Hard

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Capítulo Dos

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Capítulo Dos

 

Davina todavía estaba pensando en lo que Derek le había confesado la noche anterior, cuando escuchó gritos histéricos fuera del autobús y se asustó.

O Dylan y Giselle acababan de llegar, o cientos de personas estaban viviendo el apocalipsis zombi allá afuera.

—De verdad, Giselle, no se hubieran molestado en venir —comentó Derek, dejándolos pasar con rapidez.

Davina escondió la revista de Famous con las notas sobre el posible escándalo de la filtración de fotografías comprometedoras de Derek, acosando a la aquí presente, al concentrarse en la pareja que recién estaba llegando.

Giselle parecía recién salida de un salón de belleza con su cabello largo sujeto en una alta coleta, su cuerpo curvilíneo marcándose a través de su ajustada falda de tubo y tacones tan altos que la ponían al nivel de la barbilla de su novio, el cual era todo un contraste a su lado; Dylan, con su rostro lleno de piercings, y sus abultados brazos tatuados rodeando posesivamente su cintura.

Dyselle, como los llamaban los medios, habían despertado un interés insano.

No encajaban en lo absoluto, y sin embargo eran perfectos juntos, la comidilla para cada portada, y la manera en la que esos expresivos ojos azules de Dy parecían querer devorar a su novia al más mínimo descuido, encabezaban nota tras nota sobre lo dulce que podía llegar a ser el rock.

La joven fotógrafa miró su propia vestimenta, llevaba unos vaqueros rotos en las rodillas, una camiseta holgada, su largo cabello rubio suelto y lacio, sin ondas ni ningún efecto en particular, no llevaba más que un suave maquillaje, y Converse en lugar de tacones de diseñador. Bien, quizás era tiempo de madurar, de vestirse acorde a su edad… o simplemente a la mierda. Esa había sido una de las pequeñas ventajas de vivir sola: podía andar desnuda o andrajosa y a nadie le importaba. Solo que… la idea de que a nadie le importara impulsaba esa chispa de soledad que había estado reclamándola últimamente.

—Me encanta venir a tu autobús, es tan grande y acogedor como tú.

—Me lo acaban de entregar ayer, Dylan.

—Da lo mismo, se parece a ti —dijo antes fruncir el ceño—. Davi, ¿qué haces aquí?

—¿Cómo me has llamado? —preguntó Davina, a su lado Giselle se soltó riendo antes de acercarse para saludarla.

—Ignóralo, a Dylan le gusta llamar a las personas por su diminutivo. —La engulló entonces en un efusivo abrazo—. ¿Viniste a tomar fotos del nuevo sitio de Derek? —Davina se tensó, mirando sobre el hombro de la joven directo hacia el susodicho, él lucía también nervioso.

—Ella… ah, vino a… a comer conmigo.

Dylan se giró en redondo a mirar a Derek de una forma que sería un verdadero milagro que no le hubiese provocado torticolis, antes de reírse, el sonido rico y profundo.

Los Chancellor eran especímenes dignos de fotografiar, muy parecidos, pero solo físicamente, donde el vocalista era todo risas y diversión, el otro era todo gruñidos y… gruñidos.

—¿Que vino a comer contigo? —Dylan resopló, apuntando sobre su hombro con el pulgar a su primo—. ¿Te pusieron de niñera de este viejo insoportable?

—¿Qué quieres decir? —preguntó la rubia.

—Derek aborrece cualquier compañía, sobre todo tratándose de… —Se cruzó de brazos, como si estuviera meditando sus palabras, antes de suspirar—. Supongo que no somos los únicos preocupados por ti, hermano.

—¿Preocupados? —Derek se veía confundido al igual que ella.

—Sabes bien a lo que me refiero, ¿un autobús para ti solo? —negó con un resoplido —. Creo que no soy el único que teme una recaída tuya en cualquier adicción de mierda.

Ella parpadeó aturdida, sabía que Dylan era directo, pero no se imaginó hasta qué punto, aunque tenía que admitir que su teoría tenía sentido.

