Helena

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Helena

Viernes. 7 PM.

Me paseo nerviosa delante de mi armario. Histérica. No sé qué ponerme.

Al final me decido por un mini vestido granate, medias negras y cazadora de cuero. Y cuando me estoy poniendo los zapatos suena el interfono. Miro el reloj, las 9. Chico puntual.

Alex está apoyado en el coche hablando con Joe. ¡Oh, dios! ¡Joe! Se me olvidó mencionarle a Sylvia que venía...qué sorpresa se va a llevar. Me muerdo los labios aguantando la risa.

Levanta la mirada y me ve salir del edificio. Sus ojos se abren de golpe, y creo que se le va a desencajar la mandíbula, su mirada es tan intensa que me ruborizo.

—¡Hola chicos!

Me acerco a Joe y le doy un beso en la mejilla.

—¡Oye, Helena! Estás muy guapa.

Creo que he oído un gruñido pero prefiero hacerme la sorda.

—Gracias, Joe.

Le sonrío y me acerco a Alex para darle un beso en la mejilla también, pero me agarra del brazo y me susurra al oído.

—Preciosa, después de lo del sábado... ¿a mí también me vas a dar un besito en la mejilla?

Me sonrojo hasta las orejas. Su aliento y su voz provocan un tirón en mis partes íntimas.

—Helena ya estás cachonda...

Se ríe mi conciencia.

—¡Más te vale que te estés calladita esta noche! No quiero que la gente piense que estoy loca si por una casualidad se me ocurre contestarte en voz alta.

Sus labios se acercan peligrosamente a los míos, pero yo me giro y le pongo la mejilla.

—No tientes a la suerte, Señorito Engreído.

Le dejo plantado con la boca abierta y me monto en el coche. Joe empieza a reírse y se encoge de hombros cuando Alex le mira con cara de mala leche.

—¿Dónde se supone que vamos, Señorita Impaciente?

Y dale con el maldito apodo, qué calor hace de repente en el coche...

—¿Puedes bajar la ventanilla un poco Alexander, por favor?

—¿Tienes calor, preciosa?

Me mira adivinando el motivo de mi sofoco y me guiña un ojo el muy sinvergüenza, yo me sonrojo hasta las orejas.

—Hasta que no dejes de llamarme A-le-xan-der no la pienso bajar.

Arrastra las vocales y me hace reír.

—Al Webster Hall. A-lex.

—¿¿Webster Hall has dicho??

—Sí, ¿por qué?

Pone los ojos en blanco.

—Creo que vamos a la misma fiesta que mi hermanita...

—¡Bien! Espero que no sea tan engreída como tú...

—Tranquila, te va a encantar...

¿Eso no ha sonado a ironía?

—No le hagas caso Helena, Danielle es un poco rebelde pero un encanto.

Joe me guiña un ojo por el retrovisor.

—Como su hermano entonces...

Miro a Alexander y le sonrío, es hora de darle un respiro.

—Vaya cariño, eso ha sonado a cumplido.

—Lo era.

Un momento... ¿me ha llamado...cariño?

Arranca, mete la marcha y me pone la mano en la rodilla. La desliza lentamente hacia arriba y mi corazón se empieza a acelerar al ritmo del coche. Cuando me quiero dar cuenta su mano está debajo de la falda, acariciándome la piel, al final de mis ligas.

—Vaya...la noche promete...

Le hago un gesto para que se calle y le agarro de la muñeca. Me giro para ver si Joe ha escuchado el comentario, o si está siendo testigo del juego que se trae Alex debajo de mi falda. Pero está mirando por la ventana. O bien no lo ha escuchado o se está haciendo el loco. Fulmino a Alex con la mirada, pero pasa de mí y sigue dale que te pego con la mano en mi pierna. ¿Dónde están las miradas láser asesinas cuándo hacen falta?

* * *

Llegamos al Webster y buscamos a Sylvia en la cola de entrada. Oigo gritar mi nombre y la veo a mitad de la fila agitando la mano. De repente abre los ojos como platos. Oh, oh, ya ha visto a Joe... Igual no ha sido muy buena idea... Pero rápido vuelve a sonreír, como si no hubiera pasado nada.

