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24. El secreto mejor guardado

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El secreto mejor guardado

Había una conversación pendiente. Tanto Xavier como yo éramos conscientes de ello mientras nos dirigíamos a casa con mis hermanos. Hubiéramos podido sentirnos muy contentos de haber derrotado a uno de los más conocidos cazadores del Cielo, pero no podíamos ignorar lo que nos había dicho: «Un ser humano. ¿Es eso lo que crees que es?». Esas palabras no paraban de resonar en mis oídos. ¿Qué se suponía que significaban? Por supuesto que Xavier era un ser humano. Yo le había visto sangrar. Le había visto al borde de la muerte. Eso lo hacía un hombre, ¿no era así? Llegué a la conclusión de que el séptimo había intentado inquietarnos, y pensé que Ivy y Gabriel nos lo aclararían todo en cuanto llegáramos a casa.

En la cocina, Xavier se mostraba un tanto inquieto.

—Vale, sacadlo —dijo Gabriel—. ¿Qué os ha dicho?

Mi hermano parecía encontrarse mejor que en días anteriores, pero todavía no era él mismo. Se mostraba más impaciente y sin capacidad de posponer nada. El Gabriel de antes hubiera abordado el tema con más tacto, hubiera llevado la conversación de forma natural en la dirección deseada. Pero ahora no quería perder el tiempo y fue directo al grano. Resultaba un cambio agradable.

—Dijo que yo no era un ser humano. —Xavier cruzó los brazos sobre el pecho—. Y que el Cielo me necesita, que tienen planes para mí, o algo. Es de locos, ¿no?

—Xavier, hay una cosa que tienes que saber —intervino Ivy.

—Oh, por todos los cielos —la interrumpió Gabriel—. Díselo ya. De todas formas, es hora de que lo sepan.

Ivy se llevó los dedos a las sienes y se las apretó ligeramente.

—¿De que sepamos qué? —pregunté, desconfiada. No me gustaba cómo sonaba todo eso—. ¿Qué es lo que nos habéis estado ocultando?

—Quizá sea mejor que os sentéis. Esto no va a ser fácil para ninguno de nosotros.

—De acuerdo. —Xavier soltó una carcajada, incómodo—. La verdad es que empezáis a asustarme. ¿Qué sucede?

—Sentaos —pidió Ivy—. Por favor.

Me senté en el sofá y di un tirón de la manga a Xavier para que hiciera lo mismo a mi lado. Luego empecé a juguetear con la mantita de patchwork entre los dedos. Gabriel miraba por la ventana y tenía una actitud solemne. Esperaba a que Ivy empezara. Vi que mi hermana no podía tener las manos quietas y tardó bastante rato en empezar a hablar.

—Supongo que debo empezar por el principio —dijo, al fin, con la mirada perdida.

—¿Va a ser una historia muy larga? —preguntó Xavier—. Porque preferiría ir al grano.

—Solo escuchad —dijo mi hermana, apesadumbrada—. Si no, no lo comprenderéis. —Miró a Gabriel con expresión significativa, y mi hermano asintió con la cabeza, para darle ánimos—. La última vez que estuve en la Tierra fue hace casi veinte años. Me dirigía a Charlotte, pero me equivoqué y aterricé en Birmingham. No tenía pensado hablar con nadie, pero me encontré con una pareja con el coche averiado que me pidió si podían utilizar mi móvil. Empezamos a charlar y me contaron que iban a visitar una clínica de fertilidad. Pero no les funcionaba, no conseguían concebir un hijo.

—Eso es muy interesante —dije—. Pero no comprendo qué relación tiene con nosotros.

Gabriel levantó una mano y dijo:

—Déjala terminar. Tenéis que oír toda la historia.

—No debería haberme involucrado en eso —continuó mi hermana meneando la cabeza—. Pero la mujer me dijo que habían estado rezando para que sucediera un milagro. Y yo no podía dejarlos de esa manera, teniendo en cuenta que podía ayudarlos.

—¿Qué hiciste? —pregunté.

