Harmony

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Kate » Capítulo 3

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Las dependencias papales estaban desiertas y el habitual bullicio de idas y venidas por los pasillos había sido reemplazado por el discreto sisear de las alpargatas de la hermana Judith. La religiosa se acercó para dejar un plato humeante de verduras cocidas sobre la mesa del Papa.

Julio IV torció un poco el gesto. No le gustaban las verduras.

—¿Otra vez? —Se quejó.

La hermana Judith se encogió de hombros para, a continuación, volver por donde había venido.

—¿Sabia Su Santidad que Sor Judith era anglicana? —Dijo el Padre Cárdenes señalando con la barbilla a la veterana carmelita.

El Papa continuó mirando las verduras con gesto de desaprobación.

—Se convirtió al catolicismo acompañando a una amiga enferma que sanó en Lourdes.

El Papa enterró el tenedor entre un montón de judías verdes.

—Es increíble el poder que tiene la fe. —Afirmó el Padre Cárdenes.

—¡La Fe verdadera! —Afirmó Julio IV mientras se llevaba un trozo de coliflor hervida a la boca.

El jesuita aprovechó el momento para volver a tratar con el Papa una delicada cuestión.

—Santo Padre.

—Dime, Lorenzo.

—¿Cuando nos iremos de la ciudad?

El Papa miró con compasión a su ayudante. El joven sacerdote tenía miedo.

—Cuando Dios quiera.

El Padre Lorenzo negó con la cabeza. Temía aquella respuesta.

—¿No sería mejor marcharnos como han hecho todos los demás? ¿Qué pasará con la Iglesia si le ocurre algo al Papa?

Julio IV sonrió con tristeza.

—¿No ves, Lorenzo, que mi sitio está aquí, en Roma?

—¡Su Santidad se está poniendo en peligro de muerte! —Exclamó angustiado el Padre Cárdenes.

—Peligro de muerte… —Reflexionó el Papa.

—¿Es que no lo ve?

—No debes preocuparte por mí. —Dijo Julio IV. – Dios no querrá que me pase nada. ¡Soy su mejor enlace!

El Padre Cárdenes no pudo evitar sonreír. Aquel hombre siempre le desconcertaba.

Julio IV miró el rostro del sacerdote.

—¿Tienes miedo, Lorenzo?

—No quiero morir. —Confesó.

El Papa asintió comprensivo.

—Marcha Lorenzo. Ve tranquilo. No te preocupes por mí.

El Padre Cárdenes respondió con firmeza.

—No pienso dejarle aquí.

Julio IV comprendió con tristeza que era inútil insistir.

Llevaban días con la misma discusión, llegando siempre al mismo desenlace.

—Estoy cansado. Será mejor que me vaya a acostar. —Concluyó el Santo Padre.

Mientras el papa se retiraba, Lorenzo miró de nuevo al triste plato de verduras que continuaba casi intacto sobre la mesa.

—Señor… ¡Ayúdanos! ¡Por favor, no permitas la dispersión de tu Iglesia! —Pensó con un nudo en la garganta.

 

***

Sor Judith no encontró el cuerpo del Papa Julio IV en la biblioteca hasta bien entrada la madrugada.

El cadáver pendía rígido del techo y tenía la cara amoratada, con la lengua pugnando por salir entre los labios azules.

El padre Cárdenes acudió alarmado ante los gritos de la religiosa.

—¡No! ¡No! ¡Así no! ¡Así no! —Exclamó el sacerdote ante el cuerpo del Papa.

La hermana Judith se arrodilló.

La visión que tuvo en Lourdes se manifestó de nuevo, con claridad, en su cabeza.

El hombre colgado.

Tal y como La Virgen se lo había mostrado tantos años atrás.

Nuestra Señora había pronunciado dos palabras.

—Ad finem.

 

Nápoles.

Italia.

Viernes Oct./17/2036

Wicca +21

 

Bianca siguió a la multitud que, eufórica, doblaba la esquina de la Vía Egiziaca con la calle de la Iglesia de la Santísima Anunciación.

La Procesión llevaba horas nutriéndose de la luz temblorosa de cientos de antorchas que venían de incontables puntos en la ciudad.

Bianca dio un salto, danzando al rítmico compás de las consignas con la sensación de estar participando en algo grande. El subidón de adrenalina le transportó de nuevo a las manifestaciones estudiantiles que habían sacudido Italia durante los primeros compases del gobierno de Filippo Bensi, sólo que en esta ocasión, todo parecía mucho más vívido. Más intenso.

Los fratelli no paraban.

—¡La morte danza!

  ¡La notte ammazza!

  ¡La ora arriva!

  ¿Uno? ¡Non basta!

Cientos de teas culebrearon por las calles hasta llegar al pórtico de la basílica.

