Hard

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Capítulo Dieciséis

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Capítulo Dieciséis

 

―Oye, ¿todo bien?

Cuando Davina regresó a casa, Derek de inmediato levantó el rostro de lo que estaba haciendo, que era tocando la guitarra, unos papeles posaban cerca de la cama. Al vivir en un estudio, simplemente no se podía esconder mucho, la cama estaba a la vista, su pequeño fregador y una sola puerta donde estaba el baño. Así que no tenía caso ocultarle nada. Pateando sus zapatos fuera, no le respondió. No podía. Había mucho que decir acerca de cosas que ella odiaba y no podía cambiar.

En cambio, retiró las sábanas y se metió dentro, completamente vestida. El cuerpo de Derek ocupaba gran parte del colchón, estaba caliente, desnudo y complaciente cuando ella se arrastró hasta su pecho.

Y mientras los brazos de Derek la rodeaban, se estremeció, dándose cuenta de que, en todos estos años, esta era la primera vez que tenía un refugio al cual acudir cuando sentía que el mundo era un lugar horrible. ¿Este momento donde pidió y recibió asilo? Le hizo entender por qué Giselle se iluminaba cada vez que Dylan entraba en la habitación, y por qué Derek mismo había perdido su mente cuando su esposa murió.

—Gracias —se oyó decir.

—¿Por qué? —susurró Derek.

—Por estar aquí.

—¿Qué ocurrió hoy?, y no me digas que nada, Davi, deja de excluirme.

Diablos, estaba acostumbrada a lidiar sola con todo, a tragarse sus problemas, vivía el presente y solo pensaba a futuro, pero ¿cómo negarle algo a esos increíbles ojos?

—Creo que voy a renunciar, Ruth está demente, simplemente… ya no puedo.

—Bien. —Davina parpadeó, enderezándose para mirarlo.

—¿Escuchaste lo que dije? —Ligeramente, su mano y su mirada vagaron por su cuerpo, con relajantes movimientos que le parecían extrañamente caricias.

—Sí, y dije que me parece bien. ¿Esa Ruth solo es un dolor en el culo, no? Me parece bien que renuncies, nos ha estado chantajeando desde el principio a todos con el álbum, es una jodida zorra.

Davina se encogió, sin entenderse completamente a sí misma. Al volverla reportera, Delirium había condenado su habilidad como fotógrafa a una maldición, pero al mismo tiempo, la hizo la única periodista que podía manejar ciertos encargos. La hizo sentir valorada, y sin ese empleo, lo único que le quedaba era su cámara, que aunque útil, necesitaba más que solo eso para mantenerse a sí misma... y a Brant. Un estremecimiento la recorrió, y un futuro turbio se desplegó por delante ante el mero pensamiento. Pero había algo peor.

—Supongo que me preocupa lo que Ruth va a hacer.

—¿Como qué? —Un temblor de ansiedad le golpeó en su interior tan duro como el frío que le estaba sacudiendo por fuera.

—Oh, Dios, Derek. —Enterró el rostro en su pecho—. Me vas a odiar por esto… —Él sujetó su mentón, como si así pudiera impedir su caída en espiral.

—Davina, mírame. No hay nada que hagas o digas que me haga odiarte. —La miró intensamente—. ¿Aún no puedes entender lo que siento por ti?

Sí, extrañamente podía hacerlo, y por eso se sentía como una verdadera escoria.

Sus dientes casi castañeaban y él estaba esperando… ¡Solo acaba con esto, hazlo y ya! Davina nunca había sido una de esas mujeres tontas que soñaban con el príncipe encantador, ni con una relación de cuento de hadas que el jodido Disney se empeñaba en poner como modelo a seguir. Pero incluso para alguien que no había tenido ilusiones, ni ninguna intención de meterse en alguna relación, y que de ningún modo se hubiera visto a sí misma con Derek Chancellor, de alguna manera el destino le demostró que él tenía la última palabra al meterla en un episodio de Disney, y por eso resultaba increíble que fuese ella la mala de la historia, y él quien no merecía estar con ella.

Parpadeando sus lágrimas, se animó a mirarlo, era mejor acabar con toda esta farsa.

—Ruth, sacará… sacará a la luz lo que hiciste con Giselle, para no hacerlo, me pidió fotografías de nuestra relación ahora que viniste, fotos intrusivas, y al no hacerlo...

