Harmony

Harmony


El Diario de Paul Sander

Página 8 de 32

—¿Qué hace usted aquí? —Pregunté, armándome de valor mientras mis ojos buscaban en las estanterías algún objeto contundente con el que poder defenderme.

—He venido a recoger algunos efectos personales.

Wang encaminó sus pasos hacia una esquina de la habitación, y con gesto seguro, despegó cuidadosamente una fotografía de la pared. Sin dejar de mirarla, se acercó para que la pudiera ver. Un Yun Wang mucho más joven, aparecía junto a su familia. Todos sonreían, pertrechados con cámaras y sentados frente a la Fuente de Bethesda, en Central Park.

—Me marcho Señor Sander.

—¿Cómo dice?

—Intentamos obtener los códigos pacíficamente, pero Viktor Zaitsev insistió en recurrir a la violencia. —Respondió Wang.

—¿Era necesario decapitarlo?

—Zaitsev escogió enfrentarse a nosotros. Golpeó brutalmente al Coronel Dayan. Fruto de esta agresión, David está en coma, con graves heridas y probablemente, morirá. Sin embargo, el Comandante Anderson hizo un excelente trabajo. Cuando amenazó a Zaitsev con torturar salvajemente a la doctora Lehner, el ruso finalmente se vino abajo. Es fascinante lo fácil que resulta doblegar a la gente a través de aquellos que les importan.

Moví la cabeza, apenado.

—¿Qué sentido tiene todo esto? —Quise saber.

—¿Ha perdido ya la esperanza Señor Sander?

—¿Y a usted qué le importa? —Respondí. —¿Y usted doctor Wang? ¿Goza su esperanza de buena salud después de todo lo que ha hecho?

—Alguien tiene que tomar las decisiones.

—¿Y cómo se atreve usted a decidir por todos nosotros? —Respondí estupefacto.

—Señor Sander. Su tendencia a olvidar que soy mucho más inteligente que cualquiera de los que estamos aquí, me resulta ya extenuante. No obstante, lo más irónico de todo este desagradable asunto, es que, contra todo pronóstico, cabe la remota probabilidad de que usted, nos sobreviva a todos nosotros.

No supe si protestar, o agradecerle el pronóstico al Doctor Wang. Como siempre, aquel hombre me desconcertaba.

—¿Qué quiere usted decir? —Inquirí.

—¿Se refiere usted al abismo intelectual que nos separa o a nuestras respectivas probabilidades de supervivencia?

—¡Olvídelo! —Exclamé exasperado.

—Un individuo como usted, llegado aquí gracias al azar, un… periodista… Escasamente cualificado, con escasas capacidades para la resiliencia. Y sin embargo… Aquí sigue.

—¿Se puede saber de dónde saca usted esos insoportables aires de suficiencia? ¿Quién demonios se ha creído que es?

—Soy un científico. Todos aquí los somos. Todos menos usted.

—…

—La gente cree que tiene derecho a todas las respuestas, pero lo cierto es que no se merece ninguna.

Sin poderme contener un minuto más, saqué el teléfono móvil de mi bolsillo y se lo puse a Wang delante de la cara.

—¿Puede repetir de nuevo eso que acaba de decir? Es para mis lectores. —Dije amenazante.

Wang empezó a reír.

—Paul Sander… Paul Sander… ¿Qué vamos a hacer contigo…? Si por un momento, me hubieses hecho caso… Todo habría resultado diferente.

—Siempre he sido un poco rebelde. —Respondí.

—Podías habernos ayudado a persuadir a la joven doctora Lehner…

—¿Qué está usted insinuando? —Estallé.

—Yo nunca insinúo. —Dijo Wang.

—Muy bien, ya hemos tenido bastante. Ya va siendo hora de que me aparten todos ustedes de sus maquinaciones.

—¡La intoxicaste con tus miedos! ¡Con tus temores! ¡Con tus prejuicios! y luego ¡LA ABANDONASTE!

—¡ES USTED UN MONSTRUO! —Exclamé sobrecogido.

—¡SILENCIO! —Gritó Wang.

—…

—¡Tu incompetencia! ¡Tu hipocresía! ¡Tu cobardía! ¡Nos condena a todos! ¿Quién es el monstruo, señor Sander? ¿USTED O YO?

