Hard

Hard


Capítulo Uno

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Capítulo Uno

Otra vez la estaba mirando.

Davina suspiró contemplando las fotografías en sus manos mientras se preguntaba qué cosa era más triste. Si el amor no correspondido, o la obviedad. Porque justo ahí, Derek era tan obvio que le ardían los ojos.

—Eres tan visceral, Davina. Ellos pertenecen a una banda de rock, ¡son artistas consagrados! Acostumbrados a manejar este tipo de cosas, ¿de verdad creíste que esta bomba iba a quedarse sin estallar? “Derek Chancellor intentó abusar de la mujer de su primo”. —Extendió la mano simulando lo que sería un encabezado brillante y lleno de escándalo, antes de fulminarla con la mirada—. ¡Esa exclusiva nos iba a hacer millonarios!

La joven suspiró de nuevo, esta vez por razones de más peso al observar la portada que Ruth tenía sobre el escritorio, donde Derek parecía más allá de asustado al observar a una igual de asustada Davina, nadie se tragaría que estaban más bien como “enamorados”.

—De verdad lo siento, pero quedamos en que no publicaríamos nada de esto, se lo prometiste a Jeremy, y sin embargo filtraste algunas de esas fotografías.

Si algo caracterizaba a Davina Ferrec no era solo su recién descubierto entusiasmo por el periodismo, o su pasión por tomar fotografías, nop, era su carácter imparcial, nunca se había dejado conmover por dramas familiares, o daños colaterales… hasta hoy. Porque claro, a estas alturas de su vida todavía existían las primeras veces. ¡Hurra!

Mordiéndose el labio, evitó la mirada de Ruth porque la hacía sentir algo así como basura, y culpó de estos extraños impulsos samaritanos a la convivencia con la banda. Eso le había ido ablandando el corazón, entre risas y disputas pasaba todas sus tardes desde hacía poco más de seis meses, así que supuso que era natural verlos como algo que ella nunca tuvo: una familia, arruinando su empleo y convirtiéndola, al parecer, de pronto en alguien visceral.

Y sí, el suspiro de su jefa fue más allá de dramático mientras negaba con la cabeza, su larga cabellera oscura ondeando con el movimiento negativo, incluso su vestimenta de ejecutiva parecía mirarla también con desaprobación. Sabía sin duda alguna que ese pequeño desliz de Derek iba a hacer millonaria a Ruth, y sí, no todos los días se podía echar al caño el prestigio y reputación de un miembro de la banda Resistance, pero… Davina no jugaba así. Menos después de conocerlos, quizás se había encariñado demasiado…

—¿Por qué tenías que aceptar frente a la prensa ese chantaje vil en el que te metió ese astuto ejecutivo? Jeremy Scott es un oportunista, yo nunca le prometí nada.

—No podía permitir que Giselle se viera envuelta en todo ese escándalo, ahora ella está intentando incursionar con su propio restaurante, no se merecía ser opacada por un chisme. Puedo traerte fotos de la inauguración, una exclusiva… —Ruth negó con la cabeza.

—Te has apegado demasiado a ellos, olvidándote en el camino que, de hecho, trabajas para una revista de chismes —bufó sacudiendo la cabeza—. Si querías algo más suave y tranquilo te hubieras quedado tomando fotografías para “El mundo de los perros”.

Justo-en-el-orgullo.

Davina apretó los labios, desviando la mirada de los penetrantes ojos verdes de Ruth hacia la ventana del octavo piso. Vapulear su orgullo parecía el pasatiempo de su jefa, Davina estaba consciente de cuánto le costó abrirse paso, venir de una revista para canes a una como Delirium, por lo tanto, sí, resultaba más que evidente su apego, no solo a Giselle, sino también a los miembros de Resistance. Específicamente a uno de oscuros ojos azules, más fríos que la misma Antártida y que no quería apegarse a nada, pero aun así… suspiró, estar con ellos se había sentido bien, correcto, como si llenaran un extraño hueco en su pecho.