—¡Helena, qué guapa estás!

Me abraza.

—Pues anda que tú...

Me río y la estrecho un poco más. Bajo la voz para que no me oigan.

—Oye, ¿no habré metido la pata invitando a Joe?

—No, no te preocupes, es sólo que me hice la dura y no le he llamado en toda la semana...

Se echa a reír.

—Es un tío genial Syl, de verdad.

—¿Vais a pasaros toda la noche ignorándonos?

Alex nos mira con los brazos cruzados. Sylvia se acerca a Joe y le da un beso en los labios, se queda tan sorprendido que al final ni le pregunta por qué no le ha llamado.

—¿Por qué no me besaste tú así antes?

—Porque te tengo reservado algo mejor para después...

La fila se mueve y echo a andar. Mi comentario parece haberle dejado clavado en el sitio, me giro y le hago gestos con la mano para que arranque.

—¡Vamos! ¿Vas a pasarte toda la noche ahí con esa cara de tonto?

Syl me coge del brazo y me arrastra dentro. Alex nos sigue riéndose.

Dentro está a reventar. Pero Sylvia parece conocer el local y nos lleva hasta una barra lateral que está menos llena.

—¡¡Jessica!!

Una chica rubia se da la vuelta. Y un dolor agudo me aprieta el estómago. Bienvenida, Señora Inseguridad. La rubia es guapa a rabiar. Miro a Alex, pero está en la barra pidiendo algo de beber con Joe.

—¡Sylvia!

Las dos se abrazan.

—Mira, esta es Helena. La chica que te conté que conocí en la discoteca. Helena, esta es Jess, mi nueva vecina de al lado.

—La de las fiestas locas. Encantada, Helena.

Se echa a reír y me tiende la mano.

—Encantada, Jess.

Yo sonrío pero tengo todo el cuerpo tan tirante que creo que me voy a romper.

—¿Qué os parece? ¡Syl, ya te dije que este local era la bomba!

—¡Alucinante! ¡No veo el momento de ir a bailar a la pista!

De repente la rubia abre la boca con sorpresa y mira a algo que está detrás de mí.

—¡¿Lindgren?! ¡¿Alexander Lindgren?!

Un momento... ¡¿Qué?!

—Vaya, hola Jessica.

—Caray, ¡cuánto tiempo!

Me agarra del brazo para apartarme y se tira, literalmente, encima de Alex. Creo que estoy teniendo un cortocircuito mental ahora mismo. ¿La rubia tía buena y Alex se conocen? Sylvia me mira y se encoge de hombros.

—Creía que no vendrías.

Deja de tocarle, deja de tocarle... Alex me mira y como si me estuviera leyendo la mente, otra vez... le retira las manos del pecho.

—Dije que no vendría con vosotras, Jessica.

Así que estos dos se conocen...siento algo parecido a... ¿celos? Oh dios mío... ¿Vosotras? ¿Quién es la otra? ¿Su último rollo? ¿La tercera en el trío? Ya estoy desvariando... Mi cabeza empieza a imaginar todo tipo de escenas sexuales entre Alex y la impresionante Jessica. ¡Malditas inseguridades!

—¿Dónde estás cuando te necesito?

—Me dijiste que no te hablara en toda la noche.

—Sí, pero esto es una emergencia, ¿no lo ves? Estoy al borde del colapso...

—¡Qué exagerada eres! Disfruta de noche y déjate de maquinar con esa cabeza tuya...

—Entonces el demonio debe de andar también por aquí.

¿El demonio? Sylvia está tan alucinada como yo y mira a Joe con un interrogante tamaño XL en la cara.

—Pues mira por ahí viene.

Una chica nueva aparece entre la gente cargada con vasos y una botella.

—¡¡Ya vengo con las bebidas!! ¡¡Échame una mano, Jess!!

De repente se para y mira a Alex con cara de sorpresa.

—¡Eh! ¡¿Qué haces tú aquí?!

Me va a dar un infarto. A la de ya.

—¡Pero si has venido con Joe también!

Sylvia se cruza de brazos cabreada, ahora ya estamos igual. Sin saber quién demonios será esta ahora.

