Hard

Hard


Capítulo Diecinueve

Página 22 de 26

Capítulo Diecinueve

 

—¿Puedes por favor parar de limpiar? Para eso contratamos al personal.

—Personal que no es de nuestra entera confianza, nos han estado robando.

Dicho eso, Derek ignoró a Dylan y siguió merodeando por el lugar mientras su primo estaba junto al equipo de sonido, siguiendo su progreso con ojos cuidadosos.

—¿Qué rayos pasó con Davi?

—No la llames así —gruñó, buscando alguna aspiradora—. ¿Y dónde están los artículos de limpieza por aquí?, ¿qué no pueden tener una aspiradora a la mano? —le gritó a un tipo del personal que pasó junto a él.

—Lo lamento, señor, le buscaré de inmediato una…

—No lo haga, de hecho ya nos vamos —dijo Dy, despidiendo al empleado.

—¿Qué diablos quieres aquí? ¿Por qué no puedes ir a la mesa de allá afuera y hablar de mí a mis espaldas, como las personas normales?

—Me gusta hablar de frente. —Sonrió tirando del piercing en su labio—. Además, vine a decirte que Davina se fue. —Definitivamente eso logró detenerlo.

—¿Qué?, ¿a dónde? —Dylan se encogió de hombros.

—Bueno, creo que ambos sabemos en qué la jodemos cuando la jodemos, ¿no?

Derek respiró profundo, soltando la escoba para en su lugar rebuscar el celular en sus vaqueros. Ninguna llamada, tampoco mensajes. Estresado, sacó otro cigarro, y cuando Dylan elevó una perforada ceja, Derek habló entre dientes con el cigarrillo colgando mientras prendía el encendedor.

—Ni se te ocurra quitármelo o voy a estallar.

—Comprendo, pero habla. Me lo debes, por tu culpa hemos tenido unas semanas jodidas esquivando la prensa, no me gusta reclamar… pero sí. Me lo debes.

Bien jugado.

—Supongo que está enojada porque no le había contado muchas cosas sobre Ellen, y no lo había hecho precisamente para evitarme esto. Dice que no he cerrado círculos, que vaya a su tumba y suelte mis putas tripas como si eso cambiara las cosas. —Se pasó una mano ansiosa por el cabello—. Sabes cuánto la amaba, yo nunca la traicioné, ni siquiera miré en otra dirección, nunca.

—Lo sé.

—Ella no era perfecta, pero era más que suficiente para que yo viviera satisfecho. Debí quedarme a su lado, debí… pagar por lo que le hice.

—Sobredosis, Derek, no homicidio. Estuviste a punto de morir también.

—No sé por qué se empeñan a culparla a ella sola.

—Y ahí está el problema, ¿no puedes verlo? —Dio otra calada, mirándolo molesto.

—No. —Dylan rodó los ojos.

—Esto. —Abarcó el espacio donde estaban—. Ella ya no está aquí, está muerta. No importa cuánto insistas en culparte, no fue tu culpa, y nada la va a traer de regreso.

—¿Crees que no lo sé? —replicó Derek con rabia—, pero no puedo dejar de amarla… solo porque su cuerpo dejó de funcionar, ¿qué más quieres que diga?, ¿esto, pero sobre la tumba? No entiendo qué quieren que haga.

—¿Qué vamos a querer?, tu felicidad, ¿no lo entiendes? Si yo pudiera hacer algo, la reviviría y los metería en una puta clínica a la fuerza, pero no lo hice. —Derek pateó sin pensarlo dos veces su vieja Fender, mandándola directo hacia la pared, haciendo que Dylan gruñera por lo bajo—. Ya estamos otra vez con lo mismo, ¿irás a drogarte ahora?

—Nunca te gustó Ellen —dijo con la respiración acelerada, Dylan elevó ambas cejas, pareciendo confundido, antes de sacudir la cabeza.