—Soy profesional con esto. —Miró a su jefa a los ojos—. Y no quedamos en publicar ese escándalo, hicimos un trato con el mánager de Resistance, estás tirando toda mi reputación por la borda solo porque quieres ganarle a Famous. —Famous era la revista actualmente pionera en noticias de la farándula.

—Te aseguro que en Famous no se tocan el corazón como lo estás haciendo tú, aceptando tratos de esa magnitud sin preguntarme, ¿tengo que recordarte que no solo vas tú en ese Titanic, querida? Vamos todos. —Se inclinó observándola con atención—. Si no te encargas de parecer “terriblemente enamorada”, “embelesada”, casi poseída por el pene de ese maldito rock star, caeremos en habladurías; ya puedo leer encabezados del tipo: “La reportera misteriosa que solo buscaba posicionar a Delirium”, etcétera, etcétera y no te voy a permitir eso por más que te quiera, Davina —la apuntó—, y lo sabes. Esta revista es mi pequeño hijo, y soy toda una leona en estos momentos.

—Estaremos bien —sonrió nerviosa—, seré la novia que los fanáticos y la prensa esperan de mí, y entre tanto terminaré mi recopilación de fotografías de la banda, traeré toda la colección y sacaremos ese libro del que hablamos, lo prometo. Sabes que será un éxito entre los fanáticos, la banda nunca le había permitido a nadie algo como esto. Tienes que aceptar que es una enorme oportunidad, y más duradera que un chisme que quedará tarde o temprano en el olvido.

—Ya no estoy tan segura de que eso funcione como habíamos pensado —contradijo Ruth, masajeándose las sienes.

—Entonces debiste avisarme lo que pensabas hacer, si lo hubieras hecho, nada de esto hubiese sucedido. —Su jefa apretó los labios, porque sabía que Davina tenía razón, antes de suspirar.

—Bien, pero si el libro para los fanáticos resulta una basura, develaré lo que pasó esa noche te guste o no —amenazó dándose la vuelta, dejándola sola en su pequeña oficina.

—Pues no me gusta —comentó Caden antes de llevarse un nacho a la boca—. Yo creo que deberíamos decirle a Dylan lo que está pasando, si se entera por otro lado se va a enojar como-el-infierno, y todos sabemos cuán asno mal cogido puede ser cuando se enfada.

—Estoy de acuerdo… hasta antes de lo del asno mal cogido, no quiero saber cómo sabes eso. —Ethan hizo una mueca de asco.

—No —siseó Derek, revolviéndose el cabello—. Si se entera, lo único que hará es buscar la manera de solucionar esto, incluso si tiene que exponer a su novia —bufó mortificado—, los dos son tan jodidamente condescendientes y lo último que quiero es arruinar la burbuja en la que se encuentran ahora. Ustedes saben lo que mi tío ha hecho de Dy, y ahora incluso Vincent parece tranquilo gracias a Gis… Giselle —carraspeó—, ella se ha encargado de meterlos en cintura a ambos, y no voy a arruinar eso solo porque no soporto a la reportera.

—¿No soportas a esa reportera, o a ninguna mujer en particular? —Derek se tensó.

—No tiene nada que ver con esto.

—Yo creo que sí, y creo que es tiempo de que hablemos de hombre a hombre sobre lo que pasó hace ya algunos años…

—Detente ahí, Caden.

—Caden nada, ya han pasado años. Sé que fue algo jodido, no me veo pasando por eso, hermano, pero sinceramente no sé cómo mierda lo soportas.

—No necesito ninguna mujer —resopló, por favor.

—Cada vez que dices eso, imagino a tu pobre verga seca retorcerse en agonía, aunque claro, si es que aún la tienes —suspiró negando, angustiado.

—Lo preocupante es tu imaginación, de verdad. —Caden sacudió la cabeza.

—Eres tan extraño. ¿Cómo puedes decir que no necesitas mujeres?, ¿ni siquiera los senos? Quiero decir... tetas, hermano. —Fingió apretar un par—. Son tan... —hizo un sonido de hambre desde lo profundo de la garganta—… deliciosas.