—¿Fotografías íntimas? —Sus caricias se detuvieron, y se le quedó mirando hasta que pudo ver en sus ojos el momento exacto en que comprendió todo—. Mierda…

Se levantó entonces, buscando sus vaqueros, y una vez vestido encendió un cigarro. Y mientras el silencio crecía entre ellos, Davina sintió que su corazón iba abandonando su pecho. Una extraña constricción la rodeaba, impidiéndole respirar. Él iba a dejarla. Lo cual resultaba patético, porque ni siquiera estaba segura si habían empezado, por lo menos Ruth debería saber que al final no fue él quien terminó rompiéndole el corazón, sino ella. Realmente era un desastre, ¿no?

—¿Ya me detestas?

Su voz fue tensa y cruda. Sonando pequeña para sus propios oídos. Se sentía muy pequeña en estos momentos, ah, y derrotada, muy derrotada. Derek la miró bruscamente, sus ojos llenos de algo extraño cuando lanzó el cigarro hacia afuera por la ventana, y se precipitó hacia ella, poniéndose en cuclillas hasta estar al mismo nivel de la cama.

—Nunca. Nada de esto cambia lo que siento por ti. —Se sentó a su lado, atrayéndola sobre su pecho—. ¿Lo que tenemos? Quiero que dure todo lo que sea posible, te lo dije.

Ella respiró entrecortadamente, dejando caer la cabeza contra su pecho. Las lágrimas que había estado reteniendo fluyeron sin ningún pudor. Él era tan cálido, los duros planos de su cuerpo se moldeaban perfectamente a los suyos.

—Me siento horrible.

—No fue culpa tuya, Davina —excusó en voz baja, acariciando su espalda—. Nada de lo que pasó esa noche o después, ¿sabes? Renuncia, hablaré con Dylan, lo superaremos.

—¿Pero qué voy a hacer? Ruth me dio una oportunidad cuando nadie veía nada en mí, ni siquiera tengo una carrera, Delirium era todo lo que tenía… —Derek se movió, atrayéndola hacia abajo y contra su pecho.

—Serás nuestra publicista, ¿te parece eso poco? —Ella cerró los ojos, enterrando el rostro aún más en su pecho.

—Ni siquiera has hablado con Jeremy o con los chicos, no sabes cómo se lo van a tomar, no tengo experiencia en ese campo, ¿no lo entiendes? ¿Y si no soy buena en eso?

—¿Que no eres buena? Eres jodidamente increíble, ¿y por qué dices que no hablé con ellos? —Pero no podía escucharlo realmente mientras se hundía en su propio fango.

—¿Y qué va a pasar cuando no estén de gira?, no vas a necesitarme, ustedes no…

—Detente.

Sujetó su barbilla, obligándola a callarse y mirarlo. Y entonces se sintió aturdida. Sus ojos se clavaron en ella, pero no había nada frío. El crudo calor en ellos la atravesó todo el camino hasta su médula.

—Te quiero, ¿cómo te lo explico para que lo entiendas?

Y luego la besó suavemente, moviendo su mano hacia la parte posterior de su cuello. Le lamió los labios, incitándolos a separarse, luego deslizó su lengua contra la suya, robándole un pequeño gemido al probar el sabor del tabaco en él. La joven pasó los dedos por sus abdominales esculpidos, sintiendo como sus músculos se contraían bajo su toque.

—Quiero que estemos juntos en todo, Davina, te quiero conmigo. Sé lo importante que es para ti este trabajo, pero también sé que no es lo que mueve tu vida. No quiero que estés atada a cosas que no te gustan.

La joven meditó sus palabras unos instantes, era más fácil decirlo que hacerlo. A estas alturas, podría decirse que había olvidado qué exactamente movía su vida. Las cosas nunca fueron fáciles, y siempre había necesitado de sí misma para salir adelante, ¿entregarle toda su confianza a una estrella del rock? Solo pensarlo le ponía la piel de gallina.

—¿Pero qué voy a hacer con Brant?

—¿Crees que vas a trabajar con nosotros como un acto de caridad?, te vamos a pagar, vas a mejorar, no a retroceder —aseguró, deslizando los labios hacia su mandíbula.

