Helena

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Helena

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—¡Lo siento de verdad! Pero es que Sylvia me dijo que quería despedirse de Helena antes de irse...

—¡¿Me estás tomando el pelo?! ¡¿Has venido a fastidiarnos sólo porque Sylvia quería despedirse de Helena?!

Los gritos de Alex deben retumbar por toda la casa, rezo porque no lo esté oyendo nadie o me encerraré en mi casa y no saldré jamás en la vida.

—Danielle dime que es una broma, porque si no te juro que te mando de vuelta a Los Ángeles en el próximo avión.

—No, no es broma, lo juro...

Danny se apoya en la puerta con los ojos llorosos.

—¡¡Danielle!!

—¡Basta ya, Alex! Danny no tiene la culpa...

—¡¿Qué no tiene la culpa?! ¡¿Y qué hace aquí entonces llamando a la puerta mientras nosotros estábamos...?! Bueno, haciendo lo que estábamos haciendo.

—Alex, haz el favor de dejar de gritar. Danny, no le hagas caso. Me visto en un momento, dile a Sylvia que me espere. Creo que con el humor que tiene tu hermano ahora, lo mejor será que me acerquen a casa.

—¡¡Ni hablar!!

—¿Cómo dices?

—Lo que has oído.

—Ya sabes por dónde me entran y me salen a mí tus órdenes, ¿no?

Me mira y el arrepentimiento comienza a reflejarse en sus ojos.

—Helena, no quiero que nos peleemos hoy, por favor. Quiero que te quedes conmigo esta noche.

—Si le pides perdón a tu hermana y le prometes que no la mandarás a Los Ángeles de vuelta en el próximo avión, a lo mejor me lo pienso.

Suspira y me sonríe.

—Está bien...perdona Danny. Te prometo que no te mandaré de vuelta a casa en el próximo avión... Esperaré al de mañana.

—¡¡Alex!!

Le doy una colleja.

—¡Vale, vale! ¡Estaba bromeando! ¿Me perdonas, pequeñaja?

Danny se seca las lágrimas con la mano y sonríe.

—¡Cómo siempre, grandullón!

Se abalanza sobre su hermano y le abraza.

—¡Ey! ¿Y ese conjunto de lencería? Es precioso y...

—¡¡Danielle, sal de mi habitación ahora mismo!! ¡¡YA!!

Sale corriendo y en el último momento se para en la puerta y me mira.

—Bloomingdale’s, pregunta por Martha.

Le guiño un ojo.

—¡Gracias Helena! Y lo siento...

—¡¡Danielle fuera!!

Me visto a toda prisa riéndome de la situación. Sylvia me espera al pie de las escaleras.

—Helena, lo siento. Lo siento de veras, yo no sabía que estabas, en fin, que tú y Alex estabais...

—Danielle, ¿se puede saber a quién más se lo has dicho?

Alex vuelve a cabrearse, su voz suena a peligro inminente.

—Solo a Sylvia...

—¡¿Estás segura de que no se ha enterado todo el mundo de que estaba en MI habitación follando con MI novia?!

—¡¡Alex!! Seguro que si no se había enterado nadie, ya te has encargado tú de que lo oigan hasta en Boston. ¡Deja de gritar!

Ahora soy yo la que está muy, pero que muy cabreada.

—Me voy afuera, porque al final me hace perder los papeles...

Se da la vuelta y sale al jardín. Yo no puedo aguantar más y rompo a reír. Sylvia se une a mí, pero Danny todavía me mira asustada.

—¿No...no estás enfadada conmigo, Helena?

—¡Claro que no! ¿Por qué iba a estar enfadada? No es como si te pillara tu madre, ¿no? Al fin y al cabo eres la hermana de mi...

Me quedo callada, he estado a punto de meter la pata.

—¿De tu...?

Syl me mira con ojos inquisidores.

—¡Oh, calla Sylvia! ¡Bastante la has armado ya por hoy!

—¿Mi hermano y tú sois novios? Porque él ha dicho algo así antes cuando...

—Lo sé, lo sé...yo también lo he oído. No sé Danielle, no hemos hablado sobre ello. Pero bueno, supongo que después de lo de hoy pues...sí, se podría decir que somos algo más que amigos.

—¡Lo sabía!

Sylvia da un salto y hace un gesto de triunfo, yo la miro estrechando los ojos.

—¡Sylvia, eres una bruja y de las malas!

—Seré una bruja, pero seguro que soy tu bruja favorita.

Me guiña un ojo.

—Sí, lo eres... pero aun así...

La abrazo con fuerza y le susurro al oído.

—...esta me la pagas.

* * *

Busco a Alex por el jardín pero no le encuentro por ningún sitio. Alguien me tira del brazo y me aparta detrás de un arbusto.

—Helena, llevo toda la noche intentando hablar contigo, pero Alex no te deja sola ni un momento.

—¿Qué quieres, Jessica?

Aunque ya intuyo perfectamente lo que me va a decir.

—Es que aunque hoy haya venido con Matt a la fiesta, Henry y yo...

—Jessica, lo que tengas con Henry sinceramente, me da igual. Él era parte de mi vida, ahora no lo es. Si lo que vas a decirme es que no le diga nada a Henry de lo que he visto hoy, no te preocupes, él ya no me interesa.