—Bueno, velo como quieras —comentó Derek tranquilamente, pero sus ojos decían lo contrario—. No he vuelto a consumir, les dije que no iba a joderlo de nuevo.

—Sí, bueno, tu palabra no es exactamente de fiar. —Derek pareció herido, pero se recompuso rápidamente.

—He estado yendo a cada maldita charla, ni siquiera había ido a terapia antes, pero si quieres instalar una cámara en mi habitación, adelante.

Hubo una intensa competencia de miradas, donde aparentemente, Derek ganó porque Dylan apartó primero los ojos, pasándose una mano por el cabello.

Los cabellos descontrolados siendo tocados obviamente corrían por las venas en la familia Chancellor.

—Me gusta que Davi esté aquí, es buena compañía.

—Traje milanesas, sé que te gusta la carne y un poco de vegetales… —Gis tocó el brazo de Derek sin percatarse del estremecimiento que éste tuvo, tratando de sonar conciliadora—. Si te molesta que traiga comida, puedo dejar de hacerlo…

—No me molesta en lo absoluto, Giselle, de hecho estoy sumamente agradecido de que se preocupen por mí —aseguró en un tono por demás suave.

—Lo estás haciendo bien, hermano. —Dylan se apoyó contra el marco de la puerta, tirando del aro en su ceja—. Mañana nos reuniremos para hacer pruebas y ensayar antes del concierto, ¿te veré allá?

El rostro de Derek volvió a endurecerse al mirar a su primo.

—Sí, ahora pueden irse, no voy a esnifarme nada, lo prometo.

El hacer comentarios sarcásticos sobre su adicción era algo que Davina había notado en él, parecía provenir más de la vergüenza, una especie de defensa ante elogios que no podía soportar. Algo raro para una estrella del rock.

Uno creería que disfrutaba de toda la atención dado el giro de su vida pero nop, el hombre era toda una contradicción andante. No hubo sorpresa registrada en el rostro de Dylan ante la respuesta de Derek, quien atrajo a Giselle a sus brazos antes de sonreír.

—Nos veremos mañana entonces.

Derek nunca jamás aceptaría frente a nadie cuánto le afectaba la presencia de Giselle.

Dylan, su primo y casi hermano, la sujetó por la cintura y le plantó un sonoro beso, como si su inconsciente lo urgiera a marcar su territorio frente a él, de cualquier manera, no tenía por qué molestarse en hacer esos despliegues, Derek nunca atraía la mirada de Gis. Ella estaba enamorada de su primo y él nunca cambiaría ese hecho.

Lo que desgraciadamente no podía cambiar, era el hecho de sentirse atraído hacia ella. Y mientras los veía partir, recordó aquel día cuando en un movimiento por demás estúpido y cargado de emociones acudió a Rubén, un nuevo camello que acababa de conocer, en busca de droga más potente.

Giselle se parecía mucho a Ellen, y saber que su primo estaba con ella, lo hacía imaginarse como si estuviera con su chica, como si durante años, su propio primo hubiera estado esperando un clon para saltar sobre sus huesos. Se sintió traicionado. Esos pensamientos oscuros fueron los que lo llevaron a algo más oscuro.

De manera que acabó inyectándose heroína después del concierto. Lo demás… bueno, había resultado en él intentando recuperar a Ellen, quien resultó ser Giselle, y por lo tanto… Levantó su mirada de vuelta a Davina, y el efecto que sus enormes ojos azules tenían sobre él fue como un puñetazo en el estómago. Incluso tuvo que forzar una gran respiración de sus pulmones.

Nunca antes se había sentido atraído por una rubia, pero había algo acerca de Davina que lo golpeaba profundamente en su interior. La forma en la que se sostenía a sí misma frente a él, moviéndose con tanta confianza alrededor.

A lo largo de los años había visto cómo las mujeres pretendían llamar su atención con personalidades falsas, pero ella nunca intentó eso. Era genuina, toda una mujer y… algo le decía que más de lo que podía manejar.