—Odio estar tan fuera de control. —Cerró los ojos, disfrutando de sus caricias.

—Dímelo a mí. —Le acarició con suavidad el cabello—. Es gracioso cómo cambian las cosas en un momento. Recuerdo emborracharme, drogarme, estar todo jodido y creer que tenía el control. ¿Pero cuando andaba por ahí robando y huyendo para hacerlo? Es una historia completamente diferente. No es genial, ni divertido. Es el infierno. No quiero que trabajes en algo que no te gusta y que no te haga sentir en tu elemento, no quiero que no tengas el control de tu propia vida. Cuando uno no lo tiene, simplemente es como si fuera en vano andar por ahí existiendo.

Ella buscó sus labios, y él aceptó gustoso el beso y conforme fue incrementándose su pasión, ella sintió la clara presencia de una erección presionada contra su muslo. Muchos hombres le habían hecho un montón de promesas en su vida, y había aprendido a no creerles. Pero creía en Derek. No sabía por qué, pero lo hacía, con cada fibra de su ser. Ahora solo tenía que esperar que cuando todo saliera a la luz y el mundo se les viniera encima, no olvidara las cosas que había prometido. Nadie salvo Brant la había querido lo suficiente como para preocuparse por sus motivaciones.

Davina no se molestó en hablar de todo eso con Derek, por el contrario, todo fue rápido, frenético, apasionado: la forma en que ella se bajó los pantalones, la manera en que él se desabrochó los suyos, acomodándose detrás de ella, y en un segundo Davina estaba sujetando su erección conduciéndolo a casa. Ambos gimieron cuando entró en ella y comenzó a moverse con movimientos largos y lentos, como siempre dándole tiempo a su cuerpo a acostumbrarse, sin embargo, su control desapareció muy pronto y comenzó a golpear contra ella, alternando movimientos circulares con empujes rápidos y profundos, como si intuyera su necesidad de tenerlo de esa manera.

Necesitando aún más su contacto, Davina se removió un poco quitándose la blusa y después se colocó sobre sus manos y rodillas. Derek dejó escapar un sonido estrangulado cuando volvió a impulsarse dentro de ella, se inclinó presionando su pecho en su espalda, poniendo sus manos al lado de ella en el colchón.

—Hermosa —murmuró mientras bombeaba dentro de ella—, eres increíble...

Su aroma, sus palabras, y sus fuertes embates la hicieron contraerse en torno a él, apretando y acariciando de una forma casi dolorosa, logrando que él se perdiera en ella. La mejor sensación de la vida. Sentirlo convulsionar detrás suyo, su nombre saliendo estrangulado de sus labios, mientras se vertía en ella, la dulce agonía del orgasmo le hizo ver las estrellas, sin duda, el futuro. Esto era lo que había esperado toda su vida, y no se trataba sobre el sexo. Se trataba de un amigo, una pareja, Derek estaba realmente con ella. A pesar de que los brazos de él temblaban, salió de ella, no queriendo claramente que soportara su peso. Davina se dejó caer en el colchón, no quería moverse, además no sentía la fuerza para nada, así que se sorprendió cuando él la levantó, besando su frente mientras la despojaba de su sostén enredado y la metía dentro de las sábanas.

—No estoy cansada —dijo a través de un bostezo.

—Yo tampoco. —Derek se acostó junto a ella y la atrajo contra él.

Lo último que pensó antes de caer rendida, era que Ruth tenía que estar equivocada, él no podía botarla después de sonreírle de esa manera mientras le acariciaba el cabello.

Derek volvió a ir a su casa en Hollywood y descubrió que en realidad ahí no se sentía como su hogar.

La residencia constaba de dos plantas, pero era sobria, la sala principal solo tenía un par de sillones y algunas plantas ubicadas estratégicamente cerca de las enormes ventanas. Rachel las había traído para ahuyentar las malas vibras, y él ni siquiera las regaba. El patio era el sueño para las barbacoas y fiestas en la piscina, tenía un enorme estudio insonoro para practicar, que también fungía como cuarto para guardar sus discos y premios. Montones de habitaciones extra, y por supuesto, la recámara principal, la cual dejaba en ridículo el estudio de Davi. Era un hogar sin alma y frío, ahora lo sabía.