 

Ave Gratia Plena.

El friso dorado de la vieja iglesia reflejaba a la congregación aullante, distorsionando las figuras en un remolino de llamas y capas negras.

 

Ave Gratia Plena

 

La masa se juntó con el objetivo de derribar el portón a golpes.

Bianca se subió a un Fiat blanco.

Puño en alto exclamó.

—¡La morte danza!

  ¡La notte ammazza!

  ¡La ora arriva!

  ¿Uno? ¡Non basta!

La puerta cedió y la nave central se vio pronto invadida por las antorchas humeantes. Había una decena de fieles rezando frente al sagrario. Pronto se vieron rodeados por los rostros sudorosos y desencajados de los fratelli.

El padre Rossi se adelantó para protestar.

—¡Fuera de aquí demonios! ¡Fuera de la Casa de Dios!

Un fuerte golpe en la sien propinado con el mango de un machete lo derribó antes de que pudiera decir más.

 

Bianca escuchó excitada los sollozos de los fieles que habían sido sacados a rastras fuera de la iglesia.

Una figura encapuchada, el Frate Nero, subió a una improvisada tarima.

Sin pronunciar una sola palabra y con el rostro cubierto por una máscara veneciana el Frate hizo un gesto teatral para preguntar a la multitud. ¿Qué debían hacer?

—¡Fuoco! ¡Fuoco! ¡Fuoco! —Gritaron.

Las primeras llamas comenzaron a lamer los muros de la Iglesia de la Santísima Asunción mientras las vidrieras estallaban y una gruesa columna de humo se elevaba hacia el cielo de la ciudad. El hombre oscuro sujetó al párroco inconsciente por el cuello. Bajo la danza del fuego, y como si de un macabro sainete se tratara, lo mostró gesticulando a la muchedumbre.

Una mujer gritó.

—¡La muerte!

—¡Baila! —Respondió la gente.

—¡La Noche!

—¡Mata! —Exclamó Bianca con todas sus fuerzas.

—La hora… —Dijo el Fraile Negro con voz de falsete.

—¡Llega! —Gritaron los fratelli con júbilo alzando las antorchas.

—¿Uno?

 

—¡NO BASTA! —Exclamó la serpiente antorchada mientras el encapuchado degollaba al sacerdote con precisión.

La gente chilló enfervorizada.

Bianca, contagiada por una salvaje euforia, bailó enloquecida.

Las procesiones de Fratelli surgieron espontáneamente en Nápoles como un movimiento de protesta por la incompetencia de las autoridades a la hora de gestionar la crisis provocada por la enfermedad.

 

***

—Los curas dicen que hay que rezar. —Le dijo Bianca a su madre.

La señora Taci miró con tristeza a su hija desde la cama en la que llevaba años postrada.

—Bianca… —Dijo con voz débil.

La muchacha, de tez blanquísima, labios finos y grandes ojos negros apretó los puños.

—Márchate Bianca… Abandona la ciudad, como hacen todos.

—¡No pienso dejarte! —Exclamó Bianca dando un puñetazo contra la pared.

—No te preocupes por mí. —Dijo su madre.

—No se puede confiar en el gobierno. Los ricos. ¡Quieren quedarse con todo!

Nápoles estaba casi desierto. Miles de personas se hacinaban en el puerto, compartiendo espacio junto a las columnas de refugiados provenientes de todo el norte de Europa.

—Han sido expulsados por las élites. Llevan tiempo planeando algo así pero Nápoles resistirá. Los fratelli resistirán. No te preocupes. —Le explicó Bianca a su madre.

Los barcos llegaron y, en cuestión de horas, partieron de nuevo envueltos en ramilletes de seres humanos que colgaban de las escalas enganchadas a cubierta.

No todos pudieron subir a bordo. Muchos se quedaron en los muelles mirando.

—Si esperabas lo suficiente, podías ver los cuerpos caer al mar. —Recordó Bianca.

Cuando la ciudad quedó a oscuras debido a los cortes de energía, los Fratelli se organizaron en rondas nocturnas que, bajo la luz de sus antorchas, patrullaban las calles para mantenerlas a salvo de los saqueadores. Pronto empezaron los primeros linchamientos.

—Los que no hemos huido, tenemos que defendernos. —Razonó Bianca justificando las  ejecuciones.

Su madre negó con la cabeza.

—Napoli appartiene al diavolo…

 

***

 

- Nápoles pertenece al Diablo. —Bianca bajó del coche repitiendo las últimas palabras de su madre.

 

Bianca reanudó la marcha junto a la multitud.

En la Vía Pietro Colleta un grupo de chicos jaleaba a una pareja que se revolcaba en un portal.

Un joven pelirrojo, se fijó en Bianca al pasar.