Wang estaba lívido. Sudaba copiosamente y me señalaba agitando los puños. La fotografía de su familia estaba retorcida entre los dedos crispados. Pasaron unos instantes de tremenda tensión. ¿Debía golpearle? ¿Acabar con todo de una vez…? Por primera vez en mi vida, sentí ganas de matar a un ser humano. Me imaginé saltando sobre él. No era más que un anciano… Podría golpear su cabeza de pelo cano contra el suelo… La sangre salpicando las estanterías… Pude sentir la euforia.

Wang hizo un esfuerzo por recuperar la compostura.

—Poco importa nada ya… —Reflexionó.

Mi instinto asesino se esfumó.

—¿Qué ocurrirá a partir de ahora? Quizás deberíamos hablar con Aslan…

—¿Deberíamos?

No supe qué contestar.

—Tu amigo Omar Aslan está acabado. —Sentenció Wang.

—Aquí no tengo amigos. —Respondí con tristeza.

—Nos has rechazado a todos. —Sentenció Wang.

—Creo que en el fondo, usted tiene miedo de Omar.

—Te equivocas.

—…

—Aslan está consumido por los celos.

En ese momento, recordé la expresión de Omar al irrumpir en el cuarto de Dana mientras hablábamos.

—Y pocas cosas resultan tan sencillas de manipular como los celos. Nunca me preocupó Aslan. En realidad, gran parte de mi atención ha estado siempre fijada en ti.

—¿Por qué en mi? —Pregunté con voz temblorosa.

—Por dos razones. La primera, tu relación con Dana. Desde el principio ustedes dos hicieron muy buenas migas… ¿No es cierto?… Aunque no lo crea, ha acabado usted revelándose como un gran seductor, señor Sander. 

—Ahórrese los cumplidos. ¿Y la segunda razón?

—Nunca se deba dejar a un incompetente deambulando por ahí, a su libre albedrío. Es algo que aprendí muy pronto, como comandante en el ejército.

—Váyase a la mierda. —Respondí ofendido.

Wang rió con ganas.

—Realmente estoy disfrutando mucho de nuestra última conversación.

—¿Última conversación? —Pregunté.

—Abandono Harmony.

—Pero usted mismo ha sostenido todo este tiempo que es demasiado pronto…

—¿Qué otra cosa puedo hacer? ¿Esperar a que Aslan te convenza y ambos intentéis matarme?

—Pero… No tiene por qué ser así.

—Ya es demasiado tarde.

—Pero…

—Te advertí.

—Yo…

—DECIDISTE no hacer caso.

—¿Donde piensan aterrizar? —Quise saber.

—Ya pensaremos en algo.

—No puedo creer que Dana esté de acuerdo.

—Dana estará bien.

Inmediatamente Kate, pensé en ti.

—¿Cree que puede haber supervivientes?… ¿Es posible que haya gente a salvo en bases subterráneas? ¿Qué pasa con los submarinos?

—No lo sé… Honestamente, creo que no hay demasiadas probabilidades.

—Pero todavía hay esperanza… —Quise saber angustiado.

—NOSOTROS ÉRAMOS LA ÚLTIMA ESPERANZA.

 

Diario de Paul Sander.

Estación Espacial Internacional Harmony.

08 de Enero de 2.037.

 

Hola Kate.

Las palabras de Wang dejaron tras de sí un montón de interrogantes. ¿Acaso piensa evacuar la estación dejándonos atrapados aquí? ¿Cuándo y cómo va a poner en marcha un plan tan arriesgado? ¿Qué podemos hacer para impedirlo?… Sigo sin noticias de Dana… ¿Donde está David Dayan? Wang afirmó que la trifulca con Zaitsev le dejó malherido… ¿Qué papel ha jugado el israelí en todo esto? No me queda más remedio que hablar con Aslan.

Encontré a Omar en el laboratorio de la Doctora Lehner, rodeado de papeles. Me llamó la atención observar decenas de archivadores apilados en el suelo. Aslan estaba buscando algo entre la documentación técnica de la estación.

—¿Qué haces? —Pregunté sin saludar.

—Estudiar. —Dijo Omar.

—…

—Estamos en un barco sin timonel, alguien tendrá que ocupar el puesto…

Supe que detrás de aquella aparente muralla de indiferencia había un hombre desesperado. Aslan tenía un aspecto macilento.