—Porque te metió en las drogas, te casaste con ella solo para seguir con su jodida adicción, pero jamás le desearía la muerte, por favor, no quiero joderte. En primer lugar, tienes el pecho demasiado plano y a mí me gustan las tetas. Y, además, eres un buen hombre y te mereces algo mejor que esto, así que discúlpate con Davina.

—No la merezco tampoco —murmuró desviando la mirada—. Ni siquiera le he dicho que la amo, no sé si pueda hacerlo alguna vez.

—Podemos hacer una canción depresiva cualquier otro día, pero no hoy, ¿de acuerdo? Discúlpate con ella porque te la mereces, se merecen. El verdadero amor vendrá por sí solo, y ni siquiera te darás cuenta cuando andes por ahí gritándolo y haciéndole canciones de amor. —Sonrió encogiéndose de hombros—. Además, solo ella pone esa sonrisa escalofriante en tu rostro, y de pronto, me dan ganas de ir a abrazarla y agradecerle.

—No te le acerques —gruñó, haciendo sonreír a Dylan.

—Bien, dejaré mis fantasías a un lado mientras tú vas por tu chica.

—Entonces… ¿qué tienes que decime?

Nick suspiró, mirando nerviosamente alrededor de todo el estacionamiento. El hotel estaba prácticamente a reventar, y con el rumor de que Resistance estaba dando un concierto privado, fanáticos habían llegado de la nada, así que podían verlos atestados en la entrada o buscando colarse hacia el patio trasero donde se realizó la cena.

—Vayamos a mi auto. —Davina frunció el ceño.

—Podemos hablar aquí. —No quería más problemas con Derek, muchas gracias.

—Ya no, hay muchísima gente, alguien puede escucharnos o fotografiarnos. Podemos ir a tomar un café en un pequeño lugar que conozco, está abierto incluso a esta hora, y no nos verán ahí. —La fotógrafa se mordisqueó el labio.

—¿Qué es eso tan misterioso que no puedes solo escupirlo?

Los ojos de Nick de pronto se oscurecieron, y todo su cuerpo pareció ponerse increíblemente tenso, así como el aire a su alrededor.

—Bien, si lo que quieres es que te diga que sé que Derek es un jodido asesino, ahí lo tienes, ¿quieres que lo grite? —Las mejillas de Nick estaban rojas, su respiración era rápida y superficial—. ¡Escúchenme todos, Derek Chancellor es un…!

—Está bien, Dios, está bien —convino sobresaltada cuando varios de los fanáticos se giraron en redondo para mirarlos—. Vayamos a ese café, diablos, no necesitas ser un idiota, ¿sabes? ¿Dónde está tu auto?

—Está por allá.

Durante todo el trayecto, Nick no habló, tenía una extraña energía alrededor de él que le resultaba nueva. Una especie de fuego lento y agresivo, como si hubiera una oscura nube siguiéndolo, hundiendo sus cejas y tensando su mandíbula. Davina estaba intrigada por saber qué estaba causándolo, su lado menos noble saltando a la vista, había sido reportera por muchos años, y necesitaba respuestas. Con urgencia.

—Nick. —Frunció el ceño al ver el camino que estaban tomando, él los estaba llevando… a ningún café cercano—. ¿A dónde estamos yendo?

—A mi casa.

—¿Qué? —Ahora sí Derek iba a matarla.

—Creo que un paparazzi nos estaba siguiendo, y si nos ve tomando un café, vamos a estar en verdaderos problemas, y realmente necesito el trabajo. Pero si no quieres, puedo dar vuelta en este momento y llevarte de vuelta al hotel, solo no vuelvas a preguntarme nada, no creo poder lidiar con tanto estrés otra vez —espetó, mirando el retrovisor.

El anzuelo era muy bueno, Davina sabía que lo había picado incluso antes de contestar. Necesitaba respuestas, quizás Nick conocía la otra versión de Ellen, y por eso decía que Derek era un asesino. Diablos, esto era muy malo.

Ninguna fragancia en el aire. Ni agua en la bañera. Ni ropa de Davina. Curioso.