—No. —Todavía sacudiendo la cabeza, lo estudió como si fuera el anticristo.

—¿Y qué me dices de los coños? En serio, no hay manera en que puedas tener una verga y solo los ignores. Son tan calientes, húmedos y apretados. Están hechos para mantenernos ahí para siempre, se sienten como el cielo… Y el sabor… —Se relamió los labios, sus ojos brillosos—. ¿Alguna vez incluso has probado uno?

—No es algo que te importe. —Entonces él se echó a reír.

—Lo siento, solo trataba de averiguar lo que no te gusta de una mujer. Son tan perfectas, todas suaves y de olor delicioso. —Tomó aire, cerrando los ojos—. No hay nada como chupar un pezón en tu boca mientras te mueves sobre ella. Y luego piernas suaves y torneadas se envuelven alrededor de tu cintura hasta que ella está clavando los talones en tu culo, sujetándote, pidiendo más de forma jadeante contra tu oído. Es solo... el jodido paraíso.

Derek parpadeó, sintiéndose sofocado, incluso tragando con dificultad. De pronto su mente se había puesto en modo súper primario, incapaz de pensar en algo que no fueran coños y embestidas. Por su lado, Caden no parecía en lo absoluto agitado, acostumbrado a todo eso, sin duda, mientras buscaba más queso para sus nachos.

—Por tu culpa, quiero ir por una mujer ahora mismo, imbécil —murmuró Ethan, revolviéndose en su asiento.

—¿Por qué no lo intentas con Davi? —sugirió Caden aún comiendo—. Es una cosita con curvas deliciosas, pero si no quieres, como que Ethan y yo podríamos hacerte el favor...

—¿Qué mierda estás tratando de insinuar?

—Basta ya, chicos. —Jeremy aplaudió para llamar su atención—. Esto es serio, Derek, se trata de no afectar ni la carrera de Giselle, ni tampoco la nuestra, ¿está claro? Pueden gustarte o repelerte los malditos coños, lo único que importa es que mantengas las apariencias.

Derek bufó, lo que podría aceptarse más o menos como un acuerdo. Jeremy se cruzó de brazos, mirándolo directamente, al parecer no iba a aceptar más mierda de nadie.

—Bien, entonces, Davina tiene que llevar algunas cosas a tu nuevo autobús.

—¿Q-Qué? ¿Compraste otro autobús? —Tuvo que haberle escuchado mal, seguro las risas jodidas de Ethan y Caden no lo dejaron entenderle.

—Sí, así como lo oyes. Tendrás tu propio autobús. Necesitamos mucho escándalo, como que ahora hasta viven juntos. Tendremos que hacer toneladas de publicidad. Vas a llevarla a los restaurantes más importantes y asegurarte de que los paparazzi estén viendo cuando la beses y pongas la mano entre sus piernas debajo de la mesa y acaricies lo necesario… y todo el puto aliciente que necesiten, incluso sobre el escenario, de manera que pese más cómo se ven como pareja, que el estúpido rumor de que quisiste propasarte con Giselle al confundirla con tu Ellen, otra noticia que no necesita ser publicada, ¿o me equivoco? —Derek apretó las manos en puños.

—Ni siquiera se te ocurra mencionar lo de Ellen.

—Entonces —comenzó, golpeándolo de forma juguetona con el puño—, procura lucir enamorado, o las cosas se van a poner bastante feas.

Davina respiró profundo, alisando su largo cabello rubio al mirar a Jeremy, ese hombre ridículamente guapo y enorme que parecía haberse equivocado de profesión.

Vestido como ejecutivo, uno caliente, cualquiera que lo viera siempre pensaría que era todo menos un tiburón como mánager, con su mirada astuta y su cabello bien acomodado, Jeremy Scott parecía sacado directamente de Men’s Health y puesto a dirigir una banda de rock, pero detrás de toda esa hermosa apariencia se encontraba esa astucia para los negocios, y esa mirada fría para cerrar tratos que lograba estremecerla.

