapatos de tacón negros. Intento sonreír delante del espejo pero solo me sale una mueca. ¡Dios mío, qué ojeras...! Vuelvo al baño, me maquillo y me peino lo mejor que puedo. Cuando termino parezco otra, mi pelo cae en ondas hasta la mitad de la espalda y el maquillaje ha hecho milagros en mi desastre de cara. Mi humor cambia ligeramente, quizás sea bueno salir un poco...

11 PM. Parada de taxis.

Por fin cojo uno después de esperar casi media hora y pensarme mil veces en darme la vuelta y volver a casa. Por supuesto la Señorita Conciencia no me ha dejado...

—¿Dónde la llevo señorita?

Me quedo bloqueada. Genial, salgo de marcha y no sé ni dónde ir... El taxista se da la vuelta alzando las cejas.

—¿Señorita?

—Eh, si...estoy pensando...disculpe.

De repente me acuerdo de un nombre que escuché hace dos semanas en la oficina. Por lo que pude oír y el entusiasmo con el que hablaban de él, parecía un sitio que estaba bastante bien. Además como no lo conozco no puedo asociar ningún recuerdo y es lo que necesito.

—Al Havanna, por favor.

—Mi hija está entusiasmada con esa discoteca, ¿es para tanto?

—No lo sé, es la primera vez que voy.

El taxista me sonríe por el espejo retrovisor.

Salgo del taxi, y veo una cola de miedo...rezo para que, entre la espera del taxi y la espera para entrar, los tacones no me arruinen la noche...

—¡¡Eh, señorita!! ¡¡Señorita!!

Me giro.

—¿Es a mi?

—Sí, rubia, es a usted.

El portero de la discoteca me hace señas para que me acerque.

—Me llamo Helena, no rubia.

Se echa a reír.

—Helena, puedes pasar sin necesidad de hacer cola.

¡Vaya! Este es mi día de suerte...Normalmente odio estas cosas, odio las listas VIP y todas esas gilipolleces de gente que se cree superior, pero hoy haré una excepción. No quiero pasarme una hora de pie.

—Gracias.

—No me las de, aquí tiene un vale para una consumición.

Le miro con el ceño fruncido. Tengo una lucha interior sobre si mandarle a la mierda o no al final. Pero no he venido a discutir con el portero de la discoteca, ¿no?

—Muchas gracias.

—De nada, disfrute de la noche.

Eso ha estado mejor. Le sonrío y entro en el Havanna.

Echo a andar pero no sé dónde ir. Miro extasiada el escenario que tengo frente a mí. Mis compañeras de trabajo no le han hecho justicia...¡¡Esto es alucinante!! Miles de luces de colores, un escenario enorme, pantallas gigantes...¡¡hasta palmeras naturales!! Y arriba terrazas que dan a la pista, llenas de gente. Tengo que pasármelo bien. No, mejor: voy a pasármelo bien. Así que primera parada: pista de baile.

* * *

Llevo un rato bailando y tengo sed, así que me acerco a la barra y pido mi consumición de regalo, un mojito. Me encantan los mojitos desde aquellas vacaciones con Henry a Cuba...

—Heleeena...

—Lo sé, lo sé, intentaré no pensar en él.

Bajo otra vez a la pista y me dejo llevar, no es difícil porque suena mi música favorita, parece que aquí el DJ esté en sintonía conmigo. Y me pierdo con el ritmo, la música me aísla del mundo y me hace ser más yo, la Helena divertida, la Helena bailarina, la Helena feliz...y cuando me quiero dar cuenta mi vaso está vacío. Vuelvo a la barra y pido otro mojito, total he venido en taxi.

A mi lado, en la barra, hay otra chica más o menos de mi edad, y también parece haber venido sola. Es morena y tiene un pelo precioso que se le riza en las puntas. No es muy alta, sus pies apenas alcanzan la barra de la banqueta. Mira hacia la pista pero sin fijarse en nadie en concreto, y mueve la cabeza lentamente al ritmo de la música. Sonríe y su sonrisa es bonita y aniñada. Me trasmite buenas vibraciones, así que me acerco.

—¡Hola!

Me mira extrañada pero me sonríe.