Delgado, con el cabello revuelto, la mirada perdida… Aquel tipo no tenía nada que ver con el jovial y vigoroso profesor de universidad que conocí a mi llegada. Me pregunté, preocupado, si yo mismo no sería también más que el reflejo de su ajada figura. Dos fantasmas condenados por Wang a vagar para siempre en la estación.

—Pareces un científico loco —Dije para romper un poco el hielo.

—Yo diría que, estas alturas, todos aquí tenemos algunos problemas mentales. —Afirmó sin levantar la vista.

—Wang va a abandonar pronto la estación. Dayan está gravemente herido, tras una pelea con Viktor después de que éste cambiase los códigos de acceso al transbordador.

—Creo que ambos sabemos cómo termino ese asunto…

—¿Cómo hemos llegado a esto Omar? —Quise saber apesadumbrado.

—No lo sé.

—…

—La obsesión de Wang siempre ha sido Dana. Ha hecho todo lo posible por intentar seducirla. Yun Wang… la cortejaba… Ella no se daba cuenta, ya que Wang siempre ha sido muy sutil, pero yo lo capté todo desde el primer momento. Me ponía enfermo.

—Pero…

—Ha estado todo este tiempo intentando seducirte a ti también ¿No es cierto?

—Por el amor de Dios, Omar…

—¿Dónde está Dana? ¿Qué ha hecho con ella? —Preguntó ansioso.

—Tan sólo afirma que se encuentra bien. Wang pretende evacuar la estación, Omar; sospecho que de manera inminente.

Aslan no pareció en absoluto sorprendido.

—Pues habrá que ir sacando los billetes. —Ironizó con amargura.

—Creo que deberíamos hablar con él y dejar, por fin, atrás este lugar.

Omar Aslan me miró con tal fiereza, que me dio miedo.

—No pienso suplicar, Sander.

—No se trata de eso… —Respondí a la defensiva.

—Sin embargo tu sí. ¿Verdad? Si con ello pudieras salvar el pellejo…

El desdén con el que Omar pronunció sus palabras caló profundamente en mi interior. Una sensación de oscuro resentimiento creció dentro de mí. En realidad los odiaba a todos. Omar, Wang, Dayan, Anderson, Lawrence, Zaitsev… Dana…  Tanta inteligencia… Tanta preparación… Tantos títulos y tantos diplomas… Ninguno de ellos ha servido para nada.

—Así que ahora, quieres continuar matándonos unos a otros. —Dije entristecido.

Aslan hizo un gesto de desprecio con el labio.

—No tiene por qué ser así. —Respondió con sequedad.

—…

—Préstame atención y puede que, si haces las cosas bien, podamos salir de esta. ¿Me has entendido?

Vivir es decidir…

Vivir es decidir…

Vivir es decidir…

—A partir de ahora, tú y yo haremos turnos en el Puente de Mando. Cuando tengamos que descansar, activaremos los sensores de movimiento de Harmony. Si Wang o Anderson intentasen acceder a la consola de mando para activar los protocolos de despegue del transbordador, sonará la alarma por toda la estación.

—¿De qué serviría? —Pregunté desconcertado.

—Si vienen a por mí, tu presencia equilibrará un poco las cosas. Yo puedo enfrentarme a Anderson, pero tú deberás neutralizar a Wang. ¿Crees que podrás hacerlo?

—No soy una persona violenta… —Comencé a farfullar.

—¡Maldita sea Sander! ¡Wang es un viejo! —Exclamó Aslan, visiblemente alterado.

Mi mente me trajo de nuevo la imagen de mis manos, golpeando con fuerza el cráneo de Wang contra el suelo de la estación.

—Tiene que haber otra solución. —Insistí.

—Sander, si no me ayudas en esto…

—¿También tú vas a recurrir a las amenazas? —Pregunté acorralado.

—No puedo hacerlo solo.

—¿En qué te diferencias entonces de él? —Quise saber.

—En nada. Si me abandonas, TE MATARÉ.

 

Diario de Paul Sander.

Estación Espacial Internacional Harmony.

20 de Enero de 2.037.

 

Hola Kate.