—¿Qué? —medio gruñó, incómodo ante su mirada, ella solo suspiró, negando.

—¿Habría sido mejor que les contáramos la verdad?

—No, de ninguna jodida forma —sacudió la cabeza a los lados—, Dy no es ningún idiota, en cuanto le contara la farsa de que somos novios, habría buscado hasta por debajo de las piedras el verdadero motivo, él sabe que nunca me involucraría con nadie, así que prefiero que piense que solo eres mi niñera.

—¿Por qué no estarías con nadie?

Derek se tensó, pudo verlo en sus anchos hombros descubiertos mientras le daba la espalda y comenzaba a desempacar con sumo cuidado todo lo que Gis cocinó para él. Pero en lugar de luces para ambientar la situación y música dramática para que él comenzara a relatar ese turbio pasado, solo consiguió una helada mirada azul.

El cabello rubio oscuro caía sobre su rostro, resaltando más la mandíbula cubierta de una barba que había comenzado a utilizar recientemente.

Cada centímetro de él era completamente masculino y caliente, desde los intrincados tatuajes por todo su cuerpo, hasta su increíble voz y talento para manejar la guitarra. Sin embargo, la forma en que evadía las preguntas... bueno, parecía más bien la actitud de un niño en preparatoria.

—Esa es una de las muchas cosas que no deben importarte sobre mí.

¿Ven?

—¿Es algo así como un trauma? —El sonido del microondas lo hizo dar un respingo.

—¿Por qué sigues aquí? No necesitamos fingir a solas, ¿acaso me escuchaste pedirte que me acompañaras mientras almuerzo?

—No, pero siempre han dicho que soy buena compañía.

—Lamento decepcionarte, pero apestas como compañía y como terapeuta, ¿quieres hacerme el favor de largarte a la mierda de mi vista? —gruñó, sus ojos disparando láseres.

—Claro, su majestad, como ordene —canturreó haciendo una reverencia, aunque por dentro estaba a nada de abofetearlo.

—Oye, lo siento, yo… —se pasó una mano por el cabello—, si quieres algo…

Ella ni siquiera se giró a verlo, solo levantó el dedo medio como respuesta, riéndose al escuchar sus maldiciones, sin embargo no se sintió ganadora en absoluto. Todo lo contrario, estaba terriblemente contrariada. El guitarrista al que tenía que seducir era... ¡gay!

Con una maldición, Davina colgó la llamada que había entrado en su móvil y se apoyó en la pared.

Después de un momento de arritmia, se enderezó sacudiendo la cabeza. Brant se escuchaba mal, y había intentado escaparse de nuevo. ¿Cuánto más podría soportar esto? No por primera vez, Davina deseó haber nacido antes que él, así hubiera ejercido su mierda de hermana mayor o algo, o tal vez ella habría entrado primero en las drogas, solo Dios sabría, pero prefería haber sido ella la que llevara ese lastre. No es que quisiera ser internada durante toda su vida con la única ocupación de intentar dejar las adicciones, pero ella era distinta a Brant.

Juntando todas sus piezas rotas, se decidió más que nunca a cumplir con lo que había prometido. Estaba aquí no porque quisiera volverse famosa con el primer álbum inédito de fotografías de la banda más popular de los últimos tiempos, sino porque necesitaba el dinero.

Así que mientras miraba el ajetreo, y escuchaba las risas y todos los sonidos provenientes del autobús principal, Davina se quedó anonadada recordando lo que implicaba pertenecer al círculo de una famosa banda de rock, o a una familia para el caso. Mientras en su pequeña casa rodante con Derek todo eran miradas fulminantes, uno que otro gruñido a forma de saludo, y muchos, pero muchos ceños fruncidos, ¿aquí en el autobús principal de concentración?

Era el caos. Los chicos conversaban y se reían de maneras totalmente diferentes, abiertas por así decirlo. Esas sonrisas que había capturado muchas veces en su cámara, sus gestos, su alegría, todo aquello que normalmente no hacían frente a la audiencia. Canturreando sobre la comida que había hecho Gis por la tarde a la cual todos estaban alabando, pero mencionando otras que no les gustaban, haciéndola enojar.