—Les di un hijo —murmuró Ivy—. Cuando la mujer se separó de mí, ese mismo día, ya estaba embarazada, aunque ella no lo sabía. Y sané su cuerpo para que pudiera volver a concebir en el futuro.

—¿Actuaste sin obtener consentimiento? —dije—. ¿El Cielo quiso castigarte?

—Yo misma me infligí mi propio castigo.

—¿Qué significa eso?

—Durante mucho tiempo no sucedió nada —suspiró Ivy—. Pero al final descubrí que la pareja había dado a luz a un hijo y que, desde entonces, han tenido cinco hijos más, completamente sanos.

Noté que Xavier cambiaba de postura con gesto incómodo.

—¿Qué le sucedió al chico?

—Mi relación con ellos se limitó a hacer que concibieran —dijo Ivy—. Dejé al chico solo para que llevara una vida normal. No esperaba volver a verlo nunca.

—No me lo puedo creer —susurré—. ¿Por qué no nos lo dijiste nunca?

—Estaba avergonzada de mí misma —respondió Ivy—. Y después de haberte juzgado por tu vínculo con los seres humanos, ¿cómo podía revelar lo que había hecho? Fui una hipócrita.

—Oh, Ivy —dije—. Podrías haber confiado en mí, precisamente en mí. Yo lo hubiera comprendido.

—Bethany, no he terminado —me interrumpió mi hermana—. Hay más cosas. El Cielo me comunicó que volvería a ver a ese chico, que de una forma u otra él regresaría y se relacionaría con el mundo de los ángeles.

—¿Quieres decir que vamos a conocerlo?

Gabriel se dio la vuelta y me miró directamente a los ojos.

—Bethany, ya lo has conocido.

No conseguía poner orden en toda esa inesperada información.

—No comprendo… —dije.

—Yo sí —dijo Xavier con voz ronca—. Suelta de una vez lo que tienes que decir.

Mi hermana bajó la vista al suelo.

—La pareja que conocí hace tantos años… son Peter y Bernadette Woods. El niño eres tú. Lo siento mucho, Xavier.

Se hizo un largo silencio. Me sentí como si la misma Tierra hubiera dejado de girar. Xavier no se movió; permanecía sentado, callado y con los ojos clavados en las manos. Todos esperábamos a que dijera algo. Gabriel se sentó y le puso una mano sobre el hombro, pero Xavier rechazó el contacto y se puso en pie.

—Xavier, por favor, procura calmarte —dijo mi hermana.

—¿Calmarme? —Xavier soltó una breve carcajada—. Acabas de decirme que soy producto de una especie de inmaculada concepción, hijo de un milagro, ¿y se supone que debo calmarme?

—Sigues siendo un ser humano —respondió Ivy con pasión—. Estás hecho de carne y huesos, aunque no eres exactamente igual que todo el mundo.

—¿Cuánto tiempo hace que lo sabes? —preguntó Xavier de repente.

—Desde que te conocí. —Ivy no se atrevía a mirarlo a los ojos—. Al principio no estábamos seguros, pero pronto lo supimos. Ese es, en parte, el motivo por el que queríamos separaros a Bethany y a ti. Un ser humano normal no hubiera podido manejar la realidad de nuestro mundo, y nosotros hubiéramos podido borrar su mente y continuar como si nada. Pero tú… eras distinto.

—¿Lo habéis sabido durante todo este tiempo? —Xavier parecía verdaderamente destrozado—. ¿Y habéis estado esperando hasta ahora para decírmelo?

—Tú tenías otras cosas en la cabeza —se justificó Ivy, suplicante—. Tu camino no ha sido fácil, yo no quería añadirte un peso más.

—¿Y mis hermanos y hermanas? —preguntó Xavier con voz ahogada—. ¿Ellos también…?

—Ellos fueron concebidos de forma natural. Yo solo intervine en tu concepción.

—Así que… —Xavier parecía ligeramente mareado—. ¿Tú eres…, eso hace que tú seas…, como…? ¿Eres mi madre?

El pánico que sentí al oír esas palabras fue casi incontrolable.