—¡Eh! ¡Tú! —Exclamó el muchacho con acento extranjero. —¿Quieres divertirte?

Bianca se acercó.

—¿Te apetece? —Preguntó el chico mostrando una bolsa repleta de pastillas.

—La noche mata… —Dijo Bianca con una sonrisa torcida.

—Tú lo has dicho. —Respondió el desconocido poniendo varias cápsulas en su boca.

 

***

Bianca besó en la boca al muchacho y continuó su camino.

Las calles vacías y oscuras de Nápoles la envolvieron distorsionadas por el efecto de lo que acababa de ingerir.

Un calor intenso le abrasaba el pecho.

Al principio el sonido de la percusión llegó amortiguado.

—¿Qué son esos tambores? —Se preguntó intentando averiguar su procedencia.

A medida que se acercaba, los ecos provenientes del edificio del Grand Hotel Europa, comenzaron a resonar por todo su ser.

En la entrada, el ritmo atronador la arrastró hacia el interior.

—Bienvenida. —Dijo una mujer desnuda con cabeza de caballo dando paso a un amplio hall.

Bianca saboreó la escena.

Un centenar de cuerpos se entrelazaban al compás de la percusión. Un mar de pieles doradas bañadas en purpurina bailaban ante ella en una inmensa mascarada de cuerpos esbeltos que se alternaban entre los rostros flácidos de un extraño grupo de ancianos. 

—¡Nápoles pertenece al diablo! —Le susurró uno de ellos.

Bianca subió por la escalinata que daba a las habitaciones.

—¿Qué es este lugar? —Se preguntó.

Un largo pasillo de puertas abiertas representaba su propio espectáculo en cada interior. Se extendía hasta el horizonte.

En uno de los habitáculos un hombre con cuchillos en la boca cantaba, cortándose las encías con cada estrofa.

—¡La morte danza!

  ¡La notte ammazza!

  ¡La ora arriva!

  ¿Uno? ¡Non basta!

En otra estancia, una enorme serpiente constreñía la cintura de una mujer, obligándole a regurgitar un montón de pastillas.

—¿Te diviertes?… ¿Niña?… —Le susurró al oído otro anciano.

Por primera vez, tuvo miedo.

—¿Dónde estoy?

 

 

***

 

La noche comenzó a dar paso a un amanecer lechoso en Nápoles cuando un gato orinó sobre el cadáver de Bianca Taci. El cuerpo, tirado en un portal, yacía junto al de un muchacho pelirrojo de mirada vacía.

A su lado, una bolsa salió volando arrastrada por el viento.

¡Nos vamos a la Zona Muerta!

3sParTaKus_366.

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3sParTaKus_366: ¡Hola gente bienvenidos al canal! ¡Aquí Espartakus 366 retransmitiendo para todos vosotros!

(La cámara enfoca un prado situado en un pequeño montículo. Apoyadas contra un cercado, dos motos. La cámara hace zoom sobre una de ellas.

 

3sParTaKus_366: Supongo que os estaréis preguntando… ¿Qué hace Espartakus en el campo?

(Se escucha sonido de alguien imitando el balido de una cabra. A continuación, risas.)

 

3sParTaKus_366: Coño Maki, va…

(La cámara enfoca la cara de Espartakus.)

 

3sParTaKus_366: Pues dándole al coco, he pensado que sería bueno para el canal subir un contenido diferente… Algo en plan, máximo nivel de epicidad.

(Se escuchan más risas)

 

3sParTaKus_366: Así que he agarrado a mi colega, el Maki, y hemos cogido las motos.

(La cámara enfoca al Maki.)

 

El_Mak1: ¡Holaaaaaaaa!

(La cámara enfoca las afueras de un pueblo visto desde la colina.)

 

3sParTaKus_366: ¡Y nos vamos a meter de lleno en la Zona Muerta!

(Se escucha al Maki tarareando la Marcha Imperial de La Guerra de la Galaxias.)

 

El_Mak1: Fijo que hay zombies.

(La cámara enfoca de nuevo al Maki que está sentado sobre una piedra.)

 

3sParTaKus_366: Joder Maki… No me seas acémila, no me seas acémila…

(El Maki imita el rebuzno de un burro. La cámara enfoca de nuevo el pueblo en el que no se ve ni un alma. Sonido de risas.)

 

3sParTaKus_366: ¿Tú sabes lo que significa Wicca? Se lo inventó una periodista noruega.

 

El_Mak1: ¿Está buena?

(La cámara enfoca al Maki. Risas.)

 

3sParTaKus_366: Pero que burro eres…

 

El_Mak1: Va tío, no seas cabrón.

(La cámara hace ahora un primer plano del rostro de Espartakus)

 

3sParTaKus_366: Wicca es el nombre que le pusieron al virus.

 

El_Mak1: Pues menudo nombre de mierda.

