Hard

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Capítulo Catorce

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—¿Tú qué harás mientras tanto? —Él pareció nervioso, o quizás solo fue su imaginación, mientras lo miraba contemplar su plato de panqueques.

—Tocaré un rato la guitarra.

—¿La trajiste? —Diablos, ¿dónde había dejado esa incalculable pieza de valor? Esperaba en Dios, no en su estudio.

—Sí, han estado pasando algunas cosas… —negó antes de suspirar—, en fin, la dejé en casa para no llevar tanto equipaje a tu estudio.

—¿Qué clase de cosas?

—No estoy muy seguro, no sé incluso si valga la pena preocuparse por eso, no cuando necesito sacar el ritmo de una letra que tampoco puedo sacar de mi mente.

—Siempre puedes componerme algo en la cama.

Había una chispa de algo en sus ojos, y una esquina de su boca se levantó ligeramente en una sonrisa.

—Veré si lo mereces.

Esto era algo que definitivamente se podría imaginar. De hecho, la imagen de él, en las sábanas de la cama del autobús, despeinado, recostado contra las almohadas con una guitarra en su regazo, había sido su imagen número uno cuando necesitaba un orgasmo rápido, y esas imágenes habían acudido a ella con frecuencia, sobre todo las inventadas de él sin la cantidad suficiente de ropa como para que el color inundara sus mejillas ahora.

—No puedo aplazar mucho tiempo la gira, Jeremy está enloqueciendo, ¿crees que puedas volver conmigo en un par de días?

La joven sintió cómo sus entrañas se calentaban; sus ojos azules eran sinceros, él la quería con la banda, no sería capaz de botarla sin previo aviso, ¿verdad?

—¿Le dirás a los demás sobre lo nuestro?

—¿Te refieres a la banda? —Davina asintió—. Creo que dejarlos casi al final de la gira y buscarles un reemplazo les dio una pista.

Davina sonrió, y cuando se inclinó para besarlo, se dio cuenta de que estaba tenso. De pronto, sus profundos ojos no estaban sobre ella, sino mirando hacia afuera, y el brillo cálido fue arrasado por una familiar mirada helada.

—¿Cómo diablos los paparazis se enteraron de mi llegada?

—Él te dejó en la puerta, está por todos los medios. —Ruth suspiró negando antes de centrar sus ojos en ella—. Bueno, excepto en el nuestro. Simplemente no puedo creerlo.

Después de dejar el restaurante en un torbellino de fotografías, Derek se había rehusado a que llegara sola a Delirum, provocando que el caos se hiciera increíblemente peor.

De alguna manera los fanáticos se habían enterado de su presencia, y le gritaban a Derek, alzando sus camisetas y otras mierdas, intentando que las autografiara, golpeando incluso las ventanas del taxi en el que iban. Davina quería gruñirles por ser tan inoportunos, y ordenarles que se detuvieran. Por su lado, Derek los ignoró, pero ella no podía alcanzar ese jodido nivel zen aún. Odiaba a la gente así, pero nuevamente, a Derek no pareció importarle y no quiso dejarla ir sola a su trabajo. Decía que simplemente iba contra sus ideas de protección, o lo que fuera.

Cerrando los ojos, recordó el rostro de sus compañeros. Algunos la recibieron con risitas tontas, mientras que otros solo la miraron con algo que rayaba en la envidia y el desprecio. Diablos, ¿es que todos sus compañeros de trabajo en realidad eran unas pequeñas perras ardidas escondidas detrás de una fachada amistosa? Aunque bueno, ella había sido conocida por ser una persona fría, sin importarle mucho si la miraban o no…

—No solo perdimos la exclusiva de todo esto, tú misma te encargaste de hundirnos.

—Ruth, lo siento, él llegó apenas y todo ha pasado tan rápido…

—¿Recuerdas lo que te dije sobre Delirium siendo mi bebé? —la interrumpió con una mirada—. No tienes justificación, a ti no te importa el futuro de esta empresa, no te interesa en lo absoluto este empleo.

―¿Cómo puedes decir que no me interesa? —La miró incrédula, había dejado sudor, lágrimas y tiempo incalculable tras estas paredes.

―¿Que cómo puedo decirlo?, si no es por ese anónimo, no tendría ninguna primicia de ustedes o la banda, ¿cómo crees que me siento de ver las noticias en todos lados menos aquí, cuando se supone que yo tengo a los protagonistas?