—Hola.

—Verás es que te he visto aquí sola y me preguntaba...

—Yo...eeehhh...es que no...

—¿No has venido sola?

—¡Sí! Digo no...bueno verás...si he venido sola pero...soy hetero...

Me empiezo a reír a carcajadas, no puedo parar, la pobre chica me mira alucinada.

—¿Has pensado que quería ligar contigo?

—Pues yo...esto...si... ¡oh dios mío! He metido la pata...Solo estabas siendo amable.

La pobre no sabe cómo salir del enredo.

—No, no te preocupes, hacía tiempo que no me reía así. ¿Qué estás tomando?

Me mira como si no fuera obvio.

—¿En este sitio de pijos? Un Cosmopolitan, como no.

Hago señas al camarero y pido un Cosmo para mi nueva amiga y otro mojito para mí. Me planteo seriamente que sea el último porque ya voy un poco mareada.

—Por cierto, me llamo Helena.

—Yo soy la experta en meter la pata Sylvia, encantada.

Nos echamos a reír las dos.

—¿Has venido sola también, Helena?

—Sí, por eso se me ha ocurrido que podíamos juntarnos y divertirnos las dos esta noche, ¿qué te parece?

—¡Genial!

—¿Te gusta bailar o eres de las que observan?

—¿Estás de coña? ¡Me encanta bailar!

Me agarra del brazo y bajamos a la pista.

Nos hacemos un hueco entre la gente. Y bailamos una canción, otra y otra...ni siquiera los tacones me molestan, me concentro en bailar y no pienso en nada más.

—¿Y cómo es que has venido sola?

—Estaba en una fiesta con unas compañeras de trabajo y mi ex se presentó a ligar con todo lo que lleve falda. Les dije a las chicas que me iba a casa, pero al pasar por aquí me entraron unas ganas horribles de seguir de fiesta.

Se echa a reír.

—Y lo peor de todo es que la culpa la tengo yo por seguir dándole importancia. Estoy harta de que me arruine las noches que salgo. Siempre me lo tengo que encontrar y siempre va con alguna Barbie-zorra colgada del brazo ¡Dios por qué no conoceré a alguien para darle en las narices!

—Pues hay un rubiales a tu derecha que no te quita ojo...

—No me gustan los rubios.

Me río.

—A mi tampoco.

—¿Y tú por qué has venido sola?

—Mi novio me dejó hace poco y llevo varios días encerrada en casa, necesitaba salir o me iba a terminar de amargar la vida.

—Vaya, lo siento.

—No, no lo sientas. No quiero fastidiar la noche hablando de eso. Bastante tiempo he dedicado a lamentarme.

Cierro los ojos y me dejo llevar por la música. Los vuelvo a abrir, las luces se encienden, la gente a mi alrededor se vuelve nítida...y el corazón se me para un segundo...Enfrente de mi tengo las aguas del mar del Norte atrapadas en una mirada, en unos ojos...Dios mío...

Tengo la boca entreabierta pero apenas respiro...me estoy empezando a marear...veo a Sylvia que me mira y se ríe, pero su imagen se me distorsiona... ¡Oh no! Me voy a desmayar...

Unos brazos fuertes me sujetan antes de caer al suelo.

—Yo...perdona...

El chico de los ojos azul hielo me sostiene entre sus brazos.

—Tranquila, te saco de aquí enseguida.

—Pero Sylvia...

Me incorporo y la veo entretenida con un moreno enorme, es tan alto y Sylvia tan pequeña que apenas le llega al pecho y se pone de puntillas para hablarle.

—No te preocupes por tu amiga, creo que está en buenas manos.

Me sonríe, y creo que me voy a volver a desmayar...

—¡Eh! Respira... ¿esto...?

—Helena, me llamo Helena.

—Helena creo que tienes un problema con tu respiración, coge aire profundamente venga.

Inspiro hondo como si eso pudiera remediar la sensación de tenerle tan cerca...

—¿Te agobian estos sitios?

—No, no, es solo que...

Oh dios mío, casi meto la pata.

—¿Si?

—Déjalo es una locura...

