Harmony

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Ciudad de Nueva York. Nueva York.

Estados Unidos.

Martes Nov./8/2016

 

El apartamento 111 del edificio River Terrace frente al río Hudson retumbaba al ritmo de la música mientras los aromas del perejil, el romero y la albahaca inundaban la cocina.

Kate destapó el caldero donde se cocinaba a fuego lento su famosa salsa.

 

Drink With the Living Dead de Ghoultown contaba la historia de un pistolero condenado a retar a los incautos a una macabra competición por toda la eternidad.

Kate bebió un sorbo del vaso de vino que descansaba en la encimera y bailó al ritmo del estribillo.

—¿Es así como se prepara una cena para diez invitados?

La voz de Bill se elevó por encima de la música.

Kate abrió los ojos y sonrió.

—¡No te he oído llegar!

Bill apagó la música.

—Es imposible que oigas nada con este escándalo. —Dijo robando el vaso de vino a la joven.

—¡Drink with the living dead! —Susurró Kate besando con ganas a su marido.

Bill dejó las bolsas de la compra junto a la nevera.

—Será mejor que me vaya a duchar. Deben estar a punto de llegar.

—¿Quieres que te acompañe? —Pregunto Kate con cara de inocente.

Bill la miró embobado. Era una oferta tentadora.

—No seas malvada. ¿Qué tal si vas encendiendo la televisión? ¡Es noche de elecciones!

Kate asintió divertida y guiñando un ojo.

Habían quedado todos en casa para ver la gran cita electoral y ella era la encargada de preparar la cena.

—¡La salsa! —Exclamó corriendo hacia la cocina.

Bill se desvistió y preparó el agua para una ducha bien caliente.

Las cosas en el hospital no estaban saliendo como esperaba.

Acumulaba en la semana cuatro operaciones complicadas y se sentía exhausto.

—Una noche rodeado de amigos es exactamente lo que necesito. —Se dijo animado.

 

***

Kate estaba poniendo la mesa cuando Bruce McKellen se presentó en el apartamento con una caja de cervezas.

—¡Bruce!

—Dios bendito, Kate. ¡Qué bien huele! ¿Ya ha empezado el recuento? —Dijo el viejo profesor colocando la bebida en la nevera.

—Aún no. Va a ser una noche emocionante.

—¡Y que lo digas! ¿Dónde está Bill?

—En la ducha. ¿Puedes terminar de colocar los cubiertos mientras yo acabo con esto?

—¡Claro! ¿Estarás lista para el claustro del viernes?

Kate recordó todos los exámenes que tenía pendientes de corregir.

—Me temo que no… —Respondió quejumbrosa.

—Yo tampoco. —Respondió Bruce sonriendo.

—¡Esa escuela va a acabar con nosotros!

Bill apareció en el salón con el pelo todavía húmedo y un aspecto imponente.

—¡Hola Bruce! ¡Ya estás aquí!

—Como siempre el primero. Hay cerveza fría en la nevera.

Los dos hombres se sentaron frente al televisor. Kate los miró con cariño. Bruce le había ayudado a adaptarse durante sus primeros días como profesora en el instituto y Bill había conectado con él desde el momento en que se conocieron.

El timbre de la puerta la sacó de sus pensamientos.

—¿Abres tú, cariño? —Preguntó mientras partía el queso para la ensalada.

Bill dejó entrar al resto de los comensales.

Paul Sander, Josh Spanoulis, Tom Anderson, Morgan Lawrence, Viktor Zaitsev, Dana Lehner, David Dayan y Amanda Carlson. Todos se congregaron enseguida emocionados frente al televisor.

—¿Alguien sabe algo de los señores Harper? —Preguntó Bill alzando la voz.

—Todavía están buscando canguro para las niñas. —Respondió Dana divertida.

Paul Sander entró en la cocina.

—¿Qué tal va todo?

Kate se fijó en su viejo amigo de la infancia.

—Bien. Los alumnos son un terremoto y sus padres el mismísimo infierno pero me defiendo. ¿Y tú qué tal?

Paul se mesó la barba intentando parecer interesante.

—Creo que por fin van a darme algo importante en la emisora.

Kate le miró emocionada.

—¿Tu propio programa?

Paul hizo una reverencia.

—Es posible que así sea, mademoiselle.

—¡Oh Paul! ¡Cuánto me alegro!

Sander sonrió satisfecho.

—Te envidio. Sabes que siempre quise ser una intrépida reportera.

—Quizás en otra vida. Aquí eres una intrépida profesora de literatura. —Respondió su amigo con cariño.

—No me lo recuerdes. El próximo viernes tengo claustro.

—Si necesitas un hombro sobre el que apoyarte, sigo soltero. —Dijo Paul riendo.

—Quizás en otra vida. —Respondió Kate guiñando un ojo.

Paul agarró una botella de vino y cogió varios vasos de la encimera.

—Será mejor que me lleve esto de aquí antes de que los demás empiecen a protestar.

Kate asintió.

—¿Cómo va el recuento?

—Lleva un buen rato. Si ganan los republicanos, te prometo que me ahorcaré con la corbata.

Kate rió con ganas.

—Será mejor que me ocupe de la ensalada o no cenaremos.

—¡Eso no puede ocurrir!

Kate abrió la nevera y, mientras buscaba el aliño, se dio cuenta de que el volumen de las voces en el salón había subido de tal manera que se escuchaban por toda la casa.

—Pronto tendré al vecino de abajo protestando. —Pensó preocupada.

Entonces Bill entró en la cocina como un torbellino.

—¡Cariño! ¡Te lo estás perdiendo! ¡Tienes que ver esto!

—¡Alguien tiene que preparar la cena! —Respondió Kate.

—¡Al diablo la cena! —Dijo Bill.

—¡Qué dices! —Replicó la joven sorprendida.

—¡Donald Trump ha ganado las elecciones!

 

 

 

 

 

 

 

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