—Oh, Dios —gemí—. Por favor, no.

—No soy tu madre —respondió Ivy con firmeza—. No tengo ADN que transmitir. Eres hijo de Bernadette. Pero yo te di tu esencia, tu espíritu. La sangre de los ángeles corre por tus venas, al igual que la sangre de tus padres humanos.

—Entonces, ¿qué diablos soy? ¿Un ángel o un ser humano?

—Supongo que eres ambas cosas —dijo Ivy.

—Fantástico. Esto es un lío.

—No quería que te enteraras de esta forma.

—La verdad es que no existe un momento adecuado para enterarse de que uno es una especie de mestizo estrafalario —comentó Xavier con mordacidad.

—No digas eso —intervine—. Eres la misma persona que has sido siempre.

—¿Y eso qué significa, Beth? —preguntó.

—Tú siempre has sabido que eras extraordinario —repuse—. De no ser así, el destino no nos habría unido. Has sobrevivido a cosas muy graves, tienes mucha fuerza, y ahora sabemos por qué.

—¿Y qué quieren los séptimos de mí? —preguntó Xavier—. ¿Qué piensan que puedo hacer por ellos?

—Los híbridos tienen poderes —señaló Gabriel—. Poderes que no acabamos de conocer. Supongo que quieren averiguar cuáles son.

—¿Así que quieren utilizarme? —preguntó Xavier con dureza—. ¿Como si yo fuera una especie de rata de laboratorio?

—Probablemente —respondió Gabriel sin pestañear.

—Supongo que no debo de ser el único… —Xavier puso cara de exasperación— híbrido.

—Eres el primero que hemos encontrado —dijo Gabriel—. Ha habido otros, pero los ángeles que los crearon no eran muy comunicativos acerca de su paradero. Y, en general, llevan una vida normal como seres humanos. Eso hace que no sean fáciles de localizar.

—Y ahora que me han encontrado… —Xavier se interrumpió.

—Ahora que conocen tu identidad, no se detendrán ante nada —apuntó Ivy—. Pero haremos todo lo que esté en nuestra mano para protegerte.

—Ellos quieren conseguir que Bethany y tú os separéis —dijo Gabriel.

—En especial, después de lo que ha sucedido hoy. Vuestros respectivos poderes, combinados, son demasiado fuertes y se sienten amenazados.

—¿Quieres decir que si no estuviéramos juntos, nos dejarían en paz? —pregunté con incredulidad.

—Continuarían siguiendo a Xavier y observándolo de lejos —respondió Gabriel—. Pero no significaría una amenaza tan apremiante para ellos.

—¡Xavier no es una amenaza! —exclamé—. ¡Él no ha hecho nada malo!

—Los séptimos son seres competitivos —explicó Ivy con expresión sombría—. Saben que vuestra unión los supera en fuerza, y no pueden tolerarlo.

—¿Y si prometemos no hacer nada?

—Eso no serviría de nada —dijo Gabriel—. Ahora ya deberías saber cómo funcionan.

—De acuerdo. —Me mordí el labio inferior e hice un esfuerzo por controlar mi nerviosismo—. ¿Y ahora qué hacemos?

—Regresarán —afirmó Ivy—. Y esta vez estaremos preparados.

Cuando Ivy y Gabriel nos dejaron solos, esperé a que Xavier empezara a hablar. Esa información era difícil de asimilar, y pensé que debía de tener mil cosas en la cabeza en ese momento, preguntas sin respuesta y acusaciones.

—Bueno, esto es… —Levantó ambas manos y las dejó caer sobre el sofá—. No sé qué decir.

—Xavier…

Él me interrumpió:

—¿Cómo es posible que yo no lo supiera? Debe de haber habido señales. ¿Es que se me pasaron por alto?