—Gracias.

—No me des las gracias. Pero te voy a dar un consejo, ten mucho cuidado porque jugar a dos bandas nunca acaba bien.

Y me doy la vuelta y la dejo allí plantada.

—Vaya, ahora se te da muy bien mentir.

—No le he mentido.

—“Él ya no me interesa”, Helena por favor, es la mentira más grande que te he oído soltar por esa boca...

—Bueno, ¿y qué? ¿Tenía que decirle la verdad?

—No, claro que no. Pero intenta que esa historia no te afecte, ¿entendido?

—Por supuesto, y ahora...cállate un poco.

* * *

—Danny, no encuentro a tu hermano por ningún sitio.

—Le he visto subir las escaleras, búscale en su habitación.

Me guiña un ojo y se va.

Abro la puerta despacio.

—¿Alex...?

Entro y de repente alguien me agarra por detrás y me tapa la boca.

—Ssshhh fiera...

Noto algo frío alrededor de las muñecas.

—¿Qué...?

—Te has portado muy mal haciéndome esperar tanto, así que voy a tener que castigarte...

No me puedo creer que me haya puesto unas esposas, pero no puedo replicar porque sigo con su mano en mi boca. Con la mano libre me baja lentamente la cremallera del vestido y lo desliza hasta que hace tope con las muñecas. Me sube la falda y mi precioso Gucci queda arrugado alrededor de mi cintura. Empiezo a hablar, pero no se me entiende nada.

—Si lo que te preocupa es el vestido yo te compro dos más.

Resoplo dándome por vencida y él se echa a reír. Se pega a mi cuerpo y noto su erección en mi trasero.

—Como nos han dejado a medias, ahora vamos a terminar lo que empezamos...

Mi cuerpo se estremece con la promesa. Comienza a acariciarme la entrepierna y yo hecho la cabeza hacia atrás para apoyarme en su hombro.

—Abre las piernas...

Hago lo que me dice. Sus dedos me recorren con deleite, me acarician el clítoris, primero despacio y suavemente, va aumentando el ritmo y la presión poco a poco. Yo con las manos esposadas alcanzo su pene y lo agarro con firmeza, Alex comienza a moverse al ritmo de sus dedos. No puedo verle y eso hace que se dispare mi imaginación, cierro los ojos y me concentro en sus gemidos y en el placer que estoy sintiendo. Calor, mucho calor...voy a correrme...ya... Mi grito se ahoga entre sus dedos. De repente me empuja y me conduce a su escritorio.

—Ponte sobre la mesa.

Me apoyo y siento un escalofrío cuando mis pezones se posan sobre la superficie fría. Me destapa la boca. Me penetra por detrás y lo siento hasta el fondo de mi ser. Se coloca sobre mí y me besa en el cuello mientras sigue penetrándome cada vez más fuerte. Su aliento me cosquillea en el oído mientras susurra mi nombre una y otra vez.

—Helena...Helena...¡¡HELENA!!

Y se corre incorporándose y clavándome las manos en la cintura con una embestida que me lleva a mí al universo del placer una vez más.

—Alex, el sábado que viene es la fiesta de Navidad de la empresa y me gustaría que vinieras conmigo.

Mi cabeza reposa sobre el pecho de Alex, mientras me acaricia la espalda.

—Si claro, me encantará ir contigo.

—Supongo que será de etiqueta, como todos los años, así que ya sabes...

—¿Me hablas en serio? No me digas que me toca ponerme esmoquin...

—Ardo de deseos por verte con uno...Tómatelo como un regalo de aniversario bimestral adelantado.

—¿Ya llevamos dos meses juntos?

—Estás de coña, ¿no? Te advierto que los novios que olvidan fechas señaladas me ponen de los nervios...

Se echa a reír.

—¿De qué te ríes?

—Me encanta cuando pones esa cara.

—¿Qué cara?

—La de si no me das la respuesta correcta voy a cabrearme y mucho.

—¡Serás...!

Me incorporo para hacerle cosquillas porque sé que las odia y me está haciendo de rabiar, pero me coge de las muñecas y tira de mí hasta que me coloca encima de él.

—Mi fiera...

Me mira con esos ojos tan profundos y claudico, cuando me mira así no puedo con él.

—Anda...dime que te lo pondrás, por favor...

Le hago un mohín y me muerdo el labio inferior. Alex alarga su mano y tira de mi labio para liberármelo.

—Bueno si me lo pides así...pero vas a tener que recompensarme, y mucho, mucho, mucho...

Su mano baja por mi espalda hasta mi trasero.

—Ya sabes que odio los disfraces.

—¿Quieres que empiece ya con mi recompensa?

Me deslizo por su cuerpo y me pierdo debajo de las sábanas.

Estoy muy nerviosa esperando a Alex, quiero que le guste mi vestido tanto como a mí. Es blanco, vaporoso. Con un hombro al descubierto y bordeado de pedrería en color plata. Creo que es lo más bonito que he llevado nunca. Y cuando abro la puerta de mi casa y le veo plantado con su esmoquin, tan guapo que casi no puedo respirar, me siento como una estrella de Hollywood de camino a los Oscars.

—Dios mío, Helena... Cuando ya pensaba que no podrías estar más hermosa...