El sonido agudo de una sirena me sacó de otro sueño inquieto y pesado. Estos días las pesadillas son constantes. Tengo la cabeza llena de escenas confusas que me hacen dudar de lo que de verdad ocurre. Recuerdo una escena en la que me veo, fuera del cuerpo. Estoy manteniendo una charla insustancial, con Bill en el pasillo de la redacción. Desvío la mirada al atisbar tu presencia, pero es Dana, no tú, la que discute con Spanoulis. Sin embargo, está empleando tus gestos, habla con tu tono de voz… Me mira… No deja de mirarme… Dejo a Bill y extrañado voy hacia ella. De repente, estamos en el laboratorio. La estoy besando… Otra vez esa luz danzando sobre las paredes… La estoy besando… Sé que en la misma estancia hay otra persona y sé que está muerta. Eres tú.

Ahora estoy en el museo, cenando con tu espectro. Hablo sin parar. Nos acompaña un niño bajo, demasiado obeso para su edad. Mike Schreder le quita las provisiones que su madre le deja en la talega para que no pase fatiga durante las interminables sesiones de apoyo escolar con la Señorita White…

—¡Sander el cerdo! ¡Sander el cerdo! ¡Ven a por tu comida maldito cerdo! —Grita Schreder desafiante.

Aprieto los puños y me lanzo pesadamente tras él. Ahora estoy corriendo por los pasillos del colegio. Llorando.

—¡Se lo diré a mi madre!

—¡Sander el cerdo! ¡Sander el cerdo!

—¡No! ¡No! ¡Déjame en paz!

Me despierto sobresaltado. Intento ponerme en marcha, acosado por los pitidos intermitentes de la alarma. Tal y como quería Aslan, llevamos más de diez días haciendo guardia en el Puente de Mando. Nos turnamos para intentar dormir un rato, poder asearnos y volver. Pasamos las horas, interminables, esperando. Esperando a que pase algo, pero tras mi última charla con Wang, no he vuelto a ver a nadie en toda la estación. ¿Dónde demonios se han metido?

Somnoliento, muerto de sed, me acerco al cuarto de baño con paso tambaleante. Tan solo quiero un poco de agua. Mi cerebro me transmite instrucciones simples. Enciendo el fluorescente situado encima del espejo. El astronauta Paul Sander en todo su esplendor. Desaliñado, la barba descompuesta y profundas ojeras; el cabello, bastante más largo de lo habitual; rebelde, sucio.

Dejo correr el agua del lavamanos y lleno un vaso blanco de plástico. Está serigrafiado con el logotipo azul de la División Aeroespacial de las Naciones Unidas. No puedo evitar una mueca de desprecio. Me bebo el agua tibia, reciclada de nuestra propia orina, de nuestro sudor… Sólo pensarlo, casi vomito. Aslan debe estar ya maldiciendo mi parsimonia. No es la primera vez que suena esa estúpida alarma. Los sensores de movimiento no funcionan correctamente, y la alerta se activa de forma aleatoria. Me pregunto qué pensará Wang al escuchar semejante escándalo…

Salí del baño con mucho esfuerzo para echar un vistazo por la ventana. El transbordador espacial, sigue acoplado a la bahía de carga. Como una rémora adherida al costado de Harmony, la silueta de la nave se muestra cortada por la sombra del impresionante brazo mecánico encargado del trasiego entre bodegas en la estación.

La alarma seguía sonando. Extrañado, me pregunté cuánto tiempo más iba a tardar Aslan en apagarla…

Decidí salir, maldije a Omar, los maldije a todos.

Mientras encaminaba mis pasos hacia el Puente de Mando, volví a acordarme de mi llegada a la estación. La excitación, todo lo que tenía previsto hacer, lo que tenía pensado escribir… Había tanto que contarle al mundo…

No sé en qué punto del trayecto comencé a verte, Kate. Primero me pareció distinguir tu silueta al final del corredor de enfermería. Extrañado, apresuré el paso. Mis oídos… Maldita sirena… Otra vez… ¡Ahí estás! ¡Entrando ahora en el comedor! Un grito desesperado salió de mi interior.

—¡Kate! ¡Kate!

Comencé a correr pero no podía alcanzarte… Cada vez que creía que estaba a punto de lograrlo, desaparecías para volver a esperarme a lo lejos, apoyada en una pared, reflejada en un cristal. Te seguí por toda la estación, llamándote. Las lágrimas corrían por mi rostro. ¡Nublan mi visión! ¿Por qué tiene que ser todo tan confuso?