—¡¿Otra amiga, rollo, EX NOVIA...?!

—¡Helena, no seas paranoica!

—Helena, esta es mi hermanita...Danielle.

Me mira con una sonrisa de medio lado, cómo si supiera todos los pensamientos que han estado pasando por mi cabeza...De hecho creo que por mi cara de horror, se ha hecho una idea. La hermana pequeña, claro. ¿Cómo he podido ser tan tonta?...Respiro aliviada. Pero me siento fatal por la cantidad de maneras de asesinarla que se me han pasado por la mente.

—¡Helena! ¡Qué ganas tenía de conocerte! Mi hermano no ha parado de hablar de ti desde que llegué a Nueva York.

Suelta las bebidas y me da un abrazo. Ay, dios...ahora me siento peor.

—Danny...

—Bueno, más bien ha sido Joe el que más me ha hablado de ti, porque este apenas suelta prenda. Es muy guapa, Alex. Me gusta.

Yo me sonrojo.

—Gracias...

—Al que me tiene que gustar es a mí, Danielle.

Alex la mira alzando una ceja a modo de advertencia. Pero a ella parece darle igual porque sigue hablando.

—Y debe de gustarte mucho, bror. Porque es la primera vez que me dices que no vienes a una fiesta por una chica.

—¡¡Danny!!

Alex se cabrea por momentos, pero a mí me parece muy divertido. Y además mis inseguridades se están haciendo más pequeñas gracias a ella.

—¡Oh, vamos Alex! ¡Es cierto!

Danielle me da un codazo y me hace reír.

—¡Cállate ya, Danielle!

Al final hace caso a su hermano y cierra la boca, pero antes le saca la lengua y le hace burla. Parece que Joe tiene razón, Danny es encantadora. Creo que nos vamos a llevar muy bien.

Me fijo en ella para ver si existe algún parecido con Alex, pero si tienen algo en común desde luego no es físico. Danielle tiene los ojos verdes y el pelo castaño oscuro, y es mucho más bajita que él. Creo que la vena irlandesa de su madre se la debe haber quedado ella, porque él es puro vikingo.

Me voy a bailar con las chicas a la pista, aunque aún sigo mosqueada por el tema Alex-Jessica. ¿Se habrán liado estos dos? Ya me enteraré...

* * *

Llevamos ya un rato bailando cuando de repente a Sylvia le cambia la cara de golpe. Pasa de la sonrisa al cabreo en segundos.

—Es que no me lo puedo creer...

—¿Qué te pasa, Syl?

—Mi ex...

Miro hacia donde mira ella. En la barra veo a un chico moreno, muy guapo, con una chica pelirroja. Ella se arrima a él, le dice algo al oído y se echan a reír.

—¡Anda, mi profesor de defensa personal!

Las dos nos giramos a mirar a Jessica.

—¿Quién?

—El tío bueno de la barra que se está restregando con la pelirroja. Bueno, más bien es la pelirroja la que se está restregando con él...

Se echa a reír y señala a Matt. Yo miro a Sylvia que está tan alucinada como yo.

—¿Tu profesor de defensa personal?

—Sí, ¿lo conoces?

—Es mi ex novio.

Jessica la mira con los ojos bien abiertos.

—¿Y con lo bueno que está cómo lo dejaste escapar?

—¡¿Cómo dices, Jessica?!

Danielle la coge del brazo.

—Jess, anda, acompáñame al baño...

Mira a Sylvia y articula un lo siento.

—¿Syl, estás bien?

—¿Ves a lo que me refería, Helena?

—Venga, no te amargues. Además hoy has venido tú con alguien, ¿a qué estás esperando para darle en las narices?

Sonríe y asiente. Me coge de la mano y me saca de la pista. Joe y Alex siguen apoyados en la barra.

—¿Os habéis movido del sitio?

—Sí, hemos ido a ligar y hemos vuelto.

—¿Y qué pasa que no ha habido suerte, musculitos?

Joe pone los ojos en blanco. La coge por la cintura y la estampa contra sus labios. Alex y yo nos miramos y nos echamos a reír.