Sonrío y me sonrojo.

—Tú también estás... Bueno...apenas puedo respirar Alex.

—No quiero que te despegues de mí en toda la fiesta, ¿me has oído?

Me tiende el brazo y lo enlazo con el mío.

—A sus órdenes, sargento...

La primera persona que saludo al llegar al hotel es a Nat. Mi jefe la ha plantado en la puerta del hotel para recibir a los invitados y la pobre está tiritando entre el frío y los nervios.

—¿Quieres que te sustituya un rato?

—No, no, Helena. Entrad dentro, ya debe de quedar poca gente por llegar. No te preocupes, nada que no puedan arreglar un par de gin tonics luego.

Me guiña un ojo.

Mi jefe se acerca a saludarme y a darme las gracias por la organización de la fiesta. La verdad es que este año no me he esforzado mucho, mis años de experiencia me han demostrado que cuanto menos te compliques mejor. Además tenía mucho trabajo que hacer, así que dejé que los del hotel se encargaran de casi todo.

—Voy al baño un momento, no te muevas de aquí.

—Alex, por favor... ¿dónde crees que iba a irme?

Me echo a reír.

—Estás tan increíblemente guapa hoy que tengo miedo de que seas un sueño y cuando me dé la vuelta te desvanezcas.

Mi corazón late como una locomotora.

—Alex...

Le cojo la cara entre mis manos y le doy un dulce beso en los labios.

—No soy un sueño, estaré aquí cuando vuelvas.

Se da la vuelta y le doy un pellizco en el trasero, él da un respingo y se gira sorprendido.

—¿Ves como no estás soñando?

—Así que este es Alexander...

Nat me da un codazo.

—Sí.

—Vaya, vaya con el rubiales, Helena.

—Es guapo, ¿eh?

—¡Es impresionante! Madre mía lo que haría yo con un hombre así...

—¡¡Nat!!

—¿Qué? Por cómo le miran las demás mujeres de la fiesta, creo que no soy la única que lo piensa.

Se echa a reír.

—Lo sé, además es lo mejor que me ha podido pasar después de lo de Henry.

—Pues mira, hablando del rey de Roma...

Mi cuerpo se tensa. No quiero mirar. Como este año no me ocupé de las invitaciones, me había olvidado que los de Meaning Holdings vienen todos los años desde que conseguimos nuestro primer contrato con ellos.

—Parece que viene muy bien acompañado.

—Nat por favor, acompáñame al baño.

Me llaman a gritos desde el otro lado del jardín.

—¡Helena!

Reconozco esa voz...

—¡¡Sylvia!!

Me abraza y casi me tira al suelo.

—¡¡Helena, mírate!! ¡Pareces una actriz de Hollywood!

—¡Gracias, Syl!

La separo de mí y la miro de arriba abajo.

—¡Pero mírate tú! También estás guapísima. ¡Pareces una tigresa!

Da una vuelta sobre sí misma y se ríe. Joe me guiña un ojo y le sonrío.

—No estoy acostumbrada a estos vestidos pero Nat me dijo que la fiesta era de etiqueta.

—¿Nat?

—Sí, el señor Burke a última hora me dijo que podíamos mandar unas cuantas invitaciones a los de las otras oficinas y como ya te habías ido a casa, pensé que te gustaría que viniera Sylvia. No te había dicho nada porque queríamos darte una sorpresa.

—¡¡Sorpresa!!

Grita Sylvia.

—¡¡Pero vosotras dos sois unas conspiradoras!!

—Alex ha ido al baño, Joe. Vamos a esperarle en la pista.

Agarro a uno de cada brazo y los arrastro al centro de la pista. Por la cara que pone Joe, parece que no le gusta mucho bailar.

—Sylvia, me debes una.

—¡Venga no seas gruñón! Deja los gruñidos para el dormitorio y disfruta de la fiesta.

—¡Sylvia!

No me puedo creer que haya dicho eso.

—No te preocupes Helena, ya me estoy acostumbrando a su lengua suelta.

—Pues en la cama no te quejas...

—Oh dios, Syl...

No puedo parar de reír. Joe pone los ojos en blanco.

—¿Sylvia? ¿Helena? ¿Qué hacéis vosotras dos aquí?

Bueno, es que no me lo puedo creer...

Las dos nos damos la vuelta a la vez. La cara de horror de Jessica no tiene precio. Está jugando con fuego y al final se va a quemar.

—Eso mismo me pregunto yo...y también me pregunto a qué gilipollas le ha tocado hoy llevarte colgado de su brazo.

Sylvia mira a su alrededor para buscar a su posible acompañante. Jessica abre los ojos como platos de la impresión, creo que no se esperaba esa respuesta. Pero se recompone enseguida, alza la barbilla y se pone a la defensiva.

—Mi jefe es socio accionista de Meaning Holdings y yo he entrado de becaria...

Sylvia se echa a reír y yo le doy un codazo.

—Así que Henry es tu jefe... Pensaba que erais amigos especiales o algo así.

La miro alzando una ceja, esta se cree que soy tonta.

—Bueno...él es...él es...

—Déjalo Jessica, no me importa.

La corto porque está tan nerviosa que me da hasta pena, y tampoco quiero que se monte un número en la fiesta.