—¡Kate! ¡Kate!

Me detuve un momento para recuperar el aliento y preguntarme si, de nuevo, estaría soñando. La idea me pareció aterradora.

El sonido de la alarma me devolvió a la realidad. No sin esfuerzo, conseguí recuperar un poco el aliento y orientarme. Estaba en marcha de nuevo y aliviado por haber conseguido recuperar mis sentidos. Llegué tarde al Puente de Mando.

Esperaba encontrarme con el rostro malhumorado de Aslan y con una retahíla de recriminaciones, pero en su lugar, vi que Omar estaba tirado en el suelo, al pie del Panel de Control. Una brecha roja y tremenda brillaba en su cabeza. Apagué la maldita alarma y corrí para agacharme junto a él.

Aslan abrió un poco los ojos mientras yo, angustiado, intentaba comprobar si todavía respiraba. 

—¡Omar! ¡Omar! ¿Puedes oírme Omar? —Grité desesperado.

—…

—¡Vamos Omar! ¡No te vayas! ¡No me dejes aquí!

El sonido de algo metálico que avanzaba hacia mí rozando el suelo, erizó todos los cabellos de mi cuerpo. Instintivamente, me incorporé. Acercándose muy lentamente, Anderson arrastraba un palo de golf que iba dejando un macabro rastro de sangre por las baldosas metálicas de la sala. Por segunda vez en el día, tuve ganas de vomitar.

Al fondo, esperando, pude distinguir la odiosa figura de Wang.

—Déjalo. —Dijo con un tono escalofriante.

Anderson soltó el palo de golf, que hizo un estruendo tremendo al impactar contra el suelo.

El miedo volvió a apoderarse de mí. Un miedo visceral que recorrió cada terminación nerviosa de mi piel. Me levanté y grité.

—¡Wang!

Anderson detuvo sus pasos. Se encontraba a punto de franquear la salida cuando giró sobre sí mismo.

—Paul Sander… —Dijo el comandante del Reacher con suavidad.

—No será necesario. —Puntualizó Wang desde el pasillo. Dana estaba junto a él.

Obviando a Anderson, fijé mi atención en la extraña pareja que conformaban. Para mi asombro, Dana no parecía en absoluto atemorizada… Wang captó inmediatamente mi confusión.

—¡Sander el cerdo! ¡Sander el cerdo! —Volví a escuchar la voz burlona de Mike Schreder en mi cerebro.

—Ve preparando el transbordador. —Dijo Wang con un gesto dirigido a Anderson.

—¡LLÉVEME CON USTED! -Exclamé con un chillido agudo.

Wang se quedó quieto, mirando.

—¡SE LO RUEGO! ¡NO ME DEJE AQUÍ! ¡SE LO SUPLICO! -Imploré desesperado.

Yun Wang me obsequió con una profunda mirada de desdén, y sin más, se dio la vuelta mientras yo caía de rodillas al suelo cubriéndome el rostro con las manos, tratando de ahogar mis gemidos.

—¡DANA! —Grité llamando a la doctora Lehner.- ¡DANA!

Ella se acercó, despacio, majestuosa.

—¡DANA! ¡POR FAVOR! ¡HABLA CON Él!

Dana se agachó a mi lado y puso mis manos sobre su vientre.

—¡DANA! ¡PERDONA! —Supliqué.

Ella me susurró al oído.

—Nadie le hará daño a MIS HIJOS.

Justo antes de incorporarse, me dio un beso. Luego, me miró intensamente, con rabia, con desprecio.

Mike Schreder entró en mi cabeza aullando de nuevo.

—¡SANDER EL CERDO! ¡SANDER EL CERDO! ¡SANDER EL CERDO! ¡SANDER EL CERDO! ¡SANDER EL CERDO! ¡SANDER EL CERDO! ¡SANDER EL CERDO! ¡SANDER EL CERDO!

La vi alejarse, escoltada por Anderson.

Afrodita Dana. Dana Atenea.

—¡Sander! ¡Sander!

 

—¡SANDER EL CERDO! ¡SANDER EL CERDO!

—¡Sander! ¡Sander!

 

—¡SANDER EL CERDO! ¡SANDER EL CERDO!