Durante los meses que llevaba con ellos, se había sentido… viva, por primera vez en muchos años. Resistance era como combustible, tomar fotografías de cada concierto, escucharlos componer música para alguna nueva canción. Con ellos siempre estaba ocupada. No tenía tiempo para sentirse sola.

Y al estar tanto tiempo con ellos había percibido cosas que incluso con la cámara pasaría por alto, los había visto a cada uno portarse de forma distinta, algunos dormían hasta tarde y otros simplemente no dormían. Algunos eran graciosos, otros eran una bola de energía, algunos eran… hermosos. Davina sabía que ella y Derek no estaban de acuerdo con nada, pero justo hoy, estaba segura de que por fin lo estarían: Giselle era hermosa.

En especial a los ojos de Derek.

Cuando por fin la charla terminó y los chicos comenzaron a prepararse para tocar, Davina suspiró sacando la cámara. Solo en esos instantes se le permitía tomar fotos, aunque había tomado ya otras tantas sin que supieran. Y en cuanto su instrumento favorito, es decir, su cámara, tocó sus manos, se sintió relajada. Las tardes así eran una jodida tortura, y constituían una muestra de lo que ella ya tenía semanas presintiendo.

Al principio de su llegada forzada con la banda, la rubia detestó todo el asunto, pero luego las cosas fueron cambiando. Sobre todo en su perspectiva de Derek, el integrante que tachó de misógino y drogadicto en primera instancia, cambió al observarlo regresar de cada terapia, al escucharlo por las noches rasgar su guitarra, al observarlo en su trato diario con los demás.

Pero eso no era lo que de verdad la atraía, y pensarlo debería ponerla nerviosa. Derek era un adicto, un tipo que debería repelerle como si estuviera infectado, pero por el contrario, el que aceptara ayuda y ahora estuviera llevándolo lo mejor posible, hacía que frente a los ojos de Davina fuera muy valiente y perseverante. Además, en un giro inesperado, se había dado cuenta de que siempre estaba pendiente de los demás, nunca de sí mismo.

En el comedor, era el que preguntaba por todos y cada uno, preocupándose por canciones que no salían o ritmos con los que los demás estuvieran batallando. Nunca reclamaba atención para sí mismo, pese a que sabía que gran parte de ella recaía sobre él, y nunca desviaba la conversación hacia alguna inquietud que tuviera. Por eso realmente era ridículo que mostrara tanta aversión hacia ella, cuando era tan generoso y desinteresado con los demás, pero si fuese gay también debería repelerle Giselle, ¿no?

Después de tocar un par de riffs, Derek estuvo pasando un tiempo a solas fuera del autobús, fumando tranquilamente mientras observaba el humo perderse en la agradable noche. Cuando se terminó el cigarro, pensó en encender otro, pero no quería demorar más el ensayo. Sin embargo, cuando entró de vuelta por la puerta trasera, se quedó paralizado, su cuerpo se entumeció como si estuviera sumergido en hielo. Las suelas de sus botas quedaron pegadas al suelo y de pronto ni siquiera podía respirar.

Pero antes de que pudiera retroceder y escabullirse, como alguna clase de rata abandonando el barco por donde malditamente había venido, lo vieron. Giselle, la novia de su casi hermano, levantó la mirada y sus ojos verdes se clavaron en él antes de sonreírle.

—¿Te encuentras bien?

—No me gusta cuando empleas ese tono de voz, Giselle.

—¿Qué voz? —preguntó agitando el cuchillo que tenía en la mano y que estaba usando para cortar verduras, haciéndolo suspirar ante la bonita imagen.

—Estás preocupada de nuevo.

Entrando en la cocina, la dulzura y el terroso olor del salteado de cebollas y champiñones, mezclados con algo más, era el cielo en su nariz. Pero teniendo en cuenta que cocinaba para alejar el estrés, esto sugería que la vida de otra persona se había ido a la mierda.

—¿Entonces qué es esta vez? —le preguntó a la chef.