—Me gustan las locuras, ¡vamos cuéntamelo! O voy a empezar a pensar que estabas hiperventilando por mí.

Se echa a reír, y yo me sonrojo. Y las luces de la discoteca me traicionan y se encienden.

—No me digas que...

—Dios si, y me quiero morir ahora mismo de vergüenza...

Vuelve a reírse.

—Me llamo Alexander.

—Encantada y avergonzada, Alexander...

Le doy la mano y cuando me acaricia con el pulgar, un escalofrío me recorre de arriba abajo.

—No, encantado estoy yo, nunca había tenido a una mujer como tú entre mis brazos hiperventilando por mí.

Me guiña un ojo y se ríe.

—Vas a conseguir que me desmaye del todo.

—Vamos, no soy para tanto.

—Si tú lo dices...

Helena, cállate ya.

Me fijo más detenidamente en él ahora que estoy más calmada. Es guapísimo y altísimo...Pelo rubio engominado...Un momento, ¿pelo rubio? ¿Pero no acabo de decir que no me gustan los rubios? ¿Qué me pasa? Buenoooo....

Su sonrisa es preciosa, sus ojos magnéticos, y debajo de su camisa blanca y sus vaqueros ceñidos parece que se esconde un cuerpo de infarto, así que creo que con él podré hacer una excepción.

Miles de escenas se me pasan por la cabeza y todas tienen que ver con sexo, sexo en el baño, sexo en la pista, sexo en la barra...mi respiración se acelera otra vez...

—Oye, ¿te encuentras bien? Al final me vas a preocupar...

—No, tranquilo, ya se me pasa.

Hablamos. Su voz me tiene hipnotizada, es ronca, sensual...Me cuenta que es abogado, tradición familiar, y que se ha mudado hace relativamente poco a Nueva York desde Los Ángeles, porque su padre ha querido ampliar el negocio a esta zona. Su madre es irlandesa y su padre es sueco, toda su familia paterna sigue viviendo allí, así que todos los años viaja varias veces a visitarlos.

—¡Un vikingo Helena! Esto promete...

—¡Cállate!

—¿Perdón?

Alex me mira interrogante.

—Nada, nada. Me encantaría viajar a Europa alguna vez, he viajado mucho pero nunca he cruzado el charco.

Me hago la loca.

—Si se llega a dar cuenta te mato.

—Jajajajaja.

—No seas zorra, anda.

Me habla de Suecia, concretamente de Södermalm, que es donde viven sus abuelos. De sus paisajes, sus lugares, sus gentes...su entusiasmo me da a entender que a pesar de no haber vivido nunca allí, su corazón pertenece a Suecia.

Veo a Sylvia que se acerca acompañada del moreno, al final ha tenido suerte. ¡Qué les jodan a los ex!

—¿Helena, estás bien?

—Sí, solo ha sido un mareo.

—Si no llega a ser por él te hubieras dado un buen golpe.

—Sí, lo sé, ha sido muy amable.

—Un placer.

Alex me guiña un ojo y el corazón me golpea fuerte en el pecho. ¿Pero qué coño me pasa ahora?

—Sylvia, este es Alexander.

Intento distraer mis pensamientos con las presentaciones.

—Joe, esta es Helena. Helena, este es Joe.

Vaya pues no está mal el moreno...

—Encantado Helena. A Alex ya lo conozco.

—¿Os conocéis?

Me sorprendo.

—Desde que teníamos... ¿cuántos Joe?

—Creo que llevábamos pañales, Alex.

Los dos se echan a reír y yo sigo con la boca abierta sin entender nada de nada.

—Venían juntos, Helena.

Sylvia me saca del apuro.

—Ya me parecía a mi mucha casualidad.

—¿Y qué hacías tú sola por aquí?

—No estoy sola, estoy con Syl.

—Ya, pero has venido sola.

Le miro sorprendida y alzo una ceja.

—¿Y tú cómo lo sabes?

—Helena, desde que has entrado por la puerta no he podido quitarte los ojos de encima.

La intensidad de su mirada me hace sonrojarme y siento un cosquilleo que me hace cruzar las piernas. Por suerte las luces ahora juegan a mi favor y está oscuro.

