Hard

Hard


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El silencio y la quietud de la muerte eran un agujero negro que succionaba la vida a su alrededor. El cementerio estaba desierto, callado a su propia manera, como si todo se encontrara paralizado por la aplastante fuerza desasosiega de la muerte.

Era curioso cómo hoy podías estar aquí, respirando y existiendo y al otro segundo, nada. Podías desaparecer como si nunca hubieras estado, nada más que polvo, todas las preocupaciones que hubieses tenido, todo el estrés… aquí no importaba.

—Me parece que es por aquí, a la izquierda.

Derek fue vagamente consciente de asentir con la cabeza y, a continuación, se dirigían de la mano hacia la tumba de su esposa, y con cada paso que daba, una parte de él se apagaba, se desconectaba, entraba en estado de sopor.

—Es esa. —Davina apuntó a dos tumbas más adelante—. Me sentaré en aquel árbol mientras hablas con ella, ¿está bien? —¿Hablarle a qué? Davina pareció leerle el pensamiento, o quizás habló en voz alta, porque luego agregó—: Simplemente actúa como si Ellen estuviera aquí escuchando y tuvieran una conversación.

Entonces se fue. Derek se quedó ahí, con las manos enterradas en los bolsillos de sus vaqueros antes de suspirar y cerrar la distancia entre él y la tumba.

Se sentó al frente, sin atreverse a sentarse encima ni muy cerca, y se quedó ahí por largo rato leyendo las letras cursivas, mirando la fecha, apreciando el aire a su alrededor, sintiéndose muy incómodo de hablarle a nadie. Pero después de una inspiración, finalmente dijo:

—Hola, flaca. —Que era la manera en que cariñosamente apodaba a Ellen.

Y cuando el sonido de las palabras se desvaneció, algo quedó de pronto, y estúpidamente, muy claro: Ellen nunca más le contestaría de vuelta, nunca más volvería a burlarse de él por estar más flaco y bromear con que todos los vaqueros le quedaban grandes, y nunca más tendría que cortarse el cabello más arriba de los hombros, enojada porque sus rizos se quedaban atrapados siempre en las blusas con los cuellos de tortuga que tanto amaba. No volvería a querer quedarse dentro del auto porque tenía frío, ni maldeciría al invierno. No verían juntos nunca pasar las horas por medio de las luces en la carretera.

Porque estaba muerta.

Vaya ironía. Llevaba todo ese tiempo doliéndose por su muerte y, sin embargo, parecía haberse saltado la parte más obvia: que no iba a volver. Nunca. Y entonces, fue como si esa pared se viniera abajo en un segundo. Empezó a llorar como nunca había llorado antes. Desde ese punto se sentía como una jodida catarsis mientras él se convertía en nada menos que palabrerío, lloriqueo, llanto y tos. Tuvo esa conversación con Ellen y le dijo cuánto la quería y cuánto la extrañaba. Y le hizo una promesa.

—Estoy limpio. Estoy en terapias, y te prometo que nunca más voy a poner una aguja en mi brazo. Voy a mantenerme limpio…

El tiempo que pasó conversando con Ellen le pareció una eternidad, aunque por supuesto, apenas fue una hora. Y mientras caminaba de la mano de Davina hacia el auto, se sentía drenado, como si necesitara dormir por días y aun así no sería garantía de nada. Su pecho dolía, no se sentía más ligero. La cabeza le daba vueltas, no era el resultado que había esperado de ninguna manera. ¿Dónde estaba el alivio y la redención prometida?

Davina abrió el vehículo, pero antes de que pudiera subirse, Derek la aprisionó contra el capó, robándole un jadeo. Luego, sin decirle palabra, se inclinó buscando sus labios, amando su sabor, tirando de ella en su contra donde encajaba a la perfección. Y entonces lo entendió. Ella era su otra mitad, su redención.

La joven envolvió los brazos alrededor de su cuello fuertemente, como si nunca quisiera dejarlo ir, y nunca nada se sintió tan bien como ese momento, incluso pese al lugar en el que estaban, donde pensó que iba a obtener otro tipo de claridad. La besó más profundo, sus lenguas bailando, la respiración subiendo. Apartándose de su boca solo un poco, miró dentro de esos increíbles ojos que iba a estar mirando durante mucho tiempo.

—La gira ha terminado. —Ella sonrió extrañada.

—Lo sé, ¿por eso estás tan contento?

Su tacto, su aroma, la forma de sus brazos alrededor de su cuello exprimiendo con amor la mierda fuera de él, era como la cura para un moribundo.

—Me das esperanza... y eso me asusta. Hace mucho tiempo que dejé de esperar algo para mí, y es jodido pensar que no siempre puedo brindarte lo mismo. Pero quiero que sepas que estar para ti me hace sentir útil, me das un sentido. Eso me hace feliz. —Ella sonrió, quitándole el cabello de los ojos—. Quiero llevarte a unas vacaciones.

—¿A dónde quieres ir?

—A cualquier parte del mundo a la que quieras ir.

Existían muchos lugares para escoger, pero cuando pensó en ello, no necesitaba salir para descubrir el mundo. Davina era su mundo, y por fin, por primera vez en su vida, estaba contento justo donde estaba.

Seis meses volaron antes de que Davina lo supiera.

Incluso en los días malos, cuando Derek tenía que tratar con alguna nueva entrevista o alguna información imprudente para la que no estaba preparado, el tiempo volaba. Derek visitaba la tumba de Ellen de vez en cuando, y no le molestaba, al contrario, la llenaba de tranquilidad y le decía que estaba aprendiendo a soltar a su manera.