Derek volvió a salir al pasillo, bajó las escaleras y entró hacia el bar, quizás ella hubiera querido tomarse una copa para despejarse.

Y quizás lo estaba haciendo con Nick.

El puro pensamiento lo hizo gruñir. De todas formas, sus preocupaciones quedaron de lado porque, a las casi cuatro de la mañana, no había nadie en el bar. Desconcertado, llamó a su celular y cuando después de sonar varias veces, saltó al buzón, tuvo un mal presentimiento. Sabía que la pelea había sido toda su culpa, por no dar carpetazo de una vez y para siempre al tema de Ellen. Quizás Davina solo necesitaba espacio, y él debería dejar de portarse como un loco acosador, aunque igual le mandó un mensaje.

Sé que me leo como un imbécil, pero de verdad te quiero. Quiero cuidar de ti. Incluso quiero pelear contigo para después reconciliarnos, ¿puedes por favor darme una vigésima oportunidad?, dicen que las vigésimas son las vencidas.

Esperaba que al menos respondiera algo, porque incluso unas pocas palabras de ella eran mejor que nada. Sí, así de prendado se sentía. Vaya, estaba jodidamente domado. A las cinco, trató de llamarla pero entró directo al buzón. Desde lo alto de su ventana podía ver el resplandor de las luces del enorme árbol de navidad que Davina había decorado, y cuando fue apagado, toda la habitación se quedó en penumbras.

Ella no había regresado a dormir.

Al fin se había cansado de su mierda, ¿y quién no?, si los papeles estuvieran invertidos, y él tuviera que soportar el nombre del ex, una y otra vez, también habría salido corriendo. Derek pensó en ello, era así porque Ellen fue su esposa y durante años y hasta hacía pocos meses, ni siquiera trató de amar a nadie más.

Y ese era el problema. Tenía que dejar su corazón disponible de nuevo, y de verdad sacar a Ellen de su sistema. Davina podía hacer eso. Ya se había deslizado dentro de él. Y sabía que no era suficiente para ella. Y que era un egoísta por tenerla así, pero la necesitaba. De hecho, ahora, mientras contemplaba el tenue resplandor del amanecer, estaba bastante seguro de que lo que sentía por ella no iba a ser algo pasajero. Mandó otro texto.

¿Sabes?, si yo fuera tú, me sentiría de la misma manera y también me ignoraría. Sé que no soy el mejor hombre por ahí, pero te miro y me haces querer ser mejor. Sé lo que la gente piensa de mí y no me importa, ¿pero en este momento?, estoy aterrado de lo que puedes estar pensando de mí. Por favor, contéstame, desastre.

Encendiendo un cigarrillo, Derek sopló el humo en el aire fresco de la mañana.

Y continuó haciendo anillos de humo para entretenerse mientras buscaba la forma de conseguir hablar con Davi. En todos estos meses, habían discutido una cantidad respetable de veces, pero nunca nada como esto. ¿Se habría ido a California?, guiada por un impulso…

—No deberías fumar.

Volviéndose bruscamente al oír el sonido de su voz, pudo ver a Giselle. Llevaba un largo abrigo oscuro y una pequeña maleta en su mano.

—Jesús, creo que acabo de tener un paro, Giselle. —Aplastó el cigarro contra el suelo, sabía que a ella no le gustaba cuando él andaba soplando humo en su dirección.

—Lo siento, no era mi intención. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Esperando, ¿y tú? —Ella frunció el ceño.

—Tengo que regresar a casa, mi restaurante me espera.

Miró hacia atrás, donde Dylan venía cargando dos valijas mientras bostezaba, el tipo se veía arruinado, pero sus ojos brillaban en dirección a Giselle, al parecer no le importaba estropear sus mañanas mientras fueran para estar con ella.

—¿Esto quiere decir que Davi te echó de la alcoba? —dijo Dylan, burlándose.

—No.

—Podría apostarlo, te ves como si no hubieses dormido nada.