—Me has dejado sin palabras...no sé qué decir.

—No tienes que decir nada pero, sobre todo, no te vayas a desmayar otra vez.

—¡Oye! Que no se te suba a la cabeza, me pasa con todos...

Y se ríe, y yo me río con él.

Dios, hasta su risa me encanta.

—Me encanta tu risa.

¿Me habrá leído el pensamiento?

—Y a mí me gusta que me hagan reír.

—No has contestado a mi pregunta...

—¿Pregunta? Ah... ¿por qué he venido sola? Bueno es que mi novio me ha dejado y yo...tenía ganas de divertirme.

—Menudo gilipollas.

—En realidad la culpa la he tenido yo y...

—Sssshhh Helena, has venido a divertirte y no vamos a arruinar tu noche hablando de eso, ¿te parece bien?

—Si...gracias.

Le sonrío. Se acerca...se acerca demasiado, está peligrosamente cerca...sus labios rozan los míos, una caricia...y me besa... ¿Me besa...? Un momento...¡¡Me está besando!! Empieza despacio, muy despacio y lentamente se va abriendo paso entre mis labios. Mi pulso se acelera cuando me mete la lengua y juega con la mía...de repente para. Su pecho sube y baja con rapidez.

—Lo siento, Helena...

Vaya, no me esperaba eso. No lo sientas...

—¿Lo sientes de verdad?

—No...

Baja la mirada, parece arrepentido, ¿Pero por qué? ¿Por el beso? ¿Por mi reacción al beso? En estos momentos daría mi alma por saber leer el pensamiento.

—Alexander...

Le cojo por la barbilla y le alzo la cara. Me mira con cautela, como si fuera a regañarle o algo así.

—Bésame otra vez.

Y la sorpresa en su mirada hace que no me arrepienta. Me besa de nuevo, esta vez sin detenerse a esperar si abro los labios, porque mis labios ya le están esperando. Nuestras lenguas se enredan una y otra vez, me muerde, me muerde el labio de arriba, el de abajo, succiona... Dios mío este hombre sí que sabe besar...

Como Henry, el que con un solo beso me llevaba al cielo...Un momento, Henry... Me despego de Alexander y le miro aturdida. Los ojos empiezan a picarme. No...

—¡¡Helena no llores!! Has salido a divertirte. Pasa página y que le jodan a Henry.

Cojo a Alex del brazo.

—¡¡Vamos a bailar!!

Nos metemos en la pista y bailamos. Yo bailo con Sylvia, damos vueltas y más vueltas, nos reímos, disfrutamos y pretendo hacer como que no ha pasado nada. Pero en realidad ha pasado, me ha besado, todavía me arden los labios... ¿Tendría que sentirme culpable?

—No Helena, no. Por el amor de dios, puedes hacer lo que te dé la gana. Puedes salir, divertirte y seguir con tu vida o puedes quedarte en casa, seguir llorando y convertirte en una amargada sin remedio. Tú decides.

—¿Por qué estás tan habladora hoy? Dios, y encima tienes razón...

Sylvia me está mirando con el ceño fruncido.

—¿Helena con quién hablas?

—¡¿No me digas que estaba hablando en alto?!

—Si...

—Uuufff ya te lo contaré en otro momento...

Y me entra la risa, menos mal que Alexander no se ha dado cuenta de mi extraña conversación.

—Vaya beso te ha dado, ¿eh? Estoy segura de que todavía te tiemblan las piernas...

Se acerca y me susurra.

—...Porque a mí con un chico así me temblarían. Y eso que no me gustan los rubios, ¿eh?

Me guiña un ojo. Me echo a reír.

—Ya...a mi tampoco.

—Helena apuesto lo que quieras a que estabas dando vueltas al asunto de sentirte culpable, ¿me equivoco?

—No...

—Pues no lo hagas ¿vale? No merece la pena darle vueltas a algo que está acabado, hay que olvidarlo y seguir adelante. Aunque te confieso que muchas veces también debería aplicarme yo el cuento.

Se echa a reír.

—Gracias, muchas gracias, Syl. La verdad es que lo sé, mi conciencia lleva todo el día machacándome con lo mismo.