—Sí ha habido señales —dije—. Pero no te diste cuenta de ninguna de ellas. Es decir, piensa en todo lo que ha sucedido desde que tú y yo nos conocimos. ¿Cuántas personas serían capaces de presenciar la muerte de sus amigos? ¿Cuántas personas podrían sufrir un exorcismo sin quedar traumatizadas? ¿Cuántas personas podrían bajar al Infierno para salvar a alguien a quien aman? ¿Y cuántas personas podrían ser poseídas por Lucifer, tenerlo en su interior y sobrevivir? Tú eres especial, Xavier. Los ángeles te eligieron.

Él mantenía la mirada fija en el espacio.

—Siento que ya no sé quién soy.

—No —insistí, negando con la cabeza con energía—. No, es exactamente lo contrario. Ahora sabes quién eres. Estás bendecido, y te encuentras en un camino que te conducirá a grandes cosas. Dios te está cuidando.

—Más bien parece que lo estoy haciendo enojar mucho —respondió Xavier con tono apagado.

—A los séptimos —lo corregí—. Estás haciendo enojar a los séptimos. Pero Dios te ama. Él te ha señalado como a uno de los suyos.

—Entonces, ¿por qué todo es tan difícil? —Xavier me miró con una expresión cargada de intensidad: necesitaba que mi respuesta tuviera sentido—. ¿Por qué parece que estemos recibiendo un castigo?

—Porque el camino del bien nunca es fácil —susurré—. Aquellos elegidos por el Señor tienen un camino difícil. El premio llega después. Y si él es el padre piadoso que yo conozco, disfrutaremos de una paz eterna juntos. Solo tienes que confiar en él. Creer en su plan y confiar en él con todo tu corazón. Sé que es difícil, pero recuerda las pruebas que has recibido a través de mis hermanos y de mí. La mayoría de las personas se ven obligadas a continuar adelante con una fe ciega, pero tú no. Tú has recibido pruebas.

—De acuerdo. —Xavier me miró, y sus ojos turquesa mostraban una expresión pensativa—. De acuerdo… —repitió.

Sabía que todo eso era difícil de asimilar y no podía apremiarlo.

—Un momento… —De repente se me había ocurrido una idea que tenía que compartir con Ivy y Gabriel—. Vosotros dos siempre me estáis diciendo que soy distinta, que siento cosas que no debería sentir por un ser humano. ¿Es posible que este sea el motivo? ¿Que sea porque Xavier no es… —me interrumpí a tiempo y corregí— del todo humano?

—Es la explicación más probable —respondió Gabriel—. El vínculo que tenéis supera el que experimentan los seres humanos. De no ser así, es improbable que vuestra relación hubiera superado tantos obstáculos.

—¿Quieres decir que yo no la amaría si fuera normal? —preguntó Xavier en tono cortante.

—No —repuso Gabriel con firmeza—. Quiero decir que no hubieras tenido los recursos necesarios para enfrentarte a las cosas que te han sucedido ni a las verdades que te han sido reveladas.

—Xavier. —Ivy le puso una mano en el hombro—. La sangre de los ángeles corre por tus venas. Eso significa que los ángeles siempre estarán contigo. Significa que estás protegido y destinado a ser un protector de los seres humanos. Pero la elección es tuya. Puedes hacer algo con ese conocimiento que ahora tienes, o puedes fingir que nunca lo supiste.

—No creo que eso sea una opción —respondió Xavier—. Supongo que solo necesito tiempo para asimilarlo.

No sabía por qué, pero toda esa información no provocó que mi mundo se tambaleara. Supuse que se debía a que Xavier ya había hecho que mi mundo se tambaleara, y pensar que su concepción había sido algo extraordinario me parecía natural. Para mí, él nunca había sido un ser humano normal; su presencia era como un castillo de fuegos artificiales, y el mero hecho de oír su nombre me hacía temblar las rodillas. Por supuesto que él era especial, ¿cómo podía no serlo? Pensé que el hecho de que mi hermana hubiera provocado su concepción era un poco raro, pero recordé que Ivy no era mi hermana biológica. Estábamos conectadas a una familia celestial mucho mayor, pero no compartíamos ADN. Esa era una característica exclusivamente humana.

Así fue como acepté que Xavier era un híbrido. En realidad, me hacía sentir un poco orgullosa.

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