—No he dormido nada… Davina no regresó. —Los ojos de Gis se ampliaron.

—¿Y dónde diablos está? —Él se encogió de hombros.

—Quizás necesita un poco de tiempo a solas. —Dylan asintió, dándole la razón, pero Giselle tan solo miró entre ambos, desconcertada.

—¿Y no se les ocurrió que pudo pasarle algo?, ¿no has preguntado en recepción? —Derek parpadeó ante eso—. Oh, Dios, ustedes los hombres, les importa un pepino todo.

Giselle dejó su camino hacia el estacionamiento y comenzó a marchar hacia recepción.

Derek sentía que quizás la novia de su primo estaba exagerando mientras entraban con el tipo del mostrador, pero conforme fueron pasando los minutos, y las cosas comenzaron a perder el sentido en la grabación del estacionamiento que le mostraron, su corazón comenzó a latir fuerte dentro de su pecho.

Las imágenes de ellos dos yéndose, invadiendo su mente como si fuera un cáncer.

—Gracias por quedarte —dijo Dylan, levantándose de la silla. Luego se inclinó sobre Derek y le dio un golpecito en el hombro—. Oye, Derek, despiértate por un segundo.

Él se enderezó desconcertado, ansioso, como si estuviera luchando contra las olas del mar. Se sacudió y parpadeó nerviosamente.

—Es hora de comer como es debido, ¿escuchaste, Derek?

Curioso que muchas veces esa dulce voz lo puso al borde por razones muy distintas a las actuales. Derek ni siquiera se molestó en mirar a Giselle, mientras continuaba con la mirada clavada en la ventana. Davina se había esfumado… bueno, técnicamente eso no era cierto.

El personal del hotel le había mostrado las cintas de ella subiéndose al auto de Nick. Al principio le había costado entender qué rayos podían estar haciendo juntos. Pero después los celos arrasaron con todo. Así como la triste y simple realidad.

Ellos se habían ido. Ella se había hartado de su mierda. Fin.

—Gracias, Giselle, estoy bien, no deberías seguir aquí.

—No lo creo, Derek. No has comido ni dormido nada en casi dos días… los chicos están preocupados por ti, Rachel ha estado llamando, yo estoy preocupada por ti.

—No volveré a las drogas, si esa es su preocupación.

Claro que no haría eso, las drogas resultaban ahora algo risible para soportar el dolor que se le vendría encima si Davina le llamaba para confirmarle su relación con Nick.

—Sé que estás hecho un desastre, pero no tienes por qué comportarte con nosotros así, todos estamos angustiados por lo que pasó entre ustedes.

—Lo siento, no lo siento. Ahora mismo mi mente no da para ser amable con nadie. Además, no tienen por qué estar aquí fungiendo de cupido o niñera, realmente me emputa.

—No espero que seas amable. —De pronto, ella se sentó a su lado en el sofá—. Seguro Davina necesitaba tomar un descanso, y Nick tal vez la llevó a su casa. Deberías llamarlo, no serás menos hombre si lo haces, tan solo que te diga si está bien, ¿no crees? Así terminarías con esto. —Él se rio sin humor.

—No voy a hacer eso.

—Hombres. —Rodó los ojos—. Entonces solo ve a casa de Davina, por el amor de Dios, y ya deja de perder el tiempo.

—No quiero parecer tan desesperado. —Giselle bufó.

—Deja de ser un idiota. —Se puso de pie, acercando nuevamente el platillo hacia él—. Iré a ayudarte a empacar mientras comes. Vas a ir a buscarla hoy mismo.

Él sonrió, por eso le gustaba Gis. Intentó probar algo de lo que le trajo pero el estómago se le revolvió al instante. Seguía reproduciendo la cinta en su cerebro una y otra vez.

—Gracias por todo, Giselle.