—Por un momento pensé que te ibas a echar para atrás con esto —comentó mirándola de reojo mientras ojeaba unos papeles, siempre ocupado, ese hombre no parecía ser otra cosa más que una máquina.

—Hubieras llegado unos minutos antes y esto hubiera sido muy bueno de ver —dijo Ethan.

—Por supuesto que no faltaría a nuestra reunión.

—No te ves como esas personas que tienen palabra, disculpa nuestras dudas.

Nadie en la vida creería que esa voz ronca y gruñona podía acompañar perfectamente a la melodiosa de Dylan, parecía más bien como un cavernícola intentando comunicarse.

Derek Chancellor estaba apoyado contra el marco de la puerta, mirando distraídamente hacia el jardín, y aunque parecía tener una postura relajada, Davina sabía por lo tenso de sus enormes hombros descubiertos y su tono, que seguramente hielo se había formado en su mirada. Su presencia resultaba casi abrumadora en el pequeño espacio, como si el aire que los rodeaba fuera de su propiedad y tuvieran que pedirle permiso para respirar.

Y aunque sus compañeros lo trataban por lo general como un mocoso malhumorado, ella no podía. Y mucho menos mientras no se pusiera una maldita camiseta, parecía más bien un dios pagano. De hecho, su cara era tan deslumbrante que tuvo que pestañear un par de veces. Mandíbula perfectamente cuadrada y con barba de varios días. Labios llenos. Pómulos firmes. Y su cabello era un rubio y perfecto caos, más claro al frente, más oscuro en la parte de atrás, donde lo llevaba más corto.

Ni qué decir de su cuerpo, era tan espectacular como su cabeza. Huesos grandes. Músculos fuertes. Sin grasa. Tatuados. Su piel era dorada incluso bajo las luces fluorescentes. Cristo. ¿Por qué ninguno usaba camisa nunca? Eran una horrible distracción para los mortales. Sacudiendo la cabeza, juntó su mierda. Davina no era de las que se deslumbraran fácilmente, llevaba años trabajando en la farándula, fotografiando semi dioses y personas que parecían de otro mundo, así que este rockero no iba a ponerla sobre sus rodillas.

—Lamento informarte que si algo tengo, es mi palabra, y para el récord, te recomiendo que cambies esa actitud conmigo ya que eres mi novio, y todos van a estar mirando, ¿o no? —dijo evitando una sonrisa al ver como los demás se reían.

—O pueden no vernos en lo absoluto, nunca he dejado que se sepa nada de mi vida privada, ¿por qué mierda iba a empezar a hacerlo ahora? —gruñó mirándola, y síp, ahí estaba el hielo formándose en esos increíbles ojos.

—¿Por la pequeña bomba en forma de escándalo?

—En el que me metiste.

—Yo no te obligué a atacar a Giselle, ya sabes, esa fue tu idea. Necesitaba ayudarla, estabas como loco.

—Tomando fotos y divulgándolas, cuánta ayuda, denle un premio a la mejor ciudadana.

Aunque su expresión siguió inmutable, sus ojos hablaban por él, y mostraron desprecio. Agudo y sin opción al perdón, antes de largarse de la habitación como alguna clase de deidad enfurecida, haciéndola estremecer.

Davina había visto esto por meses, Derek parecía vivir en una especie de furia constante. Sus ojos eran tan fríos que escarchaban todo a su alrededor, su humor era siempre furioso, pero hoy era como algo volcánico.

Caden Wickham, el baterista, y más grande de todos ellos, se encontraba de pie cerca de la puerta, comiendo casualmente un mango, y parecía divertido con la situación, incluso resopló una risa para nada discreta, al contrario de Ethan, el bajista, quien estaba extendido en un sofá, con la gorra sobre el rostro, ahora profundamente dormido. Y sí, esa era una gran forma de volverte invisible en una reunión tan nefasta como esta.

—Entonces… —Jeremy se aclaró la garganta, atrayendo su atención—. Vivirás con Derek el resto de la gira en su autobús.

