Helena

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Danielle

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Danielle

A veces no entiendo a mi hermano. No sé porque se ha molestado tanto por un comentario tan tonto que seguro no tenía ninguna intención de hacerle daño.

—Alex, ¿por qué te has puesto así con ella? Todos hemos tenido un pasado, ¿no?

—Si iba a estar todo el rato pensando y hablando de su ex, lo mejor es que se fuera.

—Mira que eres cabezota y duro de mollera, desde luego tienes a quien parecerte guapo.

—Mira quién fue a hablar...

—Yo por lo menos pienso las cosas antes de actuar sin mirar las consecuencias, Alex. A lo mejor le has hecho más daño de lo que crees. Y quizás debas darle tiempo y necesite olvidarse poco a poco de él. Hace nada que lo han dejado.

—Ella también me ha hecho daño con ese comentario.

—¡Pero si ni siquiera estaba hablando contigo!

—Pues por eso mismo.

—¡Dios, eres imposible!

—Ahora no me apetece seguir hablando, ¿vale?

—Mira Alex, sinceramente...que te den. Si Helena te deja es con razón.

Y me marcho dejándolo con su mala leche y seguramente dándole vueltas a mi última frase. A ver si espabila.

El lunes me levanto muy pronto y me voy al bufete antes de abrir. Tengo que colocar mis cosas y ponerme al día con algunos casos que quiere Alex que lleve. Cuando ya casi tengo todo en su sitio y puedo sentarme en mi mesa, mis tripas empiezan a quejarse. Miro el reloj.

—¡Dios mío, las dos! Y yo sin comer...

Decido ir a por algo rápido para ponerme cuánto antes con el trabajo. Quiero dejar hoy todo más o menos planificado. Ser una maniática del orden y los horarios es uno de mis defectos.

Abro la puerta de mi despacho y salgo a recepción. Kate está al teléfono así que le hago una seña de que voy a comer y que si quiere algo. Ella me dice que sí con la cabeza y me dice que espere. Coge un papel, apunta algo y me lo da. Sándwich de pollo con mayonesa y un café. Creo que voy a pedir lo mismo. Le hago un gesto con el pulgar. Miro la puerta del despacho de mi hermano. Está cerrada. Alex no se ha asomado a ver qué tal me va, ni siquiera le he oído llegar. Qué raro...me acerco y llamo a la puerta.

—Entra.

—¿Entra? Vaya maneras...

—Sabía que eras tú, Danielle.

—¿Y por qué lo sabías? ¿Ahora puedes ver a través de las puertas?

Pone los ojos en blanco y se echa a reír.

—¿Qué te hace tanta gracia?

—Pues que a veces parece que tienes quince años.

—Y tú menos...

—¿Has venido a discutir?

—No, pero es que me lo pones en bandeja...Me voy a ir a comer, ¿vienes?

—No tengo mucha hambre la verdad, y mira la montaña de papeles que tengo aquí...

—Es que eres un desastre. En cuanto termine con lo mío te ayudaré a ordenar un poco esta leonera.

—Gracias Danielle, no sabes cuánto me alegro de que estés aquí.

—¿Porque la oficina va a estar más ordenada a partir de ahora? Me partes el corazón...

Y le levanto el dedo que lleva el mismo nombre.

—¡Danielle! Cuida las formas aquí anda. Y no solo me alegro por eso, demonio. Tráeme algo para comer, ¿de acuerdo? Discutir contigo me abre el apetito.

Y ahora seguro que te lo quito de golpe...

—Oye, ¿no has llamado a Helena, verdad?

—No.

Por el gesto de su cara veo que ha sido un golpe bajo pero tiene que espabilar un poco. Odio los tíos que echan a perder cosas buenas por el orgullo, y desde luego no quiero tener que odiar a mi hermano por esa razón.

—Creo que eres tú quien debe hacerlo, no seas tonto.

—Danny, no voy a llamarla.

—Alex, llámala. Si echas a perder lo que puede ser el principio de una relación maravillosa por tu jodido orgullo masculino, me vas a demostrar que eres un gilipollas, como todos.