La débil voz de Omar llegó, abriéndose paso con dificultad, a través de mi estado de completa enajenación.

Me incorporé. Aslan, enfebrecido y con el rostro ensangrentado, me hacía indicaciones.

—¡El brazo mecánico…! ¡Actívalo…! ¡La consola…! —Consiguió pronunciar.

Yo le miré aturdido.

—No dejes… No permitas que…

Para cuando conseguí incorporarme, el transbordador espacial comenzaba a separarse lentamente de la estación. Aterrado, intenté seguir las imprecisas instrucciones de Omar y accioné bruscamente, el único mando que tenía un piloto verde parpadeando en la base del mismo.

—¡SANDER EL CERDO! ¡SANDER EL CERDO!

—¡SANDER EL CERDO! ¡SANDER EL CERDO!

Como en una escena a cámara lenta, la inmensa pala cayó con violencia golpeando los motores del transbordador. La fuerza del impacto hizo que la nave girara sin control sobre sí misma. Una vuelta, dos, tres… Las toberas del sistema de propulsión salieron despedidas en mil pedazos. Observé, hierático, como el transbordador se alejaba, rápidamente de Harmony hacia las profundidades del espacio.

—Dios mío… —Musité. —Dios mío, Omar… ¿Qué hemos hecho?

—…

Me volví para mirar a Aslan.

—¿Omar…? ¿QUE HEMOS HECHO?

—…

Sus ojos oscuros, abiertos e inertes, miraban ya al vacío.

 

Diario de Paul Sander.

Estación Espacial Internacional Harmony.

18 de Febrero de 2.037.

 

Hola Kate.

Me he quedado solo, y me levanto todos los días con la horrible sensación de que el equipo de la estación ha muerto por mi culpa. ¿Sabes lo que significa eso?

¡Si Yun Wang estaba en lo cierto, he acabado con los últimos seres humanos de TODO el UNIVERSO!

Soy un asesino.

Dios mío… ¿Cómo ha podido ocurrir?

El mejor momento del día es cuando, agotado, me voy a dormir.

Cuando duermo, no estoy aquí.

Buenas noches, Kate.

 

Diario de Paul Sander.

Estación Espacial Internacional Harmony.

19 de Marzo de 2.037.

Hola Kate.

Encontré la Biblia del comandante Anderson tirada en el suelo, cerca de la esclusa para entrar al transbordador. Supongo, que se le debió caer al abandonar tan precipitadamente la estación, o quizás se deshiciera de ella a propósito. ¡Imposible saberlo! Me quedé unos minutos mirando el libro de cubiertas negras y desgastadas.

Me acordé de Génesis, 18. La señorita Claire solía ponerlo a menudo como ejemplo. Era una mujer piadosa la señorita Claire. En sexto grado, nos explicaba que ni ella, ni Dios, castigaban a nadie.

—Sois vosotros, a través de vuestros malos actos, los que provocáis el castigo. —Sentenciaba.

Y entonces, leía:

 

“Se le acercó y le dijo: "¿Así que vas a exterminar al justo junto con el culpable? Tal vez haya en la ciudad cincuenta justos. ¿Y tú vas a arrasar ese lugar, en vez de perdonarlo por amor a los cincuenta justos que hay en él?

¡Lejos de ti hacer semejante cosa! ¡Matar al justo juntamente con el culpable, haciendo que los dos corran la misma suerte! ¡Lejos de ti! ¿Acaso el Juez de toda la tierra no va a hacer justicia?". El Señor respondió: Si encuentro cincuenta justos en la ciudad de Sodoma, perdonaré a todo ese lugar en atención a ellos.

Entonces dijo: Yo, que no soy más que polvo y ceniza, tengo el atrevimiento de dirigirme a mi Señor. Quizá falten cinco para que los justos lleguen a cincuenta. Por esos cinco ¿vas a destruir toda la ciudad? No la destruiré si encuentro allí cuarenta y cinco, respondió el Señor.

Pero volvió a insistir: Quizá no sean más que cuarenta. Y el Señor respondió: No lo haré por amor a esos cuarenta. Por favor, dijo entonces, que mi Señor no lo tome a mal si continúo insistiendo. Quizá sean solamente treinta. Y el Señor respondió: No lo haré si encuentro allí a esos treinta.