La miró al fin, y fue triste que solo hasta este momento, realmente se diera cuenta de cuán equivocado había estado respecto a ella. Giselle todavía le gustaba, siempre le gustó, pero por lo que era capaz de hacer por su primo, por su familia completa y nada más. No había nada romántico ahí mientras contemplaba sus ojos verdes. Y pensar que le robó a Davina tantas mortificaciones por esto.

Davina no estaba en su jodido departamento.

Derek casi tumba la pequeña puerta del estudio antes de recordar que tenía su propia llave. Con las manos temblorosas, y sintiéndose como un puto obsesionado, entró esperando… solo verla.

Pero ella no estaba.

Una oleada de náuseas lo atacó al imaginarse que ella se estuviese quedando con ese hijo de puta, la ansiedad de correr a su casa y esnifarse lo último que quedaba de coca era fuerte, pero se dijo que él podía con esto. No era un adolescente con mal de amores, y no caería en las drogas otra vez por la primera pelea real en la que había estado con una chica desde hacía eones.

—¿Y bien?, ¿pateó tu culo tan pronto? —preguntó Caden con una sonrisa.

Ethan y Dylan se habían tenido que quedar en San Francisco, junto con Jeremy, envueltos en una tormenta de paparazzi que se habían enterado sobre su estancia al pasar las fiestas en un hotel, pero no eran ningunos idiotas. Temerosos a sus reacciones impulsivas, le habían mandado un jodido guardián de casi dos metros de altura.

—Ella no está en casa.

—¿No tiene papás?, ¿amigas?, las mujeres acuden a más mujeres cuando algo malo pasa, créeme, lo he vivido con Amber.

—De hecho… tiene un hermano.

Así que media hora después, Derek se encontraba sentado frente a Brant Ferrec, y era tan parecido a su hermana, que dolía mirarlo. La luz moribunda del sol de las siete de la tarde le daba en el cabello rubio que cubría ligeramente sus ojos. Era además demasiado musculoso, Derek sabía muy bien que no había muchas cosas que hacer además que ejercicio dentro de rehabilitación, y cuando se quitó el cabello de la cara, pudo ver sus ojos, de hecho, tenía el mismo tono de los de Davi, pero la diferencia era abismal. No parecía haber alma ahí cuando lo apuñaló con la mirada, dejándolo parcialmente helado.

—Creo que es muy interesante conocerte en estas circunstancias —dijo Brant.

—No sabía a quién más acudir —gruñó, sacudiendo la cabeza.

—Quizás ella solo está huyendo de un jodido drogadicto, conmigo es más que suficiente —dijo mirando las marcas que las drogas dejaron en sus antebrazos.

Derek contuvo el impulso de tirar de las mangas enrolladas de su suéter, como un afeminado, esas cicatrices habían salido en miles de revistas y ahora sentía, ¿vergüenza?

—Mira, solo estoy tratando de atar cabos, ¿crees que ella pudo huir a otro lado?, no sé, entiendo que quizás no quiera verme después de que discutimos… pero ¿no puedes pensar en algún sitio al que iría? No me contesta, y Davina no es así, nunca haría algo como esto.

—Tienes razón, ella no se escapa de los jodidos problemas nunca, es la mujer más fuerte que conozco, lo que sinceramente me pone alerta. —Se inclinó hacia adelante, ocupando casi todo su campo de visión. Derek no estaba acostumbrado a lidiar con tipos tan grandes como él si no estaban en la banda, y de pronto su cuñado era realmente aterrador—. Para mi desgracia, puedo ver que ustedes están en una especie de relación, y si dices que son monógamos, entonces aquí hay algo pasando y no quieres aceptarlo.

—¿A qué te refieres? —Brant respiró profundo, rodando los ojos.

—Está claro que desapareció, imbécil. ¿Por qué mejor no admites que seguramente quedaste mal con algún camello?, alguna zorra ardida, alguien que te quería hacer daño a ti.

Derek se inclinó también hacia él, cada vez más harto de esto.