—¿Tu conciencia? Un momento...no estarías antes hablando con...

Asiento, y a continuación las dos empezamos a reírnos a carcajadas.

Bailo con Alex, le doy la espalda y me apoyo en él. Me agarra por la cintura, yo subo los brazos y me engancho a su cuello, me balanceo, suavemente...a un lado, a otro...me mezo con la música...me arrimo un poco más y lo noto, su erección presiona mi trasero, me rodea con sus brazos y me aprieta más contra él, mi pulso se acelera, igual que mis movimientos, que se van volviendo más atrevidos. Me retira el pelo hacia un lado y empieza a darme besos en el cuello, yo sigo balanceándome, él baja la mano por mi ombligo, más abajo...le paro, él me presiona más contra su erección. Sus besos se convierten en mordiscos, mi respiración casi es un gemido por las sensaciones que me provoca, podría arrancarle la ropa y follármele allí mismo sin que me importara nada, ni la gente, ni el sitio, ni mi conciencia...

—Alexander, sácame de aquí.

Me mira y me sonríe. Vuelve a besarme.

—Deja de llamarme Alexander, me recuerdas a mi abuela cabreada.

Se echa a reír. Y no hace falta que le diga más, me coge de la mano y me saca de la pista.

Pasamos por delante de la barra y me lleva hacia los baños.

—¿Vamos a hacerlo en el baño como quinceañeros?

—No Helena, he pensado en un sitio mejor...

Sonríe y me guiña un ojo, y me dan ganas de volver a cruzar las piernas.

Dejamos los baños atrás y entramos por una puerta de las que pone Sólo personal. Me paro y tiro de su brazo.

—Eh, espera... ¿No estaremos haciendo nada ilegal?

—No preciosa, el dueño es cliente mío.

Me encojo de hombros y me doy cuenta de que me importa una mierda si el dueño es cliente suyo o esto es ilegal, sólo quiero follármelo y punto. ¿Pero qué demonios me pasa esta noche?

—Que te hacía falta un buen polvo, querida.

—¿Es que no vas a callarte hoy?

Abre una puerta y entramos en una sala con taquillas, una mesa y algunas sillas desperdigadas. En las paredes se amontona ropa en un montón de percheros. Y al fondo hay una barra de la que cuelgan disfraces de todos los tipos junto con boas de plumas, bastones y otros utensilios de attrezzo.

—¿Pero...dónde estamos exactamente?

—Es el cuarto donde se cambian las bailarinas y el personal de aquí.

—¿Y los disfraces?

—De vez en cuando hacen fiestas temáticas, muy divertido por cierto.

Se acerca a mí despacio y yo doy un paso atrás.

—¿Y vamos a hacerlo aquí mismo?

—Sí, y para darte más detalles, voy a follarte encima de esa mesa hasta que no puedas más y te corras gritando mi nombre...

Dios mío...

—Pero... ¿y si entra alguien?

—Helena ¿de verdad te importa?

—Eso Helena, ¿de verdad te importa? Además como si fuera la primera vez...

—¡¿Y tú para qué abres la boca ahora?!

¡Qué le den a todo! Me lanzo sobre él, sobre su boca, con ansiedad. Le beso con fuerza, le muerdo, le devoro...lo quiero ya, quiero que me folle y olvidarme de estos días de dolor.

Tira de mi camisa con fuerza.

—¡¡Espera, espera!! No quiero tener que irme desnuda a casa si me la destrozas.

—No puedo esperar, Helena.

Su voz enciende más todavía mi deseo y me dejo hacer.

Al final consigue quitármela sin romperla. Me desabrocha los pantalones y me los baja de golpe junto con las bragas, ¡¡menos mal!! Sólo se me ocurre a mi salir de fiesta con mis bragas de Minnie Mouse...Me coge en brazos y me sienta encima de la mesa, yo le quito la camisa y me quedo sin respiración...

—Helena, no empieces a hiperventilar ahora, por favor.

Yo me río y él me besa, primero en los labios, después en el cuello, y siento deliciosos escalofríos que bajan por mi columna y terminan en la unión entre mis piernas.