—¿Sylvia?

Me doy la vuelta y veo al moreno agarrado de la mano de la pelirroja. Sylvia se despega de los labios de Joe y se da la vuelta con una sonrisa.

—Matt...

—¿Qué haces aquí?

—Lo mismo que tú, supongo. Con la diferencia de que yo no tengo tan mal gusto.

Mira a la pelirroja de arriba abajo y esta se envara y la mira con cara de mala leche. Matt la sujeta y tira de ella hacia él.

—Disfruta de la noche.

—Por supuesto.

Se lleva a la rastra a la pelirroja que se ha quedado con ganas de enganchar de los pelos a Sylvia.

—Sylvia, ¿de qué va todo esto?

Joe se ha quedado a cuadros con el numerito.

—No es nada importante.

Joe frunce el ceño y la coge del brazo.

—¿Quién es?

—No es nadie, Joe. Nadie importante, al menos.

—¿Es tu ex?

Sylvia resopla y se retira el flequillo de la cara.

—Sí, es mi ex. Punto. Se acabó el tema.

Danielle y Jessica vuelven del baño y hacen como si no hubiera pasado nada. Pero Sylvia no se despega de Joe. Tiene un mosqueo de campeonato con Jessica, yo creo que si se acerca a él es capaz de sacarla los ojos. Vaya con la vecina...

—Oye, ¿esta noche toca otro polvo maravilloso con Alex, rubia?

Me da un codazo y yo casi me atraganto con la bebida.

—¡¡Syl!!

—¿Qué?

Me echo a reír porque no sé ni qué contestarle.

—Sácale a bailar un rato, lo está deseando.

—¿Y tú como lo sabes, listilla?

—Porque no hace más que mirarte en plan: te follaba encima de la barra, aunque esté todo el mundo delante.

Se ríe a carcajadas. Yo abro los ojos como platos, todavía no me acostumbro a sus espontaneidades.

—¡¡Venga!!

Me empuja por los hombros.

—¡Vale, vale! Ya voy. Pero te advierto que cómo se abalance sobre mí y nos lo montemos en medio de la pista, la culpa será tuya y sólo tuya.

Me acerco a Alex, le cojo de la mano y le hago un gesto con la cabeza para que venga conmigo.

—¿Así que nunca has dicho que no a una fiesta por una chica?

Sonrío mientras enredo mis dedos en su pelo.

—No hagas caso de lo que dice mi hermana.

—Vaya y yo que pensaba que era en serio...

Le hago un mohín mientras deslizo mi mano por su pecho.

—He dicho que no hagas caso de lo que dice, no que no fuera verdad...

Me sonríe y su mano se desliza por mi espalda.

—Entonces soy afortunada.

—Helena, eres maravillosa.

Y sin esperármelo me coge en brazos.

—¡¡Bájame, bájame!!

Pataleo para que me suelte. La gente nos mira y empieza a hacernos un corro. No, por dios... ¡yo lo mato! Tiro del vestido por detrás, me muero si se me están viendo las ligas.

—¡¡Bájame, Alexander!!

—No me llames Alexander. Y la palabra mágica es...

—¡Te voy a dar yo a ti palabra mágica!

—Pues no te bajo.

Pero no puedo pararme de reír por lo ridículo de la situación. En mi vida me había visto en una así.

—Vale, vale. Bájame Alex, por favor.

Me deja en el suelo y me sonríe de medio lado. No sabes las ganas que tengo de meterte en mi cama.

—¿Qué piensas?

—Vaya, ¿hoy no puedes adivinarme el pensamiento?

—Prefiero no arriesgar a decirte lo que creo que estás pensando.

Noto que me arde la cara.

—Jajajajaja, lo sabía. ¿Cuándo nos vamos, pequeña?

—Depende.

—¿Y depende de...?

—Cómo te portes.

Es igual, va a acabar en mi cama de todas formas. Pero eso no se lo voy a decir, claro.

Me duelen los pies, así que le digo a Alex que vayamos a sentarnos. Me quedo callada un rato pero la pregunta no hace más que darme vueltas en la cabeza. Al final me decido y disparo.