—Yo me pregunto qué hacéis vosotras aquí.

Se cruza de brazos. Yo no me voy a poner a su altura.

—Pues desde luego que no estamos aquí por andar tirándonos al jefe y...

Corto a Sylvia de inmediato y agarrándola del brazo, le dirijo una mirada de advertencia. Jessica se pone morada de la rabia y aprieta los puños.

—Yo no me estoy tirando al jefe, además...

—Vosotras dos calmaos, por favor. Jessica, soy la secretaria del señor Burke, el director de Skyland.

Se calla y centra su atención en mí a pesar de que sigue mirando a Sylvia con recelo mientras Sylvia la mira con ganas de cogerla del cuello.

—¡Vaya! ¿En serio?

¿Eso ha sonado a ironía? Helena, respira hondo.

—Helena, dale un guantazo a la barbie de pega.

—¡Cállate! Que no hace falta que me animen mucho...

—Sí, en serio. Y ahora si nos disculpas, tenemos que ir al lavabo.

Cojo a Sylvia del brazo y la arrastro hasta el baño, dejando a Jessica boquiabierta.

Por el camino nos encontramos con Alex.

—¡Sylvia!

—¡Hola, Alex!

—¿Cómo es que...?

—Mandaron invitaciones para el personal de las demás oficinas del Skyland y Nat como es encantadora pensó en mí.

—Helena, no me habías dicho nada.

—Es que yo tampoco lo sabía, estas dos has conspirado a mis espaldas.

Me echo a reír.

—¿Y has venido sola?

—No, con Joe... ¡mierda Helena! ¡Joe!

—Tranquila Syl, está con Nat. Seguro que sabe cuidártele. Cariño, están en la pista. Nosotras ahora vamos.

—¿Joe en la pista? Eso tengo que verlo con mis propios ojos.

—Las mujeres tenemos nuestras mañas, Alex.

—Lo sé...

Me mira y me guiña un ojo.

—¿Dónde vais con tanta prisa?

—Al baño. Ya sabes...cosas de chicas.

Le sonrío y le guiño un ojo yo también.

—Siempre me he preguntado qué es lo que hacéis las mujeres en el baño cuando vais juntas.

—Mejor sigue en la ignorancia.

—No le hagas caso cariño, vamos juntas únicamente para sujetarnos el bolso.

—Ya me quedo más tranquilo.

Pone los ojos en blanco y se echa a reír.

—Syl, hazme un favor y vigílamela.

Sylvia me mira interrogante.

—Déjale que hoy está un poco paranoico.

Llegamos al baño y nos echamos las dos a reír.

—¿Por qué no me has dejado decirle lo zorra que es, Hel? ¡Oh dios, me moría de ganas! Y de haberle dado un buen guantazo también.

—Sylvia, Jessica es amiga de Danielle. Al menos de momento. Además es la fiesta de mi empresa y yo nunca he dado que hablar, no quiero empezar ahora. Mi trabajo es más importante que montar un numerito a costa de mi ex.

—Vaya, lo siento. Casi meto la pata.

—No, no te preocupes. Yo también he tenido que morderme la lengua. Y sujetarme la mano claro, pero no le hubiera dado un guantazo, yo le habría dado una buena hostia.

Nos reímos y me abraza.

—¿Estás bien, Hel?

—Sí, no te preocupes, no pienso dejar que mi ex me arruine la noche.

—Pues pasemos de Jessica, de tu ex y del mío. Por mí se pueden ir los tres a la mierda.

—Bien dicho, ¿volvemos?

—¡Por supuesto, rubia!

Cuando salimos del baño veo que Jessica está discutiendo con Henry en la puerta de la sala, y de repente ella se da la vuelta y se va. Me quedo mirando para ver cómo se va corriendo detrás de ella, pero ese momento nunca llega. Él vuelve a la fiesta como si no hubiese pasado nada. Sonrío. Qué se joda la zorra.

—¿Pero a ti que te importa?

—¿A mí? Nada.

Percibo que me observa desde cualquier sitio en el que esté, lo noto en la piel que se me eriza como si tuviera electricidad estática. Yo trato de no incomodarme e ignorarle, pero sus miradas se me clavan como puñales en el alma, y está tan guapo...

—¡HELENA! ¿Qué haces?

—Nada.

—¡¿Estás pensando en Henry?!

—No, claro que no.

—No me jodas Helena, deja de pensar en él y piensa en la persona tan maravillosa con la que has venido a la fiesta, por favor. Henry no se merece ni uno solo de tus pensamientos.

El señor Burke me hace una seña con la mano. El discurso aburrido...Otros años no me importa subir con él a la tarima, pero este año no me hace mucha gracia según está el panorama.

—Señor Burke... ¿de verdad que es necesario que suba?

Le miro suplicante.

—Claro Helena, muchos de los logros de esta empresa son gracias a ti. Eres mi mano derecha. Venga, sube.

Me agarro el dobladillo para no pisarme el vestido, solo me faltaba caerme de bruces, y subo resignada. Nat se coloca abajo, a mi lado y me sonríe con su bonita sonrisa toda hoyuelos mientras da palmaditas. Me echo a reír. El señor Burke pide silencio y comienza el discurso. Miro al frente y me encuentro con la mirada azul de Henry clavada en mí. Bajo los ojos y miro al suelo.