Después de estar pasando la noche en la pequeña cama individual de Davina, y a pesar de estar envuelto en su aroma y cuerpo, había sido difícil conciliar el sueño, pero no por el lugar, de hecho, nunca se había sentido tan cálido y tranquilo como en ese pequeño espacio. El problema habían sido sus demonios internos, nunca podían dejarlo tranquilo, y por supuesto, no después de violar su único trato con el pasado. Después de haberse lanzado al vacío, había tenido que lidiar con las consecuencias.

Era duro que mientras ella dormía en sus brazos y respiraba sobre su cuello, él esperaba el familiar cosquilleo que venía después de tener sexo, la creciente necesidad de inyectarse algo para tener un mejor subidón, aunque estaba resultando un verdadero alivio que solo fuera un eco. Si bien sentía ansiedad y culpa por traicionar su promesa a su esposa, nada era comparado con lo que se imaginó podría resultar, y la necesidad de drogarse solo era un murmullo bajo en su cerebro. Tener a Davi atravesada en su pecho, sentir su respiración y perderse en su aroma, lo mantenía en el momento. Por eso, cuando la vio angustiada por todo lo de Delirium, tomó una decisión: quería que vivieran juntos de forma permanente.

Ella lo excitaba, pero también le daba una nueva sensación de paz que nunca había sentido, ni siquiera con su música. Luchar contra la urgencia de arrastrarla para tener más sexo durante toda la noche y así ahuyentar a los demonios, o quizás traerlos… era agotador, pero valía la pena. Davina se merecía que no la usara como una especie de medio para el olvido. Necesitaba ir despacio, había escuchado sus jadeos, y sentido su interior lo suficientemente apretado como para decirle que, a pesar de que no había tenido sexo en un siglo, no era precisamente algo normal, y tenía que tomarse las cosas con calma. La yuxtaposición de sus cuerpos era abismal.

—No puedo creer la clase de persona que es Ruth.

Davina negó mortificada mientras se subían al avión aquella misma tarde después de que hubiese renunciado a Delirium.

—Al menos me aseguré de no dejar ciertas fotografías, y me traje otras que les gustarán a los chicos, incluso podrían usarlas en el boceto interior para ese disco que grabaron de la gira en vivo.

Davina de verdad creía que lo que sentía por ella dependía de su capacidad para tomar fotografías. La vida sin duda podía arruinar la mente de diferentes formas. Lo podía ver ahora, mientras hablaba. Estaba de alguna manera buscando desesperadamente aceptación, como si a él le importara una mierda si a la banda le gustaba o no.

—¿Ya hablaste con Dylan y Giselle? —inquirió nerviosa, sus dedos revoloteando por su largo cabello, incapaz de estar tranquila.

—¿Davi? —Sujetó su mano—. Todo estará bien, ¿por qué no duermes un poco?

Como siempre, ella dejó que el nerviosismo ganara mientras lo ignoraba en el vuelo de regreso a Detroit.

—No creo que esto vaya bien, hoy por la mañana este noticiero… —Derek se inclinó y la besó concienzudamente, hasta que la respiración de ambos se volvió trabajosa.

—Todo estará bien. Nunca te mentiría, ni con esto ni con otra cosa, confía en mí.

Ya había hablado con Dy mientras ella estaba presentando la renuncia, obviamente su primo no se lo tomó para bien, podía escucharlo en su nervioso tono de voz. Y el hecho de que salieran ya las fotografías, le indicó a Derek que Ruth estaba maquinando esto desde hacía mucho tiempo. Dylan y Gis eran los mejores, y le habían pedido que regresara cuanto antes para Acción de Gracias, les importaba más estar juntos que cualquier otra cosa.

Jeremy, bueno eso era otro tema.

Davina se apoyó contra su brazo, y aunque no quería, se quedó dormida, dejándolo pensar en todo lo que conllevaba haber dejado que las drogas lo manipularan hasta ese punto, donde nuevamente las secuelas de ello salieron a la luz.

Lo primero que Davina sintió al llegar a Detroit, fue frío.

Un frío de esos que ya comienzan a calar en los huesos, pero que todavía no te cortan la cara. Lo segundo, quizás exagerado por estas cuestiones meteorológicas, fue que en la ciudad más grande del estado de Michigan, se asentaba un espectáculo de luces y sombras. De más sombras que luces, a decir verdad. El caso es que había huellas del viejo esplendor, por debajo de la actual y muy visible decadencia.

