Helena

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Danielle

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Danielle

Me monto en mi Mini, pongo el manos libres y llamo, necesito hablar con Alex.

—¡Demonio!

Qué manía tiene de llamarme así, con lo buena que soy yo...cuando quiero, eso sí.

—¡Hola, Alex!

—¿Qué te pasa ahora?

—¿Y por qué supones que me pasa algo?

—Danny, siempre que me llamas es porque estás metida en algún lío o porque has discutido con papá y mamá.

—Bueno, pues te equivocas, no he discutido con papá y mamá...aún.

—¿Qué has hecho?

—Alex, no he hecho nada. Solo estoy algo agobiada. Bueno, de hecho, bastante agobiada.

—¿Y eso por qué? ¿Papá te hace trabajar mucho?

Se echa a reír.

—No tiene gracia. Si te vas a reír de mí, cuelgo ahora mismo.

—Vale, vale, te escucho.

—Llevo una temporada que no estoy muy bien con Ben. No tengo ganas ni de verle.

—Pues déjalo.

—¿Pero así? ¿De repente?

—Danielle, si no estás bien con él, ¿para qué alargarlo? ¿Tú le quieres?

—¿Sinceramente?

Me quedo pensando un rato. ¿Lo quiero? Desde hace ya unos meses cuando lo veo ya no siento ningún cosquilleo en el estómago como antes, y ya en la cama...mejor ni pensarlo. Obligación sin más.

—No.

—Entonces por tu bien y por el suyo deberías ser sincera y terminar con la relación lo antes posible. Si sigues pensándotelo más tiempo solo conseguirás hacerle más daño.

—Pero, ¿cómo mando todo hacer puñetas? Mamá y papá están tan ilusionados, Ben es un encanto conmigo...

Me están entrando ganas de llorar por la impotencia. Danielle, calma.

—¿Has pensado lo que te dije?

—¿Irme a Nueva York contigo?

—Sí, ya sabes que la casa está terminada y puedes venirte cuando quieras. Además tengo bastante trabajo y me vendría bien un poco de ayuda.

—Necesito un empujón, un empujoncito Alex....pero papá y mamá...

Lo que me merezco es una patada en el culo, desde luego.

—Yo me encargo de papá y mamá. Además la casa se supone que era para los dos, así que no tienen excusa.

—Su excusa será Ben.

—Eso ya es cosa tuya Danny, yo no puedo romper con tu novio por ti.

—Está bien, pero habla con ellos cuanto antes. Estoy deseando largarme de Los Ángeles.

Se ha montado una buena en mi casa, mi madre ha gritado como una loca y al final mi padre ha tenido que llevársela a la habitación porque casi se desmaya. Yo me voy a mi habitación y me pongo a buscar billetes de avión por internet. De paso llamo a Ben y le suelto todo de golpe, sé que soy una zorra por no decírselo a la cara, pero estoy tan harta de todo últimamente que me da igual. Necesito un cambio de aires ya, cuanto antes me vaya a Nueva York mejor.

Encuentro un vuelo para dentro de cuatro días. Bien. Tiempo justo para hacer maletas y no soportar las quejas de mi madre muchos días más.

* * *

Llaman a la puerta.

—Danielle, ¿puedo pasar?

Oh, no. Mi madre vuelve al ataque. Cojo aire.

—Pasa. Pero si vienes a echarme el sermón otra vez, más vale que vuelvas por dónde has venido.

Abre la puerta despacio. Se queda parada mirándome. Yo alzo una ceja en posición de ataque.

—No vengo a echarte otro sermón, Danielle.

Se sienta en mi cama y se pasa la mano por la frente. Desde luego en lo teatrera he salido a ella.

—¿Y bien?

Me cruzo de brazos.

—Danielle yo...tienes que entender que después del tiempo que llevas con Ben...

—Mamá has dicho que no venías a sermonearme.

—Y no voy a hacerlo. Déjame terminar.

Suspiro.

—Vale.

—Entiende que nos pille de improvisto, que llegues de repente y digas que dejas a tu novio y que te vas a Nueva York, así sin más.

—Mamá necesito irme, tú no lo entiendes.

—Claro que no lo entiendo, ¿te has molestado acaso en explicármelo? Danielle, sea lo que sea puedes contámelo.

—No me has dado tiempo, te has puesto a gritar como una loca, mamá.

—Lo sé, y lo siento.

Me agarra de la mano y me da un apretón. Miro a la pared mientras las lágrimas me queman en los ojos.

—Mamá estoy harta. Harta de tener que ser la chica perfecta, de tener que medir mis palabras, de siempre hacer lo correcto, de tener la pareja perfecta...

Mi madre me mira con horror, como si la estuviera culpando a ella.

—Yo nunca te obligué a eso, Danielle.