—Helena, la cabeza alta.

Busco a Alex con la mirada, mi puerto seguro. Me está mirando con una sonrisa cálida en los labios. Oh, dios...podría ponerme a llorar ahora mismo. Le sonrío y no dejo de mirarle hasta que el señor Burke pronuncia mi nombre y me sobresalto. Nunca antes me había mencionado en un discurso.

—Helena, mi secretaria. Gracias a ella hemos hecho posible muchos de los sueños de esta empresa. Todos estos años ha trabajado duro y se ha ganado mi respeto y mi admiración. Y tenemos que dar las gracias también por estas magníficas fiestas que organiza.

Se echa a reír y sonrío agradecida.

—Helena, ¿quieres decir algo?

Oh, no...no, no, no, no...esto no me puede estar pasando... Me pasa el micrófono y maldigo mis nervios. Me tiembla tanto la mano que a punto está de caérseme al suelo.

—Bueno yo...

Busco a Alex otra vez con la mirada. Sigue sonriendo. Asiente con la cabeza y leo en sus labios adelante, cariño.

—Quería dar las gracias a todos mis compañeros del Skyland, que me apoyaron desde el principio. Y...

Noto la mirada de Henry clavada en mí. Dios mío, me estoy mareando. Quiero bajar de aquí ya.

—Y sobre todo a usted, señor Burke. Por haberme dado la oportunidad de trabajar a su lado y confiar en mí.

Le paso el micrófono rápidamente y le hago un gesto negativo con la cabeza para darle a entender que no quiero hablar más.

—Un aplauso para la señorita Connors, por favor.

Nat me coge de la mano y me la aprieta.

—Tranquila, ya pasó lo peor.

Qué va, sigo aquí arriba...

—Puedes bajar ya, Helena.

El señor Burke me sonríe y me hace un gesto para que me baje de la tarima. Gracias dios mío, un minuto más y me caigo redonda. Él continúa con el discurso un rato más. Nat me ayuda a bajar porque me tiemblan las piernas.

—¿Estás bien?

—No, ha sido horrible.

—Lo sé, la situación este año es un poco surrealista. Igual para la próxima habría que sugerir al señor Burke que prescindiera de los del Meaning.

—¡No! No, Nat. No debo mezclar las cosas del trabajo con las personales. Henry trabaja para el Meaning y eso es lo único que debo tener en cuenta de ahora en adelante.

—Pero esto es muy violento para ti.

—Este año sé que todo es un poco...raro. No debería haberme dejado llevar por los nervios, pero verás como al año que viene todo será distinto.

—¿Estás segura? Mírate, sigues temblando, Hel.

—Deja de preocuparte tanto por mí, Nat. Voy a beberme un whisky doble a ver si se me pasa. Y tú date una vuelta a ver si encuentras algún chico guapo por aquí.

Le guiño un ojo.

—Pero Hel... ¡si son los mismos estirados de todos los años!

Pone los ojos en blanco y se echa a reír.

Menos mal que Alex ha creído que mis nervios han sido debidos a que sufro pánico escénico o algo así. Por suerte no se ha dado cuenta de que Henry está en la fiesta, y ruego a todos los dioses que no se crucen. También doy gracias a que Jessica se haya ido, porque parece que tiene un radar para encontrar a Alex en cualquier sitio.

—Necesito ir al baño, ahora de verdad.

—¿Quieres que te acompañe?

—No, gracias Syl. Quédate con ellos, yo vuelvo enseguida.

Alex también quiere acompañarme con la excusa de sujetarme el bolso, pero al final consigo ir sola riéndome a carcajadas.

* * *

—Parece que vas en serio con Alex.

Me quedo clavada en el sitio cuando escucho su voz, pero no quiero girarme. Cierro los ojos y cojo aire.

—¿Te importa acaso?

—Helena...

Me agarra del brazo y me da la vuelta. Le miro con los ojos fríos como el hielo. Y luego miro su mano con cara de asco.

—Suéltame ahora mismo.

Retira la mano como si se hubiera quemado. Todavía siento la corriente que nos unió hace años recorriéndome la piel y eso me pone de mala leche.

—Ni se te ocurra volver a tocarme.

Me mira confundido, pero intento aparentar frialdad, a pesar de que por dentro aún ardo de deseos por él.

—¡¿Pero qué estás diciendo?!

Su gesto cambia y su mirada compite con la mía. Se acerca más a mí con los ojos entrecerrados y yo doy un paso atrás.

—¿Te lo has tirado ya?

La pregunta me cae como un jarro de agua fría.

—¡¿Perdona?!

—Te estoy preguntando si te lo has tirado ya. Aunque por las maneras que tiene de manejarte en público, me parece que ya habéis compartido cama.

Ardo de la rabia como la palma de la mano me arde de ganas de pegarle un bofetón.

—Alex no me maneja de ninguna manera. Y creo que mi vida sexual no es de tu incumbencia ahora.

—¡Y una mierda que no!

Extiende el brazo para agarrarme otra vez y yo me aparto. No quiero volver a sentir el cosquilleo, quiero que desaparezca

—Hel, ¿tan pronto te has olvidado de lo nuestro?