(La cámara enfoca de nuevo al pueblo y hace zoom sobre un caballo pastando dentro de un corral.)

 

3sParTaKus_366: ¿Cómo lo hubieses llamado tú?

 

El_Mak1: Pues…

(La cámara enfoca a Espartakus, luego al Maki.)

 

3sParTaKus_366: ¡Atención!

(Sonido de redoble de tambor)

 

El_Mak1: No sé tío… Un nombre Japonés todo guapo… Akame o Shotaro… O algo así.

 

3sParTaKus_366: ¿Japonés? ¿En serio?

 

El_Mak1: No se tío…

 

3sParTaKus_366: ¿Pero tú te piensas que todo el mundo es tan friki como tú? Inadaptado… Que eres un inadaptado.

(Sonido de risas)

 

3sParTaKus_366: Wicca es una religión que reivindica la brujería. Adoran a la Diosa de la Luna y a un Dios Astado que también se identifica con el sol. En su artículo, la periodista hace referencia a la aparición del virus como por arte de magia por eso la referencia se hizo popular.

(La cámara enfoca al cielo)

 

El_Mak1: ¡Hostia cómo mola! ¿No?

(La cámara hace zoom sobre el rostro de El Maki.)

 

3sParTaKus_366: No te enteras de nada Maki.

 

El_Mak1: ¿Y cómo sabes tú todo eso?

 

3sParTaKus_366: Porque a diferencia de ti, yo no estoy todo el día pegado a la consola.

 

El_Mak1: Estás picado porque te humillo.

(La cámara enfoca rápidamente a Espartakus.)

 

3sParTaKus_366: Gente del canal, ni caso a este loser.

 

El_Mak1: ¿Próximo reto victoria sólo a pistola?

(La cámara enfoca a los dedos de Espartakus que hacen el símbolo de la victoria)

 

3sParTaKus_366: Hecho.

(Sonido de risas.)

 

El_Mak1: ¿Bueno, vamos o qué?

(La cámara toma una panorámica del pueblo.)

 

3sParTaKus_366: No se ve a nadie.

 

El_Mak1: ¿Qué pasa? ¿Tienes miedo?

 

3sParTaKus_366: Vamos desgraciado… Que eres un desgraciado…

(Risas. La cámara enfoca al suelo. Sonido de pasos bajando la colina.)

 

El_Mak1: ¿Y si hay muertos? ¿Qué hacemos?

(Sonido de respiración jadeante. La cámara muestra un camino de gravilla y un letrero.)

 

3sParTaKus_366: Villaseca de la Sagra.

 

El_Mak1: Provincia de Toledo.

 

3sParTaKus_366: El ombligo del mundo.

(Risas.)

 

3sParTaKus_366: Yo no he visto nunca un muerto.

 

El_Mak1: Yo tampoco.

La cámara enfoca un corral. Hay un cobertizo con la puerta abierta.

 

3sParTaKus_366: ¿Entramos?

 

El_Mak1: Me da mal rollo, tronco.

 

3sParTaKus_366: ¿Ahora te vas a rajar?

 

El_Mak1: Pero…

(La cámara se introduce en el cobertizo.)

 

3sParTaKus_366: ¿En serio te crees lo que dicen?

 

El_Mak1: Claro que no.

 

3sParTaKus_366: Pues para eso estamos aquí, amigos del canal. Para comprobarlo en directo, con todos vosotros.

(La cámara muestra el interior del cobertizo. Hay ropa de hombre desgastada colgada en una pared junto a algunos aperos de labranza.)

 

3sParTaKus_366: ¿Ves? Nada. No hay muertos.

 

El_Mak1: Menudo fail.

(La cámara sale de cobertizo y se adentra en el pueblo a través de su calle principal. Las puertas de la mayoría de las casas están abiertas. Un perro flaco y de aspecto macilento sale de un bar.)

 

3sParTaKus_366: Aquí no hay nadie.

 

El_Mak1: Tío…

(La cámara enfoca la fachada del ayuntamiento en la Plaza Mayor.)

 

3sParTaKus_366: ¿Qué?

 

El_Mak1: Me duele la cabeza.

(La cámara enfoca al Maki. Un hilo de sangre recorre la comisura de sus labios.)

 

3sParTaKus_366: ¡Coño! ¡Maki!

 

El_Mak1: Tío…

 

3sParTaKus_366: ¡Buah loco! ¡No jodas! ¿Qué te pasa?

(La cámara se comporta erráticamente. Imagen del suelo. Imagen de la camisa de El Maki. Imagen de la plaza.)

 

3sParTaKus_366: ¡Maki di algo! ¡Maki! ¡Maki!

(La cámara ahora enfoca al suelo. Pantalla en negro. Corte de la emisión.)

 

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