—Eres tú quien siempre se escapaba de rehabilitación. Por pagar tu jodida recuperación ella tiene que vivir en un hoyo de mierda. —Los ojos de Brant centellaron.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Bienvenido al mundo exterior, amigo, ya sabrás todos los sacrificios que Davina tuvo que hacer por ti. —Brant resopló antes de sacudir la cabeza.

—Ella me ayuda, es cierto, pero es feliz, tiene un trabajo y un departamento agradable, disculpa por no estar al nivel de tus estándares —espetó, echándole un vistazo a su Bulgari—. Además, estás actuando como una perra exagerada porque te dejó. Supéralo.

—Hay razones de sobra para preocuparse por tu hermana, el barrio de Compton no es precisamente el lugar más seguro del mundo —interrumpió Caden, sorprendiéndolo al haberse olvidado por completo que lo había acompañado a la clínica—. Ese es el motivo por el que estamos preocupados, estamos de acuerdo que es un puto basurero, ¿no?

Derek de pronto se quedó frío al recordar al drogadicto que siempre estaba en las escaleras, ¿y si alguien le había hecho daño? Brant se frotó la cara.

—¿Qué?, ella no vive ahí. —Alternó una mirada entre ambos, su semblante de pronto no amenazador sino… derrotado—. Maldita sea, vive ahí. —Se pasó una mano por el cabello—. ¿Siquiera tiene un jodido trabajo? —preguntó con un extraño temblor en su voz.

Derek se sentía lo bastante nervioso y estresado en ese punto, como para arrancar la cabeza de alguien, si ella lo había dejado estaba seguro de que se lo diría de frente, no desaparecería yéndose con el jodido Nick. Necesitaba respuestas y las necesitaba ahora. Quizás no fue un puto obsesionado durante los primeros días, pero lo era justo ahora. Rascándose nerviosamente el tatuaje en su brazo, pensó en todo ese asunto de Nick y, de pronto, algo dentro de él volvió a molestarlo… Su teléfono vibró en sus vaqueros, por lo que dejó de lado todo eso pensando que sería ella, pero suspiró al ver que era Jeremy.

Contraté un detective privado, te daré la dirección en California para que vayas a buscarlo, no podemos seguir perdiendo el puto tiempo, tienen una presentación mañana.

—Bien… eso me parece bien. —Se puso de pie, todavía con el teléfono en la mano.

—Oye. —Una fuerte mano tatuada casi logró hacer que se le cayera el teléfono—. Tienes que encontrar a mi hermana, te juro que si le pasó algo por tu culpa, yo…

—La encontraré —dijo con firmeza—. E incluso si ella ya no quiere verme, vendré a traerte noticias.

Brant lo miró a través de esos dolorosos y familiares ojos azules, antes de liberarlo y asentir una sola vez.

Al principio, Davina estaba demasiado conmocionada para hacer otra cosa que no fuera preguntarse cómo diablos había llegado aquí. Pero luego comenzaron a volver los recuerdos y se estremeció.

Nick caminaba de un lado a otro hablando… solo. Davina no entendía muy bien qué pretendía, y a él no le importaron sus súplicas, luego sus gritos desesperados, lágrimas, nada. Después de llegar a su casa, él le había ofrecido un café, hablaron un poco sobre el conocimiento que él tenía sobre lo ocurrido a Giselle, y mientras lo hacían, Davina comenzó a sentirse muy cansada, lo siguiente que supo fue que estaba en una especie de sótano, atada a una silla.

Para este punto, estaba casi afónica de tanto gritar, también tenía sangre seca alrededor de sus muñecas, la cual obtuvo al tratar de soltarse de las sogas que la sujetaban, entre más se movía, más se apretaban a su alrededor, y aprendió por las malas que podía quedarse sin circulación, y el dolor lacerante la había llevado a la inconciencia incluso en una ocasión. ¿Cuántos días llevaba aquí?, ¿cuándo comenzaría la verdadera tortura? En algún momento de esos días, Nick la abofeteó porque la locura que la invadió fue total, y no podía hacer nada para evitarla, incluso aunque él no le hubiese hecho nada.