—¿Anónimo?, ¿así bautizaste a ese ladrón?

Ruth no respondió, y mientras la miraba con desprecio, esta vez Davina no se sintió inferior, andrajosa o corriente, porque recordó otra mirada. Derek estaba recostado sobre su pequeño colchón, con su pecho desnudo y con su cabello desordenado por dormir. Jesús, era hermoso por la mañana, incluso lo había tenido que fotografiar.

Había algo atrayente en un hombre grande y poderoso que parecía ligeramente vulnerable momentos después de despertarse, y mientras ella corría vistiéndose por el pequeño lugar, sus ojos azules eran reverentes y extasiados, observándola. Exudaba poder, y una masculinidad alucinante, que hacían que cada hormona femenina suya temblara, y Davina supo justo ahí, que sentirse hermosa no tenía nada que ver con la vestimenta que uno llevara diariamente, sino, más bien cómo te vieras a los ojos de la persona que más te importaba, y nada le podía dar ese subidón a su autoestima como una sola mirada de Derek.

Así que tomó valor de ese recuerdo para poder mirar de frente a Ruth.

―Mira… —suspiró—, lo lamento mucho, se me salió de las manos, pero estoy segura de que podemos resolverlo. —Ruth entrecerró los ojos caminando hacia ella.

―A ver, hay algo que quizás me estoy perdiendo, ¿realmente te enamoraste de él? ―La joven se tensó, pero se negó a que eso se mostrara en sus ojos.

―Ruth, por favor, solo digo que…

―Lo hiciste. ―Rodó los ojos―. Eso es tan malo, ¿sí sabes lo que va a pasarte después de que termine el álbum, verdad?, ¿sí entiendes que él solo está pasando el rato? ―Davina la miró sin parpadear siquiera, pero estaba segura de que Ruth no le creyó―. Espero que sepas de antemano cómo se sienten los corazones rotos, ¿porque el tuyo?, lo veo hecho añicos a kilómetros —suspiró ondeando la mano—. En fin, vamos a tratar de solucionar esto, necesito fotos de ustedes en la intimidad, incluso si hay por ahí un culo desnudo mejor, necesitamos una imagen de impacto.

¿En la intimidad? Se llevó la cámara al pecho, de pronto horrorizada pensando en todas las tomas íntimas que había hecho de ellos mismos, si Ruth le arrebatara la cámara en ese momento... o algún fanático… su mente comenzó a dar vueltas.

―¿Disculpa? ―Sacudió la cabeza―. He hecho todo lo que me has pedido, te he dado más de lo que nadie te podía dar, no solo de mi intimidad, sino de la banda entera.

―Eso no me sirve, no es suficiente después de lo que pasó ahora.

—No te voy a traer fotos íntimas, ¿estás loca?

—No sé si no lo has entendido —murmuró su jefa, sentándose en la esquina del escritorio, cruzando las piernas y poniendo esa cara que solo presagiaba cosas malas—. No te estoy pidiendo que las traigas, te lo estoy ordenando.

Davina parpadeó, dando un paso hacia atrás mientras negaba.

—No puedo hacer eso. —Ruth tamborileó los dedos en el escritorio, mirándola.

—Bueno, no me dejas más opción. ¿Quieres saber qué voy a hacer?, voy a revivir esa noticia que me va a dar más dinero que cualquier cosa que hagas o finjas.

―¿Qué quieres decir? —Sus ojos se abrieron con horror cuando la comprensión destelló frente a ellos—. No puedes estar hablando de la nota de Giselle, yo creí…

―Somos prensa, cariño, no un lugar de beneficencias, más bien, aquí nos beneficiamos con todo lo que podamos. Imagina una nota donde su “felicidad” fuera enturbiada por los retorcidos gustos de Derek Chancellor, eso nos haría recuperar todo lo perdido. —Davina se quedó sin aliento.

—No puedes hacer eso, no pienso colaborar más en el álbum si lo haces. —Los ojos de Ruth brillaron con una promesa.

—¿No? Te recuerdo que el álbum es propiedad de Delirium, no tuyo, no lo olvides. —Se levantó del escritorio, caminando hacia la puerta, sosteniéndola abierta para ella—. Si no te parece, puedes irte cuando quieras.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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