—¿Disculpa? —inquirió parpadeando, quizás no había comprendido bien.

—Me extraña que como reportera no me sigas. —Rodó los ojos—. Necesitamos publicidad, y la necesitamos ya. Así que… esto empieza desde mañana.

Davina retorció las manos, una contra la otra, diablos. Se estaba metiendo en un infierno.

—Técnicamente el autobús es nuevo, y tiene de todo.

Davina respiró profundo, el olor de su tonificado ser llenaba el aire. Llegados a ese punto, estaba muy tentada a aguantar la respiración. No necesitaba su olor intoxicándola, las cosas eran lo suficientemente difíciles como estaban. Siguió a Derek en silencio mientras observaba en detalle el autobús más equipado que su viejo estudio en un suburbio de L.A.

—Como verás, es lo suficientemente espacioso para que no tengamos que toparnos mucho por aquí, tu habitación está por allá —espetó, mirándola con impaciencia.

—¿La segunda planta será como tus intocables dominios? —se burló, mirando la escalera que llevaba hacia los aposentos de su majestad.

—Solo no subas.

—Bien, bien. —Rodó los ojos—. Nada de subir a espiarte, acosarte o pensar en asustarte.

—Y sobre todo, nada-de-fotografías, Davina. Si lo haces, me encargaré de hundir tu patética carrera.

—Todo un tirano, ya entendí.

Derek le dio la espalda, como si fuese un príncipe asumiendo que lo estás siguiendo, antes de entrar a una pequeña cocina. Él se sentó en un taburete, un ceño fruncido adornaba su hermoso rostro. Únicamente vaqueros era su vestimenta diaria, y aun así, estaba listo para posar para una revista. Los dedos de Davina picaron por fotografiarlo, estaba perfecto justo ahí, en ese ángulo y con esas sombras jugando en su cabello rubio arenoso, destacando ese profundo azul de sus ojos… eran de un tono distinto, ¿índigo, tal vez? Sí, eso era. Tuvo que contener un suspiro mientras trataba de concentrarse en el lugar. Su autobús pronto se convirtió en su reflejo: oscuro, elegante, silencioso.

—Hay todo lo necesario en la nevera —comentó él—, así que puedes cocinar para ti.

—¿Qué hay de ti?

—Yo como lo que sea fuera, además Giselle trae la comida para todos los fines de semana cuando visita a Dy —dijo encogiéndose de hombros.

—No puedo creerlo, pensé que la esclavitud se había abolido. —Él ni siquiera la miró, pero igual continuó hablando—: Giselle ya no trabaja para ustedes, no tiene por qué hacerles comida, debería solamente disfrutar del estar con Dylan.

—Pero lo hace, y lo agradezco infinitamente —la interrumpió de forma defensiva, sus irritantes ojos azules sin pestañear—. Ahora, si ya terminamos aquí, no te sientas como en casa y solo utiliza lo que necesites.

Tan encantador. Y mientras apoyaba la cadera contra la isla del centro y miraba ese musculoso cuerpo partir a grandes zancadas, Davina se quedó pensando en las dos cosas que había advertido. La primera, los ojos de Derek siempre le parecían los de un viejo en medio de un rostro juvenil, lo cual sugería que debía haber pasado por algunas experiencias no muy buenas.

Y las experiencias de ese tipo tendían a ser el queroseno que avivaba las llamas internas de las personas… lo sabía por Brant, tenía esa misma extraña mirada.

¿La segunda? La forma en la que hablaba de Gis era lo único medianamente suave y amable que salía de su linda boca. La forma en la que sus ojos se calentaban al verla, o la insistencia con la que seguía sus movimientos era algo que, sinceramente, preocuparía a Dylan.

No me merecía esto, no me lo merecía.

La voz llegó a Derek flotando en la oscuridad; la habitación en la que se encontraba estaba fría y su cuerpo era una sombra nebulosa. Bajo él, Ellen estaba acurrucada en un rincón, llorando. Derek quiso arrastrarse hasta ella y lo consiguió al ponerse al nivel de su chica. Ella lloró con más fuerza, su largo cabello oscuro sirviendo como un espeso manto que no le permitía ver su adorado rostro.