Y salgo dando un portazo. Maldigo a mi madre y a Los Ángeles por haberme dado esta vena teatrera y encima, disfrutar de ella.

* * *

Mientras espero mi pedido, marco el número de Jess. No sé nada de ella desde la fiesta.

—Despacho de la señorita Jessica Sanders, ¿en qué puedo ayudarle?

—Pues verás, es que tengo una amiga que es tonta perdida y quería saber si ustedes tratan ese tipo de síntomas.

Jess se echa a reír.

—Estaba ensayando para cuando tenga mi propio despacho.

—¿Y no vas a tener una secretaria que te atienda las llamadas?

—Pues claro que sí, solo quería escuchar como sonaba.

—Jess, estás fatal...

Se ríe a carcajadas.

—Bueno ¿y qué tal te va como becaria?

—Bastante bien la verdad, mi jefe es muy...mmmm...encantador.

—Vaya, me alegro por ti y si encima tu jefe es agradable pues mejor.

—Yo diría más que agradable Danny...

—¡¿Cómo?!

—Bueno, nos llevamos muy bien. Pero que muy, muy bien...no sé si me entiendes.

—Estoy alucinando, ¡¿con tu jefe?!

Me tapo la boca porque lo he dicho demasiado alto y ahora me mira casi todo el mundo en la cafetería.

—A ver, todavía no me lo he montado con él, pero estoy en ello.

Me pongo una mano para taparme la boca y susurrarle en voz alta.

—¿Estás loca, Jess?

La señora mayor que tengo al lado sigue mirándome con el ceño fruncido, ¿cómo puede haber gente tan cotilla? Me giro en el taburete y le doy la espalda.

—Pues siéntate que te vas a caer de culo. ¿A qué no sabes quién me ha invitado a salir?

—Sorpréndeme...

—¡Mi profesor de defensa personal!

—¡¿El de Sylvia?!

Vale, ahora ya tengo la atención de todo el Starbucks.

—No es el de Sylvia, Danny. Ellos ya no están juntos.

—Jess de verdad, no sé si ha sido buena idea llamarte. Parece que no estoy hablando con la misma Jessica con la que salía en el instituto.

—Danny, sigo siendo la misma. Solo que ahora he cambiado mi punto de vista con respecto a los hombres.

—¿Y no te da...no sé...cosa que haya sido el ex de tu vecina? ¿Y qué encima la conozcas?

—Ellos ya no están juntos. Matt es libre de hacer lo que quiera y yo también. Además creo que Sylvia ya está acostumbrada a ver como Matt se lía con todas las que se le ponen a tiro, supongo que le dará igual que la siguiente sea yo.

—Pero eso no quita que le duela. ¿Vas a decírselo?

—En cuanto encuentre un hueco...

—Jessica...

—¡Está bien! Cuando llegue a casa iré a ver si está.

No me puedo creer que se haya vuelto así, la loca de las dos siempre he sido yo, Jess era la buena chica. Siempre pensé que si criarse en Los Angeles no la había vuelto una zorra, nada lo haría. Parece ser que me equivocaba.

—Jess te dejo que ya llegó mi comida. Te llamaré esta semana para confirmarte lo de la fiesta de Alex.

—¿Qué fiesta de Alex?

—Su fiesta de cumpleaños, la de todos los años. Además tengo que hacer inauguración de la casa nueva y ya aprovecho.

—¿Puedo llevar a alguien?

Alzo una ceja, como si pudiera verme...

—¿A tu jefe?

—No, no. Con mi jefe tengo otros planes este fin de semana... Le diré a Matt que si quiere acompañarme.

—Sylvia vendrá a la fiesta.

—¿Y no va con el amigo de tu hermano?

—Supongo que sí.

—Pues no veo el problema entonces.

—No quiero ningún numerito en la fiesta, así que Jess, habla con Sylvia. Ya.

—Que si...te lo prometo.

—Adióooos.

—¡Besos!

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