—Boloñesa. —Giselle abrió otra botella de especias, y parecía saber la cantidad exacta sin usar una cuchara para medir—. Te vi fumando allá afuera.

—¿Me estabas espiando? —Ella se encogió de hombros.

—¿Ves esta ventana? —Mierda, frente a ella estaba una enorme ventana que daba directo a donde él había estado.

—Bueno, supongo que no soy muy cuidadoso con eso.

—No quiero que te sientas presionado por todos nosotros, sé que es complicado por todo lo que estás pasando ahora, y con Dylan sobre ti... Pero debes saber que solo nos interesa tu bienestar —murmuró—, me alegra que Davina esté contigo.

—Ella no significa nada.

¿De verdad acababa de decir eso? Derek se calló de inmediato, porque andar por ahí gritando que esa mujer no significaba nada para él, frente a la que verdaderamente y después de tantos años despertaba algo en el centro de su pecho, no era lo correcto. Menos cuando se suponía que esa farsante era su novia, y debía demostrar frente a la prensa y ellos, todo menos repulsión. Giselle lo miró, pero no parecía sorprendida, afortunadamente.

—Tan solo me alegra que tengas a alguien alrededor, que no estés solo. —Él suspiró asintiendo—. Ahora, ven aquí, trae un plato y cena conmigo, Dy está muy ocupado escribiendo esa nueva canción sobre mis pechos o algo, ya sabes cómo es.

Demasiada información. Esta mierda era lo último que necesitaba ahora. Preferiría que lo enterraran vivo antes que sentarse solo en la cocina con ella mientras le preparaba algo de comer con sus hermosas manos y su delicioso aroma flotando en el aire. Tenía que salir de ahí cuanto antes…

—Derek —dijo sin levantar la mirada—. Trae además un par de copas, ¿quieres?

Él no tuvo otro remedio más que obedecer porque, a pesar de que la superaba en peso por unos buenos cincuenta kilos, no era más que un dócil hijo de puta cuando estaba ante ella. La novia de su primo no era una persona a la que podía decirle que no. Por muchas cosas.

Después de deslizar ambas copas, con vino para ella y agua para él, sobre la mesa, Derek se sentó al otro lado del comedor, y se forzó a no mirar los pechos de Giselle.

Esos a los que su primo estaba dedicándoles un poema o alguna mierda irrespetuosa, y se dijo que estaría bien siempre y cuando no se quedara observando su largo cabello oscuro, o sus profundos ojos verdes, su entrañable sonrisa y la manera como… Mierda.

—Me alegra poder darme mis escapadas del restaurante. Me gusta muchísimo estar con ustedes, son mi única familia.

—Sí, a mí también me agrada.

Sabía que ella no tenía ningún familiar, y le encantaba convivir con todos, haciendo comidas en casa de Dy, desde barbacoas hasta simples reuniones dentro del autobús mientras iban de gira para jugar juegos de mesa. Además, ella se preocupaba por cada uno de ellos, viéndolos como si fueran todos los hermanos que nunca tuvo. Lástima que él no la veía con esos mismos ojos tan fraternales. Lo que él sentía por Giselle no tenía nada de ese tipo y, al ser un hombre que siempre se había preciado de mantener su distancia con las mujeres, Derek sentía una terrible contradicción entre sus emociones y sus juramentos a Ellen. Además, lo que él sentía por ella, definitivamente no era recíproco.

Giselle había estado en sus brazos aquella única vez, y solo porque él la había forzado, la había confundido y necesitado con desesperación... casi echando a perder todo: su carrera, su poca dignidad, incluyendo su relación con la única persona que realmente le importaba, Dylan. Y ella había sido tan generosa en protegerlo al no denunciarlo, no porque se sintiera obligada, sino porque era así, increíblemente bondadosa.

Y todo eso era para su hermano.