Alex me recorre con sus labios, me desabrocha el sujetador y empieza a mordisquearme los pezones, los humedece con la lengua y después sopla...podría correrme en este mismo momento. Pero se para y me mira, me sonríe y aguanto la respiración. Se pone de rodillas delante de mí. Oh, dios mío...esto es un poco íntimo para hacerlo la primera vez. Intento apartarle pero él me mira y niega con la cabeza.

—Solo déjate llevar...

Me rindo, le hago caso. Cierro los ojos. Desliza sus labios por mis muslos mientras sus manos trazan círculos alrededor, esto es un tormento...

Por fin introduce sus dedos y me acaricia el clítoris.

—Ya estás lista para mi, Helena...

—Llevo un rato lista para ti.

Bromeo.

—Lo sé, desde el momento en que cruzaste las piernas en la barra.

¡Se había dado cuenta el muy cabrón! Voy a decir algo cuando ya lo tengo entre mis piernas. Y con la adrenalina corriendo por mis venas por si alguien entra, al primer contacto de su lengua exploto en un orgasmo increíble y tengo que hacerle parar.

—¿Quieres más?

—Sí, quiero más, pero te quiero a ti...ya.

—A sus órdenes, Señorita Impaciente.

Se saca un condón de su bolsillo izquierdo y empieza a desabrocharse los pantalones. Se acerca a mi despacio, como un depredador y yo para seguirle el juego me echo para atrás en la mesa poco a poco...

—¿Adónde te crees que vas Señorita Impaciente?

Me agarra de los tobillos y tira de mí, me arrastra por la mesa y me coge del trasero. Me penetra de una embestida. Todos mis sentidos se llenan de él, de su boca en mi boca, de su aliento, de sus manos acariciándome la espalda, de su pene llenándome una y otra vez. Cierro los ojos y me dejo llevar por su vaivén, cada vez más rápido, más deprisa...y más...siento otra vez las convulsiones del orgasmo y me pierdo en él, grito su nombre y él también se deja ir presionando su boca contra la mía para ahogar su gemido.

—Helena...

* * *

Cuando consigo recuperar el aliento me visto a toda prisa, por si viene alguien, y de repente recuerdo...

—Oh no...

—¿Qué te pasa?

—Syl...no me despedí de ella y ni siquiera tengo su número...

—No te preocupes, Joe es muy persuasivo y lo habrá conseguido fijo.

—Eso significa que tendré que darte a ti mi número para que me lo pases...

Se acerca a mí despacio, me abraza y me da pequeños besos en los labios.

—¿No ibas a dármelo...?

Me empiezan a temblar las piernas...

—Alex...

Profundiza el beso y me hace jadear.

—Alex, por favor...

Me da mordiscos en cuello, se me nubla la visión y se me doblan las rodillas...

—Sí, si te lo iba a dar...para...

—Preciosa...¡¡creo que he encontrado tu punto débil!!

Se ríe y me da un cachete en el culo. Yo le regalo unos ojos en blanco.

Echamos un vistazo por el Havanna por si Sylvia no se hubiera ido aún, pero no tengo suerte. Salimos por la puerta, ya está amaneciendo.

—Te llevo a casa.

—No, no te preocupes, cojo un taxi.

—Helena no es una pregunta, es una afirmación.

Me callo y le sigo hasta su coche.

¿Un Ford Mustang plateado? Esto debe ser una broma... ¡es mi coche favorito! Cuando entro me quedo alucinada, vaya noche llevo...

—¡¿Tiene asientos de masaje?!

Acaricio los asientos de piel mientras inspiro el olor del coche. Huele a cuero, a limpio, pero sobre todo huele a...él.

Alex se echa a reír.

—Sí, ¿quieres probarlos?

—No, gracias. Correrías el riesgo de que me quedara dormida y no me despertaría ni el beso de un príncipe...

Tira de mí y vuelve a besarme, tengo los labios doloridos de todos los besos que me ha dado esta noche.

—¿Ni siquiera con los míos?

—Vale, retiro lo dicho...

Pongo los ojos en blanco y nos echamos a reír juntos. Me encanta su risa.

—Me encanta tu risa.

—Es la segunda vez que me lo dices esta noche.