No me lo merecía, volvió a decir.

—Lo sé, y lo siento —susurró acariciando su cabeza—, si en algo te sirve de consuelo, no pienso que me merezca lo que tengo tampoco. Detesto seguir viviendo.

Derek deslizó los dedos hacia el rostro amado de su chica, pero cuando ella levantó el rostro finalmente para reunirse con su mirada, se sobresaltó al ver a… Giselle. Horrorizado, se dejó caer de culo hacia atrás, y cuando despertó lo hizo con la respiración desbocada. El terror se había apoderado de su cuerpo por completo, provocándole una sucesión de violentos temblores. Gotas de sudor empapaban su frente y su cabello mientras observaba las luces de la carretera pasar a toda velocidad.

Estaba a salvo.

No. No tan a salvo. Jodida mierda. Derek parpadeó en la oscuridad, el autobús continuaba avanzando en la noche rumbo a la ciudad de Las Vegas, donde tendrían su próximo concierto. Él estaba ahí, recostado en su nueva cama, siendo la jodida estrella de rock que no quería ser, y Ellen seguía donde tenía que estar.

Pasando una mano por su rostro, sacudió la cabeza y se quedó unos minutos mirando a la nada. Bastante consciente de que ya no podría volver a dormir, decidió bajar a tomar algo de agua e ir al baño. Al único baño que ahora, para colmo, tendría que compartir con una chica que detestaba.

Se puso unos chándales por puro e inusual decoro, cuando normalmente hubiera bajado desnudo, pero apenas llegó a la primera planta, se congeló al lado de las escaleras. Davina estaba recostada en uno de los sofás hecha un ovillo. Por qué no estaba en su puta alcoba, era algo que estaba fuera de su imaginación. La ventilación alborotaba el largo cabello rubio de la joven, provocando que Derek sintiera el extraño impulso de querer apartarlo de su rostro.

Aun así se contuvo. Claro que se contuvo.

Ella era el enemigo, siempre lo sería, así que más valía andarse con pasos de plomo a su alrededor. Si tan solo no hubiera siempre esa creciente tensión en su pecho cuando la miraba. No entendía por qué surgían impulsos inapropiados cada vez. Quería acercarse e inhalar ese encantador aroma misterioso, como cítrico, tocar su piel de aspecto suave, enterrar sus dedos en su cabello rubio, después empujarla contra una pared y levantarla hasta que la base de su garganta estuviera al nivel de su boca, donde podría...

Genial. Ahí iba de nuevo en su camino de pervertido. Con los músculos apretados, sacudió la cabeza al mismo tiempo que Davina se removió incorporándose, dejándolo congelado en su sitio; se talló los ojos y entonces dejó escapar un grito al verlo.

—Mierda —chilló empujándose hacia atrás en el sillón.

—Lo siento —exclamó levantando las manos—, tan solo tenía sed, no fue mi intención despertarte… pero tú tienes la culpa —dijo cambiando su tono de voz, y el maldito giro de los acontecimientos—, tienes una alcoba, ¿qué rayos haces durmiendo ahí?

—Claro —bostezó—, se me hacía que seguía en mi sueño ante tu tono de voz, este realmente eres tú.

—¿Qué hacías dormida ahí? —Davina tiró un poco de la larga camiseta que llevaba para dormir en un vano intento de taparse un poco las torneadas piernas.

—No podía dormir así que me quedé leyendo, supongo que… en algún momento sí pude hacerlo. ¿Y tú? —Él parpadeó.

—Tampoco pude seguir durmiendo. —Caminó hacia la cocina, ya sin preocuparse por despertarla, encendió la luz mientras se servía agua.

—¿Una pesadilla? —Derek se tensó ante la imagen del rostro de Giselle.

—No tengo por qué hablarte de eso —espetó a la defensiva.

—Entonces… ¿quieres hablarme de tus padres? —Derek se giró en redondo para mirarla casi boquiabierto ante el cambio de tema.