—Jessica y tú... ¿sois muy amigos?

Trato de sonar lo más indiferente posible.

—¿Por qué lo preguntas?

Mierda, se me da fatal mentir...

—No, por nada. Curiosidad...

—¿Curiosidad? Llevas toda la noche queriéndome hacer esa pregunta, pero no te has atrevido, así que no creo que sea solo curiosidad...

—Yo no llevo toda la noche... ¿qué estás diciendo?

Le miro haciéndome la loca pero estoy empezando a preocuparme. Al final me lee la mente, ¿o qué?

—¿No estarás...?

—¿No estaré cómo?

—No sé... ¿un poco celosa?

—¿Celosa? Ya ha vuelto el señorito Engreído...

Me echo a reír intentando que no sea tan obvio.

—Vaya y yo que pensaba que eran celos...

Y me hace un mohín, imitándome.

—Y no sólo eres engreído sino que encima copias mis frases...

Intento ponerme seria pero su mirada me puede y me doy por vencida, me río.

—¡Vale, vale! Lo confieso...estoy un poco celosa.

Me agarra por la cintura y me estrecha entre sus brazos. Me retira el pelo y se acerca a mí.

—Helena, pues no tienes motivos para estar celosa, ni de ella ni de nadie. Es amiga de mi hermana del instituto.

—Oh...

Metí la pata hasta el fondo, como siempre. Se acerca y me susurra al oído.

—Para mí, en este sitio lleno de gente, sólo existes tú.

Un escalofrío de placer me recorre la columna. Me mira y me pierdo en el azul de sus ojos. Me besa y me pierdo en su boca. Me acaricia los brazos suavemente y termino de perderme...

—Vámonos, Alex...

* * *

Cierro la puerta, me quito la cazadora, la tiro al suelo y empiezo a besarle mientras le desabrocho los botones de la camisa. Él me baja la cremallera del vestido, lo desliza por mis hombros y lo deja caer. La ropa se va amontonando a nuestros pies, en el pasillo. Me coge en brazos sin despegar sus labios de los míos.

—¿La habitación preciosa? Hoy quiero hacértelo en una cama decentemente.

—Segunda puerta a la derecha. Pero...

Se para y espera con un interrogante en los ojos.

—¿Hay un pero?

—Es que...lo que yo tengo pensado hacerte ahí dentro no es nada decente...

—Nena...estoy deseando probarlo...

Me baja al suelo. Yo le empujo y le tiro encima de cama. Se sienta y le separo las rodillas. Apoyo mi pie derecho en el borde de la cama, justo entre sus piernas y empiezo a bajarme las ligas muy despacio, mientras le miro fijamente. Su mirada se oscurece de deseo.

—Helena...

Va a tocarme pero le agarro de la muñeca.

—No, no, no...sólo mira...

Repito con la pierna izquierda. Pongo mis manos en sus hombros y le empujo lentamente para que se tumbe en la cama. Le bajo los bóxer liberando su erección. Me subo a la cama, me pongo de rodillas y me doy la vuelta. Le paso una pierna por encima de manera que mi sexo está a la altura de su boca, y el suyo a la de la mía. Me agarra del trasero, tira hacia abajo y noto su lengua en mi clítoris. Gimo y me meto su pene en la boca. Los dos seguimos dándonos placer hasta que noto las primeras oleadas de mi orgasmo y me incorporo. Alex pone sus manos en mi cintura y sigue jugando con su lengua. El orgasmo se apodera de mí. Y mientras estoy aún sintiendo los espasmos, se desliza hacia arriba entre mis piernas, me agarra por la cintura y me empuja hacia su erección, penetrándome hasta el fondo. Empiezo a moverme en círculos de espaldas a él.

—Dios, Helena...no pares...

Me apoyo en sus pectorales, echándome hacia atrás y sus dedos juegan con mis pezones, los tengo tan erectos que duelen.

—Alex...

Se sienta mientras sigue dentro de mí y me aprieta fuerte contra él, siento la dureza de sus músculos en mi espalda. Con su mano derecha comienza a acariciarme el clítoris otra vez y no puedo aguantar más.