Resistance la había recibido muy bien, como a una hermana que se fue de vacaciones y habían extrañado. Bueno, Caden había mencionado extrañar ver su trasero y había recibido un golpe por parte de Derek, pero fuera de eso, se habían comportado asombrosamente, haciéndola creerse todo lo que Derek dijo sobre ser una familia. Por una vez se dejó sentir lo que era tener atenciones de alguien, no por lo que ella pudiera dar, sino por lo que ella quería. Sí, todos ellos la querían porque era novia de uno de sus hermanos, pero su obligación con ella concluía con su pago y nada más. Hacerla sentir bien era un regalo que estaba recibiendo de todos ellos, y que no estaba todavía muy segura de cómo manejar, porque nunca había estado con nadie que no esperara algo a cambio.

Mirando el reloj, se dio cuenta de que Derek no tardaría en salir de su entrenamiento, por lo que debería estar preparándose para hacer algo de cenar, ya que al día siguiente tendría otro concierto, sin embargo, él se había retrasado. Al principio esperó pacientemente a que apareciera, sonriendo y diciendo algo sobre Ethan y Caden retrasándolo, para eso de las diez de la noche le mandó un mensaje. A las doce, llamó a Jeremy.

—Él se fue hace rato, pensé que estaría contigo.

—Pues no, como podrás ver —suspiró—, ¿le ocurriría algo?, ¿no se iría con los chicos? —Hubo una breve pausa, y luego Jeremy se aclaró la garganta.

—Según Caden, estuvo muy callado, y quiso entrenar por su cuenta. Quizás necesita estar solo, al parecer, es un día de esos.

¿Un día de esos? Ella no había visto uno de esos días en meses, en los que él se recluía dentro de sí mismo, y no pudo imaginarse qué lo habría detonado. Aunque debió suponerlo, con la tormenta que las fotografías habían desatado, los medios asediando a Gis en su restaurante, o a la banda en cada parada y concierto, era obvio que tuviera un mal día.

—Iré a buscarlo.

Davina colgó sin terminar de escuchar al mánager. Sí, quizás debería dejarlo solo, ¿pero quién quiere ver a la persona que más quiere regodeándose en su miseria? Abrigándose, suspiró al ver hacia afuera, llovía copiosamente y hacía un frío del demonio.

Por eso, fue una sorpresa cuando abrió la puerta del autobús y lo vio sentado ahí, sobre las escaleras metálicas que daban a la entrada. Y su corazón se saltó un latido cuando sus ojos lo recorrieron desde atrás. Prueba clara de su locura, él no llevaba camiseta pese al frío, amplios y musculosos hombros se flexionaban mientras tocaba las cuerdas, cabello rubio cayendo sobre su rostro, los tatuajes que adornaban toda su espalda quedaban a la vista.

Su cabeza estaba un poco inclinada hacia abajo mientras tocaba. Sus dedos deslizándose sin esfuerzo sobre las cuerdas, la canción yendo a la deriva sobre el sonido de la lluvia. Había días como este, donde parecía necesitar su espacio, y lo último que Davina quería era molestarlo, pero tampoco soportaba verlo así. Tratando de no perturbarlo, se acercó hacia él.

―¿No tienes frío? ―Él negó mientras continuaba tocando, un cigarro colgaba de sus labios. Definitivamente algo iba mal.

―¿Sabías que esta es una Fender?, es mi primera guitarra ―dijo sonriendo, pero la sonrisa no alcanzó sus ojos. Davina suspiró, sentándose a su lado.

―Bueno, no sé nada sobre instrumentos musicales, pero lo que sea que es, de verdad que no tengo palabras para lo hermoso que suena. Simplemente es… vaya. ―Él asintió sin decir nada más―. ¿Aún no quieres descansar? —Davina lo miró, pero él seguía concentrado en la lluvia y su cigarro—. ¿Quieres que prepare algo de cenar?

—¿Y apagar un incendio? —murmuró con un tono ligeramente bromista—. Entra, iré dentro de poco.

—¿Viste a Giselle?

Él arrugó la frente, mirándola.

—No, ¿por qué? —Davina tiró de las mangas de su suéter, tratando de darse calor.