Desde que se conocieron Dylan la cautivó, y luego el destino hizo posible que ella lo rescatara del infierno en que él estaba encerrado sin saberlo. Derek sacó a Dylan de un montón de problemas durante su vida, pero fue Giselle quien le devolvió a él y a su padre la alegría. La cual era una razón más para amarla. Maldición, cómo le gustaría tener un poco de cocaína cerca, solo un poco… Al menos el peso de los cigarros en su bolsillo trasero lo relajó, y dejó de lado esa voz oscura que lo incitaba a lo prohibido.

—¿Y a ti cómo te va? —inquirió, colocando uno de sus famosos platillos frente a él—. ¿Qué tal va la terapia?

—Estoy acostumbrándome poco a poco, oye, por cierto, esto es delicioso, me alegra que hayas abierto tu propio restaurante, ¿cómo va todo? —Derek saboreó el momento en que aquello tocó su lengua, y fue como un mini orgasmo. No era de extrañarse que su primo estuviera tan encantado.

—Va muy bien, estoy contenta por cumplir uno de mis sueños. —Probó un poco de comida—. Oye, bueno, hace un par de días que quería preguntarte algo.

—Claro, dime.

—Es sobre Davina mudándose contigo para cuidarte… —Hubo una larga pausa, el tipo de pausa que hizo que Derek se temiera lo peor—. En todo caso, ella es una gran chica, amable y además talentosa... —Giselle se aclaró la garganta, limpiándose los labios con una servilleta—. Es realmente genial. Y la forma en que te mira, yo estaba pensando que tal vez…

—No.

—Pero ella es realmente agradable...

—Es una paparazzi. —Derek comenzó a comer a toda velocidad mientras sentía que un sudor frío le recorría el cuerpo—. Solo le interesa sacar provecho de nuestras vidas.

—Derek… Ya sé que no es asunto mío, pero ¿por qué nunca te he visto con ninguna chica?, ni en las giras, ni después de los conciertos, ni en ninguna ocasión.

Mierda. Más rápido con el puto-platillo.

—¿Podríamos cambiar de tema?

—Es por Ellen, ¿verdad? La razón por la cual nunca has estado con una mujer. Recuerdo que me confundiste, ¿qué fue lo que pasó entre ustedes? Solo quiero ayudarte.

—Giselle… por favor…

—Sé que eres un ser humano excepcional, no me importa lo que pasara esa noche, no cambia todo lo que veo que haces por Dylan, o incluso todo lo que has hecho por mí. Supe que gracias a ti conseguí el restaurante en el sitio que quería, y la hermosa decoración actual sé que no fue gracias a Dylan, será talentoso en muchas cosas, pero no en eso —sonrió con cariño—. Es hora de que empieces a pensar en ti mismo. Por favor, si no te gusta Davina, déjame presentarte a una amiga…

—No… no es eso —se corrigió, sacudiendo la cabeza. Mierda, no podía seguir gritando que detestaba a Davina cuando próximamente tendría que presentarla como su novia, sorpresa, sorpresa—. Solo… necesito tiempo... p-para conocerla.

—Está bien, eso es bueno…

Derek se puso de pie, masticando como neandertal. Que se jodieran los modales antes de que tuviera que soportar más de aquella conversación.

—Muchas gracias por la cena. Iré a descansar, te veré luego.

Y con eso, salió marchando de la cocina. Y aunque se sintió culpable por no ayudarla a recoger, no se arrepentía de haberse salvado de lo que parecía un inminente aneurisma. En cuanto el viento helado golpeó su rostro, se permitió respirar profundamente. El corazón parecía latirle, como cuando hacía más de veinticinco repeticiones de press militar, se rascó uno de sus brazos tatuados tratando de serenarse, pero cuando levantó la mirada, Ethan estaba apoyado justo fuera del autobús, y lo observaba fijamente. Jodida mierda.

—¿Estás un poco tenso, hermano?

Con su más de metro noventa de estatura y todos esos tatuajes, Ethan, al igual que el inepto de Caden, era una especie de gigante. Solo que Ethan tenía los ojos tan claros como la miel, que parecían de pronto amarillos, cabello negro azabache y una cara angulosa e inteligente que podría hacerlo ver muy atractivo para una boy band, si no fuera por ese algo en su mirada, ese aire de maldad que lo dejaba perfecto para ser estrella de rock.