—Eso es nena...córrete otra vez para mí.

Sigo moviéndome más rápido a pesar de que este segundo orgasmo me ha dejado exhausta. Y siento como se agita dentro de mí cuando se corre, ahogando su grito en mi cuello. Me dejo caer encima de él y me abraza. Me quedo dormida.

* * *

Me despierto cuando los primeros rayos de sol asoman por la ventana, se me olvidó cerrar las persianas anoche... Dejo a Alex en la cama durmiendo y me levanto a preparar el desayuno. Me miro en el espejo del pasillo y sonrío, me gusta lo que veo, mis ojos ya no están tristes. Abro la nevera mientras tarareo una canción. Saco huevos, leche y mantequilla. Azúcar. Harina. Hago la mezcla y lo echo en la sartén. Qué bien huele...mi estómago ruge desesperado. Saco unas naranjas y hago zumo. Coloco todo en la isleta de la cocina.

—Mmmm... ¿eso qué huelo son tortitas?

Doy un respingo.

—¡Me has asustado! Sí, son tortitas. He pensado que nos vendría bien un buen desayuno después del ejercicio de anoche...

Le guiño un ojo. Se acerca y se pone detrás de mí, abrazándome.

—Yo siempre he pensado que uno se recuperaba de las agujetas haciendo más ejercicio...

Me doy la vuelta y le echo los brazos al cuello.

—¿Tú crees?

—¡Habrá que probarlo!

Y me levanta subiéndome en la encimera.

—¡Vamos bájame! ¡Se me van a quemar las tortitas!

Me río y me besa. Tira de mi cinturón de la bata de seda.

—¡Alex para, por favor!

—Vaya, vaya... ¿qué tenemos aquí debajo?

Libera la bata de mis hombros y la deja caer...no llevo nada, ni siquiera ropa interior. Su boca juega con uno de mis pezones, mientras con los dedos me estimula el otro. Se me empieza a nublar la mente... ¿y ese olor...? Huele a...¡¡quemado!!

—¡¡ALEXANDER, LAS TORTITAS!!

Después de otro polvo alucinante y algunas tortitas quemadas me meto en la ducha. Me quedo debajo del chorro de agua ardiendo para liberar la tensión de mis músculos y no oigo la puerta del baño que se abre. Abro los ojos y tengo a Alex desnudo enfrente de mí.

—Estás de coña... ¿no?

—No sé de qué me hablas...

Me mira con cara inocente.

—No estarás pensando en volver a hacerlo en la ducha...

—Pues se me había pasado por la cabeza...

Se acerca a mí despacio y pongo las manos en su pecho para frenarle.

—Ah no, no...quieto...

Es inútil, tiene más fuerza que yo.

—Helena... ¿crees que puedo resistirme a ti viéndote desnuda?

—Yo no te he provocado, sólo me estaba dando una ducha. Ni siquiera te he invitado...

—Que te metas en la ducha, me cierres la puerta y dejes que mi imaginación haga el resto...créeme, es una provocación.

Y me cierra la boca con sus labios. Sus manos se deslizan por mi espalda enjabonada hasta mi trasero, su mano derecha continúa su recorrido hasta mi sexo y comienza a acariciarlo.

—Alex...mañana no voy a poder ni moverme...

—Es domingo, Helena... ¿Te fastidio algún plan?

—No.

—Estupendo porque mi plan es quedarme aquí contigo y seguir haciéndote el amor todo el fin de semana.

—¡¿Qué!?

Me separo de él un momento.

—¡¿Estás loco?! ¿Tú quieres matarme o qué?

Rompe a reír.

—¡Era broma, era broma! Me encantaría pero tengo otros planes para nosotros mañana, sólo si quieres claro...

—¿Qué tipo de planes?

Le miro alzando una ceja.

—Nada relacionado con sexo, te lo prometo. Así que disfruta del último polvo del fin de semana...

—A sus órdenes...

* * *

Estoy tirada en el sofá después de comer. Alex se ha ido hace rato, ha quedado con Joe para comer. ¿Se contarán las cosas entre ellos? Quiero decir lo del sexo y tal... Me sonrojo sólo de pensarlo.