—A veces te pones así después de verla.

—Pero eso es porque sé todo el daño que le ocasioné, no por otra cosa, ¿me crees, verdad? —Davina suspiró, mirando sus manos, por lo que Derek sujetó su barbilla—. Un día me preguntaste por mi tatuaje... —Exhaló algo de humo—. Bueno, Ellen se tatuó uno exactamente igual, era nuestra versión de anillo de matrimonio, y venos ahora… hoy sería nuestro aniversario.

Davina parpadeó, atónita.

—Lo siento mucho… —Acarició su brazo—. ¿Quieres hablar de ello?

—No hay mucho que decir. —Derek continuó tocando un poco más, y justo cuando pensó que no se lo diría, habló de nuevo—: Cuando murió no pude manejarlo, así que… hice la última cosa que se debería esperar en esas situaciones. —Dio otra calada—. Me fui, ignorando el dolor de todo mundo. Escapé del hospital en cuanto me enteré de su muerte, y lo demás fue una verdadera confusión porque apagué mi cerebro. Viví esos días en un estado de ira y negación. No quería volver a la banda, ni a mi vida, simplemente quería desaparecer.

—Oh, Derek… —Le masajeó la espalda tensa, sin duda ante aquellos recuerdos.

—Me imaginaba que todos estarían pasando por este gran trastorno, muerte, secuelas, funerales, y gente repartiendo culpa, no quería estar ahí.

—Lo siento tanto, cariño. —La fotógrafa internó la mano ahora en su cabello y acarició su nuca, sorprendiéndose cuando él se recostó en su regazo.

—Fue de mal gusto que no fuera al funeral. Ellen era mi esposa, mi mejor amiga, pero yo estaba muriendo de lo mismo que la mató. Y no se trataba de gusto. Se trataba de locura y descontrol… Pero con el tiempo me di cuenta que algo iba mal, porque me estaba metiendo estas drogas y no sentía el efecto, no estaba desapareciendo, no escapaba, no me sentía eufórico, no bloqueaba el dolor, ni la realidad. Seguí haciéndolo más, más y más, pero no podía escaparme… Por eso no sé dónde está sepultada. —Respiró profundo, mirando a sus ojos—. Hace mucho frío, ¿no quieres entrar a descansar? Solo me quedaré un poco más, no haré nada, lo prometo.

Esa era su señal para pedirle espacio, le contó más de lo que podía esperar.

—¿Y perderme este aguacero? Claro que no.

—Raspó su cuero cabelludo—. Quedémonos hasta que termine de llover.

Él la miró de una forma indescifrable, quizás le pediría que se fuera, lo cual era más que obvio, pero algo le decía que no lo dejara ahí, manejando solo todos esos recuerdos.

Vagamente, Davina sabía que no debía besarlo, había una buena razón para no hacerlo en este momento, pero por su vida, no podía recordar cuál era. Solo quería… retenerlo en este mundo. La joven trató de resistir el impulso, incluso presionó su frente con la suya, pero fue demasiado tarde. Así que cuando su boca se levantó una fracción, la suya bajó, hasta que sus respiraciones eran una. Extendiendo la mano, acunó su nuca y su cabello rubio y sedoso flotó entre sus dedos haciéndola temblar.

No tenía idea de por qué, pero se sentía como si hubiera esperado durante años para besarlo. Lo único que sabía de él era lo poco que le contaba, sin embargo, nada nunca se había sentido tan correcto como poner su boca contra la suya, por eso no quería echarlo a perder, así que lo besó vacilante al principio, sobre todo con lo que acababa de contarle, muerta de miedo de asustarlo, porque no quería que él la detuviera.

De pronto, Derek la sorprendió cuando la movió de manera que quedara a horcajadas sobre él, enfrentando esos duros ojos oscuros, y luego la besó con un apremio que rayaba en la desesperación, y ella estaba ahí para él, su cuerpo surgiendo con conciencia, la piel zumbando con el conocimiento de que la persona que la tocaba era la única que se suponía que lo hiciera. Entre tanto, él hacía gala de su fuerza, levantándose con ella en brazos para ir dentro del autobús, por lo que ahogó un grito en su boca, envolviendo las piernas en su cadera.