Ahora quiere hacerme sentir una zorra, bien pues no va a conseguirlo. Yo no he sido la que te ha dejado.

—Yo podría preguntarte lo mismo.

—Jess es solo la nueva becaria. No significa nada para mí.

—¿Si? Pues no sabía que ahora te dedicaras a tirarte a las becarias del Meaning.

—Cuidado, Helena...

Su cuerpo se inclina sobre el mío en posición de amenaza. Yo me alzo de puntillas para quedar a su altura.

—¿Crees que vas a darme miedo poniéndote así? No soy yo la que debe tener cuidado, Henry.

Me meto en el baño y me apoyo en la puerta para no caerme al suelo.

Cuando salgo del baño se ha ido y yo regreso con Alex y los demás. Sylvia y Joe están bailando en la pista, el pobre Joe lo está pasando fatal, pero Syl no hace caso de sus miradas suplicantes para regresar a la barra. Me acerco a Alex y noto que está tenso. Le cojo del brazo y apoyo mi mejilla en su hombro.

—¿Pasa algo, cariño?

—¿Has hablado con tu ex?

Le miro a la cara y sus labios dibujan una línea. Está cabreado. Me pregunto qué es lo que habrá visto.

—No, yo...bueno, algo me dijo cuando fui baño, pero nada importante.

—¿Y se puede saber qué coño hace aquí?

—Él es accionista de una empresa con la que llevamos trabajando unos cuantos años.

—¿Unos cuántos? ¿Cómo aproximadamente...?

Me agarra de los hombros y me mira fijamente.

—Desde que...desde que...

—Desde que empezasteis a salir juntos, claro...

—Eso ya no importa.

—¡Joder, Helena! ¿Es que esto no se va a acabar nunca? Ahora entiendo por qué estabas tan nerviosa, era por él, ¿no?

—No, Alex, no. Escúchame, lo de Henry y yo ya está acabado. Tú me pediste que confiara en ti con respecto a Jess, confía en mí ahora en esto, por favor.

—Helena, yo no he estado nunca con Jess.

—Por favor...confía en mí. No queda nada entre nosotros ya.

—¿Estás segura?

—Por supuesto. No te preocupes. Perdona si te ha molestado que hablara con él, te juro que no lo he hecho aposta. Él ya no me importa.

Le acaricio la cara y me sonríe. Y me cree. Y a mí me duele en el alma, porque es la mentira más grande que he dicho en mi vida. Ahora sí que me siento una zorra, traicionando a alguien que lo está dando todo por mí. Porque Henry me sigue importando, a pesar de todo.

Hago equilibrios y me sostengo como puedo sobre el hielo, mientras Alex da vueltas en círculo alrededor de mí.

—Vamos preciosa, muévete.

—No puedo, me voy a caer.

—Inténtalo, venga.

Me deslizo un poco pero me entra la risa, pierdo el equilibrio y me caigo de culo. Alex se acerca y me tiende la mano.

—Levanta patosa, no me puedo creer que sepas patinar sobre ruedas y te de miedo el hielo.

—No me da miedo, es solo que no consigo mantener el equilibrio.

—Anda dame la mano que te ayudo.

¿Se está haciendo el listillo conmigo? Ah no...se va a enterar... Le cojo de la mano y doy un tirón fuerte. Pierde el equilibrio y se cae encima de mí.

—¡Helena!

Me parto de risa.

—Eso te pasa por ir de sabiondo, guaperas.

Me tumba en el hielo y me da un beso que podría derretir el hielo que hay bajo nosotros. Cuando abro los ojos toda la gente de la pista nos mira.

—Oh dios... ¡qué vergüenza!

—Eso te pasa por ir de graciosa, nena.

—¡Levántame anda!

Me doy por vencida y dejo que me lleve por la pista de la mano.

Es divertido y al final ya voy sola por la pista y hasta hago algún giro sin caerme. Lo estoy pasando tan bien que no quiero que se acabe el día.

—Helena, ¿sabes que estás preciosa con las mejillas rojas del frío?

Me coge la cara entre las manos y noto el calor a través de los guantes de lana.

—Y tú estás monísimo con ese gorro de lana.

Le tiro de él para taparle los ojos y salgo corriendo con los patines.

Paseamos por el Central. Alex ha tenido que sacarme casi a la rastra de la pista de patinaje. No quería irme, pero se está haciendo tarde.

—Prométeme que repetiremos más veces.

—Claro que sí, cuando quieras.

—¡Bien!

Aplaudo como una niña. Alex sonríe, pasa su brazo alrededor de mis hombros y me estrecha contra él.

—Te voy a echar de menos estos días.

—Yo también. Pero son solo cinco días de nada. Te llamaré a todas horas.

—No hace falta cariño, disfruta de tu familia. Además mi madre me mantendrá la mente ocupada la mayor parte del tiempo.

Suspiro con resignación.

—Helena, quería preguntarte algo...

Se para y me mira. A mi ya empiezan a temblarme las rodillas. Como odio esa maldita frase.

—¿No irás a pedirme que me case contigo?

Me pongo seria.

—No, pero ahora que lo dices...

—¡¡Ni se te ocurra, Alexander!! Si no quieres que salga corriendo ahora mismo.

Le miro con los ojos abiertos como platos y los brazos cruzados.