—¿Ahora vas de mojigata o qué?

—Vaya has vuelto... ¿dónde te habías ido? ¿De vacaciones?

Me echo a reír.

—Te recuerdo que ayer me ordenaste estarme callada...

—Y te recuerdo que todavía no te he dado permiso para que vuelvas a hablar...

Domingo. 10 AM.

Ya estoy lista con unas mallas y una sudadera esperando a Alexander, anoche me llamó para decirme qué ropa ponerme. 15 minutos después y todavía no ha llegado. A las 10 y media cojo el móvil y marco su número, suena el interfono.

—¡Llegas tarde!

—Lo siento Helena, he tenido algunos problemas con las compras.

—¿Compras? ¿Qué compras?

—Baja Helena, luego te explico.

Bajo corriendo las escaleras y casi me mato de un tropezón. El conserje se echa a reír.

—Helena, hija mía, un día de estos me da un infarto. Me tienes con el alma en vilo cada vez que bajas por las escaleras. ¿Estás bien?

—Sí, sí. ¡Lo siento Pete! Te prometo que no volveré a bajar a la carrera.

Le guiño un ojo y niega con una sonrisa sabiendo que nunca cumplo esa promesa. Soy una temeraria con las escaleras.

Me monto en el coche y le doy un beso en los labios.

—¡Vaya! ¿Qué ha pasado con el beso casto en la mejilla?

—Ha pasado a la historia, no hagas que me arrepienta.

Se echa a reír y arranca.

—Bueno, ¿dónde me llevas?

—Es una sorpresa...

—Odio las sorpresas.

—Helena, ¿te han dicho alguna vez que mientes muy mal?

Pongo los ojos en blanco y nos reímos juntos. Si tú supieras...

La verdad es que hace un día estupendo para salir fuera y hacer lo que quiera que sea que tiene en mente, brilla el sol y la temperatura es agradable para ser un domingo de octubre en Nueva York...Nos dirigimos por Madison Avenue hacia el sur del Central. Aparca en la 59 con la Séptima y coge una mochila del maletero.

—¿Vamos a hacer picnic en Central Park?

—No exactamente.

—¿Entonces la mochila es para...?

—¡Buen intento Helena! Pero no voy a decírtelo hasta que no lleguemos.

—Hasta que no lleguemos... ¿adónde?

—Venga Señorita Impaciente, dame cinco minutos más...

Me coge de la mano y cruzamos la 59 para entrar por Merchants Gate.

Busca un banco y me obliga a sentarme. Me está matando la curiosidad por saber qué es lo que lleva en la mochila. Me mira y me sonríe.

—¡Oh, vamos Alex! ¡Quieres abrir la maldita mochila de una vez! ¿O vas a esperar a que te suplique?

—Pues estaría bien...

Le doy un puñetazo en el hombro e intento cogerla, pero Alex es más rápido.

Se da la vuelta con la mochila y empieza a abrir la cremallera lentamente.

—¡¡Alex!!

—¡¡Tachán!!

De su mano cuelgan un par de patines.

—¡¿Vamos a patinar?!

Mi voz suena más horrorizada de lo que pretendo.

—Sí...

—Pero...dijiste ayer que nada de deporte.

—Nena te dije que nada relacionado con sexo, no dije nada sobre deporte...

Su voz suena a decepción y me siento mal por fastidiarle la sorpresa, me mira angustiado.

—Pero si no quieres o no te gusta patinar podemos dejarlo...

—¡No, no! Me encanta patinar.

Le sonrío. ¿Pero cómo demonios habrá acertado con mi talla?

—También estoy pensando en cómo podría ser un polvo patinando...

Me empuja con el hombro.

—¡¡Alex!! ¡Venga dame esos patines! Acabas de decir que nada de sexo hoy.

—¿Quién te ha dicho que tenga que ser hoy?

—¡Eres imposible!

—Y tú eres maravillosa.

Me sujeta la cara y me besa en los labios.

—¡Vamos, preciosa! ¡Nos esperan!

Se levanta y se cuelga la mochila en la espalda mientras se aleja patinando.

—¡Espera! ¿Has quedado con alguien? ¡¡Alex!!