—¿Por qué querría eso? —Ella se encogió de hombros.

—Si no quieres hablarme de tus pesadillas, puedes contarme algo sobre ti, ¿qué puede pasar si me cuentas algo como eso?

—Que lo uses en mi puta contra, eres una reportera, maldición.

—Nunca usaría algo como eso en tu contra.

—Te recuerdo que tienes material mío como para que me encarcelen.

—No lo entregaré, además, como tu novia necesito saber al menos lo básico, ¿no crees? ¿O crees que puedo andar por ahí colgada de tu brazo solo como una muñeca?

—No veo por qué no. —Se encogió de hombros—. La prensa no cuestiona por lo general el intelecto de la pareja de nadie. —Davina se tensó, pudo verlo en la forma en la que sus labios se apretaron en una línea, la verdad su carnosa boca era un distracción constante que no quería detenerse a mirar mucho tiempo.

—Bueno, al parecer no tienes una idiota por novia, entonces, háblame de tus padres.

Mierda, eso logró enfurecer a Derek, no quería a esta mujer alrededor de su madre, nunca, Rachel había tenido suficiente ya de su mierda, pero temía que podían durar horas en este intercambio de maldita información, y ella nunca cedería a dejarlo tranquilo.

—Nunca llegué a conocer a mi padre, y mi madre se llama Rachel, es increíble, es todo lo que necesitas saber.

—¿Viste alguna vez a tu padre?, ¿quizás en alguna foto?

—¿Qué clase de preguntas son estas?, ¿segura que no tienes sueño? —Y cuando ella se cruzó de brazos, inconscientemente marcando sus turgentes pechos, no le quedó más remedio que desviar la mirada—. Aunque no es de tu jodida incumbencia, no. La respuesta es absolutamente no, mi madre nunca me mostró una fotografía de ese donante de esperma, igual no necesito conocerlo ahora.

Davina se quedó pensativa, dando la sensación de que lo que acababa de contarle le resultaba fascinante, lo que le hizo suponer que aquella mujer no debía tener más vida social que la de andar tomando fotografías y jodiendo celebridades.

—¿Cómo empezaste tu adicción? —Mierda, Derek incluso tuvo que dar un trago considerable de agua para no verse tan sorprendido ante su pregunta.

Ciertamente él ya había evadido la pregunta un centenar de veces, pero saber que de alguna manera Davina estaba tan cerca de Ellen, lo hizo sentirse vulnerable y expuesto. Nunca más dudaría de las capacidades de esta reportera.

Ella bostezó con suavidad, poniéndose de pie para caminar hacia él. Tenía el cabello rubio revuelto y despeinado, recién salido de la cama, y eso lo hizo sentir incómodo, al igual que el resto de su atuendo. Su camisa era tan grande que la manga de un lado se había resbalado y caído de un hombro suave. Sus pantalones eran lo suficientemente cortos como para exponer bastante de sus esbeltas y tonificadas piernas.

Nada bueno. Tenía que dejar de mirar sus piernas.

Así que eso hizo, forzando su atención a su rostro. Excepto que sus ojos azules eran tan brillantes, reflejaban inteligencia e inspiraban confianza en ese rostro provocativo que hacía que los que entrevistaba confesaran sus secretos más oscuros. Se le hizo un nudo en el estómago.

Genial, estaba muy bien equipada para su trabajo, ¿no? Cuando ella tomó asiento frente a él, apretó las manos en puños, no tenía necesidad de contarle nada, pero nuevamente, no podía arriesgar el futuro de Dylan. Se lo había jodido en grande al acosar a su chica. Y lo que ahora necesitaban era que se creyeran que estaba profundamente enamorado de esta mujer frente a él. Lo haría por su primo, no por sí mismo.

—Mi novia me presentó la cocaína en nuestra primera cita. Es todo lo que necesitas saber.

Y después de eso, la dejó sola en la cocina. No necesitaba un consejero, para eso tenía las terapias cada maldito martes.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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