De alguna manera, Davina se negaba a perder la esperanza.

Quizás lograra aguantar hasta que pudieran rescatarla... salvo que no entendía nada de por qué estaba aquí, Nick no hacía otra cosa más que portarse como un demente, caminando de un lado a otro, y en un intento desesperado por ignorar todo su parloteo, empezó a pensar en Derek y Brant. Los dos eran tan parecidos, habían caído en las adicciones por diferentes circunstancias, pero estaba segura de que, si moría en este maldito agujero, podría darles el mismo combustible a los dos. Se volverían locos, caerían en las drogas, y esta vez, no habría manera de traerlos a la superficie.

—¿Por qué me tienes aquí? —preguntó, o al menos lo intentó, puesto que casi no tenía voz—. Nick, por favor, ¿qué quieres de mí?

Pero como todas las demás veces, la ignoró. ¿Por qué a ella?, ¿qué quería?, ¿cuánto más? Desesperada por regresar a la inconsciencia en la que se había sumido por un tiempo, se concentró en lo frío del sótano. Aquel lugar estaba increíblemente aislado y el frío era implacable y penetraba a través de las distintas capas de su ropa hasta entrar a sus huesos, convirtiéndolos en un fango helado. Al menos el frío fungía como anestesia.

—Solo acaba con esto, Nick, te daré toda la información de la banda que quieras, no le diremos a nadie, solo… por favor, detente —pidió en un susurro ronco, su garganta se sentía en llamas—, no podemos seguir así y lo sabes.

Él se detuvo abruptamente, al fin mirándola, y cuando se encontró con sus ojos vacíos, se quedó sin aliento.

—Tienes razón, esto no nos está llevando hacia ningún jodido lado —convino Nick, acercándose a ella, y su sonrisa, esa a la que no lograba acostumbrarse, envió un escalofrío por toda su espina dorsal.

Todo estaba tan mal. Fuera de contexto. Nick no podía ser este tipo, seguro se había drogado, quizás estaba demasiado tomado… algo. Tenía que haber una equivocación, y sin embargo, de repente aquí estaba, y él se había convertido en la cosa más peligrosa de su mundo. Simplemente Davina no estaba segura de cómo, o por qué.

Su cabello oscuro se desplomó sobre sus ojos verde pálido. Era un rostro que creía conocer, el rostro de un amigo, pero se había equivocado. Se equivocó tanto.

Él sonrió demasiado amplio, e hizo que su piel quisiera arrastrarse fuera de su propio cuerpo, ¿quién diablos era él?

La mente de Davina se aceleró al igual que su corazón, todo comenzó a dar vueltas, un sonido horrible taladrando sus oídos, y de pronto no supo nada, hasta minutos después cuando su mejilla ardía, se dio cuenta de que se encontraba tendida en el suelo, y que el chirriante sonido lo estaba haciendo ella, y cuando Nick descargó su mano de nuevo sobre su mejilla, esta vez se sintió como si estuviera de vuelta, aunque nada tenía sentido.

—¿Estás conmigo, o necesito meterte otro poco de sentido común? —Davina hipó, empujándose lejos de él, haciéndolo reír mientras golpeaba una de las paredes con los nudillos—. Cuarto insonoro, nena, todo cortesía de Resistance, aquí invertí mis últimos siete meses de sueldos. De nada sirve que grites.

—¿Por qué haces esto? —lloró. ¿Era esto por lo mal que Derek lo había tratado?

Él suspiró, sentándose al estilo indio frente a ella.

Era la primera vez en todo este tiempo que parecía querer hablar, lo que debía ser bueno, ¿no?

El primer día la había dejado a su suerte, el segundo intentó que comiera, hoy solo había caminado de un lado a otro como lunático, y cuando sus miradas se encontraron, un brillo llamó su atención, y no fue sino hasta ese momento que Davina pudo ver la pistola en sus manos. Congelándola.

Esto no podía terminar bien, de ninguna manera.

Ir a la siguiente página

Report Page