—Te lo digo en serio.

—Vaya, gracias...

Me mira y me sonríe, yo me sonrojo. Me ponen un poco nerviosa los cumplidos. ¿Por qué no arranca el coche de una vez? Vamos, vamos, piensa algo que decir antes de que el silencio se haga demasiado incómodo.

—¿Sabes qué? Me pregunto a cuantas chicas habrás llevado al cuarto cambiador.

¿De verdad he hecho esa pregunta? Tierra trágame... Miro por la ventanilla para evitar el bochorno de mirarle a la cara.

—Uuufff montones...

Vaya chasco, mi cara es un poema. Siento algo parecido a... ¿celos? ¡Venga ya Helena! Le acabas de conocer...

—¿Qué te pasa? Te has quedado muy callada de repente. ¿Disfrutando del paisaje?

—No, nada.

Le miro y sonrío. ¡Dios que sonrisa más falsa! No me la creo ni yo.

—Era broma.

—¿El qué?

—Lo de las chicas, es la primera vez que hago algo así.

—No, no hace falta que te excuses ni nada.

De repente me vuelvo una mentirosa compulsiva, pero es un alivio saberlo.

—Ya...

—Puedes hacer lo que quieras, a mi no me importa, es tu vida...

Me mira de reojo y sé que no se está creyendo nada de lo que le digo. Yo sigo sin poder parar, cuando me pongo nerviosa es lo que tiene, mi boca va a más velocidad que mi cerebro y suelta palabras sin pensar.

—...y al fin y al cabo estás soltero, porque supongo que estás soltero, ¿no?

—Supongo...

—¡Bien! Así que no tienes que dar explicaciones a nadie, y menos a mí, que me acabas de conocer y probablemente esto se quede en un rollo de una noche y...

Me estampa un beso en los labios.

—Cállate anda, vas a volverme loco.

Arranca el coche, yo me deslizo en el asiento y vuelvo a mirar por la ventana. Pienso en la noche que dejo atrás, al final mi conciencia tenía razón y no ha estado tan mal.

—Te lo dije...

—¡¡Vale, cállate ya!!

—Vaya, vaya, la señorita Recién Follada me manda callar...

—¿Desde cuándo eres tan mal hablada?

—Desde que tú me llamas zorra.

Llegamos a mi casa. Estoy muy cansada y sólo quiero quitarme los tacones y meterme en la cama, así que no le voy a invitar a subir, por lo menos hoy no...

—Y menos según tienes la casa llena de pañuelos con mocos...

—Dios, odio cuando tienes razón.

—Gracias, Alex.

—¿Por qué me das las gracias?

—Pues no sé, por todo...por traerme a casa, por hacerme reír, por bailar conmigo...

—Por follarte...

—Por fo...¡¡serás imbécil!!

Intento darle un manotazo pero me agarra de la mano y tira de mí riéndose, tengo su boca a pocos centímetros de la mía...

—¡¡Era broma!!

—Bueno, si tienes razón, también tendría que darte las gracias por eso.

Me río con él.

—¿Quién es la tonta ahora?

Y los centímetros que nos separan desaparecen, me vuelve a besar con ansia, mi corazón me golpea en el pecho hasta que me duele, pero no puedo más por esta noche.

—Alex, tengo que irme...estoy agotada.

Me sonríe.

—Ha sido una noche muy movida, ¿eh?

Me guiña un ojo.

—Ha sido una noche fantástica, gracias a ti. Pero no te lo creas mucho, me pasa con todos.

Y me bajo del coche riéndome.

—¡¡Eh, Helena!! Te olvidas de algo...

Me paro y me quedo pensando extrañada, llevo el abrigo, el bolso, las bragas de Minnie...

—...tu teléfono.

Y me sonríe levantando una ceja, yo pongo los ojos en blanco.

—¡¡Ah sí!!

—Espero que no me lo des solo por conseguir el de Sylvia.

Se lo apunto en un papel, le guiño un ojo y me voy.

Normalmente subo por las escaleras pero estoy tan cansada que tengo que llamar al ascensor. Caigo en la cama con el abrigo, la ropa y los zapatos puestos...

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