—Helena, si vieras lo graciosa que estás...

—Pues a mí no me hace gracia.

Frunzo el ceño para parecer más enfadada. Alex no aguanta más la risa y rompe a reír a carcajadas. A mí me da la risa también.

—Helena estás fatal.

—¡Cállate!

Cuando conseguimos parar de reír continúa.

—No era esa la pregunta, no te preocupes. Pero me resulta gracioso cómo te has puesto.

—Cosas mías, olvídalo...

—No, quiero saberlo. Venga dímelo.

—No, no quieres saberlo. De verdad Alex, olvídalo.

Mi gesto de súplica le convence al final.

—Helena, no cometas el mismo error que con Henry.

—Hoy no, por favor...

—Lo siento si te he incomodado con ese tema.

Me retira el pelo de la cara y me lo coloca detrás de la oreja, yo le pongo mi mano sobre la suya y la aprieto contra mi mejilla.

—No pasa nada.

Le sonrío para que no se preocupe, a lo mejor he exagerado un poco la situación...

—Anda pregúntame.

—Bueno, me gustaría que...

—¡¡Alex mira, está nevando!!

Los copos de nieve caen sobre nosotros. Yo miro hacia el cielo, cierro los ojos y comienzo a dar vueltas sobre mí misma. Cuando los abro otra vez me tambaleo mareada y Alex me sujeta entre sus brazos.

—¿Sabes lo que más me gusta de ti?

—No, dímelo.

Le sonrío.

—Que todavía sabes disfrutar de las cosas como una niña, y me encanta ver tu cara en esos momentos.

—¡Y eso que no me has visto abrir los regalos de Navidad!

—Me encantaría quedarme pero mis padres...

—Lo sé, no te preocupes. Y perdona por haberte interrumpido, cariño. ¿Qué ibas a decirme?

—Es que Danny y yo estaremos aquí seguramente el 28 y me gustaría que despidiéramos el año juntos. ¿Cenarías conmigo y con mi hermana?

—¡Por supuesto! Nada me gustaría más.

Se acerca a mí y me da un beso.

—¿Nada te gustaría más? ¿Estás segura?

Me hace un mohín.

—Déjame que piense...

Golpeo el suelo con el pie, me cruzo de brazos y me acaricio la barbilla.

—Eres mala.

Me echo a reír a carcajadas.

—Creo que se acabó Central Park por hoy, ¿vamos a tu casa y así me da tiempo a pensarlo?

* * *

Meto un pie en el agua caliente, justo en su punto. Me sumerjo entera y creo que me voy a morir del placer. Después del frío de la calle y de la sesión de patinaje, mi cuerpo agradece esta delicia.

Observo a Alex desde la bañera, está completamente desnudo, afeitándose delante del espejo. Mi vikingo...

—Helena, como sigas mirándome así me voy a distraer y me voy a hacer un corte.

—Es que no puedo quitarte la vista de encima, lo siento.

Me mira y me sonríe.

—Qué tonta eres.

—¿Tonta?

Me incorporo y salgo de la bañera chorreando.

—¿Pero qué...?

Me coloco detrás de él, es tan alto que no me veo en el espejo. Coloco mis manos en su cara.

—Alex, mírate. Tus ojos...reflejan las frías aguas de los mares del Norte. Tus labios...son sensuales y apetecibles. Tus brazos...fuertes y fibrosos.

Deslizo mis manos hasta llegar a las suyas y enlazo sus dedos con los míos.

—Tus dedos largos y diestros...

Me llevo sus manos con las mías a su pecho y lo aprieto.

—Tu pecho...duro y musculoso.

Le acaricio con las yemas de los dedos y siento como se estremece.

—Tu abdomen...firme.

Y cuando mis manos rozan su pene ya está erecto.

—Tu...

Sin dejarme terminar se da la vuelta y me coge en brazos. Mientras me besa me lleva hasta la bañera y se mete dentro. Se pone de rodillas conmigo encima y me penetra con un gruñido.

—Ibas a volverme loco con tu palabrerío.

—Qué tonto eres.

—Pues me alegro de que tengamos algo más en común.

Y me cierra la boca enredando su lengua con la mía.

—¡Mama! ¡Aquí!

Mi madre suelta las maletas y corre hacia mí. Me abraza con fuerza y no para de darme besos.

—Un día de estos te robarán las maletas.

Me río.

—No me importa, daría lo que llevo en ellas por abrazar más a menudo a mi hija.

—No empieces mamá...

—Ay Helena, es que te echo mucho de menos.

Se pone a llorar.

—Mamá... ¿dos maletas?

—No preguntes...

La peor respuesta que le pueden dar a una curiosa como yo.

—Vale, vale.

—Vamos cariño, creo que tienes muchas cosas que contarme.

—¿Tú crees?

—Seguro, algo sobre... ¿un vikingo?

Oh, no... Preveo un viaje entretenido. Mi madre y sus interrogatorios. Siempre me quejo pero en realidad estoy feliz porque mi madre esté aquí. Desde que me trasladé a Nueva York nos vemos muy pocas veces al año, pero las Navidades son sagradas para nosotras y siempre las pasamos juntas.

* * *

Suena el teléfono y descuelgo el manos libres.

—¡¡Feliz Navidad, rubia!!