¡Mierda! Tengo que acelerar si no quiero perderle, el muy cabrón encima es un excelente patinador.

Paramos en el Bandshell. Tengo las piernas como un flan, entre esto y lo de ayer, mañana no me levanto para trabajar...

—Mira a esas dos...

Alex me señala a dos chicas que están patinando en la plaza. Una de ellas patina muy bien y anima a la otra para que la siga, pero pierde el equilibrio y se cae de culo.

—¡BRAVO!

Alex estalla en carcajadas y yo le doy un codazo.

—¡No te rías de la gente! Y menos cuando no los conoces...

—¿Estás segura? Anda, mira...

Le miro con el ceño fruncido y después me fijo mejor en las dos patinadoras.

—Pero si es...¡¡Sylvia!!

—¡¡Helena!!

Danny y ella nos saludan con la mano.

Me acerco a ellas y le doy un abrazo a Syl, dándola vueltas, pero pierde el equilibrio y nos caemos las dos al suelo entre risas. Alex se acerca a ayudarnos.

—¿Os habéis hecho daño? ¿Helena estás bien?

Me levanta del suelo preocupado.

—Sí, sí, estoy bien. Añadiré mi culo dolorido a los demás dolores que me está suponiendo este fin de semana.

Me río y sus manos me sacuden el trasero.

—¡Eh! ¡Deja de aprovechar la situación para ponerme las manos encima!

—Solo estaba quitándote el polvo...

Me mira con cara inocente.

—Como hoy no puedo echártelo...

—¡¡Alex!!

Miro a las chicas y las dos se están riendo.

—Tranquila Helena, haremos como que no hemos oído nada...

A la hora de comer ya hemos conseguido que Syl se mantenga sobre los patines y no pierda el equilibrio. Compramos unos sándwiches y nos los comemos sentados en el césped. Después de comer paseamos por el Central hasta el Reservoir. Syl y yo vamos unos pasos por delante mientras Danny y Alex están discutiendo por una mudanza.

—Helena, ¿cómo es que se te da tan bien patinar?

—Bueno...a Henry siempre le gustaba entrenar...en cualquier deporte. La verdad es que no había estado tan en forma en mi vida como estando con él.

Me río.

—¿Cómo estando con quién?

Alex me abraza por detrás. ¡Mierda!

—No, con nadie...

—Helena, estabas diciendo algo de hacer deporte con alguien.

No quiero decírselo, no quiero arruinar el día...

—Alex, de verdad no es nada...

Miro a Syl y su gesto me dice “lo siento por la pregunta”, yo me encojo de hombros para que no se preocupe. Alex sigue esperando la respuesta y el momento se vuelve incómodo.

—Sylvia, ¿puedes decírmelo tú? Creo que Helena no está por la labor...

Syl me mira y yo bajo la vista.

—Con Henry, hacía deporte con Henry... ¿contento Alex?

Le mira, inspira profundamente mientras hace un gesto negativo y se da la vuelta dejándonos solos.

—Alex, lo siento...

—No, yo lo siento. Siento haberte traído a patinar y haberte hecho recordar a tu ex el deportista, siento haber fallado intentando que le olvides...sólo espero que ayer mientras follábamos vieras mi cara y no la suya.

—¿Por qué has dicho eso? Alex, ha dolido.

—Vamos, te llevo a casa.

Voy todo el camino en silencio, con un nudo en la garganta conteniendo las lágrimas. Para el coche y le miro, pero él no me mira a mí, tiene la vista al frente y sujeta el volante con fuerza, sus nudillos están blancos por la tensión.

—Alex...

Alargo la mano para tocarle...

—Vete, Helena.

La vuelvo a bajar sin llegar a rozarle siquiera.

—Lo siento mucho...y lo que más siento es que hayas llegado a pensar eso de mí. Te he pedido ya perdón, pero tú también me has hecho daño, así que no pienso suplicarte.

Me bajo del coche y entro en mi edificio sin mirar atrás, con las lágrimas corriendo por mis mejillas. Me meto en la cama llorando, pero estoy tan cansada que me duermo enseguida...

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