Insistió: Una vez más, me tomo el atrevimiento de dirigirme a mi Señor. Tal vez no sean más que veinte. No la destruiré en atención a esos veinte, declaró el Señor. Por favor, dijo entonces, que mi Señor no se enoje si hablo por última vez. Quizá sean solamente diez.”

“En atención a esos diez, respondió, no la destruiré”.

—Espero que ni mi Señor, ni Abraham, se enojen si me meto donde no me llaman… Pero… Quizás no haya más de cinco entre más de siete mil millones… ¿Acaso el Juez de toda la tierra no va ha hacer justicia? ¿Por qué no acabas con todo de una vez? ¿Para qué me has dejado aquí? ¡VAMOS! ¡FULMINA YA ESTA MALDITA ESTACIÓN! ¡TERMINA LO QUE EMPEZASTE!

Tantas mentiras, tantas mentiras, Kate…

La dulce Dana, mi mejor amiga, mi confidente, mi verdugo.

           Cerré de golpe la Biblia. Un Dios cobarde, es un Dios humano.

—Dana… Dana… Una palabra tuya, hubiese bastado para sanarme… 

—Vamos Paul, no seas dramático.

—Tú me besaste.

—Y ahora estoy muerta.

—Y ahora estás muerta…

¡TERMINA LO QUE EMPEZASTE!

¡TERMINA LO QUE EMPEZASTE!

¡TERMINA LO QUE EMPEZASTE!

Pensé en un corte rápido en las muñecas, o quizás, colgarme en cualquier rincón. Cualquier cosa, con tal de escapar de un Dios que me ha castigado con su misericordia.

—Maldita sea, no seré el cronista de tu destrucción. 

Tiré la Biblia al suelo, la pisé con rabia, la zarandeé, intenté romperla en mil pedazos con la esperanza de caer abatido por la cólera divina.

—¡Vamos PADRE!… ¡Mira lo que hace tu último hijo!

No sucedió nada.

Nunca sucede nada.

—Tu ausencia es tu fracaso.

Agotado, me encaminé hacia Lindon High.

Paso la mayor parte del tiempo allí, Kate, esperando.

Se que, pronto, a través de sus ventanales, volveré a ver la luz de los hombres sobre la Tierra.

Por amor a cinco hombres justos, volverá a brillar la luz sobre la Tierra.

Por amor a cinco hombres justos…

¿No es cierto, Señor?

Diario de Paul Sander.

Estación Espacial Internacional Harmony.

14 de Mayo de 2.037.

 

 

 

Hola Kate.

 

 

     He estado haciendo cálculos.

 

     Dispongo de provisiones suficientes para poder sobrevivir durante muchos meses…

 

     Incluso dos o tres años, si soy capaz de racionar la comida estrictamente…

 

     No sé si es una buena o una mala noticia…

 

     Tengo que resistir.

 

     Hay que mantener viva la esperanza. Seguro que, cuando todo vuelva a la normalidad, alguien vendrá a rescatarme.

 

A mi regreso, me mirarán con otros ojos.

A mi regreso, me mirarás con otros ojos.

Hasta la próxima, Kate.

 

Diario de Paul Sander.

Estación Espacial Internacional Harmony.

2 de Septiembre de 2.037.

 

 

Hola Kate.

 

 

     Hay una película antigua llamada Náufrago. El protagonista es un piloto que está perdido en una isla desierta tras un accidente.

 

     Con el tiempo, nuestro héroe termina hablando con una pelota a la que llama Wilson…

 

     ¿Te lo puedes creer? ¡UNA PELOTA!

 

     Todo el mundo sabe que ES IMPOSIBLE HABLAR CON UNA PELOTA.

 

     Yo tengo algo mucho mejor.

 

     UN CASCO.

 

     SE LLAMA VIKTOR.

 

Diario de Paul Sander.

Estación Espacial Internacional Harmony.

5 de Marzo de 2.038.

 

 

Hola Kate.

 

A pesar del tiempo transcurrido, ni Viktor ni yo perdemos la esperanza.

Desconfiar de la ciencia no es de personas ilustradas y si Wang dijo que el planeta terminaría por recuperarse, es que el planeta TERMINARÁ por recuperarse.

VIKTOR se muestra escéptico, pero yo voy al gran ventanal todos los días.

Pronto volverá a aparecer de nuevo la luz.