Mientras tanto, ella se había dedicado de lleno a ayudar a Jeremy. Eso había sido extenuante, a veces el mánager quería lanzar comunicados agresivos contra la prensa y por supuesto, había querido demandar a todo aquel que sacara alguna información del pasado de Derek.

Su estrategia, por el contrario, iba más allá de los simples comunicados, realmente intentaba transmitir afinidad, que las personas sintieran que Derek necesitaba privacidad, incluso ella misma había filtrado algunas fotografías de él visitando el cementerio, con la finalidad de transferir esas emociones a sus fans. Por supuesto, ellos habían comprendido e incluso exigido respeto para su persona.

Jeremy casi siempre apelaba a las amenazas, y ella le estaba enseñando que no siempre funcionaba así. Hacían un buen equipo después de todo. Davina amaba su vida alrededor de Resistance, y no renunciaría a ella por nada. Este era su lugar. Su futuro. Y Derek era su mejor amigo, su compañero. Y aunque ninguno era perfecto, estaba segura de que fue hecha para él y él para ella.

—¿Otra vez intentando hacer comida? —preguntó Derek. Detrás de él venían los chicos, a los que habían invitado a la nueva casa que habían adquirido en Malibú.

—No le hagan caso a Derek, piensa que no cocino muy bien —respondió, abriendo las ventanas para sacar el humo—, bienvenidos.

—“No muy bien” —se burló él, imitándola.

—Bueno, no todos sabemos hacer volar el desayuno por los aires y que caiga de vuelta en el sartén, perdóname por no ser perfecta —bromeó fingidamente molesta.

Sin embargo, él suspiró y, por su mirada, Davina supo que difícilmente se creía algo de eso. Afortunadamente, Giselle apareció a su lado y la estrechó con fuerza.

—Cuando quieras puedo darte unas sencillas clases. —La rubia sonrió.

—¡Eso sería maravilloso!

El resto de los chicos se fue directamente al patio, al parecer el nuevo cuarto insonoro o la decoración no eran tan importantes como el tamaño del asador y la piscina afuera. Así que al final, no tuvo que preocuparse por ponerse a hacer la comida de nuevo, ya que comenzaron todos con una parrillada mientras Gis, Rachel y ella solo bebían margaritas y los observaban; eso era la gloria.

Por la noche, Ethan trajo su bajo, y Caden lo acompañó con la guitarra de Derek, eran músicos asombrosos y su conocimiento no se reducía a ningún instrumento en particular, podía verlos intercambiar papeles con tanta facilidad que asustaba.

Cuando una nueva ola de ruido comenzó con otra canción, Davina buscó en todas direcciones sin encontrar a su chico. Le dio a Rachel un abrazo cuando encontró su mirada, y luego entró a la casa en búsqueda de su chico, pero no llegó muy lejos. Derek estaba apoyado contra el marco de la puerta de la cocina. Cuando se acercó, él bajó la mirada y tuvo que suspirar ante la comprensión de que el guitarrista alto, vestido con vaqueros negros, era todo suyo. Más tarde se iba a tomar su tiempo en desvestirlo, quitándole esos vaqueros y las botas, porque al parecer en casa estaría eternamente sin camisa.

—Oye. —Derek la atrajo a sus brazos—. Gracias por invitar a mis hermanos, es una velada increíble.

—Me encanta que estén aquí, con la gira terminada, los extrañaba un montón. —Él sonrió depositando un beso en su sien.

—Sí, yo también… pero qué alivio será cuando se vayan —confesó riéndose.

Davina también se rio, ambos amaban a todas esas personas, pero sabía que él todavía no estaba acostumbrado a tanta compañía cuando no estaban de gira, por Rachel sabía que podía volverse ermitaño. Sin embargo, Derek y ella eran muy parecidos en ese aspecto, disfrutaban de su tiempo en silencio entre las enormes y frecuentes reuniones.

—Davi… —murmuró de pronto luciendo tenso, jugueteando con sus dedos—. Quiero pedirte disculpas por lo que dije en la cocina, sabes bien que no soy perfecto.

—Lo sé. No te preocupes.

—Simplemente no debí decirlo, estabas… —Ella puso un dedo en sus labios.

—Derek, eres como eres y en eso radica tu esplendor, esa es la belleza de lo imperfecto. —Él sonrió pasándole un mechón de cabello tras la oreja.

—Demasiado poética —murmuró y se inclinó besándola—. En fin, quiero que sigas cocinando cada día, te compraré todo lo que necesites, incluso cuando vayamos de gira.

—¿Aunque haga casi volar el autobús? —Él se rio.

—Incluso así, ¿qué chiste tendría la vida al no disfrutar de lo que te gusta, solo por el temor de que lo que hagas no será perfecto?

—Y dices que yo soy la que se pone toda miel y hojuelas —ronroneó pasando los dedos por todos esos increíbles tatuajes.

—Quizás tenga una… o dos canciones para ti.

Davina sonrió lanzándose por un febril beso, Derek era su perfecto imperfecto, y ella era lo mismo para él, dos almas no perfectas pero complementarias, colisionando en un mismo lugar, quizás ninguno de los dos era lo ideal para el otro, ¿pero qué sentido tendría la vida si no se aprendiera algo nuevo cada mañana?

Y mientras se fundían en los brazos del otro, Davina supo que no volvería a sentirse sola nunca más.

Se tendrían el uno al otro para siempre.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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