—Lo sé, mamá. Pero es el entorno en el que vivo. El entorno en el que me muevo con Ben. ¡Joder si ni siquiera él tiene la culpa! Sé que es buena persona y nunca se ha portado mal conmigo, al contrario. Pero yo no quiero eso mamá. No quiero pasarme la vida en un estrés continuo por el qué dirán. Y aquí en Los Ángeles sabes cómo funciona la cosa, estás siempre en el punto de mira de todo y de todos. No quiero esta vida, no la quiero. ¿Lo entiendes?

Se levanta y se acerca a mí. Me agarro a su cintura y mientras me acaricia el pelo me desahogo llorando.

—Claro que te entiendo, cariño. Yo te crié para que fueras una mujer independiente. Y eso es lo que quieres ser. Y sé que lo harás muy bien allí, en Nueva York.

—Gracias.

—Pero prométeme una cosa.

—¿El qué?

—¿Cuidarás de tu hermano?

—Claro mamá, como siempre.

La miro y la sonrío. Ella me seca las lágrimas y me da un beso en la punta de la nariz.

* * *

Llamo a Alex dos días después.

—¡Hola pequeñaja!

—¡Hola grandullón! A la una llega el vuelo, no te vayas a olvidar y me dejes tirada.

—Estaría bien probar a ver si sabes coger un taxi tú solita... Pero no podré ver qué cara pones, ¡mierda!

—¡No seas capullo!

—Tranquila, si quieres te espero con uno de esos cartelitos con tu nombre, así no te pierdo.

—Bueno, no hace falta exagerar tampoco...

Me echo a reír.

—Al final te apañaste tú sola con papá y mamá.

—Después de un drama al más puro estilo hollywoodiense por parte de mamá, con lo último en tecnología gritos, se le bajaron los humos y tuvo que darme la razón.

—Me alegro de que la sangre no llegara al río.

Se ríe.

—¡Ah! Hablé con Jess y dice que hay una fiesta el viernes en un club de esos que le encantan, taaaan llenos de gente... ¿vienes conmigo?

—¿Danielle no has llegado a Nueva York aún y ya te han invitado a una fiesta? No me lo puedo creer...

—Pues créetelo. ¿Vendrás?

—Con lo tranquilo que estaba yo aquí...

—Alex, no te lo crees ni tú que desde que estás en Nueva York no has salido de fiesta.

—Claro que he salido, pero cuando yo quiero, no cuando tú me lo impones.

—¡¿Qué yo te lo impongo?! ¡Pero tendrás morro! Pobrecito...la mala de tu hermana pequeña poniéndote una pistola en la cabeza para salir de fiesta...

Se echa a reír a carcajadas.

—Vale, iré contigo. Pero no te acostumbres...he conocido a alguien y no quiero estropearlo...

—¡Un momento! ¿Has conocido a alguien? ¿Y se puede saber por qué no me has dicho nada, Alexander?

—Pues porque acabo de conocerla Danny, no tengo mucho que contar.

—Invítala a la fiesta. Quiero conocerla.

—No sé si querrá venir...

—Pues confío en tu poder de persuasión para convencerla. Tienes dos días, hermanito.

Cojo mis maletas de la cinta transportadora y cuando empujo el carro veo a mi hermano a lo lejos. Viene con Joe. Echo a correr y cuando intento frenar el carro no puedo debido a la inercia.

—¡Socorroooooo!

Joe alarga el brazo y para el carro de golpe. Yo patino y casi me caigo. Mi hermano pone los ojos en blanco y se echa a reír.

—¡Gracias, Joe!

Me lanzo a sus brazos y me abraza con fuerza.

—Siempre salvándote el pellejo, ya sabes.

Le doy un manotazo, pero me hago más daño que el que pretendía hacerle a él.

—¡Ay! ¿Has pensado alguna vez parar en tu intento por conseguir los brazos más duros del planeta?

—¿Y no poder parar tus carros en el aeropuerto? Nunca.

Me echo a reír. Oigo a mi hermano carraspear.

—¿Vas a saludarme o algo?

—¡Claro, grandullón!

Alex me coge en brazos y me da vueltas, como cuando era niña. Y me encanta. Es la ventaja de tener un hermano de casi dos metros de alto y de haber salido yo más bien a mi madre en estatura, es decir, pequeñaja.

—Alex, que guapo estás así.

Le revuelvo el pelo.

—¿Así, cómo?

—Sin ese pelo tan repeinado que te pones siempre.

—¿Qué mosca te ha picado? Vienes un poco tonta...

—Es que te echaba de menos.

—Y pelota...

—¡Qué te den, desagradecido!

Le empujo y me deja en el suelo. Echo a andar y me paro. Miro a mi hermano.

—Tú, lleva el carro.

Miro a Joe y le apunto con el dedo.

—Y tú, vas a contarme qué es lo que tiene esa tal Helena para que mi hermano, al final, no quiera venir a una fiesta conmigo...

Le agarro del brazo y tiro de él, mientras escucho a mi hermano murmurar.

—Oh, dios...me arrepentiré de esto...

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