—Para nada. —Derek se apoyó contra la pared, y respiró profundamente de nuevo, con las manos un poco temblorosas mientras pensaba en la cantidad de cigarrillos que se iba a fumar tan pronto como llegara a su casa rodante—. De hecho, iba a ir a buscarte.

—¿Ah, sí?, ¿acá afuera?

—Sí, a Jeremy no le convenció el sonido de la última canción. —Lo cual era una afirmación exageradamente modesta. Caden y el mánager terminaron enfrentados cara a cara acerca de un par de ritmos, y esa no fue la única discusión que tuvieron—. Dijo que necesitábamos reposo y esparcimiento para aclararnos las ideas antes del concierto.

Ethan enarcó las cejas, dando otra calada a su cigarro, parecía sorprendido de que Caden tuviera ese tipo de reacciones, pero bueno, los hombres también podían estar en sus días de vez en cuando, ¿no? Justo ahora ambos parecían una pareja de homosexuales que realmente se amaban, salvo porque el tipo frente a él se llevaba dos o tres chicas diariamente a la cama, y nunca se había comprometido con una, al igual que Caden.

—Caden ha estado estresado últimamente, necesita sexo, así como tú —aseguró Ethan con una sonrisa taimada mientras dejaba escapar el humo de sus labios.

—Pensaba ir al bar Studio. ¿Quieres venir?

—Sé que no vas por una chica, Derek. —Respiró profundo, lanzando el cigarro a un lado—. Mira, estás saliendo de un vicio, no quiero que entres a otro…

Ah, sí. Eso era lo malo de las adicciones, ¿no? Al parecer no era tan fácil salirse del camino de ellas, y para muestra, los cigarros en su bolsillo de pronto ardieron.

—¿Derek? —Al oír la voz de Ethan, Derek hizo un esfuerzo para concentrarse en el momento presente, y en las pequeñas gotas de lluvia que comenzaron a caer sobre su rostro.

—Lo siento, ¿qué has dicho?

—Dije que cómo te está yendo con la rubia, ya sabes, Davi.

«Davina, imbécil», pensó, y algo debía estar mal con él.

El viernes se había molestado con Dy llamándola así. También, el otro día podría haber golpeado fácilmente a Caden por la forma en la que habló de Davina. Y ahora quería romper la cara de Ethan.

Era demasiada agresión en pocos días para asustarlo. Nunca quiso iniciar una pelea antes. Pero ahí se encontraba, sintiéndose violento de nuevo.

—Aún no sé cómo manejar esa mierda mentirosa de ser novios frente a los medios.

—Ella es agradable. Tengo que admitir que me sentó mal la forma en la que entró a nuestras vidas —se encogió de hombros—, pero supongo que cada quien se gana el sustento como puede, ahora me alegra que esté contigo en estos momentos, porque no quiero ser tu maldito guardián, ya no más, Derek. —Dejó su postura relajada sobre el autobús y caminó hacia él—. Ya tuvimos bastante de ti con la mierda de las adicciones en el pasado, verte ahora caer de nuevo ha roto mi jodido corazón más allá de lo que te puedes imaginar.

—Amputaciones, cortar lo que no sirve, lo recuerdo muy bien —farfulló malhumorado—. Me echarán de la banda si recaigo.

—No solo eso y tú lo sabes.

—Dejarás de ser mi amigo también, no lo he olvidado.

—No quiero que vayas al Studio. —Ethan suspiró—. Ni esta noche ni ninguna otra, sino va alguno de nosotros para acompañarte, o cuando menos Davi.

—Vete a la mierda, Ethan, de verdad sé cuidarme solo.

—Sí, claro. —Él frunció las cejas negras sobre aquellos ojos que no eran ni de color marrón ni verde, sino una extraña combinación de ambos. Más bien avellana brillante—. Tan solo déjanos apoyarte esta vez, ¿quieres?

 

 

 

 

 

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