¿Será Nueva York?

¿Londres?

¿Moscú?

¿París?

¿O quizás una ciudad pequeña situada al norte?

P.D. ¡VIKTOR Y YO NO PARAMOS DE HACER APUESTAS! 

 

Diario de Paul Sander.

Estación Espacial Internacional Harmony.

4 de Junio de 2.038.

 

 

Hola Kate.

¿Qué tal estás?

Me gusta correr desnudo por la estación.

VIKTOR siempre pone esa cara tan suya de reprobación cuando hago estas cosas, pero ya me he acostumbrado.

P.D. Deberías venir algún día a visitarme.

 

Diario de Paul Sander.

Estación Espacial Internacional Harmony.

4 de Octubre de 2.038.

 

 

Hola Kate.

 

Hoy he tenido una amarga discusión con VIKTOR.

Yo creo que está celoso.

Aunque me mira con ojos inexpresivos, le conozco.

NO LE GUSTA NADA QUE TE ESCRIBA.

Estoy seguro de que aprovecha mis horas de sueño para fisgonear.

Le he hecho saber que hurgar sin permiso en la vida de los demás, no está nada bien, pero lo único que obtengo como respuesta es ese desagradable y hosco silencio que delata la naturaleza caprichosa de su carácter.

VIKTOR puede llegar a ser muy tozudo. Estoy seguro de que si te conociera, entraría en razón.

¿Cuándo vas a venir?…

De todas maneras… NO PIENSO PERMITIR QUE NADIE SE INTERPONGA ENTRE NOSOTROS.

¿ME HAS OÍDO VIKTOR?

 

Diario de Paul Sander.

Estación Espacial Internacional Harmony.

14 de Noviembre de 2.038.

 

VIKTOR dice que debería suicidarme.

Creo que me tiene un poco de envidia.

 

Diario de Paul Sander.

Estación Espacial Internacional Harmony.

1 de Enero de 2.039.

 

Hola Kate.

 

Suena Chop Suey por toda la estación.

 

Diario de Paul Sander.

Estación Espacial Internacional Harmony.

13 de Febrero de 2.039.

Hola Kate.

 

Hoy, buscando a VIKTOR, (reconozco que a veces no sé dónde se mete) he encontrado esta carta:

 

 

Estimado señor Sander:

 

Si está leyendo estas líneas, es que todo ha salido terriblemente mal.

 

Puedo comprender su decepción, pero todas las decisiones que tomamos estuvieron siempre encaminadas a garantizar la salvaguarda de nuestra especie.

 

Usted desconoce gran parte de lo ocurrido en la Tierra durante el acontecimiento de extinción llamado Wicca, y soy consciente de la dificultad de las relaciones basadas exclusivamente en actos de fe, así que mediante esta carta le brindo, por fin, la posibilidad de acceder a TODO el conocimiento.

 

Encontrará una carpeta denominada WICCA en el terminal de trabajo de mi laboratorio.

 

El código de acceso es: JASON.

 

Confío en que la lectura de estos documentos sirva para obtener, si no su simpatía, al menos su comprensión.

 

Te deseo mucha suerte, Paul Sander.

 

Hicimos lo que pudimos.

 

Un afectuoso saludo.

 

David Dayan

 

Hice el descubrimiento en la habitación del Coronel.

Su cuerpo lleva más de dos años inerte sobre la cama.

Miré la pantalla del ordenador, me acerqué al teclado y escribí: JASON.

 

Diario de Paul Sander.

Estación Espacial Internacional Harmony.

14 de Febrero de 2.039.

 

     Dios está solo, rodeado de muertos. Como yo.

 

Diario de Paul Sander.

Estación Espacial Internacional Harmony.

23 de Febrero de 2.039.

Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate. Kate.

Diario de Paul Sander.

Estación Espacial Internacional Harmony.

27 de Febrero de 2.039.

 

 

Lupus est homo homini.

Lupus est homo homini.

Lupus est homo homini.

Lupus est homo homini.

Lupus est homo homini.

Lupus est homo homini.

Lupus est homo homini.

Lupus est homo homini.

 

Diario de Paul Sander.

Estación Espacial Internacional Harmony.

28 de Febrero de 2.039.

 

     TE QUIERO, KATE…

     TE QUIERO TANTO…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ir a la siguiente página

Report Page