—¡¡Feliz Navidad, Syl!!

—¿Qué tal despediste ayer al vikingo? Espero que con un buen polvo. Bueno, o unos cuantos, porque yo hoy tengo hasta agujetas...

—Sylvia...

Por el calor que noto ahora mismo en la cara seguro que es de color granate, por lo menos.

—...no tenía ni idea de que en una sola noche se pudiera follar tantas...

—¡¡SYLVIA!!

—¿Qué?

—Voy en el coche con el manos libres puesto.

—¿Y qué?

—¡Pues que mi madre está sentada en el asiento del copiloto y supongo que estará alucinando en colores! ¡Y yo quiero que me trague la tierra y a ti te voy a matar!

—¡Hola, señora Connors!

—Hola, Sylvia.

Mi madre empieza a reírse.

—Siento no poder conocerla en este viaje, pero estoy en Brooklyn con mis padres.

—Sí, yo también lo siento Sylvia. Tenía muchas ganas de conocerte. Y más ahora después de esto...seguro que me contarías más cosas que Helena.

—¡¡Mamá!!

¿Pero será posible? Yo muerta de vergüenza y ellas dos riéndose a carcajadas.

—Helena, no voy a asustarme por eso hija. ¿O es que crees que pienso que todavía eres virgen?

—No, claro que no. Pero es que Sylvia ha sido un poco...

—¿Un poco qué? ¿Sincera?

—Helena de verdad, hay veces que pareces una mojigata.

—¡Calla, Sylvia!

Resoplo.

—Venga rubia, no te enfades. Os tengo que dejar que mi madre me reclama en la cocina. Feliz Navidad a las dos. Te veo a la vuelta, Hel.

—¡Pásalo bien bruja!

—Feliz Navidad Sylvia, espero conocerte pronto.

—¡Eso está hecho señora Connors!

* * *

Saco el pavo de la nevera para empezar a prepararlo. No sé por qué mi madre se empeña en que compre todos los años uno entero para las dos. Siempre sobra y tengo para cinco días más, así que acabo harta de pavo para el resto del año. Aún así me encantan estos momentos, mi madre y yo juntas en la cocina. Ella se encarga del relleno y yo de rellenar el pavo. Pongo música y las dos bailamos por la cocina mientras preparamos la cena.

Con el pavo ya en el horno nos dejamos caer en el sofá cansadas de bailar.

—Helena, siento no haber venido cuando lo de Henry.

—No te preocupes mama, la verdad es que estaba un poco insoportable y prefería estar sola antes que pagarlo con alguien.

—Ahora que veo que vuelves a sonreír, no me volveré a casa preocupada. ¿Sabes? Me alegro que hayas conocido a Alex, parece que te está haciendo bastante bien.

Me coge de la mano y me la aprieta.

—¿Le conoceré yo?

—Pues siento decepcionarte, pero esta vez no. Está con sus padres en Los Ángeles pasando las Navidades.

—Bueno, espero que para la próxima. Podríais venir de visita a Kansas alguna vez.

—Mama...

—¿Qué? Nunca vienes a casa, creo que ya va siendo hora.

—Sabes que no me gusta volver allí.

—Helena, es tu casa.

—No, mama. Ésta es mi casa.

—Hija, tienes que empezar a superar tu pasado. Por lo menos si quieres que tu nueva relación funcione, y lo sabes. Así que prométeme que empezaras volviendo a Kansas de vacaciones.

Cojo aire. Cuento hasta diez. Sé que no me va a dejar en paz si no lo hago.

—Está bien. Te lo prometo.

—Bien, siempre fuiste una chica valiente.

Me despierto la mañana de Navidad con el olor de las tortitas de mi madre. Me desperezo en la cama y sonrío. Fuera está nevando. Me levanto.

—Oh, dios mío...

En el salón el árbol está lleno de regalos. Empiezo a saltar como una niña, si me viera Alex...

—¡Pero mama! ¿Y todos estos regalos?

Mi madre aparece por la puerta de la cocina.

—Supongo que Santa Claus ha decidido que has sido una buena chica este año.

Me sonríe y me siento en el suelo para abrirlos.

—¡¡Henry, Henry!! ¡¡HENRY!!

Corro hacia la habitación como una loca y empiezo a saltar en la cama.

—Helena, son las 8 de la mañana...

Se tapa los ojos con la almohada y yo se la arranco de las manos.

—¡Vamos, vamos! ¡El árbol está lleno de regalos!

Henry cierra los ojos y se pone de lado.

—¿Y no podemos abrirlos más tarde?

—¡Por favor, por favor, por favor!

Paso una de mis piernas por encima de él y sigo saltando. Vuelve a ponerse boca arriba y abre los ojos. Me mira de arriba abajo. Parece que saltar encima de él en ropa interior de encaje ha llamado su atención, pero por su mirada parece que no con el fin que yo quería. Se incorpora un poco y tirándome de las piernas hace que me caiga encima de él.

—Vaya, vaya...si llego a saber que llevas ese conjunto abro antes los ojos.

—¿Abrimos los regalos, por fi...?

—Bueno creo que el mío lo tengo en estos momentos encima. ¿Tengo que abrirlo o ya te abres tu sola?

—¡Pervertido!

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