Con un jadeo, Davina vio como Derek desgarraba sus ropas con una urgencia que bordeaba en lo desesperado. Ella estaba justo allí con él, y cuando se deslizó en ella, fue como si todo estuviera bien en el mundo. Se aferró a sus hombros con una desesperación parecida, casi aterrorizada de que si no lo mantenía sujeto, él desaparecería.

Derek se lanzó, moviéndose en ella con urgencia, bombeando como si su vida dependiera del orgasmo por venir. Gimiendo se sostuvo más fuerte, dejándole tomar lo que necesitaba, aunque no era mucho sacrificio, no cuando se estaba acercando rápidamente al clímax con cada embestida de sus caderas. En algún momento acabaron en el suelo, Derek se revolvió encima de ella, sus manos se enredaron en su cabello, sus dientes cerrándose sobre la curva entre el cuello y el hombro. El placer rugió furioso y rápido, haciéndola pedazos sin que pudiera suprimir ningún gemido. Lo sintió hincharse dentro de ella, y luego, él estaba llegando al clímax en una carrera frenética, llenándola, consumiéndola.

Mientras se tranquilizaban, él se estremeció y se hundió contra ella, moviéndose a un lado para no aplastarla.

—Puta mierda —jadeó—. Lo siento tanto, yo… ¿estás bien?

Y justo ahí, Davina supo que este hombre la marcaría para siempre.

Mientras Derek miraba a los ojos a Jeremy, supo que no estaba contento, y que no iba a gustarle lo que tenía que decirle.

—¿En qué estabas pensando cuando propusiste que Davina fuera nuestra publicista?, ¿estás tan jodidamente enamorado que ya no ves con claridad las cosas?

Su corazón se aceleró. Pasar el rato y tocar su guitarra con ella, lo estaba jodiendo. Mucho. La forma en que cerraba los ojos y se balanceaba con la música, convirtiéndose en una con la canción. Esa melodía que tocaba en las noches era todo lo que Davina le hacía sentir. La música siempre había sido la mejor manera de expresarse y ella lo comprendía. Y sí que quería que ella trabajara con ellos, todos habían estado de acuerdo.

—Sabes bien que necesitamos que los fans nos apoyen, necesitamos generar afinidad con ellos, puesto que al final, son los que nos van a apoyar o hundir en esto.

—Eso lo sé —gruñó el mánager—. Pero que no se te olvide que por ella estamos en esto, hundidos hasta el cuello, hoy otra emisora sacó “Belleza Salvaje” de su emisión, los tachan de misóginos. ¿Qué no puedes verlo? Todo esto fue culpa de Davina, es una jodida reportera que tomó fotografías en un mal momento, es todo lo que no podemos tener cerca, es fuego que al final terminó quemándonos de todas maneras, Derek.

—Fue mi culpa que esto pasara, no de Davina, las cosas pasaron nos gusten o no, la jodida prensa puede tacharme de lo que quiera —espetó, dando una calada.

—¿Cómo sabes que realmente no dejó Delirium para ir a lugares más grandes como Famous? Supe que la contactaron, la quieren en sus filas, es una excelente reportera y tenerla de su lado sería una enorme cifra de dinero, no todos son tan imbéciles como Ruth.

Sí, bueno, tenía un punto, sin embargo, se encontró dándole una fuerte calada a su cigarro, sorprendido por lo mucho que quería hacerle daño a Jeremy, su mayor confidente a lo largo de todos estos años, y no solo en este bache.

Cuando Ellen murió, él los encontró en el departamento que rentaban, y fue él quien llamó a urgencias.

Después, los chicos habían pateado su culo fuera de la banda, pero Jeremy entendió toda su mierda, y la ocultó con una precisión envidiable, sin duda él era de los mejores en su rama, pero también era un amigo.

Estuvo ahí para darle su hombro cuando no fue más que una pila de sentimientos vergonzosos, y estaba ahora aquí, cubriendo su última metida de pata. Así que no, no debería sentir este irracional sentimiento de ahorcarlo por poner en tela de juicio a Davi.

—Sé lo que es jugar con fuego, pero ella no es como tú piensas.

—¿Ah no? —Buscó en su tablet hasta detenerse en un sitio y luego mostrárselo.

Derek se quedó helado al ver las jodidas fotografías íntimas de Davina y él.

 

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